Se cumplen 40 años del disco fundamental de Joy Division
Desde la tapa y las canciones, Unknown Pleasures fue una revelación
Hace cuarenta años se editaba Unknown Pleasures, el prematuro álbum debut de una joven banda de Manchester llamada Joy División, que marcaría el rumbo futuro de la música inglesa y serviría como banda de sonido de época. La voz y la lírica de Ian Curtis, cantante de la banda, que se suicidaría un año después, impregnaron de un aura maldita a este grupo oscilante entre la luz y la oscuridad, como el icónico arte de tapa del álbum. "Pocas bandas tienen una leyenda tan potente y definida con precisión como Joy Division", sostiene el crítico Abdy Becket, de The Guardian. Tocaron su primer concierto en enero de 1978, y el último, en mayo de 1980.
El lanzamiento del disco definió una estética pop tan adictiva como desoladora. La música tenía un sonido filoso posindustrial y un pulso penetrante y hueco como esas calles de las ciudades de Inglaterra en franca descomposición. Ian Curtis era el médium de esa sensación generacional. Cuando se ahorcó tenía apenas 23 años. La leyenda del álbum debut de Joy Division se fue retroalimentando con los años y su influencia siguió creciendo, maldita.
Joy Division formó parte de un momento de explosión del rock británico tras la aparición del punk, en 1976, con bandas que aparecían, tenían éxito y desaparecían al otro día. Para una banda de tan corta existencia, su irrupción en el universo musical fue tan inusual como la caída de un meteorito a la tierra: Unknown Pleasures se puede medir con esa trascendencia.
Sus letras reflejaban a la perfección la Manchester semiabandonada, sórdida, artística, aburrida, agresiva y prehistórica antes de ser la capital de la música inglesa. En ese contexto, la figura de Ian Curtis emergió como un ícono capaz de romper con la vida monótona de suburbio y transformar los conciertos en una ceremonia de vitalidad explosiva. "Cuando los vi tocar en Factory, en abril de 1980, fue tan intenso que tuve que irme. Ian era, para usar esa terrible frase, de verdad, y esa intensidad era feroz. La mayoría de la música pop se trata de emociones distantes. Ian quería ir muy profundo, y la banda se fue con él", recuerda el biógrafo de la banda John Savage.
Unknown Pleasures era tan profundamente oscuro como el océano en sus diez canciones. "Disorder", uno de los himnos del grupo, es a la vez la clave del sonido de Joy Division: Ian Curtis helando la sangre con esa voz desesperada que ruega: "Luces destellan, coches se estrellan, se vuelve frecuente. Tengo el espíritu, pierdo el sentimiento, déjalo salir de algún modo". El combo se completaba con el golpe hueco de Stephen Morris en la batería, la línea de bajo de Peter Hook y la guitarra filosa de Bernard Summer.
Los músicos del grupo, que luego formaron New Order, vivieron signados por la leyenda negra de Curtis. Como canta en "Shadowplay", otro de los grandes hitos del disco: "Hacia las profundidades del océano donde toda esperanza se hunde". Pasaron cuarenta años y su influencia sigue viva no solo en la música, sino también en el cine, el teatro, la moda (la tapa es reproducida en millones de remeras) y la literatura.