Roy Quiroga, baterista de los Ratones Paranoicos, recuerda a Charlie Watts: “Una referencia tan grande que lo siento como un íntimo”
El músico argentino cuenta en primera persona cómo fue su encuentro con Charlie Watts en el camerino del Estadio de River, en 1995; la influencia que significó para él y el proceso de aprendizaje de una forma de tocar que parece simple pero que es muy compleja
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Charlie Watts es una persona muy cercana y lejana a la vez para mí. Es muy difícil saber lo que uno siente ahora internamente con esta noticia de su muerte. No éramos amigos, claro, pero era una referencia tan grande que lo siento como un íntimo.
Pero no siempre estuvo en mi esfera musical. Hubo una sucesión de hechos que me fueron acercando a Watts. Al principio, cuando era joven, mis referentes musicales eran Pomo y Javier Martínez. En esos tiempos me gustaba el rock sinfónico. Dejé de tocar como 10 años y volví a los 30 años ya con los Ratones Paranoicos. Ahí comenzó, de a poco, un camino de aproximación. Los Ratones en los primeros tiempos hacíamos algo más punk, tipo Sex Pistols o New York Dolls. Y en un momento empezamos a dirigirnos hacia ese tipo de rock asociado a Chuck Berry y a los Rolling Stones. Al principio no le presté mucha atención a lo que hacía Watts, pero me fui metiendo en su estilo y fue una revelación. Ese rock, mal llamado cuadrado, es muy difícil de tocar bien y a mí me costó. Fue todo un aprendizaje. Incluso Andrew (Loog Oldham, histórico productor de los Rolling Stones con el que los Ratones grabaron) me decía que no tocara tanto. Él me adoctrinó para que me acomodara al estilo de Watts y se me pegó.
Cuando lo conocí en 1995, en uno de los recitales que compartimos con los Rolling en el Estadio de River, se me acercó y me dijo: “Hola soy Charlie Watts”. Una locura. Es como que venga Maradona y te diga: “Hola soy Diego Maradona”. Era muy amable y cordial, estuvimos como una hora en el camerino y los demás eran mucho más eufóricos. En cambio, Charlie estaba más apartado, muy inglés. La verdad es que cuando estábamos ahí, en River, no dimensioné lo que estaba viviendo. No caí en que estaba charlando como colega con los músicos de la banda más importante y más grande del mundo. Con el tiempo veo las fotos y digo, ¡a la papafrita!
Charlie es un maestro indudable. Logró hacer simple lo complejo o, mejor dicho, hacer de la simpleza algo complejo y, eso, es muy difícil para los bateristas. Tuvo que ver seguramente con su formación de jazz y de escuchar otras músicas. Decía un poco en joda que tenía el mejor trabajo del mundo y que le pagaban muy bien por hacerlo. Y eso es muy gracioso viniendo de él.
En este estilo de rock nadie sabe cómo suena la batería hasta que no está sonando. Ahí todos dicen, ‘¡ey falta algo!’ Charlie era la columna vertebral de los Rolling a través de la cual se enlazaban un montón de situaciones de la banda. Si uno escucha bien, notará que en los primeros discos mucho no se lo resaltaba, pero después empieza a cobrar una importancia enorme, a potenciar su lugar, incluso sonando más intenso. En los temas en los que participó para discos como los de Ron Wood solista te das cuenta enseguida cuando toca él. No muchos bateristas logran eso, una voz propia en este tipo de instrumento. Sería un placer conseguir eso, el estilo propio y que la gente sepa que uno es el que está tocando sin que vea al músico. Eso había logrado Charlie Watts.
Tristeza no siento porque lo que conozco de él no va a morir nunca, eso va a quedar para siempre. Muere la carne, pero el alma es inmortal.
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