Santiago Feliú: adiós a un inspirado continuador de la trova cubana
Santiago Feliú falleció ayer en La Habana, a los 51 años. Santi, el hippie, el eléctrico o Santiaguito -según cada uno ha preferido llamarlo desde que comenzó su carrera como cantautor, a mediados de los ochenta- tuvo un infarto, y su muerte repentina conmovió tanto a su país como a los seguidores que ha tenido en toda América latina y en países europeos, como España.
Nacido en 1962, fue hijo de la revolución cubana. Porque llegó al mundo casi cuatro años después de la gesta de Fidel y el Che. Y también porque fue hijo de esa nueva trova identificada con nombres como Silvio Rodríguez y Vicente Feliú (su hermano mayor). Pero ser heredero de hechos trascendentes no lo puso a la sombra de nada ni de nadie. En todo caso, lo puso en el mismo camino, pero con una personalidad propia. Hay una anécdota que mencionaba con simpatía y que con la noticia de su muerte reprodujeron varios medios. "Un día Fidel habló como una hora de todo, luego entregó diplomas otorgados por el Instituto Superior de Arte a varios trovadores. Cuando me tocó mi turno, me dijo: «Lo de la genialidad de los Feliú es genético, ¿no?», a lo que le respondí: «No, el genio soy yo»."
Más allá de la broma, de ser zurdo y tocar guitarras para diestros y de sus dificultades con la palabra hablada (era tartamudo) que jamás afectaron su voz cantada, Santiago fue un auténtico trovador, oficio que comenzó a demostrar con discos como Vida (de 1986, el primero de sus ocho álbumes de estudio), Sin Julieta y Ay, la vida (su última producción). Además, dejó dos discos en vivo y tres en colaboraciones con otros músicos, como Ansias del alba , con su hermano Vicente. En ese disco hay un tema, "Declaración de principios", que lleva la firma de Santiago y del subcomandante Marcos, debido a la empatía de Feliú con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Otra prueba de haber hecho honor a su oficio de trovador es que supo actualizar su discurso según los signos de cada tiempo que le tocó vivir como compositor; obviamente, no fueron los de los primeros años de la revolución, sino los de otros procesos políticos y sociales, tanto dentro de su país como en el resto del mundo. Alcanzan de ejemplo algunos de los agudos versos de "Planeta Cuba", de su último CD: "[...] amados, obstinados y sonrientes/ llenos de música, ron y fe/ y una espera... dividida mal. [...] Abajo los bloqueos de la mente ya merecemos más [...] sigue Cuba, sigue de verdad, sigue resistiendo".
Santiago cantó dentro y fuera de la isla. Su relación con la Argentina fue intensa, tanto por sus largas estadas como por la relación con un público fiel que siempre estuvo atento a la salida de cada uno de sus discos como a las giras, que nunca se limitaron a escenario porteños. Habitualmente incluían salas de varias ciudades importantes del país. Ahora sólo quedan sus canciones de rabia y sutileza, de mirada social y política, de amor, desencantos y algunas esperanzas, esas que tampoco faltaron en los de su generación.