En una extensa charla con LA NACIÓN, el músico que se presentará este sábado en La Trastienda repasa su historia con Vox Dei y sus 50 años de solista, analiza al nuevo rock nacional y alienta la posibilidad de grabar La Biblia 2
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Es una de las leyendas del rock nacional más longevas en actividad. Y también una de las mejores voces de todos los tiempos. En sus comienzos, Ricardo Soulé fundó Vox Dei –una de las bandas emblemáticas del movimiento– en calidad de guitarrista, violinista, pianista y cantante, junto con Willy Quiroga (bajo y voz) y Rubén Basoalto (batería), más Juan Carlos Godoy (guitarra rítmica y voz), que al poco tiempo abandonó el grupo. Y se inspiró en las Sagradas Escrituras para componer las letras de los temas de La Biblia, el primer álbum conceptual de la historia del rock en español, editado en 1971, que contiene joyas como “Las guerras”, “Profecías” y “Libros sapienciales”. Antes de eso, su canción “Presente (El momento en que estás)”, que ya tenía alma de clásico, había anticipado desde el disco debut un destino de grandeza para la banda.
Hoy, a los 74 años y luego de 50 años como solista (alternados con tres revivals de Vox Dei), el músico de Quilmes (padre de cinco hijos y abuelo de tres nietos) regresa para ofrecer un recital junto a la banda que lo acompaña desde hace dos décadas: La Bestia Emplumada; y promete recorrer todos los temas de ayer, de hoy y de siempre. La cita es este sábado 14 de septiembre, a las 20, en La Trastienda (Balcarce 460), y las localidades se pueden adquirir a través de TuEntrada. Antes habló de todo un poco con LA NACIÓN.
–Este año cumplís 50 años como solista. ¿Qué balance hacés de esta larga etapa de tu carrera?
–Desde el punto de vista de penetración en el público, por supuesto que no es comparable el repertorio de Vox Dei con el mío como solista. Vox Dei dio en una vena del público que yo no tuve la suerte de dar. O sea, Vox Dei tiene una preponderancia dentro de mi carrera inalcanzable. Todas las letras que escribí entre el 70 y el 75, antes de irme a Inglaterra, calaron tan profundo en el público que siguen siendo recordadas, e incluso se siguen sumando nuevos fans de ellas entre la gente más joven. En cambio, mi carrera como solista ha sido mucho más modesta, sencilla y underground.
–¿Es por eso que después de muchos años te volvés a presentar con el logo de Vox Dei?
–Lo de Vox Dei lo ponemos fundamentalmente por el repertorio que yo abarco, ya que hay un protagonismo notorio del repertorio del grupo en mis recitales junto a La Bestia Emplumada. Siento que no puedo dejar de mencionarlo, ya que se trata del repertorio de uno de los grupos más influyentes, por lejos, del rock nacional.
–Hace unos años mantuviste un litigio con Willy Quiroga porque se presentaba usando el logo de Vox Dei. ¿No estás ahora haciendo lo mismo que le endilgabas a él?
–No, porque yo no lo utilizo de la misma manera. Yo estoy usando el logo de Vox Dei desde el punto de vista del repertorio. Pero yo no soy Vox Dei, soy sólo uno de los compositores e intérpretes del grupo. Willy lo usaba sin ninguna salvedad, como si él fuera Vox Dei. Y no es así. Nosotros nos presentamos como Ricardo Soulé, Vox Dei y La Bestia Emplumada. Él ponía Vox Dei a secas.
–¿Tu litigio con él se terminó definitivamente?
-Yo creo que sí, que está saldado para siempre, porque solo se trataba de esa cuestión: de que él y sus compañeros se presentaban como si fueran Vox Dei. Que él pusiera que era Vox Dei, vaya y pase, porque le correspondía una parte del grupo tan importante como a mí, pero no sus compañeros.
–Hace poco Willy anunció su retiro de los escenarios a causa de una grave enfermedad. ¿Te comunicaste con él?
–No, no me comuniqué con él porque no tenemos buena relación. Desde hace mucho él mantiene una distancia conmigo, es más, me rechaza. Por eso no lo voy a llamar. No quiero molestarlo y menos en este momento. Parecería que se está muriendo, aunque ahora acaba de aparecer un trascendido que asegura lo contrario: que va a parar un tiempo y después va a enganchar con su grupo de nuevo. No se entiende bien si lo de su retiro será definitivo o no.
–Más allá del conflicto por el uso del nombre de la banda, ¿cuáles son las diferencias irreconciliables entre ustedes, que los mantienen distanciados desde hace mucho tiempo?
–Todo empezó hace muchos años. Hubo un problema generacional, yo era el más chico de la banda, el más joven, y eso creó una relación de tirantez. Ahora que tengo 74 años lo puedo decir por primera vez con todas las letras: yo fui el ideólogo de Vox Dei, el que trajo el tema de La Biblia al grupo, el que creó “Presente”; en fin, las letras que más trascendieron, el estilo que marcó una época, las obras conceptuales. O sea: la raíz de Vox Dei estuvo dentro de mi cabeza. Eso, evidentemente, no le cayó muy bien a Willy. Entonces, cuando llegamos al 75, y yo pretendí continuar en esa línea, tanto él como Rubén dijeron que no, que así no era la cosa sino como que ellos pretendían seguir de ahí en más.
–¿De qué manera pretendían continuar?
–De una manera superficial. Muy de rock and roll y nada más que rock and roll. Y a mí me gusta el rock and roll, pero en una cierta y justa medida. Es que también me gustan muchas otras músicas, no sólo cantar canciones de tres minutos con argumento de bar, entrado en copas, a las tres de la mañana. Por ahí te puedo hacer una canción así, pero no es lo que me inspira en general. Eso fue parte de la diferencia generacional entre nosotros. Además, existía un problema cultural. Yo nací en un ambiente culto, mi padre era profesor y yo terminé el secundario y después estudié en la universidad, leí mucho y fui músico de conservatorio. Y esa no era la preparación que tenían mis compañeros. Eso, en vez de ser algo aprovechado por ellos, fue algo que nos enfrentó. Ahora sí lo puedo decir, en ese momento no. En fin, no pudimos seguir conviviendo con esa diferencia tan abismal. Porque cada uno, en vez de llegar a un acuerdo, intentaba hacer prevalecer su posición.
–Tanto por los problemas de salud de Willy como por las diferencias que enumeraste, es difícil especular con una quinta reunión de Vox Dei. ¿Pero te gustaría que sucediera, al menos para celebrar con un único concierto la historia del grupo?
–Y… hay que pensar que tampoco está Rubén. Pero sí me gustaría. Pero, bueno, como ya fue dicho, la relación con Willy no es buena. Y nunca lo fue. Nosotros éramos compañeros e hicimos muchas canciones juntos, muy lindas y que tuvieron mucha aceptación del público, por lo cual estoy muy agradecido a Willy de que me haya permitido escribir las letras de sus canciones y hasta hacer los arreglos en algunas de ellas, pero en la parte humana... no tengo nada para agradecerle. Nuestra relación, en ese sentido, siempre dejó mucho que desear. Así que, no te digo que la reunión sería imposible, porque ya sabemos cómo son las vueltas de la vida, pero si difícil. Me gustaría como un acontecimiento único, excepcional e irrepetible en nuestras vidas.
La vida después de Vox Dei
–Entre las distintas etapas de Vox Dei, viviste y trabajaste en Europa. ¿Qué recuerdos tenés de tus períodos en Inglaterra y España?
–Uy, tengo unos recuerdos hermosos. En ninguna de las dos ocasiones nos fuimos a probar suerte, nos fuimos a radicar, a establecernos. En el 75 nos fuimos con mi mujer Grace y mi primer hijo Gabriel a Londres, y en el 89 nos fuimos los seis, porque ya teníamos cuatro hijos, a España.
–¿En el 75 te fuiste por una cuestión política?
–Sí, por una cuestión política y también por una cuestión laboral. Estábamos perseguidos, no podíamos andar por la calle, era terrible. Tenías que ser prácticamente un militar para andar tranquilo por la calle. Sólo por tener el pelo largo éramos considerados peligrosos. Así era muy difícil trabajar. Nos fuimos a Londres, porque Daniel Peyronel –que había sido tecladista de Pappo en Riff– había grabado allí con un grupo local– Heavy Metal Kids– un tema mío (“Canción para una mujer”), en inglés, para el sello Atlantic Records. Como se trató de una edición mundial, y eso suponía que me iba a abrir puertas, nos fuimos para allá. La versión era muy bonita y tuve la suerte de escucharla varias veces en vivo, una de ellas cuando actuaron de teloneros de Alice Cooper en el estadio de Wembley. Y justo con Grace, que era la protagonista de la canción. En Londres nos quedamos como un año. Con Pappo, que también se había venido a vivir a Inglaterra, formamos un grupo –Monster Feet–, muy potente, que a los ingleses los volvía locos.
–Entonces, ¿por qué se volvieron al año siguiente?
–También por una cuestión política, que devino en una consecuencia económica. La idea era grabar un disco en Londres, para el cual yo había apalabrado a CBS –el sello de Vox Dei en Argentina– para que interviniera de sponsor y girara el dinero necesario. Estaba todo bien hasta que sucedió El Rodrigazo y el presupuesto que habíamos previsto quedó completamente desactualizado. De la noche a la mañana me quedé sin sponsor y no encontré otra manera de grabarlo. Entonces lo que hice fue volver a la Argentina y con Jorge Álvarez (histórico productor discográfico de la primera etapa del rock nacional) lo grabamos en RCA Victor. Este fue mi primer disco solista: Vuelta a casa; el mismo que estaba preparando en Londres con Pappo. Y lo grabé en dos versiones: una en español y otra en inglés. La versión en inglés vio la luz muchos años después, cuando Sony Music la editó tras comprar el catálogo de RCA Victor.
–¿Y a España por qué te fuiste en el 89? Me imagino que ya no habrá sido por cuestiones políticas.
-No, claramente que no, ya que vivíamos en plena democracia. Pero sí fue por cuestiones laborales. En ese momento teníamos muy poco trabajo y no había posibilidades de grabar. Yo tenía cuatro hijos que mantener (y luego se sumaría otro más) y estábamos muy agobiados económicamente. Era el final de Alfonsín, cuando todo se vino para abajo. Ahí fue cuando de casualidad –haciendo la cola para hablar por el único teléfono público que había en Ranelagh, donde vivíamos– conocí a un violonchelista del Colón y me propuso que empezáramos a tocar juntos. Yo había dejado de tocar el violín con Vox Dei porque ese instrumento no había tenido el desarrollo tecnológico que sí tuvo la guitarra. Luego lo retomé en el 85 para agregarle un solo de violín a “Blues de Ranelagh”. Agarré los libros de nuevo y empecé a estudiar por mi cuenta la técnica del arco y de los dedos, y más tarde con Héctor López Fürst, un violinista de jazz muy bueno. Por eso, cuando este muchacho, que se llamaba Tito, me dijo de tocar con él, yo ya estaba bastante metido con el instrumento. ¡No sabés cómo tocábamos rock, él con su violonchelo y yo con el violín, nos recontracopamos!
–¿Con él te terminaste yendo a Madrid?
–Un día me dijo que se estaba recontra cagando de hambre y que se quería ir del país. Él también tenía cuatro hijos como yo. Me propuso irnos todos a Madrid, yo dudé, pero al final le dije que sí y para allí partimos todos. Cuando llegamos, el primer día, me topo con Claudia Puyó y me pasa el contacto de un contrabajista que tocaba en la sinfónica de la ciudad: Rubén Giorgis. Lo fuimos a ver y nos pareció un capo. Además tenía micrófonos y equipos. Así que ahí nomás armamos un trio de rock con arcos y lo llamamos El fantasma de la ópera. Y nos fue tan bien que al poco tiempo el diario El País nos sacó una nota impresionante. Laburamos por toda España y tuvimos propuestas de Holanda y Alemania. Hacíamos los temas de Vox Dei pero con instrumentos de arco. Después, como se suscitaron ciertos problemas entre nosotros, el trío se disolvió. Y yo volví a armar el mismo proyecto, pero con un cuarteto de cuerdas polaco, que era buenísimo. Y grabamos un disco que se llama Osadía, sin instrumentos eléctricos, que también fue editado en la Argentina. El motivo fundamental por el que me volví de España en 1995 fue porque murió mi viejo. Mi vieja había quedado sola y me pidió que regresara. Además, acababa de estrenarse la película Tango feroz, que en una escena incluía “Presente”. Eso hizo que toda la juventud de aquel entonces descubriera a Vox Dei, y el fenómeno propició un nuevo (y último) revival del grupo. El tema cerró cuando apareció un productor y nos propuso la gira El regreso de la leyenda. Me envió los pasajes y ahí pegué la vuelta definitivamente con toda la familia.
La Bestia Emplumada y el nuevo rock nacional
–Este año se cumplen 20 años de la formación de La Bestia Emplumada. ¿Por qué tu hijo Gabriel ya no te acompaña?
–Porque él se volvió a vivir a España, al igual que el resto de mis hijos. Es que ellos vivieron ahí la etapa más importante de sus vidas, algunos la niñez y otros la adolescencia. Yo ya tenía 40 años, por eso mi experiencia en España fue más superficial; en cambio, para ellos, se trató de algo más profundo, de algo que los formó. Ellos son cincuenta por ciento argentinos y cincuenta por ciento españoles. Yo no, soy argentino-argentino. De todos ellos sólo regresó María Elena, que estaba en Italia, y lo hizo junto a Filipo, mi nietito de cinco años, al que adoro. También tengo dos nietas –Cloé, de diez y Abrilita, de nueve– que son sevillanas y no veo hace muchísimo, salvo por Internet, claro. Volviendo a La Bestia Emplumada y a mi hijo Gabriel, debutamos en 2004 en el Festival de La Falda. Hoy el grupo está conformado por Cesar “el Tano” Coulatti (también integrante de la formación original) en bajo, Daniel Oroño en guitarra y Diego “Tiki” Suárez en batería.
–¿Cómo será el recital que ofrecerás junto a la banda en La Trastienda?
–Este será prácticamente el final de la gira que iniciamos por todo el país a comienzos del año pasado, y la única actuación que haremos en Capital Federal. El show que presentaremos abarcará tanto temas de la primera época de Vox Dei como los que compuse en los últimos años. Me verán tocar todo tipo de instrumentos: guitarra eléctrica, violín, armónica y hasta la viola d´amore (un instrumento barroco, de cuerda frotada, perteneciente a la familia de las violas), que yo mismo fabriqué, ya que desde hace unos años también me dedico a la lutería. Es un instrumento parecido a un violín, un poquitito más grande y que tiene siete cuerdas arriba del puente y otras tantas por debajo, que son de resonancia. En el recital también habrá un segmento más intimista y no tan rockero, en el que sólo me acompañaré con una guitarra acústica.
–¿Estás al tanto de las novedades del rock nacional? ¿Qué grupos o solistas escuchás?
–Escucho mucho porque estoy vinculado a la música día y noche. Entonces, aunque no quiera, me aparece todo el tiempo la música actual, por Instagram, por YouTube y por todas las otras plataformas. Hay cosas lindas, pero no retengo mucho los nombres de los grupos ni de las canciones. Sí te puedo nombrar a Eruca Sativa, me gustan mucho las chicas y el chico que toca la batería. Hacen una música muy potente.
–¿Cuánto ha cambiado el género en todos estos años?
–Muchísimo, en la misma proporción que cambió el panorama tecnológico. Estamos viviendo una época de desculturización, lo cual significa que la música ha perdido progreso en cuanto a la profundidad. Ahora la música es más superficial porque la vida que vivimos es más superficial. La enorme cantidad de horas que estamos prendidos a la televisión y al celular hace que así lo sea. Y ojo que yo no me excluyo, soy el primero en cometer ese error. Eso hace que nuestras profundidades, que se consiguen a través de la soledad, el silencio y el sosiego, estén más ausentes en nuestras obras. O sea, todo lo que sea bullicio, luz e inmediatez superficializa nuestro trabajo.
–Ya hemos hablado de lo que ha perdido el rock nacional. ¿Y qué ha ganado?
–Se ha revalorizado el arranque del género, los comienzos del movimiento. Se nos respeta y valora a los pioneros de otra manera. Hoy todos se quieren sacar una selfie con nosotros, antes los únicos que te tomaban una foto eran los policías y para sumar a los prontuarios de las comisarías. De alguna manera “los seguidores” más grandes que teníamos en aquel entonces eran los de La Federal. Esto por suerte se revirtió y ahora tenemos grandes admiradores en todos los estamentos, incluso dentro de la Policía. Eso es algo de lo que se ha ganado. Además, muchas de nuestras letras forman parte de los libros de texto de las universidades.
La religión y la inspiración
–¿La religión sigue siendo materia de inspiración en tu obra?
–Absolutamente. No es que me inspiró en un momento y después eso cesó. No. Nació en mi comienzo como músico, en la primera etapa de Vox Dei, pero luego no lo pude ni lo quise dejar. La religión me sirve como materia de inspiración siempre y, por supuesto, también para el resto de la vida.
–¿Hoy te inspira sólo la religión cristiana o también otros credos?
–La religión cristiana por supuesto, pero el sincretismo también está presente en mi vida porque admiro a las otras religiones. Hay una cantidad de expresiones religiosas alucinantes. Ahora, por ejemplo descubrí al sufismo, que me parece admirable. Es la rama espiritual del Islam y sus adeptos, los sufís, tienen por práctica correr todos juntos en círculos para fortalecer el espíritu. Yo me quedo con mi librito, porque fui bautizado como cristiano, como católico apostólico romano, pero respeto a todos por igual.
–¿Por qué creés que a 53 años de su lanzamiento el álbum La Biblia sigue tan vigente?
–Porque está constituida de una buena materia, que es la espiritualidad. Esta obra tiene una espiritualidad tan fuerte, pero tan fuerte, que es indestructible. Por eso no le pasa el tiempo, tiene la vigencia de lo inoxidable, de lo imperecedero. Es como una porción de la eternidad. Nosotros, los seres humanos, tenemos un concepto de la eternidad adentro nuestro, aunque seamos finitos, aunque sepamos que vamos a estar aquí un tiempito y después nos iremos, pero tenemos un concepto interno de lo perpetuo, de lo eterno, de lo que no tiene ni principio ni fin. Y esa música y esos textos, los de La Biblia según Vox Dei, yo creo que tienen un poquito de eso.
–¿Seguís leyendo habitualmente las Sagradas Escrituras?
–Sí, estamos viviendo una época muy materialista, en la que se necesita leer y mucho La Biblia, porque cuanto más oscura es la noche más se necesita la luz de la lámpara. Yo leo La Biblia todos los días de mi vida, lo hago por necesidad, y siempre encuentro palabras que me apoyan, me ayudan y me aclaran el por qué de las cosas. La Biblia me otorga las palabras para hablarle a Dios, las palabras que a mí me faltan. `Señor, ¿por qué no me cambias todos los días el dolor que me diste por alegría y felicidad´. Eso, por ejemplo, no sabría cómo decírselo a Dios si no lo hubiera leído en La Biblia. Por eso las Sagradas Escrituras me otorgan una utilidad cotidiana.
–¿También asistís a la iglesia?
–Sí, además voy a la iglesia. Con Grace, mi esposa de toda la vida (están casados desde hace 54 años), que es cantante soprano, tenemos un grupo de música litúrgica; y acompañamos un oficio que se llama “Hora santa”, que es de una monja polaca. En la parroquia en la que estamos, Nuestra Señora de Luján, en Quilmes, el cura nos dio una hora mensual, para que toquemos un poco y acompañemos ese oficio. Luego, todos rezamos un rosario de la Divina Misericordia.
–Por último, ¿es factible que grabes La Biblia 2?
–Sí, perfectamente. Y me gustaría, porque al fin y al cabo, y aunque quisiera, no voy a poder dejar de escribir nunca sobre La Biblia. Es lo que más me inspira. De hecho ya tengo escritos un montón de temas. Así que…
Agradecimiento: ABRA Cultural, espacio de Arte y Gastronomía (Hipólito Yrigoyen 840)
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