Rosario Ortega y su rol en la banda de Charly García: "La experiencia con él es caótica, pero también hermosa"
Al mal tiempo buena cara. Aun cuando su concreción es todavía un enigma por la expansión del coronavirus, Rosario Ortega tiene planes. En principio, la salida de un nuevo disco en la primera mitad de este año. Y también una mudanza a México, aunque para eso habrá que esperar a que la pandemia esté definitivamente controlada y los vuelos internacionales se normalicen.
A principios de este año, la hija de Palito y Evangelina Salazar llegó a Guadalajara con una mochila y una handycam para filmar una parte del videoclip del single "Otro lado", un título que revela la intención de darle un giro notorio a su música. En ese clip también hay imágenes de las preciosas playas de Osaka y otros lugares de Japón. Ahora la idea es poner a circular un par de temas más en plataformas de streaming y luego lanzar el álbum, en el que colaboran el mexicano Caloncho (aparece en "Otro lado") y Kevin Johansen, entre otros. La producción del nuevo disco estuvo repartida entre la mexicana Ruzzi, su compatriota Ernesto García (muerto en 2018), el experimentado Matías Cella (trabajó con Soledad, Jorge Drexler, Mercedes Sosa) y Salvador Colombo, de Bándalos Chinos.
Rosario se tomó un buen tiempo para volver a grabar: Viento y sombra, su anterior disco y el primero de su carrera como solista, fue editado en 2012. "En todo este tiempo cambié mucho. Conocí un montón de gente, aprendí cosas nuevas, fui modificando mi estilo para cantar -explica-. Y esos cambios van a estar reflejados en este disco. Salvo dos o tres canciones más acústicas, con piano y guitarra, el resto va a tener otros colores, otros ritmos. Hay una que se llama 'Trueno', por ejemplo, que tiene el pulso del reggaetón, aunque es más oscura que los temas más clásicos de ese género. En Viento y sombra había muchos acordes mayores, era un disco de folk feliz, digamos. Este navega otras aguas".
Las letras, eso sí, continúan teniendo el tono intimista de su predecesor, pero con una leve vuelta de tuerca: "Me resulta difícil escaparle al amor cuando escribo canciones. Aunque no me refiera necesariamente al amor de pareja. En Viento y sombra el foco estaba puesto en las relaciones con los demás, y acá hablo más de la relación conmigo misma, que a veces también puede ser tormentosa".
—¿Musicalmente qué estilo tienen las nuevas canciones?
—Aunque siempre escuché mucho hip hop y soul, el disco anterior iba más por el lado de la música brasileña y el folk, que también son cosas que me gustan. Andaba mucho con el ukelele y ahora lo detesto (risas). Este es un disco de pop mucho más variado. Tengo una banda estable de excelentes músicos (Santi Martínez en teclados, Chipi Rud en guitarra, León Peironé en bajo y Joaco Miret en batería electrónica), eso también es importante. Pasé mucho tiempo trabajando en estas canciones porque quería estar bien convencida del resultado. A partir de "Espuma", que es un tema que edité en 2018, vi que había algo que empezaba a aparecer y me dejaba satisfecha. Un sonido nuevo. Pero no tiene que ver con lo que está de moda. Las modas pueden no quedarte bien a vos. A mí no me interesa lucrar con la música.
—Estuviste en el festival Cosquín Rock. ¿Cómo fue la experiencia?
—Muy buena, porque ahora hay un público más abierto que también les presta atención a los artistas que no hacemos rocanrol. El festival se renovó. Hicimos el show con las canciones de Charly y salió bien. Yo no sabía qué esperar sin que estuviera él, pero funcionó.
—¿Cómo está Charly hoy?
—No hablé con él, pero sí con la gente que está alrededor. Está tratando de ponerse mejor. Tiene una gran fortaleza, siempre se levanta.
—¿Cómo es tu relación con él?
—La experiencia con Charly es caótica, pero también hermosa. Yo siempre recibí mucho respeto y mucho cariño de su parte. También soy alguien capaz de plantarse, no me banco cualquier cosa. A la gente como él, a los genios musicales, les gusta medir a los que están en su entorno. Creo que ya me conoce bien. Y si hay algún tipo de diferencia, al final se arregla porque los dos estamos en la misma. Yo no busco complacerlo, busco cumplir bien mi rol. Lo que prevalece es el respeto por un talento musical tan grande. Somos bastante diferentes, además. A mí me cuesta abrirme a los otros, y él no tiene problemas en decirte "te quiero mucho". Pero creo que hay una confianza mutua que facilita mucho las cosas.
—Volviendo a tus canciones, también se notan cambios en tu manera de cantar con el paso del tiempo.
—Participé en proyectos diferentes y me fui adaptando. No es lo mismo cantar con Charly que con Entre Ríos. Y tampoco es lo mismo hacer mis propios discos. Igual, suelo conectar bien con la gente con la que hago música. Sobre todo con los que tienen algún tipo de locura, como Charly. Hablo de locura creativa, se entiende. Cada experiencia te va moldeando. La música no es algo estable, está viva.
—¿Cómo trabajás tu voz?
—Me sirve mucho escucharme e ir corrigiendo. Yo prefiero que la voz sea un instrumento más, no busco lucirme por encima de todo lo otro que suena en una canción. Voy despojándome de pretensiones inútiles y eligiendo lo que considero mejor para mí.
—¿Tenés referentes que te resulten útiles en esa búsqueda?
—Me gustan cosas distintas: Chet Baker, que dibuja con la voz trazos parecidos a los de la trompeta, y Joni Mitchell, que logra esos agudos impresionantes y tan limpitos.
—¿Le pedís consejos a Palito?
—Mi padre es una fuente de anécdotas, más que nada. Creo que muchas de esas historias permanecen en mi inconsciente, pero somos dos personas de generaciones diferentes, así que no tiene mucho sentido que le pregunte qué hacer. Y él tiene su propia vida artística, no me la tiene que explicar porque está plasmada en su obra, al alcance de todo aquel que quiera investigarla.
—¿Qué pensás cuando escuchás hablar del "clan Ortega"?
—Creo que mucha gente piensa que los domingos vamos todos juntos a acampar, o que nos juntamos religiosamente a comer fideos (risas). Ser parte de una familia no es positivo ni negativo, es un hecho. Después vos podés hacer lo que quieras con eso. Obvio que se te abren muchas puertas que no se les abren a otra gente. Eso también hay que saber manejarlo bien. Yo ya no me enrosco mucho con el tema. Trato de no sentir culpa, no tengo por qué. Y no me quejo tampoco. Nunca nada es perfecto.
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