Rubén Rada: su sueño pendiente, el susto que lo llevó a cambiar el fútbol por la música y la hilarante anécdota con Mick Jagger
Emblema de la música uruguaya y embajador universal del candombe, el artista se presenta este viernes en el teatro Ópera
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“Así como [Bob] Marley hizo que la gente se enamore del reggae, yo quiero que la gente se enamore del candombe”, proclama “El Negro” Ruben Rada en el bar del hotel Konke, sobre la calle Corrientes, en una entrevista exclusiva con LA NACION. Ruben a secas, con acento prosódico en la letra u, como lo llaman en Uruguay, y sin el ortográfico en la é, como se lo conoce mayormente en la Argentina.
Tras el tour que lo llevó por España y Japón entre finales de 2021 y comienzos de este año, Rada desembarca en el Teatro Opera este viernes para dar comienzo a otra gira, una que lo llevará por diversas ciudades del país. En este tour presentará A la vuelta de Japón, un concierto donde repasará parte de su repertorio y anticipará algunas canciones de su próximo disco, que se llamará Candombe con la ayudita de mis amigos.
“En Japón me encontré con un público muy respetuoso y, encima, con los tapabocas, había un silencio bárbaro en la sala. Pero al final de cada show le pedía a los productores que prendieran un poco las luces y me dejaran crear una fiesta con ellos. Entonces con Julieta [Rada, hija del cantante], que me acompañó, nos aprendimos algunas palabras en japonés y les preguntábamos si la estaban pasando bien, los invitábamos a bailar, y terminamos bailando todos juntos candombe con los japoneses”, recuerda Rada aquella gira por Oriente que dio nombre a esta que está a punto de comenzar en la Argentina.
Compositor, músico, cantante, crooner, con una obra fundacional que impulsó la evolución del candombe moderno, fusión con el jazz, el rock, el pop, el tango, la milonga, el samba o la bossa nova, a lo largo de su extensa carrera Rada tendió un puente entre la música popular y aquella más refinada, siempre rodeado de grandes músicos y un virtuosismo vocal que le valió, entre muchos otros premios, un Grammy a la Excelencia Musical por su trayectoria artística en 2011.
Padre de tres hijos (Lucila, de su primer matrimonio con María Fernanda; Matías y Julieta, del segundo matrimonio con Patricia, su pareja desde hace 38 años), por estos días vive cerca de Parque Rodó, en Montevideo, y a sus 78 años es uno de los principales referentes, sino el más grande, de la música rioplatense.
Pero volvamos a su infancia. El pequeño Ruben se crió pateando la pelota en las veredas y tocando candombe en la calle Cuareim del barrio Sur. Su padre abandonó a la familia cuando él tenía dos años, y poco después contrajo una tuberculosis hasta los cuatro. De niño vivía en una misma pieza junto a su madre, sus dos hermanos, sus primos y sus tías y, desde siempre, los discriminaron por su raza. “Cuando éramos muy chicos no nos dábamos mucha cuenta, pero a medida que fuimos creciendo empezaron a pasar muchas cosas. Recuerdo ir a los bailes con mis amigos y que no nos dejaran entrar por negros. Pero la discriminación sigue hasta el día de hoy. Fijate que se habla todos los días de la guerra de Ucrania mientras en Somalia hay hambruna y no se habla de eso. Lo que pasa en África es tremendo. Aún sigue el racismo en el mundo. Y fiero”, se lamenta. Su madre era una muchacha brasileña que a punto de darlo a luz bailaba en una Scola do samba, a la vez que su padre era uno de los mejores repiques de Ansina, la tradicional cuerda de tambores del barrio montevideano de Palermo.
De chico su sueño era jugar al fútbol, hasta que a los 17 años le descubrieron una mancha en el pulmón que le hizo cambiar sus planes. “Como no se sabía de dónde venía la cosa no me pude fichar, así que dejé de esforzarme por jugar al fútbol y empecé a juntarme cada vez más con los músicos”, recuerda.
Debutó en 1958 como vocalista del conjunto de jazz Los Hot Blowers, y poco a poco su nombre creció al lado de tres bandas míticas del rock y la música uruguaya que marcaron la evolución del candombe moderno: El Kinto -que marcó su inicio como músico profesional junto a Eduardo Mateo-, Totem y Opa, seguramente el más importante musicalmente, junto a los hermanos Osvaldo y Hugo Fattoruso.
“El candombe se toca con tres tambores (piano, chico y repique), pero yo tocaba con dos congas, que son tambores más relacionados con Cuba o Puerto Rico, entonces los grones no me querían mucho en Uruguay, decían que estaba desfigurando el candombe, pero lo que hicimos nosotros con Eduardo Mateo, el Dios, fue empezar a darle un sonido más moderno. Sumamos las guitarras y otros instrumentos y fusionamos elementos latinos con el funk, el soul, el jazz, el tango, el pop. El Kinto fue el propulsor de todo eso, así nació el candombe beat”, señala Rada.
A lo largo de su carrera solista revisitó innumerables géneros –hace poco grabó el videoclip de “Ese pibe” con el trapero Pekeño77 y más recientemente “Chão da Mangueira” con Carlinhos Brown. Rada es vanguardia y leyenda viva. Uno de los más importantes compositores, percusionistas y cantantes de habla hispana. Embajador y magister del candombe en el mundo entero.
Cuando su música se introdujo en Estados Unidos, enseguida se convirtió en una importante influencia para el mercado del rock latino. Tal es así que en 1977 y 1978 se muda a ese país donde se presenta junto a importantes músicos importantes como Ray Barretto, Flora Purim o Hermeto Pascoal. Luego se muda a Buenos Aires, donde vive 12 años y funda el grupo La Banda, y a fines de los 90 se traslada a México para desempeñarse como productor y arreglista. En esos años es telonero de Sting y UB40, hasta que en 1995 regresa a Montevideo.
“Yo crecí mucho en los barcos, en los hoteles, recorriendo el mundo; mi cultura es esa, y así aprendí a hablar, a respetar a la gente, todo ese tipo de cosas. Empecé trabajando como crooner en los hoteles, allá por 1958, cuando estaba con los Hot Blowers como Richie Silver. Cantábamos de todo, en italiano, en francés, bossa nova, bolero. Algunas me las aprendía por fonética. Y cuando aparecen los Beatles con ‘Love me do’, ahí me nació el compositor”, cuenta Rada, con la humidad de los grandes.
“Yo soy world susic. A mí me costó mucho llegar a lo que hacen Charly (García), Fito (Páez), (Luis Alberto) Spinetta, León (Gieco), porque ellos sabían lo que querían y a donde iban musicalmente. Estaban ubicados dentro del rock & roll. Vas a una casa de música, buscás en esa batea y encontrás esos grupos. En cambio, yo nunca estuve definido de esa manera, hasta que apareció la palabra World Music, que es lo que toco yo”, señala Rada.
-Hace unos años que volviste a intensificar tu compromiso con el candombe y dijiste que es el ritmo más salvaje del mundo. ¿Por qué?
-Es que el candombe se toca con tres tambores y se logra una cosa netamente africana. Cuando arrancan los tambores en las calles de Montevideo es el África total. Si Argentina está en el culo del mundo, Uruguay está detrás del culo. La gente ni siquiera sabe que existe Uruguay. El candombe es el único ritmo que no se toca en el mundo. Es uno de los más viejos y de los más modernos, pero no lo toca nadie el candombe, porque para entender lo que pasa tenés que conocer el toque de los tres tambores. El merengue, la salsa, el samba, el cha cha cha, la rumba, el reggaetón, la cumbia, son todos conocidos, menos el candombe, que incluso se puede usar para el jazz, el tango y la milonga o cualquier balada. Pero el candombe no se toca en ningún lado. El sueño mío es que venga el mundo a escuchar el candombe, que es el ritmo más potente.
-En el concierto del Opera vas anticipar algunas canciones de tu próximo disco, Candombe con la ayudita de mis amigos. ¿De qué se trata?
-Lo importante es que la gente escuche candombe, que la gente se enamore del candombe, entonces invité a diferentes músicos como Fito, Adriana Varela, Coti, Julia Zenko, (Armando) Manzanero, aunque ya no esté, o Pablo Milanés, para cantar sus canciones con este ritmo. Con Fito grabé “11&6″. Fito es conocido en toda América Latina, en España, en todos lados, entonces, si él canta un candombe la gente se va a enamorar del ritmo, así como se enamoraron de Marley con el reggae. The Police, Sting, UB40, agarraron el reggae y lo gastaron, y yo creo que el candombe merece un lugar en el mundo, que la gente lo escuche, porque estamos muy alejados de todo. Marley cantó reggae y el mundo entero cantó reggae. Pero cantó en inglés. La lucha nuestra es en español. Y la idea es invitar a estos músicos que me ayuden a difundir el candombe en todas partes.
-¿Cómo te resulta la evolución de la industria de la música hacia las plataformas digitales?
-No lo conozco a don Spotify. Yo soy de la barra del vinilo y del CD, hasta del casete. Nosotros, cuando éramos jóvenes, hacíamos un asadito para escuchar un disco de los Beatles o el último de Deep Purple o de Génesis, Spinetta, Charly. Escuchábamos el disco y lo analizábamos. Y así podías saber si ese artista valía o no. Yo soy amante de la obra, me gusta la tapa, la historia, y eso se perdió. Ahora la gente escucha diez estilos en media hora. Grabás una canción, hacés un video y atrás vas y tocás el disco, pero yo estoy esperando para tener el disco en la mano, el vinilo y el CD, que calculo va a salir este año con una compañía uruguaya que se llama Montevideo Music Group.
-Y un día te encontraste con Mick Jagger, en Montevideo, ¿no?
-El día que fue Mick Jagger a la casa de El Lobo Núñez, mi hijo me dijo: ‘papá, viene Bernard’ [Fowler, el intérprete que desde 1988 se desempeña como corista de los Rolling Stones], un moreno alto que quería conocerme. Y yo le dije: ‘por qué no van ustedes, yo ya estoy viejo, me quedo en casa comiendo unos fideítos’. ‘Pa, sos un malagradecido, te quieren conocer los tipos’. Y me llevaron. Fui a la casa del Lobo. No sabía que iba Mick Jagger, y apareció a las doce de la noche. Ya habíamos brindado con el Lobo y todo, apareció Bernard y atrás Mick Jagger. El Lobo la abrazó y le dijo: ‘Miguelito, que alegría que estés en mi cumpleaños’ (en español). Y yo, con el cagazo que tenía, mirá que estuve en Europa y todo, quería decirle algo, como que yo era de la misma época de él, y le dije: I am the same época you’. Un papelón. Ahí le regalé un montón de discos, él pasó para el fondo a ver cómo fabricaba los tambores el Lobo, y cuando volvió empezaron con “Simpatía por el demonio” y meta candombe. Después el Lobo le preguntó que quería tomar, si whisky, coca cola, o fumar, había de todo, y él dijo no, agua. Y justo agua no había, sólo de la canilla, así que le dieron agua de la canilla con agua seca, como le decimos en Uruguay al hielo, y el tipo tomó el agüita. Después sacaron un video de su gira por América Latina y aparecemos nosotros en la casa del Lobo tocando.
-El humor está siempre presente en tu obra, allí donde vayas, incluso trabajaste en Telecataplúm y otros programas humorísticos, hiciste canciones para chicos. ¿Te gusta la comedia?
-Me encanta la comedia. Empecé con Cacho de la Cruz, que estaba en Operación Jaja; después trabajamos juntos en los Hot Blowers, el grupo de Dixieland, y gracias a Cacho, que es argentino, me conecté con la música sin pasar por ninguna escuela. Ya de entrada empecé arriba de un escenario.
-Hablemos de tu voz. ¿Qué registro tenés?
-Siempre digo que soy barítono con trampas de negro. Como hacía Marvin Gaye, trabajo con el falsete, hago un falsete que parece voz. Todos tenemos tres octavas, pero yo llegaba a una cuarta octava falseteada, la trampa de negro.
-¿Con tantos años de trayectoria, tenés algún disco pendiente, algún género que te gustaría revisitar todavía?
-Todos los días tengo ganas de algo. Así que luego de este Candombe con la ayudita de mis amigos se viene un disco de cumbia bravo, bravo.
-¿Ansina o Cuareim?
-Yo soy de Cuareim, pero mi padre era de Ansina. Entonces, cuando paso por la cuerda de Ansina lo hago con mucho respeto, porque allí nació mi padre. Pero yo soy de Cuareim porque mi padre dejó a mi madre y yo me quedé con mis tíos de Cuareim. Así lo quiso la vida.
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