El saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs se presenta este sábado en Groove con su proyecto solista y con la idea de repasar algunas de las canciones de las bandas que integró, como El Siempreterno, Cienfuegos y LFC
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“Somos un montón de más, ese es el problema. Tenemos una sarta de tarados alrededor... no se puede hablar de lo más mínimo. ¿Te acordás cuando antes mandabas un mensaje de texto y te cobraban por palabra? Hay que volver a eso”. La cantidad y variedad de respuestas recibidas en un posteo en su cuenta de Instagram parece haber desencajado a Sergio Rotman, activo usuario de las redes sociales. El cruce, dice, es un reflejo de lo alienante que es tener conexión a disponibilidad ininterrumpida. “En 2002, cuando mi hijo tenía 3 años, yo me levantaba a la mañana, me sentaba en la compu y dedicaba cuarenta y cinco minutos a ver qué discos me bajaba por Megaupload y Rapidshare. Miraba los mails, me iba y hasta la noche no volvía a conectarme. Ahora es cien por cien todo el tiempo; es cualquiera”.
Parte de la vuelta a ese espíritu es lo que lo llevó a asociarse con Leo De Cecco, baterista de Attaque 77 y dueño de Strummer Bar para crear Post Punk Junk, un ciclo gratuito mensual que nació en abril de 2022, con curaduría del propio Rotman. Ahora, a dos años y treinta ediciones de su creación, el también saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs lleva su propuesta a una versión ampliada: este sábado 18 de mayo en Groove y bajo el nombre Post Punk Junk Fest, el músico compartirá protagonismo con Los Péndulos y Espanto Club. Convertido en solista formal desde hace cinco años, el evento es publicitado también como la celebración de sus cuatro décadas como músico, algo que él mismo se apura a desmitificar. “Es algo totalmente anecdótico. Yo no tengo una carrera de cuarenta años ni ahí, lo que hago hace cuarenta años es tocar en vivo. No siento que tenga una ‘carrera’ que deba reivindicar, es más que nada una coincidencia”, acota, aunque promete un repaso por los distintos proyectos de los que fue y es parte.
–¿Cómo se dio la génesis de este proyecto?
–Leo viene haciendo festivales y shows hace tiempo, y cuando un músico pasa a ser productor no es lo mismo que un productor, directamente. Estamos asociados haciendo cosas juntos, y me parece que eso fue clave porque es Leo el que lo lleva, no sé si se lo hubiera dado a un tercero. Me parece también que hoy en día llevar las bandas a otro ambiente tiene su magia, sobre todo si no tenés la presión de que sea un “espectáculo”. Hoy dos River hace cualquiera, eso ya desapareció, entonces esto es otra cosa, tiene un fondo artístico. Es llevar tres grupos buenos haciendo lo que hacen bien y tratar de llevarlo a otro ámbito a ver qué pasa. Quiénes van, si les gusta o no. En medio se me ocurrió que estaría bien que dejara de tocar solamente el repertorio de mis discos y que salir de Strummer ameritaba otra cosa, así que voy a hacer un par de temas de Cienfuegos, Los Fabulosos Cadillacs y El Siempreterno.
–Tu carrera musical tiene una particularidad. En vez de forzar a cada banda de la que sos o fuiste parte a ir en determinada dirección, siempre abriste la puerta a una nueva.
–En la música moderna lo más divertido es el principio, la parte formativa, sobre todo de las bandas de rock. Ahí sucede lo más emocionante, y después es muy probable que se ponga difícil, porque es lógico que sea así. Me interesa esa etapa y tocar para poca gente, porque es un ridículo hacia dónde vamos con la música como espectáculo, con cifras de no sé cuántos millones de entradas vendidas en no sé cuántos segundos. ¿A quién le importa? Te vas a gastar la plata que ganás en un segundo y medio. Es volver a algo primitivo que no sea por nada, por amor al arte pero con la intencionalidad de que crezca. Me divierte ese momento, el de la creación, porque está la emotividad de sentir que tu música afecta a la gente; después ya lo das por hecho. Pero ese momento en que buscás seducir a la gente, seas UnoxUno (Carlos Alonso), que tiene 74 años o K4, que tiene 24 y es el único bueno de verdad de su generación; ahí es donde pasa.
–¿Y cómo se lleva esto de tocar para poca gente con la maquinaria de los Cadillacs?
–Justamente, mi posición es absolutamente cómoda. Yo lo puedo decir desde mi perspectiva, pero es la vida que estoy viviendo. Tener a los Cadillacs es clave para poder hacer todo esto: yo estoy seguro de que no tengo la capacidad ni el talento ni el ingenio ni ninguna virtud para poder hacer esto por mi mismo. Lo puedo hacer porque tengo el honor de tocar con Los Fabulosos Cadillacs y eso me permite tener mi tiempo. El millonario es el dueño de su tiempo, que hace lo que quiere con él. Eso a mí me lo dan los Cadillacs, entonces una forma de devolver eso a la música es, en vez de quedarme viendo Netflix, vengo para acá.
–Te has permitido tomar distancia de los Cadillacs en más de una oportunidad. ¿Tomarte un tiempo te permite renovarte para estar en ese lugar tan grande?
–Hay una cosa personal entre todos, que es que hemos aprendido a llevarnos bien. Hay una latente sensación de peligro dentro de los Cadillacs, pero hay un respeto y un amor increíbles. A mí nadie jamás me quiso tanto como los pibes de los Cadillacs, ni las parejas que he tenido. Nos queremos mucho y en los Cadillacs se “está haciendo”, no hay una palabra definida. Yo lo de La salvación de Solo y Juan no lo entendí, entonces dije: “No estoy, toquen ustedes”. Además, en ese momento yo estaba haciendo el que es mi disco favorito de Mimi Maura, que lo hicimos con Los Aggrotones, y tenía ganas de tocar ese disco. Yo todavía estaba en Puerto Rico y dije: “no, váyanse ustedes de gira a tocar esta poronga”. Me fui a Abbey Road a mezclarlo, hice cosas zarpadas. Si hubiese hecho la gira de cuarenta y pico de fechas de presentación de La Salvación... no hubiese podido terminar ese disco. Además, tenía que empezar a desarmar la casa en Puerto Rico, Ariel (Minimal) había dejado de tocar en El Siempreterno y era todo muy confuso. Pero así y todo ese disco con los Aggrotones es el que me ponés el día que me tapen con tierra.
–En todo este tiempo cultivaste una gran colección de discos...
(Interrumpe) –No soy coleccionista, tengo muchos discos, que no es lo mismo. Porque el que colecciona prioriza la entidad física por sobre lo que contiene. Yo tengo muchos discos por lo que contienen y son los discos que tendrías vos si hubieras tenido la plata y la suerte que tuve yo. Hubieras hecho exactamente lo mismo. “Che, me quiero comprar toda la colección de King Crimson”, y voy y me la compro. Y otra cosa que también me pasó a mí es que yo soy viejo, entonces empecé a comprar cuando los discos bajaron de precio, cuando apareció el CD, y y después nunca perdí mi colección; nunca tuve un divorcio hasta ahora, pero voy a priorizar mi colección sobre mi relación. También tuve mucha suerte con los viajes, pero no creo que tenga muchos más discos que vos, lo que pasa es que tengo todos los que quiero. Y no tengo ni uno solo malo, lo discuto a muerte. Si decís que hay uno malo se pudre. Estarás equivocado, no es problema mío, tendrás que hablarlo con tu psicólogo.
–¿Qué seguís buscando?
–Ahora tengo más intención en hacer discos propios, hago tiradas de 300 ejemplares. Yo calculo que tienen una intencionalidad de convertirse en objeto, no tengo ninguna duda. No estoy boomboomkideano (en referencia a Boom Boom Kid), no es algo tan personalizado con el arte; los hago más genéricos, pero sí me parece que los objetos son hermosos y la función que cumplen, desde Rotman para acá, es que está pensado para que se escuche como un disco en vinilo. El objeto supera al artista. De todas formas me parece que el CD como objeto quedó inconcluso, nunca fue algo que estuvo bien. El vinilo y el casete sí tienen unas propiedades particulares con su tamaño y estética, pero el CD empieza con una negación extraña. Los primeros venían con un cartel que decía “Este es el mejor sonido que se va a poder grabar jamás”, y adentro priorizaban toda la parte técnica por sobre la info. Venía un cartel enorme que te decía cómo había sido mezclado o grabado Y encima convengamos que el objeto CD es medio feito comparado con los otros.
–O sea que con los vinilos no sos amigo de las reediciones.
–No soy particularmente enemigo, es que no suenan bien porque ya no se fabrican como se fabricaban antes. Mis discos suenan muy bien y yo les estuve un poco encima. La mayoría de las reediciones suenan como si no les hubieran estado muy encima, y además hay algunos discos que no tienen sentido de ser escuchados así. Blood Sugar Sex Magik no tiene ningún sentido, se hizo para ser escuchado en CD. No me molestaría tenerlo en vinilo porque es un buen disco, pero si hay algo que no estaba pensado así era eso. Queda una cosa medio rara, pero esto (el celular) es muchísimo peor, es lo peor de la guerra.
–¿No le ves sentido a la música en plataformas?
–No es algo que diga yo, si te sentás y comparás ya está. Lo que pasa es que es una cosa genérica que no existe, que son ceros y unos, y lo otro puede sonar mal o bien. Antes cada persona escuchaba un disco diferente en su casa porque dependías de cómo cayera la púa, qué equipo tenías y demás. Vos podías escuchar un Sgt Pepper’s y yo otro, ibas a la casa de alguien y decías: “eso no lo había escuchado”, porque también dependía de tu equipo. Esto es otra cosa, encima suena en mono porque todo el mundo escucha en esos parlantitos de poronga. Es la evolución del siglo XXI, una búsqueda primariamente mercantilista, y después lo otro no importa. Me parece que es interesante que la música se edite en vinilo para que sean pocas copias. En el futuro vas a poder decir: “yo tengo una de estas cosas”.
–Es pensar un futuro en el que en algún momento todo va a dejar de estar a un clic de distancia.
–No sabemos a qué vamos, quizás los cables de internet se corten. Puede pasar cualquier cosa. Nadie suponía el streaming de esta forma. ¿Te acordás que al principio te cobraban los mp3? Era una estafa total, te los cobraban un dólar pero se vendían millones y millones. Le estabas dando 20 millones de dólares a un tipo por no hacer absolutamente nada, y vos comprabas nada. En 2009, con los Cadillacs, estábamos grabando La luz del ritmo y había venido un técnico, Robert Carranza, a producir y grabar. Él todas las mañana se bajaba 20 discos y se gastaba unos pesos, mientras yo metía Rapidshare y MegaUpload. Él me decía que yo no tenía ética por hacer eso y yo le respondía: “No, vos sos un idiota porque no le llega nada a los músicos”. Se lo decía con cariño porque nos queremos, y al final el tiempo me dio la razón.
–Daniel Melero dijo una vez que el problema empezó cuando la industria convirtió a la música en información replicable.
–Yo diría que fue cuando pasó a ser un commodity, pero tiene razón Daniel, porque son ceros y unos que forman un “supuesto” disco de Yes. No hay una relación como con el disco que te grababas en un casete, te comprabas el CD o lo escuchabas en la radio. No existe, nada es tuyo. Es lo mismo que comprar un kilo de polenta. Se convirtió a la música en un objeto sin valor, es terrible. Nos quejamos mucho, pero fácilmente podríamos solucionarlo. El problema es que sería una industria offline, ¿y quién lo va a hacer? ¿Quién se anima? Yo lo dije hace unos años y LA NACIÓN lo usó de título: el futuro es offline, no hay duda (se refiere a la siguiente nota: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/sergio-rotman-irse-offline-es-unico-acto-nid2229040/ ). Antes vivías perfecto: si necesitabas más existían los locutorios donde podías llamar al teléfono que querías si tenías una urgencia o le querías decir a tu novia que la querías, no como hacés ahora poniéndole un corazoncito mentiroso. Podías llamarla y decirle: “Te quiero, Patricia”, pero ahora no. Éramos mucho más felices, y no me estoy yendo a 1433, sino a 15 añitos atrás, como mucho.
–¿Y de qué manera habría que “reeducar” al público?
–No se educa a quien no lo merece, y el normal de la gente no merece más de lo que tiene. A mí me parece bien que volvamos a la excelencia de lo pequeño, no hay nada en la búsqueda. Y te lo digo yo que toco en estadios todo el tiempo. No es que no me guste, es genial tocar para 140.000 personas, pero no tiene nada que ver con la música ni con el evento musical. No hay solución, vamos hacia un choque inevitable.
–¿Una escala más chica te permite elegir qué público querés?
–El escenario termina en el borde y lo que vos podés hacer lo hacés hasta ahí. El problema que tiene el plateísmo es que la gente es bruta e ignorante, entonces, si vas a guiar tu música y tu arte por el éxito popular, tu éxito va a ser banal y tonto, porque es lo que la mayoría de la gente es. Si vos hablás para vos mismo o un pequeño sector, para quien amás o quienes son tus primeros fans, ahí probablemente hagas discos buenos, o des buena actuación. Pero esa cosa mesiánica de mucha gente... con los Cadillacs es algo natural, no es algo forzado, pero no podés aspirar a eso.
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