Richard Wagner, un barco fantasma y un pacto con el diablo, en la apertura de Ópera Festival Buenos Aires
El holandés errante sube al escenario del teatro de Avenida de Mayo este sábado y el viernes 24
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Las leyendas a veces se parecen a las bolas de nieve echadas a rodar. Crecen a medida que avanzan. Cuenta una leyenda que allá por el siglo XVII, el navegante Bernard Fokke era un rompedor de récords por la velocidad con la que podía hacer un viaje entre Holanda y la isla de Java. Las malas lenguas habrían dicho que había hecho un pacto con el diablo y que, a su vez, habría inspirado la historia de Willem van der Decken, capitán de un barco que también por ese destino fáustico (aunque el Fausto de Goethe todavía no había entrado a la escena literaria) había sido condenado a permanecer en altamar sin tocar puerto. Viajaba en un barco fantasma al que todos llamaban “El holandés errante”. Casi con la mística de una luz mala a la que no conviene desafiar, se decía que a Dios no le cayó nada bien aquel pacto. Como encanto de sirena, quienes se lo cruzaron, siempre a prudente distancia, vieron al barco con un resplandor fantasmal y cualquier otra embarcación que le ofreciera un saludo ayuda quedaría también condenado a la misma zozobra. (Esa zozobra que tan claramente expresa Richard Wagner en la obertura de una de sus famosas óperas.)
Tan amante de los mitos y las leyendas, a mediados del siglo XIX, Wagner tomó algo de esa leyenda para escribir una ópera y, de algún modo, la hizo trascender hasta nuestros días. Ópera Festival Buenos Aires acaba de abrir su temporada 2024 con una versión de este título y el sábado 18 y el viernes 24 tendrán nuevas funciones en el Teatro Avenida.
La puesta que llegó al Avenida cuenta con dirección general de Graciela de Gyldenfeldt, dirección musical de Helge Dorsch y Lucía Zicos y dirección escénica de Emilio Urdapilleta, con un elenco integrado por Leonardo Estévez, Sergio Wamba, Walter Schwarz, Rodrigo Olmedo, Javier Suárez, Laura Domínguez, Naoki Higasiyosihama y Darío Leoncini, entre otros.
“La idea de comenzar nuestra producción con El holandés errante -explica Gyldenfeldt- es introducir al público en lo que verdaderamente es el significado de la influencia que tenemos de la ópera alemana, que es la fábula, que son los cuentos. En el caso de Wagner, hay que subrayar muchísimo, y que a veces no se subraya, que él a través de su música alcanzó algo más que el quinto sentido que nosotros alcanzamos. Un sexto sentido que es el de la emoción, a lo largo de todo su recorrido en sus personajes, en sus textos, en su desarrollo del drama. Más que el sexto sentido es la sexta dimensión que alcanzan las religiones muy antiguas, que han tenido ese nacimiento; han nacido de ese análisis de respeto por la vida y de su origen. Durante la época de las guerras o antes de la Segunda Guerra Mundial todavía se exigía que las óperas se vieran en el idioma de los países en los que se estaba produciendo. O sea, todo se traducía al idioma, lo cual hacía perder una gran parte de lo que era la obra. Eso se elaboró hasta llegar a que se respetase en su originalidad. Pero, ¿cómo le aproximamos entonces esta ópera al público que tal vez no conozca el idioma? Desde la emoción. Es la única manera, porque hoy en día le tenemos miedo a todo aquello que es el aprendizaje porque creemos que nos va a encapsular en una cosa que es errónea.”
Helge Dorsh, por su parte, asegura que las óperas alemanas tienen una enorme potencia, pero además cuentan con una gran espiritualidad: “Algo que va más allá de que una música sea linda o no sea linda. No es música que haya sido escrita para gustar o no gustar. Hay gente que dice que Wagner es muy pesado o inverosímil, porque no llegan a comprender la espiritualidad. Ese es el grandísimo desafío cuando realizamos óperas de Wagner: convencer de que las obras espirituales pueden gustar a todos. La imagen de El holandés errante y el barco es comprensible inclusive para quienes no conocen la historia. Son imágenes comprensibles para todos. La espiritualidad viene después que las imágenes y las melodías se pegan al oído.”
Lucía Zicos destaca que el valor extra que tiene trabajar con Helge es que es alemán: “”Al ser El holandés errante una ópera de Wagner, es parte de su cultura”.
En cuanto a la puesta en escena, Urdapilleta se mete en la entrelínea del libreto para llegar a su versión: “Los diferentes intereses, tanto económicos como espirituales, materiales, éticos e ideológicos que mueven la acción de los personajes de la obra generan la trama. Y en la obra de Wagner todo está bastante claro. Es una ópera donde los caminos están bien claros. La obra posee una gran espiritualidad y mística, y confronta la metáfora de una sociedad materialista con la convicción espiritual de Senta, que asume el sacrificio naturalmente y sin lamentos. La composición es magistral. Me remite a una banda sonora, enmarcando el plano realista y el espiritual. Entonces, solo me conecto con el material, voy visualizando y a partir de ese punto construyo la dramaturgia escénica partiendo de lo sensorial: las formas, la iluminación, los desplazamientos. Pero si no hay humanidad en quienes lo transitan, de nada sirve lo otro”.
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