Santiago Motorizado, una estrella de rock para la nueva generación
Las estrellas de rock ya no son lo que eran. Los tiempos han cambiado y la figura del rockstar misterioso encerrado en su mansión, rodeado de mitos y leyendas de noches extra large y madrugadas de excesos, con una corte de aduladores siempre a su lado, con histéricas persecuciones de fans en aeropuertos y llegando a sus conciertos con anteojos negros y limusina, alardeando de su condición, parece exclusividad de los libros de historia para toda una nueva generación. Santiago Barrionuevo, compositor, cantante y bajista de El Mató a un Policía Motorizado , una de las bandas que desde La Plata marcó el ritmo de la escena indie en la última década, se mueve en la escena como un exponente de una forma distinta de vivir la exposición rockera, arriba, abajo o al costado del escenario, logrando hasta cierto efecto invisibilizador, incluso entre su público.
Así fue aquella noche de junio del año pasado, cuando al finalizar el tercero de los cinco conciertos con entradas agotadas en Niceto con los que El Mató presentó su último álbum, La sínstesis O´Konor, el tal Santiago "Motorizado" caminaba entre fans aún en estado de adrenalina sin siquiera ser reconocido. Era uno más entre tantos, buscando un poco de silencio después de la tormenta eléctrica que él y sus compañeros habían generado.
Tímido en público, un tanto introvertido y cultor del perfil bajo, este Santiago que a los 38 años sigue siendo "Santi", vive aún en La Plata, la ciudad donde nació, creció, estudió Bellas Artes y soñó con ser una estrella de rock... diferente. "La primera vez que vi a Joey Ramone me conmovió. Era un poco duro de movimientos, tenía el pelo largo tapándole la cara, era feo, alto. Era como que se salía del estándar rockero. Tenía la misma esencia del rock, pero hecho por un outsider, que quizá no encajaba con el típico perfil de performer de rock. Y yo era un poco así, por eso me sentí identificado", decía cinco años atrás, cuando las luces mediáticas comenzaban a posarse sobre la banda, después de diez años de transitar con frescura el under platense y porteño.
Tímido en público, introvertido y cultor del perfil bajo, Santi vive aún en La Plata, la ciudad donde nació, creció, estudió Bellas Artes y soñó ser una estrella de rock... diferente
Días atrás se lo pudo ver debutar, en vivo y en directo, transmitido por TNT, en la alfombra roja de los premios Latin Grammy, en Las Vegas. Un nuevo escalón para este grupo autogestionado. Un poco a regañadientes, Santiago llegó hasta allí en representación de sus compñaeros, que no viajaron tanto por desinterés personal como por la inversión económica que representaba cumplir con esta maniobra de la industria. "Los que pagan los pasajes a los Grammy son los sellos y el sello nuestro somos nosotros", dice.
En aquella tarde-noche en Las Vegas, asaltado por dos conductores vestidos de etiqueta, "Santi" se ubica en el centro de la pantalla con su campera negra, de brazos cruzados, con risa nerviosa, tocándose la cara una y otra vez antes de responder casi monosilábicamente el cuestionario y, antes de que pase apenas un minuto y los conductores se resignen y lo dejen seguir su camino, confiesa en cámara: "Estoy nervioso, sí, ¿se nota?".
Este año El Mató a un Policía Motorizado volvió a girar por los Estados Unidos y Europa, confirmando el paso firme y seguro con el que el grupo avanza en el exterior, acompañando un gran disco que los avanzó dos casilleros en el juego de la popularidad, aquí y allá.
Ahora, tras su paso por la "La ciudad del pecado" y antes de que El Mató ofrezca su show más multitudinario (mañana, en Tecnópolis), el músico cuenta su experiencia codeándose con la aristocracia de la industria de la música, habla de sus encuentros ocasionales con Andrés Calamaro y Adrián Dárgelos y analiza los cambios que impulsó su generación en la escena, sentado en las penumbras de un sótano de un bar "amigo" de San Telmo.
"Lo de los Grammy fue bastante bizarro. Fue divertido y me trataron muy bien, pero Las Vegas es como una mezcla de lujo y de algo popular que es muy extraño. Lo más raro es que llegué y me esperaba una limusina, bien grasa, toda ploteada y eso. Es un universo que siento muy ajeno, pero al mismo tiempo me divierte penetrar en algo novedoso para ver qué pasa", dice este músico carismático en el sentido menos ortodoxo, que puede llegar a escribir y cantar versos como ese que asegura que "sería un milagro que te enamores de mí".
–¿Te sentiste incómodo en plan alfombra roja?
–Sí, me sentí medio incómodo, pero porque yo soy tímido y todo eso. Después cuando llegué a la puerta le dije a los chicos de prensa que me estaban acompañando que no quería entrar, que no me daba ganas. Justo pasó Dante Spinetta, que lo había conocido en una cena la noche anterior, y me dijo: "Entrá, es una vez, fijate cómo es y si no te gusta te vas". Me convenció y al final me divertí mucho.
–¿Te juntaste con el resto de los músicos argentinos allá?
–La primera noche que llegué a Las Vegas compartí una cena con Dante Spinetta, los Aterciopelados y Enrique Bunbury y me cayeron todos mil puntos. Tenía miedo de que fueran muy estrellas, un prejuicio mío muy de pueblerino, ¿no? Pero me parecieron superrelajados, muy cariñosos, muy inteligentes. Hablamos de fútbol, de música y surgió mucho la política también, con Bunbury, que vive en Los Ángeles, contando los cambios que hubo desde la llegada de Trump y con los Aterciopelados, que viven entre México y Colombia, celebrando la llegada de Obrador al gobierno mexicano y criticando un poco la cosa conservadora que se está generando en su país.
Santiago dice que en este tipo de encuentros su timidez aflora más, pero que cuando cruza cierto umbral psicológico puede llegar a liberarse. "Incluso me parece que cuando entro en confianza soy medio insoportable".
–Y cuando te juntás a charlar con músicos como Andrés Calamaro, como lo hiciste este año, ¿no le pedís consejos o hablás del tema?
–La verdad no, pero podría preguntarle. El tema también es que esos músicos viven en otro universo de exposición. Antes de esa cena en Las Vegas, hablábamos con unos amigos por whatsapp, un grupo muy heterogéneo que tenemos para juntarnos a jugar al fútbol en la PlayStation, y les contaba que tenía miedo de que fueran superafectados. Y nada que ver, todos fueron muy cariñosos. "Al final el afectado eras vos", me decían. Y sí, el que estaba pendiente de esas boludeces era yo. Eso es un aprendizaje, si uno tiene claro qué es lo importante de su banda, de su música y de su arte, todo lo demás es una tontería. Igual, es como que tienen otra relación con los medios. Veo que Bunbury con los medios tiene otro personaje, aprovecha ese lado y después en su vida cotidiana es mucho más relajado. Lo mismo me pasó con Calamaro, lo vi muy diferente al Calamaro que veo en los medios y me gustó. Es mucho más relajado, vi un chabón muy inteligente y muy fanático de la música, que a veces en las notas eso no aparece. Te habla de todo con una pasión. Me pareció un genio, muy inteligente, con mucha data. Es un poeta y hace análisis profundos de cualquier tema: de fútbol, de política, de música.
–¿Vos cuando eras chico soñabas con ser una estrella de rock?
–Sí soñaba con estar frente a un montón de gente y estar expuesto, en cierto punto. Pero lo que descubrí es que una cosa es estar tocando tus canciones frente a un montón de gente que ya te conoce, que es tu público y que, en su mayoría, está a favor de lo que hacés. Y otra cosa es el tipo de exposición que te puede dar la televisión o la promoción en alguno de sus formatos. En los shows de El Mató se genera una cosa de tanto cariño y celebración, que es como una simbiosis y uno forma parte de esa misma energía.
–¿Creés que tu generación cambió la idea de la estrella de rock?
-Sí, totalmente, y nosotros además somos de tocar y nada más. Cuando tengo que decir algo, ya me pongo más tímido. Hablamos poco, agradecemos y nos vamos. No hay por qué hablar de más. Uno ahí arriba expone la música, no se expone como individuo. También cuando tenés una banda es diferente. Porque cuando toqué en los Grammy estaba solo con la guitarra y me puse muy nervioso. Si escuchás bien, mi voz tiene un temblorcito, un vibrato tipo Víctor Heredia, ja, ja... Hice la prueba de sonido y todo sonaba perfecto, estaba muy tranquilo, pero cuando arrancó el show, veía el telepronter anuciándome, la gente con las mesas y me puse renervioso.
Cambios culturales para la nueva generación
Santiago, como lo hace también Dárgelos con Babasónicos por estos días, es el vocero oficial y la cara visible de la banda. Manuel Sánchez Viamonte (Pantro Puto, guitarrista), Gustavo Monsalvo (Niño Elefante, guitarrista), Guillermo Ruiz Díaz (Doctora Muerte, baterista) y Agustín Spasoff (Chatrán Chatrán, tecladista), depositan en él el poder y la responsabilidad de representarlos ante los medios y el cantante acepta su rol como una suerte de misión. Como cuando en los inicios del grupo se hizo cargo de la gráfica y la estética de El Mató, dibujando y pintando a mano los afiches que colaboraron para que El Mató también se imponga en las calles y a través del boca a boca. "Ahora me copé con hacer animaciones, video-pósters para las fechas. Nació con una lógica capitalista, porque no habíamos vendido muchas entradas en Uruguay y me dije que tenía que hacer algo más copado para llamar la atención. Me divirtió tanto que me metí a full". Así, sus caballeros y doncellas con espadas, deportistas y camioneros, siempre presentes en su arte gráfico, ahora tienen movimiento en las redes sociales.
El año pasado, La síntesis O´Konor subió un grado más la popularidad en permanente ascenso de El Mató y luego de cinco shows consecutivos en Niceto y cuatro en Vórterix, el desembarco en un espacio más grande era inminente. "Hubo ideas de hacerlo antes, pero algunas cosas no cerraban. Quisimos tocar en el Luna Park, pero no nos dejaban por el nombre del grupo. Supongo que tiene que ver con que lo regentea la iglesia católica", se excusa.
–¿Qué cosas creés que bandas como ustedes cambiaron en la escena local en los últimos años?
-No sé, creo que hay como un crecimiento fuerte de la cultura independiente que está bueno. Yo no lo celebro como único camino valedero, pero es un camino posible que cuando arrancamos no tenía la importancia o el respeto que tiene ahora. Me gusta que sea una alternativa fuerte y no una cosa romántica solo por ir en contra de lo establecido. Está bueno que sea un camino posible que te puede llevar, si te interesa, hasta los Grammy o a girar por Europa o por todo el continente y salir en los medios. Eso creció mucho y se tomó y cada banda le dio su impronta, son herramientas para elegir lo que más le convenga a cada uno. Me acuerdo que en un Vive Latino me crucé con Dárgelos y él criticaba a la independencia. Me decía "qué mejor que hacer tus canciones y que venga alguien y te pague por ellas". A mí me parece bárbaro, pero no le pasa a todos. Babasónicos es independiente artísticamente y siempre van a hacer lo que quieren, pero las bandas nuevas que firman con un sello, más hoy en día, que tienen un arreglo peor, mucho más abarcativo en cuestión de shows y todo eso, no consiguen la misma independencia que pueden tener ellos. Hay mil casos así. El insistía en que las bandas independientes tienen que estar todo el tiempo haciendo cuentas y encargarse de todos esos asuntos extramusicales. Yo le dije: "Mirá, mi mamá y mi papá hasta fin de mes hacían cuentas", eso no me parece un pecado. Entiendo su crítica, pero creo que viene más de la época de los Redondos y de Los Piojos, que generaban una super épica de lo independiente y que a los que no lo eran los dejaba como medio caretas. Eso no es parte de nuestro discurso o idea, para nada.
Hay un montón de chicas que están haciendo cosas muy buenas y no tienen el espacio que se merecen""
–¿Creés que el próximo cambio en la escena vendrá desde las mujeres?
-Ojalá, hay como una militancia fuerte de parte de las mujeres que ya hicieron un montón de cambios en la sociedad. A mí me cuesta ver si esos cambios están penetrando realmente en toda la sociedad o es algo de cierto círculo más intelectual, donde había machismo también y micromachismo, que son esas cosas que parecen menores pero que generan una presión y es una mierda. Estaría bueno que llegue a todos lados. En el último tiempo hablé mucho con Barbi Recanati, una persona que quiero mucho y es repiola y reinteligente y armó su propio sello, con identidad de género, para darle espacio a las chicas en la música y también milita por la ley de cupo para las mujeres en los festivales y son cosas que están buenas porque dan un mensaje que, si se empieza a generar, crean un espacio. No se quiere imponer a la fuerza nada, sino cambiar algo que está mal, que haya una consciencia al respecto y que genere cambios culturales. Hay un montón de chicas que están haciendo cosas muy buenas y no tienen el espacio que se merecen. Soy amigo de Las Ligas Menores, que merecen tocar en todos los festivales, tocaron en Coachella, se fueron de gira por Europa, pero acá no tocan en ningún festival.
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