Ricardo Tapia: trabajó en la construcción, fue tenista y La Mississippi le cambió la vida
Este sábado, en el Luna Park, la histórica banda de blues celebra sus 35 años con Billy Gibbons, de ZZ Top; historia de un “laburante” del blues y el rock local
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El renovado e imparable auge que el blues experimentó en la Argentina durante la primera mitad de la década del noventa tuvo en Pappo, Memphis La Blusera, La Mississippi, Durazno de Gala, Las Blacanblus y un puñado de bandas más a sus principales exponentes. Y por otro lado, el incesante arribo de ilustres visitas internacionales de la talla de Eric Clapton, John Mayall, B.B. King, Albert King y Taj Mahal, entre muchas otras, completaron un panorama verdaderamente alentador.
Sin embargo, una vez que la espuma descendió y aquella fiebre comenzó a atenuarse (sumado luego a las lamentables pérdidas de Norberto Napolitano en 2005 y de Adrián Otero, vocalista de Memphis, en 2012), La Mississippi se mantuvo incólume y con una notable firmeza que conserva hasta el presente, erigiéndose así en uno de los máximos y más respetados representantes del género amén de incursiones en otros estilos y reinvenciones varias.
De este modo, el grupo integrado por Ricardo Tapia (voz, guitarra y armónica), Claudio Cannavo (bajo), Gastón Picazo (teclados), Gustavo Ginoi (guitarra) y Juan Carlos Tordó (batería) arriba en este 2023 a sus 35 años de impecable y vigente trayectoria y para lo que prepara un festejo a la altura de las circunstancias. La cita está prevista para este sábado 18 de noviembre en el Luna Park junto a Billy Gibbons, el líder de ZZ Top. Bajo el título Seis hombres, una noche, el quinteto formado en Florencia Varela en 1988 no sólo recorrerá gran parte de su vasta discografía sino que además hará las veces de banda de apoyo del experimentado músico texano en la que promete ser una velada inolvidable.
“La relación con Billy Gibbons y su productor Martin Guigui surgió hace más de cuatro años. La idea era tocar con él en Estados Unidos y después hacer lo mismo aquí. Pero luego vino la pandemia, todo quedó en suspenso y una vez que las cosas se fueron acomodando retomamos el contacto para por fin llevarlo a cabo”, explica Ricardo Tapia mientras disfruta de un humeante mate. Y completa: “Lo mejor de todo es que el show coincide con los festejos por nuestros 35 años como banda y a él le encantó la idea de participar. Así que más no podemos pedir. Es el mejor broche de oro para cerrar esta etapa, comenzar una nueva con todo el entusiasmo y repetir la experiencia el próximo año en suelo estadounidense, algo que seguramente nos abrirá muchas puertas”.
En simultáneo con dicho aniversario, y mientras una nueva versión de “Lejos de acá” (grabada junto al dúo catalán El Mismo) ya está disponible en todas las plataformas digitales, La Mississippi se encuentra celebrando también las tres primeras décadas del lanzamiento de Mbugi, su auspicioso álbum debut con el que se dio a conocer ante el gran público en 1993.
“Mi intervención en aquel primer disco fue sólo a nivel autoral pero no de producción”, aclara el vocalista y compositor de 60 años. “Mbugi fue producido íntegramente por Gustavo Gauvry y a nivel sonoro tiene muchas características de la década del noventa. En ese sentido, probablemente es algo que yo ahora no compartiría pero lo que lo salva son las buenas composiciones que lo integran. De todos modos, el álbum fue una explosión muy fuerte para nosotros porque llegó a ser Disco de Oro, algo totalmente impensado y que a mí me llevó mucho tiempo poder procesar. Gracias a su éxito pudimos ir al exterior, viajar más y tocar en festivales de Brasil y Colombia”.
–Ese primer álbum contiene “Café Madrid”, un clásico que no puede faltar en ningún show de La Mississippi y que los marcó para siempre. Es así, ¿verdad?
–Totalmente. “Café Madrid” es una canción que compuse en la casa de un amigo psicoanalista, el doctor Alberto Schocrón, en donde yo estaba haciendo unas restauraciones edilicias. Junto con el exsaxofonista de la banda, Eduardo Introcaso, se nos ocurrió escribir un tema sobre un café llamado Madrid al que yo iba de pibe y que estaba ubicado frente al Obelisco, sobre la Diagonal Sur. Ahí nos reuníamos todos los cadetes de la zona y nos pasábamos horas enteras haciendo música con una guitarra prestada por el dueño. Era un gallego divino que nunca nos cobraba el café. Sin dudas, un lugar emblemático para mi. Yo hice la letra por mi lado y Eduardo se encargó de la melodía. Lo curioso fue que cuando nos reunimos por primera vez en la sala, juntamos mi letra con su música y sin mediar ningún ensayo la canción salió sola. Fue algo así como una conexión mágica.
–¿Cómo logran mantener encendida la llama de la pasión y de la inspiración durante tanto tiempo considerando los cambios de integrantes, los altibajos lógicos en cuanto a la exposición pública y la realidad tan fluctuante de un país como Argentina?
–Nosotros somos una banda que desde un punto de vista cultural mostramos quiénes somos. Me gusta decir que somos una banda ética. En las letras sólo hablamos de temas que nos interesan. No hacemos cosas pasatistas o livianas, sin desmerecer a los que siguen ese camino. Contamos historias sociales y personales; algunas temáticas pueden ser más pesadas u oscuras que otras, pero siempre intentamos describir quiénes somos y mostrar a nuestra generación. Yo creo que esa es una de las razones esenciales por las cuales La Mississippi sigue viva. Esa idea la sostenemos en el tiempo y quizás nuestro público le hizo escuchar esas canciones a sus hijos y así llegamos siempre a nuevos oídos. Una vez, hablando con Ricardo Mollo, llegamos a la conclusión de que con Divididos teníamos un público muy parecido: son personas que disfrutan mucho de las canciones y de lo que dicen esas canciones. Mantener una línea ética a través del tiempo, de un modo sincero y para nada acartonado, creo que es una de las claves que nos permiten seguir adelante.
–¿Hubo algún momento o una determinada circunstancia en la que se les cruzó por la cabeza la idea de “tirar la toalla”?
–No. En realidad, hubo momentos difíciles a lo largo de todos estos años en los que sí nos planteamos hacer una pausa y trabajar menos. Pero por suerte siempre fuimos una banda con muchas ideas, de saber sacar un nuevo conejo de la galera. No nos encerramos en ningún género. Hacemos música negra argentina y eso incluye candombe, soul, blues, rock, jazz y un montón de estilos más. Cada uno de nosotros tiene influencias muy diferentes y esa variedad se traduce en nuestra música.
–En relación a esto que mencionás ¿se sienten privilegiados por el hecho de conservar un público fiel que, más allá del blues, siempre pareció adaptarse a los diferentes rumbos musicales que la banda emprendió a lo largo de los años?
–Sí. Tenemos un público que se renueva, que lleva nueva gente a nuestros shows y que acepta esos cambios porque sabe la idea que nosotros tenemos de la música. Renovarnos no es un problema para nosotros porque hay muchas aristas para explorar dentro de la música negra. Y además, el público ya sabe que lo vamos a sorprender con algo particular y diferente a lo anterior. Tenemos la gran fortuna de que la gente nos da un cheque en blanco para hacer lo que queramos y eso es algo que siempre agradezco en los conciertos.
–Tocaron por todo el país, Latinoamérica y España y compartieron escenarios y estudios de grabación con grandes artistas internacionales y locales, como León Gieco, Pappo y Ricardo Iorio, entre muchos otros. ¿Qué anécdota se te viene a la mente con alguno de ellos?
- Me acuerdo que Pappo nos llamó para participar en su disco Pappo y amigos, pero como estábamos de gira no encontrábamos el momento adecuado para poder reunirnos. Cuando finalmente se dio ese encuentro, recuerdo que el Carpo estaba un poco preocupado porque ya había grabado casi todos sus clásicos con otros artistas y quedaban muy pocos en la lista. Entonces le dije: “Yo conozco todos tus temas, no hay ningún problema. Decime cuál querés grabar y le damos para adelante”. Entonces hicimos dos versiones divinas de “Gris y amarillo” y “Mírese adentro” durante una tarde y en una sola toma y con las que él se quedó muy contento. Teníamos un gran respeto uno por el otro. Y con Ricardo Iorio nos divertimos mucho cuando vino al estudio a cantar “Ermitaño”, un tema que le quedaba como anillo al dedo. La grabación estaba pautada para las 11 de la mañana. Le envié un mensaje avisándole que ya estaba llegando y que me esperara con unos mates. Y su respuesta fue mortal. Me dijo: “Nooo, yo lata a la mañana no chupo” (se ríe).
–¿En qué estado se encuentra el trío Los López Tapia, el proyecto paralelo que llevás adelante junto a tu hijo Iván?
–Es un trío para divertirse. Surgió en la cocina de mi casa casi como un chiste y se convirtió en una banda paralela con la que tocamos en muchos lugares cuando nuestras respectivas agendas así lo permiten. No sé si grabaremos algún día pero es un grupo para descontracturar, subirse a la camioneta y tocar en pequeños pueblos por el solo afán de pasarla bien. Es una experiencia muy linda. Me divierte tocar con mi hijo, que es un muy buen percusionista y cajonista, y además sirve como excusa para vernos.
–¿Sería algo así como un espacio íntimo y familiar para desarrollar aquellas ideas que van por fuera de La Mississippi?
–Sí, pero también toco mucho como solista. Me gusta agarrar la guitarra dobro o la española y salir a hacer temas propios y ajenos en lugares chicos y ante un público que no es de ningún estilo en particular. Se genera un ambiente muy interesante, donde incluso a veces incursiono en el folklore e interpreto canciones de Alfredo Zitarrosa, una influencia que heredé de mi madre, que era uruguaya, y que me gusta mucho.
–¿A qué te dedicabas antes de convertirte en la voz de La Mississippi?
–Hice de todo. Estudié Bellas Artes y abandoné, trabajé en la construcción con mi padre, tuve negocios en La Plata y en Buenos Aires. Fui el tipo de los mil laburos. La música estaba ahí dando vueltas pero sólo como una distracción. La cuestión es que yo siempre fui una persona muy diurna, vivía mucho el día, me dedicaba a hacer deportes y hasta fui federado en tenis. Por eso, al principio me costó mucho acostumbrarme a los horarios nocturnos tan característicos del ambiente de la música. Para mí eran una tortura aquellos shows que arrancaban a las 3 de la mañana, ¡no lo podía soportar! Muchas veces salía del boliche y me iba directamente a laburar a la obra con mi viejo.
–¿Y ahora tenés algún hobbie, pasatiempo o actividad más allá de la música?
–En este momento mi actividad principal por fuera de la música es la pintura. Desde hace cuatro años vivo en Bragado, en el medio del campo. Y eso me cambió la cabeza. Allí tengo mi casa y mi taller en donde retomé los pinceles y los lienzos. Estoy armando una muestra grande de pintura y dibujo para llevar a Córdoba. Con los años descubrí que tenía mucho más para decir y expresar a través de la pintura y de los retratos. Admiro mucho a Felipe Noé y a Carlos Alonso. Y por otro lado, estoy armando mi propia quinta. Cada vez disfruto más de trabajar con la tierra y generar mis propios alimentos. Es más, con un amigo estamos en un proyecto relacionado con el cultivo de frutillas que me tiene muy entusiasmado.
Por lo pronto, y mientras se ultiman detalles del esperado concierto en el Luna Park, el grupo espera lanzar para fines de este año un nuevo álbum más un DVD en vivo con todas las alternativas de la noche que compartirá con Billy Gibbons. “Será una producción de carácter internacional. Después de eso, intentaremos saldar una cuenta: grabar con músicos internacionales. Ya tuvimos charlas con una gran leyenda del blues pero no la quiero quemar, así se cumple”, concluye Tapia.
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