Road to Primavera Sound: así fue el primer desembarco del festival catalán en Buenos Aires
Las ligas menores y Cat Power fueron los platos fuertes de este comienzo
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Nacido en 2001 en Barcelona, el festival Primavera Sound hizo hoy su primer desembarco en Buenos Aires. Bajo el nombre de Road to Primavera, la fecha que comenzó por la tarde en la ex Ciudad Deportiva de Boca con la presencia de Las Ligas Menores y Cat Power, culminará apenas pasada la noche con los shows de Pixies y Jack White. Esta edición funciona como anticipo de lo que ocurrirá en el fin de semana del 12 y el 13 de noviembre en el mismo lugar (y antes, entre semana, con un show de Björk, Julieta Venegas, Feli Colina y Javiera Mena). En dicha oportunidad, se presentará una programación lo suficientemente diversa que incluirá a Arctic Monkeys, Beach House, Interpol, Father John Misty, Hernán Cattáneo, Travis Scott y Lorde.
La propuesta de esta jornada de apertura estuvo atravesada por una selección de artistas que, sin ser outsiders, lograron construir una carrera en los márgenes del mainstream, para en algunos casos incluso terminar marcándole el rumbo a la música popular masiva. La curaduría va del rock guitarrero incendiario y enrevesado (Pixies), a la fragilidad melancólica y con ribetes oscuros (Cat Power), y de ahí a la electrificación de la música de raíz (White). Con varias visitas a la Argentina en su haber, las tres figuras internacionales de la fecha aterrizaron en Buenos Aires con discos nuevos editados este año, algunos hace tan solo semanas, lo que ofició de garantía para renovar sus repertorios en una nueva escala porteña.
Aunque el clima y el calendario parecieron no haberse puesto de acuerdo, con temperaturas que tuvieron bastante de invernal y poco de primavera, el público se acercó al predio de Costanera Sur desde temprano. Después de diez años, la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors volvió a ser una plaza para conciertos masivos y se reconfiguró a fuerza de food trucks con comida vegana y puestos de merchandising, con las torres de Puerto Madero asomando en el horizonte, de cara al escenario. La propuesta artística de la jornada terminó por segmentar el rango etario del público: con bandas y artistas que tuvieron su pico de actividad a ambos lados del cambio de milenio. En su jornada inicial, Primavera Sound ofició de puente entre la Generación X y los centennials.
Mientras el sol comenzaba su lenta retirada, Las Ligas Menores dio inicio formal a la jornada. La banda liderada por Anabella Cartolano estableció sus propias reglas de juego con “El baile” y “Contando lunas”, con las guitarras abriéndose paso entre el ritmo pulsante de Angie Cases Bocci y Micaela García. De a poco, la introspección fue ganándole a la rabia con “En invierno” y “Tíbet”, cantada por el guitarrista Pablo Kemper, hasta “A 1200 km” volvió a apretar el nervio de la intensidad, con un final en plan shoegaze. Después de que “Crecer” amagase con una falsa tranquilidad que se deshizo a los pocos segundos, “Hice todo mal” se propulsó desde el teclado burbujeante de Nina Carrará hacia un estribillo de pulso volador. Después de “Renault Fuego”, Pipe Quintans subió al escenario para hacerse cargo de la rítmica en “Ni una canción”. El cierre formal estuvo en ‘De la mano”, una canción que condensa en un minuto el encanto de Las Ligas Menores, con el ruido y la velocidad puestos al servicio de la melodía.
Antes de que Cat Power saliera a escena, dos canciones de Bob Dylan y Nina Simone pusieron al show de Chan Marshall en contexto. “Slow Train” y “Who Knows Where the Time Goes” anticiparon un show centrado en la redención y la esperanza. Con un trío de guitarra, teclado y batería como único acompañamiento, Cat Power salió a escena saludando al público con sus manos unidas en súplica. Con un arpegio en cámara lenta, “Say” puso en marcha un show donde la melancolía fue el norte artístico. Después, ella y su banda tomaron “(I Can’t Get No) Satisfaction” y la reconfiguraron en una progresión de acordes menores, el mayor himno del rock and roll reducido a una canción de cambios microscópicos. “Jack” y “Good Woman” se fundieron como un mismo todo, en una atmósfera de western espacial que continuó en “Hate” y su pulso de trip hop a tracción a sangre.
Después de “Metal Heart” y su atmósfera entrecortada, una versión oscura de “New York, New York” y la melodía diáfana de “Manhattan”, se unieron en una sola pieza con la geografía como denominador común. Después de la excursión gospel de “A Pair of Brown Eyes” y el intimismo folk de “He Was A Friend Of Mine”, “The Greatest” puso fin a su set, en una escalada emocional que terminó con Marshall repartiendo listas de temas mientras desarmaban el escenario.
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