Robert Cray y el recuerdo de su amigo Stevie Ray Vaughan: "su muerte fue devastadora"
Como a todo baby boomer nacido en un país angloparlante, a Robert Cray los Beatles le cambiaron la vida. Y no es que hasta que les escuchó por primera vez su vida no haya tenido mojones importantes. Es que, simplemente, los cuatro de Liverpool fueron para él un punto de giro en su educación musical. "Cuando los escuché por primera vez largúe el piano y agarré la guitarra", cuenta del otro lado del teléfono el guitarrista y cantante que se presentará en Buenos Aires, después de 20 años, este domingo en el teatro Vorterix. "De ellos también aprendí que podía hacer las dos cosas, no sólo dedicarme a mi instrumento".
Antes de la revolución beatle, sin embargo, Robert Cray había conocido muchas cosas. Nacido en 1953 en Georgia, pasó allí apenas sus primeros 11 meses de vida hasta que su familia debió mudarse al estado de Washington, literalmente la otra punta de los Estados Unidos, debido a que su padre formaba parte del ejército y tenía que moverse por todo el mundo según sus jefes lo requerían. Así, al traslado del extremo sudeste del país al extremo noroeste, le siguió una breve estadía en California, otra en Alemania y un regreso a Washington. Cray no tenía 10 años y ya había vivido en cuatro ciudades y dos continentes distintos.
"Cuando nos fuimos a Alemania, en los primeros 60, comprábamos muchos discos en la base militar, teníamos también un equipo muy lindo para escuchar música", recuerda. "Yo tenía 8 años y lo que más escuchábamos con mi familia era Ray Charles y Sam Cooke". Fue también en el viejo continente que empezó a dar sus primeros pasos como músico, cuando lo mandaron a clases de piano. Hasta que el regreso a Washington lo cambió todo.
"Aparecieron The Beatles y ya nada fue igual", afirma. "Encima, enseguida le siguió Jimi Hendrix. Escuchaba la radio, absorbía todo lo que sonaba ahí y eso fue clave. Descubrí el blues, a Albert Collins y toda esa camada, que de pronto se convirtieron en mi escuela". Apenas adolescente, Robert Cray desarrolló su sonido entre el blues, el funk, el rock y el soul lejos de cualquier purismo. Pero aún no se animaba a cantar. En las bandas que tuvo en la secundaria, se limitaba a su rol de guitarrista y no se imaginaba como líder, hasta que sintió la necesidad de hacerlo: "Venían cantantes, pasaban las pruebas y se bajaban antes de dar el primer show. Nos pasó dos veces, así que me vi obligado a tomar el micrófono yo".
Aunque no era lo que había pensado, escuchar a Ray Charles, Sam Cooke e incluso a Hendrix, le habían dado herramientas, tal vez inconscientemente, para convertirse en cantante. "Lo cierto es que mi forma de aprender las canciones era cantarlas mientras las tocaba", reconoce. "Así que sin quererlo ya estaba preparado para cantar. Y todos mis héroes eran instrumentistas que también cantaban... bueno, también amo a Otis Redding". Así fue que hacia mediados de los 70 bautizó a su grupo como la Robert Cray Band, y bajo ese nombre se mantiene hasta el día de hoy.
A contramano de las predicciones, la década del 80 fue la del despegue definitivo para Robert Cray. Las radios y MTV pedían sonidos más electrónicos (de la new wave al synth-pop) o más directos (hard-rock y heavy metal) por lo que parecía haber poco espacio para el blues. Sin embargo, allí estaba Stevie Ray Vaughan, capaz de hacer un blues tan ATP que el mismísimo David Bowie lo llamaría para aportar guitarras en "Let's Dance". Así, lo que parecía un género en retirada pudo navegar en aguas revueltas. "Él fue el que nos abrió el camino a todos en esos años", asegura Robert Cray. "No es que el blues era under, pero sí es cierto que no era de lo que todo el mundo hablaba. Creo que la clave fue que no nos metimos a hacer blues clásico. Gracias a Stevie Ray Vaughn y The Fabulous Thunderbirds tuvimos resonancia y los sellos se empezaron a fijar en nosotros".
Con cuatro discos en su haber para 1985, Robert Cray se hizo un lugar entre los grandes. Compartía manager con John Lee Hooker –lo que le dio la chance de girar y tocar con él– y contaba con el visto bueno de Eric Clapton, que le hizo llegar Bad Influence (1983) a Keith Richards. "Todo eso me ayudó mucho, me hice muy amigo de John Lee Hooker, y después Keith Richards me convocó para trabajar en la película de Chuck Berry [Hail! Hail! Rock N' Roll, de 1987]", recuerda el guitarrista como uno de los puntos clave en su carrera. Tanto fue así que Mercury (por ese entonces sello subsidiario de PolyGram y actualmente de Universal) lo firmó en 1986 para darle el espaldarazo al mainstream en la década siguiente.
Pero los 90 empezaron de la peor manera para Robert Cray. El 27 de agosto, un llamado telefónico lo despertó en la mañana con la noticia de que su amigo Stevie Ray Vaughan había muerto en un accidente aéreo, apenas horas después de haber compartido escenario con él. "Estábamos girando con Eric Clapton, mi banda y la de Stevie Ray Vaughan éramos teloneras", recuerda Cray. "También estaban su hermano Jimmie y Buddy Guy de invitados. Hacía mucho que no veía a Stevie, así que aprovechamos a ponernos al día, hicimos una sesión de fotos juntos y nos sentamos todos en una mesa a contarnos en qué andábamos. La segunda noche ahí en Alpine Valley la terminamos con una gran jam todos juntos sobre el escenario. A la mañana siguiente me llamaron a mi habitación, era Andrew Love (su saxofonista) que quería asegurarse de que yo estaba bien, porque había habido un accidente en un helicóptero y una de las víctimas tenía mi contextura física. Ahí me enteré de todo. Nosotros perdimos a un gran amigo y el mundo perdió un gran guitarrista, fue devastador".
Siempre vamos a tener un muro de resistencia del otro lado
Musicalmente, sin embargo, las alegrías se multiplicarían en los años siguientes. Entre 1995 y 2014, todos los discos editados por la Robert Cray Band entrarían al top 10 de los álbumes más vendidos de Blues, según el ranking de Billboard. ¿La clave? "El blues tiene que mantenerse al día", simplifica. "Hay muchas bandas que escuchan el pasado para buscar inspiración y tocan esas canciones, y no está mal... ¡pero escribí, sentate a escribir nuevas! "Es la forma de movernos hacia adelante. No quiero escuchar todas las noches 'Sweet Home Chicago'" [N. del R.: fue la última canción que tocaron con Stevie Ray Vaughan antes del accidente].
–Cuando mirás hacia atrás y ves toda la historia del blues, su lucha por la igualdad de derechos y que en Estados Unidos gobierna Donald Trump, ¿no te desalienta?
–Sí, claro, lo primero que me sale decir es "¿En qué siglo estamos viviendo? Es como si nada hubiese cambiado, pero lo cierto es que sí, que hay cosas que mejoraron, sucede que siempre vamos a tener un muro de resistencia del otro lado y tenemos que ser conscientes de eso. Tenemos que seguir entregando el mensaje de querer al otro, de cuidarnos todos y enfrentar los hechos de que si no es así, no hay mundo posible. Hay mucho en la vida hoy por lo que vale la pena escribir, no importa si el estilo es rock, blues o country, todas las canciones son sobre la vida. Podés escribir sobre el dolor de una forma personal. En última instancia, el blues es sobre eso, pero si es para dar un mensaje global, tenés que reconocer los hechos, hablar de lo que esta mal y después moverte hacia adelante, es la única forma de superarlo.
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