Relanzan el mapa musical, obra de toda una vida de Leda Valladares
"Canto de tripas y plexo solar opuesto a todo lo que pueda ser canto de cabeza. Para expresarse el hombre de campo no tiene límites cuando canta, recurre a una maraña de explosiones guturales y se expande hasta la plenitud." Así define el canto con caja en todo el norte argentino la recopiladora y maestra Leda Valladares.
La tarea de esta investigadora no formal y aficionada al grito preincaico, a la copla anónima y popular, volverá a ser revalidada a través de la reedición de toda su obra recopilatoria, bautizada "Mapa musical de la Argentina". Hoy, a las 20, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2065) se realizará el acto de relanzamiento de este material. En él participará la propia Leda Valladares y muchos músicos invitados: Pedro Aznar, Chango Farías Gómez, Mitimaes, Suna Rocha, Silvia Iriondo, Horacio Molina y Miriam García, discípula de Leda, entre otros.
Sonidos del país
Esta serie de ocho discos, que reeditarán conjuntamente el Rojas y el sello Melopea, es la tarea silenciosa de varios años de trabajo de Leda, metiéndose en las entrañas de un país escondido, entrando en ranchos, visitando festividades, para recuperar el valioso tesoro escondido de la baguala, la tonada, la vidala y la música criolla, esa que se va transmitiendo oralmente de generación en generación y que surge de la mezcla de lo indígena con lo criollo.
Los discos contienen la música que nace de campesinos, jóvenes, docentes, músicos naturales y habitantes anónimos de la Quebrada de Humahuaca, Tucumán, Cuyo, Salta, Buenos Aires y Santiago del Estero. El valor de este material no es antropológico, sino artístico. Son documentos que registran la materia viva y espontánea de la música, en estado primitivo, que hoy todavía se puede encontrar en el centro y norte del país. Sólo hace falta meterse en el corazón de festividades populares, encuentros religiosos o para tiempo de carnaval. Ritual y celebración solitaria del canto con caja de un pastor en las alturas de la Puna. La experiencia sonora sólo se puede comparar con lo que se descubre por primera vez. Esa intensidad de la copla genera un estado emocional. Así, el grito desmedido o el sonido de una quena tocada a 3800 metros de altura en un paisaje desolado permiten acercarse al vivaz reencuentro con la identidad perdida y despojada hace 500 años, cuando Cristóbal Colón pisó por primera vez América.