Sandra Mihanovich: “Siempre hubo más discriminación hacia las mujeres gay que en contra de los varones gay”
Sandra Mihanovich ha forjado su carrera paso a paso, sin recurrir a atajos mediáticos ni a grandes alardes. Y hoy es una de las cantantes más populares de la Argentina, reconocida tanto por el público como por sus pares y la crítica. A lo largo de sus 42 años de trayectoria ha hecho de todo; incluso incursionó en la actuación y en la conducción. Su música llega a distintas generaciones, pero es la crecida al calor de la democracia la que la acompaña más fielmente. Su hit "Soy lo que soy" fue y es un amplio estandarte del espíritu libertario, al igual que un himno de la causa gay. Si bien nunca fue muy afecta a hablar de su vida privada, en 2012 rompió su conducta por un motivo de peso que sensibilizó a toda la sociedad: su decisión de donarle un riñón a su ahijada Sonsoles Rey Obligado. En 2016 volvió a ser noticia cuando se casó con su excompañera de estudios y madre de Sonsoles, María "Marita" Paz Novaro.
Como ella misma lo explica, lo que la define no son sus opiniones, sino sus acciones. No obstante, en una charla con LA NACIÓN acepta hablar de todo y de Acústica, su nuevo show que hoy y el sábado 15, a las 21, ofrecerá, en el Maipo.
–En 2016 festejaste tus 40 años de carrera a lo grande, con dos shows en el Ópera; ahora decidís celebrar en forma intimista, con un recital acústico en el Maipo. ¿Por qué?
–Por varios motivos. En principio, porque me pareció que el ciclo de festejar los 40 años de música ya estaba concluido. No me gusta repetirme. Acústica es casi lo opuesto de lo que hacíamos antes: pasamos de una banda numerosa, con un gran despliegue de pantallas e invitados, a algo más acotado y adaptado a las circunstancias económicas que estamos viviendo. Se me ocurrió que tenía que ser un recorrido chiquito, más del corazón, más de encontrarnos, de cantar con la gente, con un tratamiento en cuanto a los arreglos musicales también más acústico. En este show toco la guitarra yo y también Sol, mi sobrina, quien también hace coros y toca el ukelele. La batería está armada como un set de percusión, con cajón, bongó y bombo legüero. En el Maipo estaré acompañada por los cuatro músicos con los que realicé durante varios meses la gira por todo el país, entre ellos mi hermano Vane. Por eso este show es una suerte de festejo familiar, con mucho clima de afecto. No solo abordo mi repertorio clásico, sino que refloto los temas que escuchaba y cantaba cuando era chica. Temas que compartimos con Vane de pequeños y tocábamos juntos en guitarra. Por ejemplo, un popurrí de canciones de Burt Bacharach y la primera zamba que aprendimos a tocar. Y también habrá canciones que nosotros definimos como de fogón, para cantar con todo el público, de igual a igual.
–¿Habrá novedades con vistas a un nuevo disco?
–Sí, ya tengo tres nuevos temas. Estas no son épocas para planificar demasiado, pero supongo que en cuanto tenga una decena los aglutinaré y ahí aparecerá otro CD. Por el momento estoy queriendo componer. Los temas se te cruzan, aparecen mientras vas andando. Una de las sorpresas de este show, y seguramente del nuevo disco, te la adelanto ahora: el tema "Qué suerte", que solía cantar Violeta Rivas. Se me ocurrió empezar a cantarlo a manera de homenaje cuando me enteré de su muerte. Es un golazo.
–Si bien empezaste en 1976, tu explosión como cantante coincidió con el advenimiento de la democracia. ¿Estás conforme con la evolución del país desde aquel momento hasta ahora?
–Hemos hecho un proceso de aprendizaje muy importante. Seguimos equivocándonos y aprendiendo. Toda la historia que nos ha tocado vivir tenía que pasar, tenía que ser. Creo que evolucionamos enormemente como sociedad, como país, pero todavía tenemos lastimaduras demasiado grandes. Hay un tema muy grave aún por superar que es educacional, pero vamos hacia eso.
–¿Nunca te pronunciaste políticamente por temor o por no sentirte representada?
–A lo largo de nuestra historia me han gustado distintas personas dentro de la política. Pero el lugar partidario para un artista me parece que implica un gran convencimiento, que no tengo. No quiero ni me interesa el "anti". Solo me considero antinazi. Cuando tenés una manera de ser y cierta coherencia, actuando consecuentemente a lo largo de la vida estás diciendo quién sos y lo que elegís. Todo lo que tengo para decir lo manifiesto con mis hechos y mi forma de vida.
Los argentinos somos impacientes e intolerantes, no sabemos convivir. Es importante para todos seguir transitando juntos un camino, consensuando y buscándole la vuelta a las cosas
–¿A qué políticos rescatás?
–Quise mucho a (Raúl) Alfonsín. Fue uno de nuestros políticos más extraordinarios. Lloré mucho el día que lo vi en la tele diciendo que renunciaba, sentí que lo habían traicionado. Los argentinos somos impacientes e intolerantes, no sabemos convivir. Es importante para todos seguir transitando juntos un camino, consensuando y buscándole la vuelta a las cosas. Por suerte aprendimos a no golpear más las puertas de los cuarteles militares. Siento que el político tiene que tener vocación de servicio. Y la verdad es que no veo a muchos políticos con esa vocación.
–Recién hablabas de lastimaduras… Para algunos el anterior gobierno dividió las aguas. ¿De qué lado de la grieta te ubicaste?
–Creo que las aguas están divididas desde siempre. Desde unitarios y federales para acá, o desde criollos y realistas en 1800…, en este país la grieta es eterna, larga. Seguramente hay gobiernos o formas de hacer la política que la subrayan más que otros. Creo que las posturas muy radicales contribuyen a que esa grieta exista. Lo que pasó en el fútbol hace unos días habla de quiénes somos. El tema es cultural, violencia de comportamiento. Y esto se traslada a la política. No son todos buenos o malos. No quiero pararme en ningún lado de la grieta. Me resisto. Pero es difícil, porque de prepo te ubican de un lado o del otro. Cuando se me ocurre poner algún comentario en las redes me dicen de todo: me han tildado tanto de macrista como de kirchnerista por un mismo comentario. Solo trato de decir lo que siento. Sí digo que soy de Boca porque es una cuestión del corazón, pero eso no significa que quiera matar a los de River.
–¿Te gusta el gobierno actual?
–Lo que me gusta de este gobierno es que duda. Comete errores, vuelve para atrás y luego va para adelante. Si hubieran certezas sería maravilloso, pero no son tiempos de certezas. Me parece que este gobierno está aprendiendo a ser gobierno. Y creo que tienen buenas intenciones. Y no son soberbios. La soberbia me parece que no es una buena medida, no ayuda, no construye.
–En los últimos años hubo muchas conquistas cívicas. ¿Cuáles faltan aún a tu criterio?
–Faltan muchas más a favor de la mujer, que ha sido el motor de las últimas búsquedas de derechos y de espacios de visibilidad. Pero aún varios de sus derechos están pendientes. No soy demasiado militante, no tengo una hoja con todos los puntos anotados, pero sí, por ejemplo, estoy a favor de la igualdad de sueldos, del Ni Una Menos y de la legalización del aborto.
–2016 no solo fue un año importante porque cumpliste 40 años de carrera, sino también porque te casaste. ¿Cambió tu vida después de tu casamiento con Marita?
–En realidad, no. Me casé porque tenía ganas, básicamente. Pero además porque me dieron la oportunidad de casarme. ¡Cómo no iba a aprovechar la oportunidad maravillosa de hacerlo! ¡Pensé que nunca la tendría! Ya vivíamos juntas desde hacía cuatro años. Es tan lindo festejar, invitar a tu familia y a tus amigos. Para nosotras fue algo fantástico porque teníamos la suerte de tener dos familias que estaban felices por nosotras, aprobaban nuestro casamiento. Festejamos y nos casó una jueza aquí, en María Félix, el restaurante de Marita. Lo mantuvimos en secreto, pero no porque quisiéramos ocultarnos. Queríamos que, en principio, fuese un acto privado, bien nuestro, resguardar nuestra intimidad. No queríamos que fuese un evento donde la prensa estuviera dando vueltas. Pero sí nos sacamos fotos y luego las distribuimos entre la prensa, como creo que debe ser.
Lo de Sandra y Celeste en su momento fue un escándalo, una locura. ¿Te acordás? Ahí también imperó el machismo, como siempre
–En la calle, ¿la aceptación de una pareja de mujeres es igual, mejor o peor que la que recibe una conformada por dos hombres?
–El discriminador discrimina a todos por igual. Pero hilando más fino y yendo al mundo artístico, históricamente siempre hubo más discriminación con las mujeres gay que con los hombres gay. Si de repente había un varón gay, actor, cantante o lo que fuere, nadie lo apuraba o presionaba. Tenemos un enorme listado de galanes y hasta de cómicos que refrendan lo que digo. Nunca nadie los presionó para que hablen de sus parejas o expliquen por qué no se casaban. Había una cuestión tácita de respeto hacia ellos. En cambio, con las mujeres, el trato siempre fue otro. Por eso lo de Sandra y Celeste en su momento fue un escándalo, una locura. ¿Te acordás? Ahí también imperó el machismo, como siempre.
–¿Cómo viviste toda esa etapa, de tanta exposición en los medios? Porque hasta ese momento no habías hecho pública tu elección sexual.
–Primero fue un alivio, después un shock. Para mí lo más interesante de Sandra y Celeste fue lo que produjimos musicalmente. Celeste Carballo es la mujer más talentosa del rock nacional, como cantante y compositora. Y la yunta que hicimos para cantar fue muy interesante, con timbres de voz diferentes, algo muy rico artísticamente. Y así lo viví durante los cuatro años que trabajamos juntas. La gente nos venía a ver, llenábamos teatros y lo pasábamos muy bien. Fue fantástico. Cumplió el rol de lo que debía o podía llegar a ser en aquel momento, 32 años atrás.
–Y en cuanto a la relación personal con Celeste, ¿terminaron bien?
–Fue una relación fuerte, pero no me dejó heridas, si a eso te referís. Puse distancia y me terminé metiendo para adentro, porque no sentí que era el momento de casarme con alguien. De todos modos, nuestra relación fue mucho más profesional que otra cosa, fue una relación de cantantes. Creo que llamamos la atención como cuando un galán se enamora de su compañera en una telenovela.
–En 100 días para enamorarse interpretaste a una psicóloga especializada en cuestiones de género. ¿Te costó encarar el personaje? ¿Cómo te preparaste? ¿Te dejó alguna enseñanza?
–Cuando mi amigo Pablo Culell (productor de la tira) me llamó para hacer este personaje, me encantó la propuesta. No tenía ni idea por dónde iba a transitarlo, me fui enterando a medida que me entregaban los guiones. Tuve que estudiar como loca porque tenía parlamentos largos, complicadísimos y con una terminología muy específica. Aprendí un montón porque, a priori, no estaba informada sobre la temática. Solo había escuchado de un caso, porque tengo un amigo en Los Ángeles cuyo sobrina es transgénero, o sea que nació varón. Por supuesto que me llamaba la atención, pero no estaba muy al tanto del tema. En el programa me tocó compartir varias escenas con personas transgénero reales, y en varias pausas durante las grabaciones charlamos, tomamos mate y pude interiorizarme un poco sobre sus vidas. Me parece genial que puedan ejercer con libertad lo que ellos sienten. ¿A quién le hacen daño? Creo que 100 días para enamorarse es un hallazgo en la televisión argentina, por cómo ha planteado esta y otras temáticas tan actuales y por exponer todas las formas de respuestas posibles. Fijate que no solo muestra a una madre comprensiva (Nancy Dupláa), sino a un abuelo (Osvaldo Laport) que se quiere morir porque su nieta decide ser un varón. Y ni qué hablar de la abuela prejuiciosa que compuso la grossa de Verónica Llinás. Sin embargo, todos llegan a la aceptación por el mismo camino, el del amor, lo único que nos puede salvar a todos, como sociedad y como individuos.
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