Ricardo Montaner: "Mi único ídolo es Jesús"
Aparece inmediatamente esa voz característica y el timbre que lo vincula con Venezuela, con los aires caribeños. Sin embargo, Ricardo Montaner nació, hace 63 años, en Avellaneda y se crió en Valentín Alsina, los pagos donde también creció Sandro. "Esta unión musical divina es un intento por poder tocar el corazón de la gente en la puerta de su casa", dice a LA NACION, en una charla por teleconferencia donde se lo ve lozano y enmarcado por palmeras que refieren rápidamente a República Dominicana, desde donde ofrecerá su primer concierto vía streaming. Habla de "unión musical divina" y se entusiasma cuando la conversación gira hacia terrenos más místicos que le permiten desarrollar algunos conceptos sobre su profunda fe religiosa que lo enorgullece y que no oculta. Es la música, seguramente, la forma que encontró para llegar con su mensaje a millones de personas. Evangeliza desde la balada romántica y pop. Es su forma. Su mixtura.
Las canciones que amo es el nombre del show que ofrecerá este sábado, a las 22, y al que se puede acceder vía Ticketek. "No hay más remedio que adaptarse, pero lo hago desde lo más profundo de mi corazón", reconoce el músico que está en pleno proceso de construcción de Lluvia, un hotel boutique con once habitaciones en la misma República Dominicana. Allí, en la ciudad turística La Romana, cantará para todo el mundo, aunque con la presencia de público en el lugar buscando emular el calor de las presencialidades: "Caben 7000 personas, es como el Luna Park, pero solo habrá 300 para resguardar el distanciamiento. Será un concierto global, ya tenemos reporte de venta de entradas en Noruega, Israel, Francia, Italia, España, y Reino Unido, además de Latinoamérica y Estados Unidos".
El show se llevará a cabo desde Altos de Chavón, un anfiteatro de piedra bello y de aires que recuerdan a aquellos espacios de la vieja Grecia donde nació el teatro. "Vale la pena este reencuentro, sobre todo teniendo en cuenta que hace diez meses que estamos en este proceso de confinamiento involuntario que nos ha obligado a cambiar la normalidad de nuestra vida", reflexiona el ganador del Grammy Latino a la Excelencia Musical en 2016. Buena parte de su repertorio logró convertirse en hits aclamados y memorizados por millones de fans: "Me va a extrañar", "Será", "Tan enamorados", "La cima del cielo", "El poder de tu amor", "Cachita" y tantos más.
Plegarias
"Cuando uno habla de fe, lo hace con conocimiento de causa", reflexiona el músico, padre de cinco hijos que siguen sus pasos artísticos. "Hermano" dirá más de una vez. Busca la empatía en el otro y menciona a Dios.
-Cuando se tiene una profunda fe, ¿se transita de una manera más armónica un momento pandémico inédito como el que atraviesa al mundo actualmente?
-Puedo contártelo, pero para poder saberlo hace falta probar. Yo te puedo contar cómo lo veo de mi lado, pero no conozco el otro. Es muy difícil hablar de estas cuestiones sin fe porque se tiende a pensar que es lo más parecido a una locura. Para tener una idea de lo que es la fe, tienes que transitarla.
-¿Cómo nace esa fe? ¿Aconteció una epifanía o transitaste un hecho puntual que te llevó a la revelación?
-La fe nace desde lo involuntario, no es que uno dice "tengo la voluntad de tener fe". La fe puede ingresar en uno de muchas formas: por haber conocido a alguien o porque uno comprueba en alguien algo parecido a un milagro. Cuando se es buena persona, uno se vincula con gente similar con la que se comparte la misma idea sobre el prójimo, con los mismos valores de convivencia y sobre los derechos del otro. Ahí aparece una empatía que rodea a todas las relaciones, y esa empatía no es otra cosa que amor por el otro.
-A partir de esa posibilidad, ¿cómo acciona la fe en Dios?
-El creador del verbo amor es Dios. ¿Cómo se puede sentir amor si no se cree en Dios? El amor no puede venir del Big Bang, creer que el amor surgió de esa explosión no es válido. El universo viene del creador del infinito.
-En tu caso, ¿hubo algún hecho que te acercó a la fe?
-De manera involuntaria entra lo bueno y lo malo. A mí me tocó juntarme porque Dios lo quiso así, con gente que, en lugar de dañar, me beneficiaba. Y en lugar de llevarme por el camino equivocado, me condujeron por el camino correcto. Un día, mi papá y mi mamá me llevaron a vivir a Maracaibo, en Venezuela. Para ellos, un hijo se educaba y se criaba bien en un colegio católico y así me rodeé de gente que creía en Dios. En aquellos tiempos, comencé a hacer música en la iglesia. Toda esa gente fue el vehículo fundamental para poder llegar a Dios.
-¿Cómo nace tu diálogo con la fe divina?
-De a poco, comencé a darme cuenta que cada compromiso mío se lo encomendaba a Dios, sin que nadie me lo enseñara y cada vez que lograba algo maravilloso me arrodillaba a dar gracias, pero también cuando sentía una tristeza muy grande me arrodillaba y preguntaba "¿por qué a mí?".
El colegio religioso claretiano, la fe de sus padres, la música en la iglesia. Pero fue en Uruguay donde aconteció ese suceso de epifanía: "Hace 28 años, el mismo año que nació mi hijo Mauricio, cuando fui a dar un concierto en Montevideo, me tocó vivir una experiencia con un niñito de diez meses al que fui a visitar a un hospital. Estaba desahuciado y lo iban a desconectar. A partir de esa oración que hice por su sanación, al lado de sus padres, se produjo un momento sobrenatural de cura que fue obra de Dios. Recuerdo que regresé a Venezuela, me arrodillé frente a mi esposa y su pastora, y les pedí que me ayudaran a aceptar a Cristo como mi salvador".
-¿Qué destino tuvo aquel niño?
-Cada vez que volvía a Uruguay me venía a visitar al camerino.
-¿Qué expuso la pandemia sobre la esencia de la humanidad?
-Lo mejor y lo peor, tienes vehículos como las redes sociales que te aumentan o te disminuyen un acontecimiento. Aparecen las especulaciones sobre la enfermedad, las noticias falsas sobre las vacunas, pero también afloró lo bueno y me inclino a decir que la balanza se inclinó para ese lado porque hay una gran necesidad del ser humano de estar juntos, de ser solidarios, de valorar los abrazos que no nos pudimos dar.
-Se valoró aquello que se naturalizaba o se daba por hecho.
-Éramos libres y no lo vivíamos, éramos libres y no nos enterábamos. Nos dimos cuenta de la maravilla que es caminar por la calle, ir hasta la casa de tu mamá y darle un abrazo. Es como cuando tienes una novia desde hace tiempo y ninguno hace nada por la pareja. Ninguno trabaja en la conquista o se esfuerza por tener en cuenta al otro, hasta que una de las partes dice basta y el que queda abandonado se da cuenta que no puede estar solo, que no sabe ni abrir una botella y ahí se valora el amor que ya no se tiene.
Mirando al sur
Autodidacta de la batería y la guitarra, desde chico se vinculó con las armonías. Aunque en su infancia en Valentín Alsina lo desvelaba más un picado con sus amigos. Cada vez que llega a la Argentina, Montaner vuelve a esas calles del sur del conurbano limítrofe con la ciudad de Buenos Aires. Pompeya y más allá la inundación es para él solo una metáfora. Cada vez que cruza el Puente Alsina, deja Pompeya en busca de esa barriada donde ensayó sus primeras gambetas y donde se reencuentra con los afectos que van quedando y lo van dejando de a poco: "El año pasado estuve por última vez. Fui a visitar al tío, que ahora está internado. Dios quiera que se sane pronto. Fue un año duro, este tío es el último que me queda, tiene 89 años y está en terapia intensiva por un episodio que tuvo hace 4 días. Mi tía, su esposa, partió hace tres meses y parece que el tío no quiere estar solo, el amor es así".
Como amante del fútbol, sus tardes de infancia tenían que ver con patear la pelota con sus amigos. Aquella aventura que lo hacía fantasear con la ovación de una hinchada también tenía como marco los potreros de Villa Fiorito, donde un niño llamado Diego Armando Maradona daba vueltas con sueños de trascendencia. "Mi niñez tuvo mucho que ver con Fiorito. Mi tía Lidia, que era una de mis tías preferidas, y mi tío Alfredo vivían en Fiorito, allí también estaba mi primo Rubén, con él iba a jugar a la pelota. Diego partió a los 60 y yo tengo 63, somos contemporáneos, por eso tengo muy claro cómo eran aquellos potreros, aunque no sé si yo jugaba en los mismos en los que lo hacía Diego".
Aunque no se cruzaron en aquellas barriadas de poco asfalto y mucha tierra, Montaner desarrolló una admiración profunda por el ídolo fallecido el miércoles pasado: "A todos los que amamos el fútbol, la muerte de Diego nos tocó profundamente. Viví alegrías intensas viéndolo jugar, cuando ganó las copas fueron momentos trascendentales. Me quedo con el agradecimiento que todos los argentinos debemos tener por alguien que brindó tantas alegrías".
-¿Tuviste vínculo con él?
-Lo conocí en el estudio de Marcelo Tinelli. Fue en una de mis primeras actuaciones en VideoMatch. Diego vino a visitarme al camarín con su esposa y cantó todas mis canciones. La partida de Diego me hace reflexionar sobre lo frágiles que somos.
Pensar en la figura de Diego Armando Maradona es acercarse al fenómeno de la idolatría, a veces irracional. Ricardo Montaner conoce la efusividad de las masas y su nombre también está asociado a esa trascendencia que dan los fanáticos que puede convertirse en un arma peligrosa: "Intenté siempre convivir con eso que tú llamas ídolo sin que me perjudique, que no me cambie ni lo más mínimo de mi naturaleza. Si eres creyente tienes que tener como aliado a la humildad. A los ídolos se les hace difíciles ser humildes, justamente porque son ídolos. La música trasciende y la gente idolatra al artista, por eso me encargo de decirles que nosotros no merecemos esa idolatría. La única idolatría se la debemos a Dios. Dios es más que un ídolo, es Dios. Los humanos no merecemos ser idolatrados porque eso no sirve de nada. Mira, yo no idolatro a nadie, veo la cualidad del ser humano con ojo subjetivo. A Lionel Messi le veo condiciones sobrenaturales, pero decirle ídolo son palabras mayores. Mi único ídolo es Jesús, sé separar las cosas", finaliza antes de seguir ultimando los detalles de su inminente concierto, ese en el que volverá a plantear la festividad de lo amoroso y el valor de la fe, su fe.
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