Sabina y Serrat, juntos de parranda
Dos pájaros de un tiro . Recital de Serrat y Sabina. Músicos: Ricardo Miralles (piano y dirección musical), Pancho Varona (guitarras), Antonio García Diego (guitarras y teclados), Pedro Barceló (batería), Víctor Merlo (contrabajo), José A Romero (guitarras y acordeón), Patxi Urchegui (trompeta), José Miguel Pérez Sagaste (saxo), Roberto Bazán (trombón), Paqui Sánchez y Marcela Ferrari (coros). Anteayer, en el estadio de Boca. Nuevas funciones: mañana y el martes, a las 21.30.
Nuestra opinión: muy bueno
La gira de Dos pájaros de un tiro comenzó en España y concluye en la Argentina, un lugar especial para sus historias artísticas. Serrat llegó por primera vez a Buenos Aires en 1969 y Sabina lo siguió exactamente veinte años después. Esa relación de larga data con el país explotó anteanoche en una ovación cuando esos dos entrañables canallas aparecieron sobre el escenario de la Bombonera.
El primero de los cuatro conciertos fue una celebración de casi tres horas con una treintena de sus canciones más populares e inspiradas, que hicieron feliz al público de varias generaciones que colmaba el estadio. Sabina y Serrat desanduvieron muchos años por caminos paralelos sosteniendo los cimientos de la canción de autor y tienen su recompensa. Se pueden tomar a broma. Se pueden prestar los versos y hasta intercambiar los seguidores a lo largo de todo el show.
La noche era perfecta. Una leve brisa aliviaba la temperatura. Un clima previo de fiesta y una atmósfera de intimidad, a pesar de la multitud, se palpaba en el ambiente. Los cantautores más importantes de la música hispana sobre el escenario en un estado de gracia y absoluta libertad, como en una noche de copas y parranda compartida. No faltaba nada. Para disfrutarlo a fondo había que entregarse a ese juego de complicidad entre los cantautores y sus fanáticos, y a degustar cada uno de los encuentros musicales que se sucedieron a lo largo de la noche.
Desde el arranque del concierto Sabina y Serrat cantaron juntos "Ocupen su localidad" y "Hoy puede ser un gran día" y no se guardaron nada. Primero calentaron motores y compartieron "Ave de paso" (Sabina) y "Tu nombre me sabe a hierba" (Serrat). Recordaron a "el Negro" Fontanarrosa con una payada y, acto seguido, Serrat quedó solo en el escenario para clavar la primera emoción de la noche con esas líneas memorables de "Pueblo Blanco": " Si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas, y atravesando lomas, dejar mi pueblo atrás, juro por lo que fui, que me iría de aquí. Pero los muertos están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio". Fue la primera de las grandes ovaciones del concierto.
Acompañados por una banda dúctil que sonaba ajustadísima, capitaneada por el piano de Ricardo Miralles y la guitarra de Antonio García Diego, la dupla hizo bailar, reír, lagrimear y cantar a la gente en un karaoke multitudinario. Los cantautores se mostraron rebozantes de humor, felicidad y en buena forma. Serrat, el anfitrión perfecto y desbocado como en pocas noches, sorteó con oficio y sensibilidad expresiva alguna exigencia en sus cuerdas vocales y llevó a su terreno canciones bellísimas de Sabina como "A la orilla de la chimenea". El andaluz Sabina lució contento como un niño al lado de su primo catalán y revalidó esa popularidad creciente con himnos propios como "19 días y 500 noches" y abordó con respeto intocables del catalán como "Poema de amor" y "Señora".
Sus voces y estilos, opuestos complementarios (Sabina, con su voz aguardentosa y más rockera, y Serrat, con su sobriedad de chansonnier ), funcionaron en buen equilibrio para agregar matices distintos a la dinámica de un show entretenido y emotivo, que transitó por himnos de uno y otro como "Penélope" y "Contigo", un set acústico y rumbero con "Aquellas pequeñas cosas", "Ruido" y "El muerto vivo", y los pasos de comedia que intercalaron entre cada tema, como en la versión a dúo de "No hago otra cosa que pensar en ti".
La dupla les dio prioridad a los encuentros y a cantar los temas del otro en vez de a los lucimientos personales. Esa fue la mejor fórmula para refrescar las canciones de siempre. Pasando más de la mitad del show se quedarían definitivamente compartiendo el escenario para descargar toda su artillería: "Con la frente marchita", "Esos locos bajitos", "Más de cien mentiras", "Fiesta", "Cantares", "Y nos dieron las diez", "Lucía", "La del pirata cojo", "Soledad" y "Para la libertad". El gesto feliz de la gente lo decía todo. Caminaban como embobados por los alrededores tratando de retener cada instante. De todas las postales queda una con Sabina y Serrat cantando junto a 40.000 personas el himno "Y sin embargo" de Sabina. Todas las voces todas, repitiendo en trance cada estrofa: " Y me envenenan los besos que voy dando y, sin embargo, cuando duermo sin ti contigo sueño, y con todas si duermes a mi lado, y si te vas me voy por los tejados como un gato sin dueño, perdido en el pañuelo de amargura que empaña sin mancharla tu hermosura ". Los músicos tuvieron que repetir el final tres veces porque la gente seguía coreando el tema. Sabina y Serrat se tuvieron que sentar impactados por la imagen. Difícilmente ellos y su público se puedan olvidar de esta noche.
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