Ruth Hillar, de Canticuénticos: “Tomamos partido por la diversidad, la inclusión, el respeto por lo diferente”
Música infantil. La compositora del grupo Canticuénticos habla de las nuevas temáticas que aparecen en los espectáculos para los más chicos
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El lento reacomodamiento de los espectáculos presenciales también contempla, por supuesto, a las producciones destinadas al público infantil. Pensar en el retorno de los más chicos a los escenarios también deja un espacio para pensar (mucho tiempo nos ha dado la pandemia de Covid-19 para pensar) en lo que se le quiere decir a ese público.
En grupos como Canticuénticos, que el 27 de marzo se presentará en el C. C. Konex, con una doble función, se puede encontrar una buena síntesis de diversión con la entrelínea de una temática que tiene diversas aristas y que se profundiza en su más reciente disco, A cocochito: (medio ambiente, cuidado del planeta, la pluralidad, el lenguaje inclusivo y hasta el abuso.
La labor de este grupo santafesino comenzó hace trece años y partió de la necesidad de difundir un repertorio de canciones, a partir de un curso de música dictado por el cantautor Jorge Fandermole. Allí coincidieron Ruth Hillar (compositora del grupo) y Daniela Ranallo y de allí salieron con la idea de un proyecto juntas que, en principio, estaba limitado a la composición. Una vez que tuvieron un repertorio armado lo grabaron con músicos amigos pero se dieron cuenta de que necesitaban dar un paso más: “En el Gobi Music nos dijeron que el disco [Canticuénticos embrujados] estaba muy lindo pero que si no teníamos un grupo para salir a tocarlo se iba a morir ahí. Así fue que hicimos una segunda parte del proyecto”, explica Ruth Hillar. Conformado como sexteto el hoy famoso “Monstruo de la laguna”, salió de gira y la familia se agrandó con otros personajes a medida que fueron apareciendo nuevos álbumes (Nada en su lugar, Algo que decirte, ¿Por qué, por qué?” y, ahora, el flamante A cocochito).
“Fuimos buscando lo que quería ser Canticuénticos. Poner la música en el centro y dejar lo extra musical como una cosa secundaria, de apoyo (la puesta en escena, el vestuario). Lo relevante debía ser la música y los instrumentos. Que los instrumentos se vieran”, agrega Ruth. La música es también texto para los Canticuenticos. Por eso con los años fueron engrosando su discurso. No se convirtió en un grupo que milita por ciertas causas, pero entre muchas canciones que apuntan al entretenimiento, también están aquellas que seguramente sean resultado de una reflexión más profunda: ¿Qué tenemos y queremos cantarle a los niños de hoy?
“Es la pregunta que nos hacemos todo el tiempo -dice Hillar- Es la que me hago siempre al momento de componer y porque no es una pregunta fácil. Estamos en la búsqueda, todo el tiempo. Principalmente, se trata de situar las composiciones en un entorno cultural. Así como lo hacemos con la música, también se sitúan los textos. Momentos y situaciones. Conflictos sociales. Canciones que quieren dar cuenta de su momento y su lugar. Quieren acompañar un caminar al mismo tiempo que los pasos se están dando. Los chicos y las chicas viven el mismo mundo que los grandes y están atravesados por las mismas problemáticas. Los conmueve, muchas veces, las mismas cosas. Crear un mundo infantil ficticio y encerrarlos en ese corral de la infancia del que habla Graciela Montes es algo muy limitado que termina achicando ese mundo. Si podemos poner poesía y música ahí donde es difícil hablar, como el tema del abuso, será nuestro desafío más grande. Esa canción, “Hay secretos”, fue para mí el desafío más grande como compositora. Durante bastante tiempo no sabía si me iba a animar. Si lo iba a poder llevar adelante. Pensé en recurrir a la opinión profesional para revisar la letra, para ver si en realidad no podía provocar más daño. El arte se puede poner al servicio de ciertas necesidades sociales. Ciertas dificultades. Por supuesto que son decisiones personales, si uno quiere que su canción se comprometa con su tiempo y su lugar. También puede pasar que a uno no le interese y eso también es válido. Nosotros decidimos intentar estar atentos a cuestiones del momento, como el tema del lenguaje inclusivo, que estaba apareciendo en la sociedad. Y había controversia. Intentamos visibilizarlo, continuar con la discusión, tomando partido por la diversidad, la inclusión, el respeto por lo diferente. Así uno va dejando una idea de mundo que es compartida con una gran parte del público. Y, por otra parte, a veces no. Pero creo que hay que ser auténtico con eso e ir con nuestra verdad.
-Tal vez esto podría ser leído como una canción testimonial dentro de los parámetro del oído de los niños.
-Pero siempre pienso en dónde está el límite que no se debe pasar para que esto no sea un panfleto. Porque eso no me gusta para nada. Esto se trata de abrir preguntas y espacios. Habilitar mundos que se pueden imaginar. Si bien uno tiene posturas, la idea es ser respetuoso y proponer respeto y diversidad.
-¿Hay pares en esta generación con la misma visión de Canticuénticos?
-María Elena Walsh es un planeta en sí mismo, que brilla solo. En cuanto a pares, hay gente haciendo cosas dentro del Momusi [Movimiento de Música para Niñas y Niños] y el Mosilyc [Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña]. Quizá no tienen presencia mediática. Lo mismo pasa en la literatura infantil y juvenil. En los últimos veinte años hubo un florecimiento de libros, temáticas y estéticas que en otro momento hubieran sido impensados. La infancia era algo lleno de colores y con palabras en diminutivo. Ahora hay un florecimiento. Por ejemplo, el año pasado sacamos la canción “Pañuelito blanco”, en homenaje a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y nuestros amigos de La Banda de las Corbatas sacaron al mismo tiempo una canción que se llama “Plaza de las mariposas”, y es hermosa.
-¿En este disco profundizaron caminos que comenzaron en los anteriores?
-Siempre buscamos géneros musicales nuevos. Los estudiamos mucho para ser respetuosos. Y en cuanto a los textos, aparece el respeto al medio ambiente y el cuidado del planeta en temas como “Vamos a plantar” y “Si viene de la tierra”. Es una temática que tiene que estar muy presente porque la educación para el desarrollo sostenible es algo que está arrancando en todas las escuelas en las que todavía no había comenzado. Cuidar el planeta es nuestra única forma de sobrevivir y desde la música también queremos hacer nuestro aporte en ese sentido. También hay otras canciones que son puro juego, como “Firulé”. Hay canciones más descontracturadas.
-¿El título del disco, A cocochito, tiene que ver con un link a las familias de los niños?
-Creo que es algo de nuestras infancias, pero también una palabra que usamos con nuestros hijos. La canción “A cocochito”, específicamente, habla de ponerse a la altura de esas personitas, para ver qué está pasando con ellos. Tenemos que intentar empatizar con la infancia para saber qué están pensando. Es un pedido de atención.
-¿La pandemia nos hizo prestarle más atención a estas cosas, al encontrarnos, en muchos casos, compartiendo más tiempos con los hijos?
-Me parece que cada familia lo vivió como pudo. Para algunas fue un reencuentro, a otras se les complicó. Pero creo que para mucha gente fue una oportunidad para compartir otras cosas. En casa comenzamos a hacer una huerta. Los que pudimos paramos. Frenamos. Pero también hay casos de chicos que no la pasaron tan bien porque necesitan estar en la escuela para estar mejor.
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