Roger Waters: el hombre que imaginó una pared para alejarse de su público, ahora se despide para siempre de las giras
Conoció a Syd Barrett en la secundaria y al resto de sus compañeros de PInk Floyd en la universidad; el ingreso de David Gilmour creó tensiones que nunca se aplacaron; polémico en sus dichos, tomó la decisión de alejarse de los escenarios; se presentará en Buenos Aires en dos funciones “monumentales”, el 21 y 22 de noviembre
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Con el pasar de los años, Roger Waters ha logrado construir una vida pública a la altura de la impronta de su obra. El genio creativo de (gran parte de la carrera de) Pink Floyd es también un gran polemista que se mece sobre la cuerda floja cada vez que manifiesta sus opiniones. Catalogado como el villano de la historia por sus excompañeros de banda, Waters es también un artista que en muchas veces supo hacer de sus cosmovisiones el motor de su creatividad y también de su figura, sin saberse ajeno a las polémicas por cada vez que manifestó su opinión sobre un tema coyuntural o decidió hacerlo canción. Ahora y al frente de su gira despedida, This Is Not a Drill (“Esto no es un simulacro”), se prepara para sus dos últimos shows en la Argentina: el 21 y 22 de noviembre en el estadio de River Plate.
Tras hacer la secundaria junto a Syd Barrett, quien sería el primer líder de Pink Floyd, Waters conoció al resto de sus futuros excompañeros de banda en Londres, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Westminster. La referencia académica no es fortuita: la visión artística del bajista se asemeja a la de un arquitecto, no solo por las referencias obvias (The Wall, por caso), sino también por pensar a la música como una edificación en desarrollo desde sus cimientos hasta su posterior ornamentación.
Con Barrett al frente, Pink Floyd atravesó el Swinging London y en 1967 grabó su álbum debut, Piper At the Gates of Dawn, acusando recibo de la ebullición psicodélica del entonces. La fórmula duró poco: tan inmerso estaba Barrett en la exploración mental que su estabilidad psíquica se derrumbó y la banda decidió reemplazarlo. La llegada de un nuevo integrante permitió acomodar las piezas: si bien su rol pasó a ocuparlo el guitarrista y cantante David Gilmour, Waters convirtió la crisis en oportunidad y optó por tomar las riendas creativas del grupo. Como muchas bandas de su generación, Pink Floyd comenzó la peregrinación desde la psicodelia al rock progresivo, incluyendo en su obra una noción que se convertiría en constante: la idea de “concepto”.
Luego de una seguidilla de álbumes experimentales y coqueteos con el cine (Ummagumma, la banda de sonido de More; la inclusión de sus canciones en Zabriskie Point, el registro de un concierto en las ruinas de Pompeya), Waters decidió volcar varios de sus miedos y ambiciones en The Dark Side of the Moon, un disco atravesado por una serie de tópicos inherentes tanto a la banda como a la humanidad misma: el paso del tiempo, la muerte, la salud mental y la codicia, como lo registra el tema “Money”, nacido de la contradicción que sentía Waters al haber salido de la clase trabajadora y ser de repente un músico adinerado.
La ausencia de Barrett se convirtió en el motor del álbum siguiente, Wish You Were Here (con una inesperada aparición del cantante mientras la banda grababa la canción “Shine On You Crazy Diamond”, dedicada a él), y las cosas tomaron un giro inesperado a partir de Animals, un disco levemente inspirado en Rebelión en la granja, de George Orwell. En una de las presentaciones en vivo del disco, en Canadá, Waters se sacó de quicio con uno de los espectadores al considerarlo muy ruidoso y remató la situación escupiéndole en la cara. El bajista imaginó una pared tanto literal como metafórica que separase al artista de su público, y esa inquietud se volvió el combustible de su obra más reconocida.
En The Wall, Waters decidió contar la historia de Pink, una estrella de rock conflictuada e introvertida. A cada hecho traumático y decisivo de su vida construye un ladrillo de un muro que lo separa del mundo exterior, que alucina ser un dictador. El relato tenía bastante de autobiográfico: al igual que Pink, Waters acarreaba las secuelas de la muerte de su padre, caído en el frente de batalla en Anzio, durante la Segunda Guerra Mundial. Su espíritu antibelicista y la pérdida paterna sirvieron de argumento para el siguiente disco de Pink Floyd, The Final Cut, atravesado también por la Guerra de Malvinas y publicado en 1983. Dos años después, Waters, ya considerado un tirano por sus demás compañeros al tomar unilateralmente las decisiones del grupo (llegó a despedir al tecladista Rick Wright, al que mantuvo como músico bajo contrato), decidió abandonar el grupo y dar pie a un conflicto que se mantuvo durante décadas.
En 1985, Waters dio comienzo a una carrera solista que buscó replicar las fórmulas narrativas exploradas en Pink Floyd. The Pros and Cons of Hitch Hiking, Radio KAOS y Amused to Death mantuvieron el eje conceptual, con resultados algo dispares pero que sirvieron para mantenerlo en actividad. De a poco, el bajista convirtió sus presentaciones en vivo en el vehículo para mantener en tiempo presente el legado de la banda de la que fue parte por dos décadas. De ahí que sus presentaciones en vivo tengan una presencia mayoritaria de canciones de Pink Floyd, cuando no están centradas directamente en álbumes puntuales, como ocurrió con The Dark Side of the Moon y The Wall, con sus shows en River Plate de 2007 y 2012, respectivamente.
En paralelo a su carrera artística, Waters desarrolló con el pasar de los años una militancia política en diversos tópicos que le han generado también diversas críticas. La más notable de ellas tiene que ver con su apoyo al reconocimiento del estado palestino, que manifestó a través de su adhesión al boicot cultural a Israel. En 2013, el centro Simon Wiesenthal acusó al músico de antisemita por pintar una estrella de David en el cerdo inflable que Waters hace desfilar durante sus conciertos, algo que el músico desestimó diciendo que era uno de varios símbolos religiosos que portaba el animal.
Ese mismo año, comparó la postura bélica de Israel a Palestina con el dominio nazi, cuestionó a Bon Jovi por tocar en Tel Aviv e intentó convencer a Radiohead y Nick Cave para que no se presentasen en esa ciudad, pero ambos hicieron caso omiso. Más recientemente, la ciudad de Fráncfort obligó a la cancelación de uno de sus shows al considerarlo “uno de los más grandes antisemitas” por su apoyo al boicot israelí. La invasión rusa a Ucrania también partió aguas. Mientras sus excompañeros revivieron la marca Pink Floyd para hacer un tema en apoyo al pueblo ucraniano, Waters acusó a los medios de encabezar una guerra propagandística anti rusa.
Al mismo tiempo, Waters también brindó su apoyo a varias causas sociales y humanitarias, como la recaudación de fondos para paliar las consecuencias del tsunami del océano Índico de 2004. En 2015 abogó porque Estados Unidos habilitase el acceso universal y gratuito a la salud pública. En 2019 y 2020, Waters participó de paneles en defensa de Julian Assange y pidió por su liberación, y también desarrolló un vínculo particular con la Argentina a través de la publicación y ONG La Garganta Poderosa. Al comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, que dictó en marzo de 2020 el Gobierno Nacional, Waters envió un video a La Garganta Poderosa para motivar el cumplimiento del aislamiento y estrenó una versión de “El derecho a vivir en paz”, de Víctor Jara. Unos meses después volvió a enviar un video a la publicación, esta vez con las condolencias por la muerte de Ramona Medina, militante del acceso al agua potable en las zonas carenciadas.
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