Roberto Musso: el ingeniero que logró convertir su hobby en modo de vida y el gran elogio de un héroe del rock local
Por años, el Cuarteto de Nos era una banda uruguaya de culto y sus integrantes trabajadores de oficina de lunes a viernes; quiso la insistencia, la suerte y, sobre todo, el talento, que las cosas cambiaran y que eso que hacían los fines de semana se convirtiera en su sustento principal; la historia de un rockstar diferente
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En Montevideo, durante los años 80, los hermanos y adolescentes Roberto y Ricardo Musso, junto a dos amigos, compartían un sueño: formar una banda de rock. Lo que comenzó como una actividad de fin de semana en el living de las casas de sus padres se transformó en un proyecto de vida varios años después. Mientras seguían adelante con sus estudios y trabajos formales, veían la música como un hobby, hasta que llegó el momento de elegir. “Llegábamos los domingos a la madrugada después de tocar y nos poníamos el traje para ir a trabajar el lunes a las 8 de la mañana”, recuerda sobre esos años con nostalgia Roberto Musso, líder y compositor de la banda, en una charla por videoconferencia con LA NACIÓN.
Hoy, con más de cuatro décadas de trayectoria, se convirtieron en íconos del rock rioplatense, por sus letras cargadas de ironía, humor y una profunda reflexión social. Lo que comenzó como una banda amateur del otro lado del charco fue creciendo poco a poco hasta alcanzar el éxito internacional. Sin embargo, nunca perdieron su esencia ni su enfoque particular.
A finales de este mes vuelven la Argentina con su último disco, Lámina Once. Se presentarán en la que ya es su casa, el Movistar Arena, el 31 de agosto y el 1 de septiembre, además de girar por el interior del país.
Salto al vacío
A sus 40 años, con su mujer embarazada, Musso colgó el traje de ingeniero en sistemas para dedicarse por completo a la música. Dejó atrás una exitosa carrera profesional. “Llegó un momento en que nos dimos cuenta de que no podíamos seguir con ambos mundos. Fue una decisión difícil, pero necesaria”, recuerda.
–¿Cuándo se produjo el clic, de decir: “me dedico totalmente a la música”?
–Algo que simplifica bastante tu pregunta: mi pasaporte por mucho tiempo decía: profesión, ingeniero. Después pasó a ingeniero/músico porque me dejaban poner las dos cosas. Y se me armaba el lío cuando iba a algún país a tocar y me decían: “Pero usted es ingeniero, no músico”. Y ahora quedó solo “músico”. También puede ser que sea una curva que después vuelva a ser músico/ingeniero. Nunca se sabe.
–Tu hobby terminó siendo tu profesión principal, es el sueño de mucha gente...
–Sí, capaz el que conoce la realidad de Uruguay sabe que es un mercado muy chiquito. Nosotros venimos de una generación y también de una familia de padres profesionales, universitarios. Y, bueno, siempre íbamos para adelante con la música cuando éramos adolescentes, pero seguimos el consejo: “Robertito, seguí una carrera porque no vas a poder mantenerte solo con la música, ¿no?“
–¿Te arrepentís?
–No, para nada. Porque son mis dos pasiones. Desde que tengo 10 años que la música me fascina. Los Beatles me marcaron y quería hacer eso cuando fuera grande. Pero también me atrapó la matemática, la lógica. Hace unos días ayudé a mi hija Federica con un parcial de matemáticas y fue genial poder ayudarla. Para mí, el conocimiento de la matemática ha sido una gimnasia cerebral que me ayudó para todo. Roberto, el compositor de hoy, no sería el mismo sin haber cursado la Facultad de Ingeniería.
El método
Las letras de la banda reflejan la mente analítica de Musso, quien como buen ingeniero compone utilizando su propio método. Sus letras, lejos de las típicas canciones de amor, exploran temas complejos como la sociedad actual, el poder, los vínculos humanos, la salud mental y su fragilidad, el impacto de la tecnología y el consumismo, todo con una mirada crítica. Por esa música “alternativa” llevan ganados dos Latin Grammy. “Me gusta plantear temas que no tienen una única interpretación y dejar que cada uno encuentre su propia verdad en la música”, comenta.
–¿Cómo es el proceso de composición?
–Uso el método científico cuando compongo. Mi formación técnica me permite estructurar las letras y melodías con precisión. Me fascinan los números, los porcentajes y todo lo que implique un análisis lógico. En lugar de componer de manera tradicional, aplico un método científico: formulo una idea central, la descompongo en partes más pequeñas y luego trabajo en cómo conectarlas de manera coherente y significativa. Se refleja en canciones como “Contrapunto para humano y computadora”, que fue hecha mucho antes de que se hablara de inteligencia artificial, y es una pelea entre un humano y una máquina, que también toca temas más profundos, como el papel de la tecnología en nuestras vidas y cómo puede distorsionar nuestra percepción de la realidad.
Musso logró combinar su amor por la lógica y las matemáticas en una herramienta para la creación musical, similar a la que se utiliza en la ciencia para resolver problemas o hacer descubrimientos. Sus letras, aunque simples en la superficie, están cuidadosamente estructuradas para explorar temas filosóficos y sociales. “No queríamos caer en los lugares comunes ni en letras que no nos convencían”, explica. Esta decisión los llevó a evitar las típicas canciones de amor y, en cambio, explorar temáticas más abstractas y complejas.
–De política no hablás demasiado en tus canciones, pero sí abordás el poder...
–Eso sí es un tema que me interesa mucho: la lucha por el poder. Me gusta plantearlas sin tomar partido, observando desde afuera. Hablo de los que están dentro de la fiesta y de los que están fuera. El que canta la canción es una especie de juglar relator. Me encanta ese misterio de que el tal Dr. Hermes no aparece nunca y nadie sabe quién es. Además, trato de no dar una visión única en mis letras, sino que dejo planteadas las situaciones para que cada uno saque sus propias conclusiones.
–Tus letras también tocan mucho sobre salud mental y vínculos personales.
–El tema de la salud mental y los vínculos siempre me motivó, desde que empecé a escribir. Es algo que me tocó vivir de muy cerca con amigos y familiares y surgen como una necesidad personal. Mi abuela y mi mamá sufrieron mal de Alzheimer, lo que inspiró la canción “21 de septiembre”. También hay otros temas, como “Bipolar”, que ya el nombre en sí mismo lo revela. Me movilizan emocionalmente y por eso me interesa transmitirlo desde mi punto de vista, claro.
–¿Cómo lográs que las canciones conecten tanto con jóvenes como con gente de tu edad?
–Es interesante, porque en países como Colombia, México o Perú, la primera generación en conocernos fue la de los hijos, no la de los padres. Esta generación joven fue la que llevó nuestra música a sus casas, y es por eso que hoy en día vemos a familias enteras en nuestros conciertos. Los padres vienen a vernos porque sus hijos los introdujeron a nuestra música, creando una especie de “herencia musical”. Además, creo que nuestras letras, que abarcan desde temas filosóficos hasta cuestiones cotidianas, permiten que diferentes generaciones encuentren algo con lo que identificarse. El show en vivo, con su energía y su toque de rebeldía, también tiene mucho que ver. Es un orgullo ver cómo nuestras canciones atraviesan esas barreras generacionales.
–Pasás más tiempo de gira que en Montevideo: este año tienen previstos 120 shows...
–Es un desafío constante, especialmente cuando se trata de mantener un equilibrio entre la vida personal y profesional. Las giras son agotadoras y, en general, mi familia no puede acompañarme debido a sus propias responsabilidades. Aparte, cuando llego a un lugar para tocar, tampoco tengo tanto tiempo libre; están las rondas de prensa, las pruebas de sonido y, después del show, muchas veces ya estoy en camino al aeropuerto para el próximo destino al amanecer. Sin embargo, cuando subo al escenario y veo la respuesta del público, esa conexión y energía hacen que todo valga la pena. Es una vida intensa, pero la pasión por la música y la respuesta de la gente son increíbles.
–¿Cómo te sentís cuando te bajás de un escenario después de haber estado con miles de personas?
–Es una experiencia única y abrumadora. Al terminar un show, muchas veces me resulta difícil desconectarme de esa adrenalina. Es como si necesitara una especie de “cámara de descompresión”, como la que usan los astronautas, para poder volver a la realidad. A veces me pongo a reflexionar y pienso: “Acabo de estar frente a miles de personas cantando nuestras canciones con una energía increíble, tan lejos de casa”. Esa sensación de haber creado algo que resuena con tanta gente, en lugares tan diversos, es algo que nunca deja de sorprenderme y es un recordatorio constante de por qué hago lo que hago.
Leyendas argentinas del rock
El Cuarteto compartió escenario con leyendas del rock argentino, consolidando su estatus en la escena musical. Momentos como el que vivieron con Fito Páez, cantando juntos en Montevideo y el encuentro con Gustavo Cerati, quien los elogió como “la frescura del rock”, son testimonio del impacto y la admiración mutua.
–El año pasado tocaste con Fito Páez en la gira de El amor después del amor. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Tremendo show fue ese, acá. En diciembre del año pasado, Fito quiso que cantara “Roberto” con él en Montevideo y fue un momento muy especial para mí. Nunca imaginé que terminaría compartiendo escenario con alguien a quien siempre admiré tanto. Fue un verdadero honor y un reconocimiento a la música que hemos venido haciendo por años.
–Además, en alguna ocasión, Gustavo Cerati también te elogió. ¿Cómo fue ese encuentro?
–Sí, fue durante la presentación de Raro en La Trastienda de Buenos Aires. Cerati vino a vernos llevado por su hijo Benito, que era fan del Cuarteto. Gustavo, con una humildad increíble, nos dijo: “Son la frescura del rock”. Fue un elogio que nos marcó profundamente, viniendo de alguien a quien todos admirábamos tanto. Es uno de esos momentos que te recuerdan por qué hacemos música.
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