Rubén Blades y un Luna Park “explotado”: una big band, todos los clásicos y tres horas de show
“El cantante” se reencontró con los porteños y con un buen puñado de inmigrantes latinoamericanos que disfrutaron de “Pedro Navaja”, “Parao”, “Plástico” y algunas canciones nuevas
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Concierto: Salswing Tour, Rubén Blades y Roberto Delgado Big Band. Músicos: Rubén Blades (voz) , Roberto Delgado (dirección musical, arreglos, bajo, coros), Juan Berna (piano), Luis Enrique Becerra (teclados, coros), Ademir Berrocal (timbales, coros), José Ramón Guerra (congas), Raúl Rivera Jaramillo (bongó, campana), Daniel Jiménez-Bloise (batería), Juan Carlos López (1ª trompeta), Alejandro Castillo (2ª trompeta), Roberto Ruiz (3ª trompeta), Emaús Montero (4ª trompeta), Francisco Delvecchio (1º trombón), Idígoras Bethancourt (2º trombón), Avenicio Núñez (3º trombón), Higinio Flores (4º trombón), Carlos Ubarte (saxo barítono, flauta), Carlos Agrazal (1º saxo alto), Miguel Aráuz (2º saxo alto), Luis Carlos Pérez (1º saxo tenor) e Iván Navarro (2º saxo tenor). Lugar: Estadio Luna Park. Función: 31 de mayo. Nuestra opinión: bueno.
Podría considerarse un exceso de generosidad –que verdaderamente lo es- el que tuvo el panameño Rubén Blades en su retorno a la Argentina después de nueve años de ausencia de estas tierras, que visitó por primera vez hace nada menos que 40 años. O simplemente podría tomarse como un exceso, a secas. Y hablamos de las más de tres horas que duró su concierto frente a un Luna Park explotado de gente con mucho inmigrante latinoamericano –mayoritariamente venezolanos- en la sala. Su intención fue, por un lado, la de volver sobre muchos de sus temas más clásicos, en la línea de la salsa y la canción “comprometida” que lo hizo enormemente popular aquí y en muchos lugares del mundo. Y, a la vez, quiso darse el gusto de presentar su último álbum, Salswing, que grabó junto a la orquesta de Roberto Delgado, que tiene un estilo más jazzero y con canciones que no son de su creación. Así, el show terminó siendo una caravana extensísima que, en nuestra opinión y justamente por eso, fue perdiendo algo de contundencia.
A favor de este Blades, que el 16 de julio cumplirá 75 años, hay que decir que se encuentra en una forma excelente, muy especialmente con una garganta que responde sin problemas a esa muy intensa exigencia y con la posibilidad de cantar en las mismas tonalidades que lo hiciera muchas décadas atrás. En contra, en cambio, diríamos que ha tenido mejores acompañamientos musicales en su vida. La big band que comanda el bajista Delgado es un organismo potente, con una cantidad de instrumentos de metal –una verdadera cañería-y de percusión abrumadora y con solistas que tienen recursos de sobra. No está allí el problema. Pero el director los lleva a tocar con arreglos que se reiteran y en una potencia -con un sonido siempre a pleno que bordea por momentos lo estridente en el gran galpón que es el Luna Park, dicho sea además- que reclama algún medio tono, un poco de calma sonora, una dinámica de show que implique altos y bajos que no suceden casi nunca.
El concierto arrancó casi puntualmente a las 9 de la noche con varios de sus temas más conocidos: “Plástico”, “Las calles”, “Pablo Pueblo”, “Prohibido olvidar”, “Decisiones”, “El padre Antonio”, “Amor y control”, entre otros. Y más allá de estas cuestiones apuntadas sobre el sonido y las orquestaciones, fue el momento más feliz para los miles que colmaban el estadio, que concluyó con una versión salseada del viejo vals peruano “Todos vuelven”, de Carreño y Miró y con un público enfervorizado que acompañó con baile y coros.
Considerando la duración de los temas cuando entran en el terreno de la salsa y sus improvisaciones de piano, vientos, parches y otras percusiones, hasta allí estábamos frente a un espectáculo más redondo. Pero a Blades le gusta darse al placer de salirse del papel de cantautor y meterse en el del cantante/crooner/bolerista. Pero además, debía incluir algunas piezas de su reciente álbum, del que hasta el momento sólo había hecho escuchar el instrumental “Mambo Gil”. Fue entonces su “momento big band”, como lo llamó. El de homenajear a Frank Sinatra –”The Way You Look Tonight”- y a Tony Bennet –”Watch What Happens”-; el de hacer un bolero como “Ya no me duele”, el de volver sobre aquella pieza que escribió y que produjo Willie Colón para que la popularizara Héctor Lavoe con una larguísima versión de “El cantante”; el de hacer sobre algún otro tema del nuevo disco como “Paula C” y el del lucimiento de su orquesta con “Do I Hear Four?”.
Entre esas escapadas jazzísticas, la salsa que es base de todo, el repertorio latinoamericano, los relatos de las historias que acompañan a las canciones y los recuerdos de algunas de sus visitas a nuestro país, con una actitud escénica muy positiva de un artista al que le sobra recorrido, el show volvió a ser de la fuerte alegría del público cuando llegaron, a manera de bises, clásicos como “Juan Pachanga” o los emblemáticos “Pedro Navaja” y el muy potente “Parao”. Para entonces, el miércoles ya se había hecho jueves.
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