A los 72 anos, el histórico murguista lleva adelante una retrospectiva con un nuevo grupo, que podrá verse el 24 de marzo en el Auditorio de Belgrano
- 11 minutos de lectura'
Raúl Castro nació en un barrio de Montevideo el mismo año del Maracanazo: 1950. Como letrista y poeta, sus versos forman parte de canciones emblemáticas de Jaime Roos y de tantos tablados de carnaval. Creó Falta & Resto, una de las murgas más emblemáticas, esa que supo trascender los días de fiesta para sonar todo el año y en distintos países, incluido la Argentina. Resucitó varias veces. Lo hizo cuando regresó del exilo al Uruguay. Lo hizo en 2016, cuando su corazón se detuvo durante 19 minutos. Lo hizo hace dos años, cuando partió Natalia, su última compañera de vida y madre de sus hijos menores. Lo hizo y lo hace cada vez que sube a un escenario, un tablado de carnaval, o con el proyecto retrospectivo que actualmente encabeza, Tintabrava y el Bandón Murguero, que anda de gira por nuestro país y el 24 de este mes arriba al Auditorio de Belgrano.
Alto, delgado, de pelo largo y con un andar por el que no aparenta la edad que lleva, Raúl se detiene en cada palabra que pronuncia con la galantería del poeta. Eso quiso ser desde niño, desde que escribió la primera letra, a los 7 años, para una de las murgas de su barrio. Desde entonces no paró, incluso transmitió ese oficio a la descendencia. El mayor de sus seis hijos, Felipe Castro, es letrista, compositor y fue director musical de Falta y Resto durante un par de décadas.
Raúl es una leyenda viva de los tablados desde finales de los sesenta hasta hoy. Y por supuesto que hubo en todo ese tiempo varios hitos que podrán estar capturados como instantáneas de su vida murguera, en el espectáculo que “craneó” con su alterego: Tintabrava. El racconto que hace Castro en el espectáculo -que presentó en el Uruguay y que paseará durante marzo por Santa Fe, Córdoba, San Juan, Rio Cuarto, La Plata y Buenos Aires, entre otras ciudades- es su propia historia a través del nombre con el que ha sido bautizado hace cuatro décadas. “Este espectáculo es contarle a la gente la historia de un simple murguista devenido en poeta por simples razones de fuerza mayor. No había quién escribiera para la murga. Así arrancó a escribir. Y fue bautizado por un borracho, en un boliche, como tenía que ser”, resume Castro. La historia es conocida en el Uruguay, pero no tanto de este lado del Río de La Plata. Cada año, el comité de censura de la última dictadura militar del país Oriental revisaba las letras que las murgas cantarían en el siguiente carnaval. Castro salió de esa oficina estatal y cuando llegó al boliche, con una carpeta llena de tachaduras, “El Milonga” le dijo: “Y qué querés Flaco, si andás con la tinta brava”.
Así se va desarrollando la historia. “Son canciones que tienen la poesía de Tintabrava y la música de grandes músicos uruguayos como Jaime Roos, Jorge Lazaroff, Felipe Castro o Zurdo Bessio. Nos reconocemos en estas últimas cinco décadas de carnaval. Comienza en la década del setenta, con el baile de máscaras. Lo más interesante es el envase, porque además de ser de murga tiene un cuarteto típico: contrabajo, guitarra, bandoneón y piano. Se dan un montón de cosas que llevan a la gente de la risa a las lágrimas. Y a la sensibilización de temas medio olvidados que es importante mantener vivos. Historias no concluidas sobre derechos humanos, como la de Elena Quinteros [maestra y militante anarquista detenida desaparecida en 1976] o Mariana Zaffaroni [niña apropiada en la Argentina y llevada al Uruguay junto a sus padres desaparecidos]. La murga también cantó para que apareciera y un día Mariana, a la salida de un Gran Rex, me dijo: ‘me buscaron durante 25 años y me encontraron’. También tenemos canciones como ´Cuando juega Uruguay’, ‘Don Carlos’, ‘Las luces del estadio’. Es muy personal, pero incluye a todo el mundo. Todos se sienten identificados cuando canto esos momentos”.
-¿Hasta qué punto tomás distancia de ese Tintabrava al que te referís en tercera persona?
-Hay un juego constante. En el espectáculo doy pistas para que se sepa que Tintabrava es el que está relatando. Pero nunca lo tengo asumido hasta el final. Creo que Tintabrava es un compromis en alguno de los sentidos de la bravura de la tinta: para hacer reír, para ironizar, para dar una opinión editorial política o social. El apodo es un filtro. Y es la creación de un álter ego que me cuestiona. Tintabrava no se equivoca escribiendo. Yo, Raúl Castro, me equivoco seguido. Tintabrava me corrige.
-Si la censura uruguaya de aquellos años prohibía tantas palabras de la letra de una murga, ¿por qué no censuraba directamente el carnaval entero?
-Buena pregunta. Porque los milicos eran hinchas de las murgas y de los parodistas. Tenían ahí sus corazoncitos. Es tan fuerte el carnaval montevideano que los soldados rasos eran hinchas de las murgas. Muchos de los que están en bandas militares salen en conjuntos de carnaval. Muchos cantan en murgas. La murga es como un cuadro de fútbol. Por eso solo censuraban las letras, no todo un espectáculo. En esa época cantábamos con melodías de canciones prohibidas. Esa melodías no se censuraban; solo las letras.
-Claro, nadie censura un Do o un Re...
-Y los que conocían a qué canciones pertenecían esas melodías, sabían de qué estábamos hablando. Eso, de algún modo, fue bueno porque nos obligó a buscar otros caminos metafóricos. De un cuplé muy famoso hice la letra sobre una murga que no existía, que no cantaba, no tenía presentación, cuplé ni director. Si bien cada uno podía interpretarla a su manera, también surgieron las críticas. Y fue que los críticos concluyeron con que la murga solo podía hacer reír. Esa era su función.
-En parte hablabas de Falta y Resto en ese cuplé.
-Sí, también.
-¿Quizás por esos años en que Falta y Resto decidió no salir en carnaval?
-El arte copia la vida y a veces es al revés. En alguna medida fue así. Y ahí fue cuando coincidieron Raúl Castro y Tintabrava.
-¿Qué cosas del carnaval te revelaron?
-Creo que el carnaval se reveló contra mí. En este sentido hicimos una murga de coro paritario [igual cantidad de voces masculinas y femeninas] en 2018 y fue tan fuerte meternos con una tradición tan grande, sobre todo porque lo hiciera una murga tradicional como la Falta, que tiene más de cuarenta años. Si lo hace una murga nueva no llama tanto la atención. La cátedra dice que la Falta tiene que seguir la tradición. Pero el coro paritario movió todos los cimientos. Uno de los temas que cantamos, por los movimientos feministas de América Latina se convirtió en el tema más difundido de la Falta en toda su historia. Creo que la manera es ver el arte como reflejo verdadero. Lo popular como una cosa masiva pero profunda. Para no ser solo una moda hay que tratar de ser profundo y simple, que es lo más difícil. Que te entiendan en todos los tablados, más allá de los niveles de información que se manejen. Que me entiendan en la costa de Montevideo, donde vive la gente de mayor poder adquisitivo, y en el Montevideo profundo y en el interior del Uruguay. Y que me entiendan en Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. Hay que escribir mucho para que quede algo.
-El coro paritario no solo implica una transformación y deconstrucción en el marco de un concurso de carnaval sino en todo el folklore que rodea a la murga. No es solo un golpe de efecto...
-Es un golpe de efecto, pero el primero que cimbra es uno. Y no es gratis. Porque uno no sigue siendo el mismo desde que aparecieron siete mujeres en el coro de la murga. Lo primero que hay que hacer es aprender, no tratar de enseñar. Hay que aceptar cuestionamientos o que escribiste cosas que hoy no volverías a escribir. Desde el punto de vista artístico es como el caso de un pintor que durante cuarenta años pintó cosas que a la gente le gustaban, pero nunca le dieron el color rojo, por ejemplo. Estuvo 40 años sin el rojo. Qué gil. Qué hubiera pasado si había siete mujeres arriba del tablado, así como abajo que son mitad y mitad. Habría sido algo más representativo. Reflejo de lo que sucede. Claro, pero hace cuarenta años mi cabeza era machista. El entorno te ayuda a cambiar. Hay que animarse.
-¿Qué tanto de lo personal está reflejado en el espectáculo? Te pasaron cosas fuertes. Exilio, 19 minutos sin respirar, la perdida reciente de una compañera de vida.
-No quise emplear golpes bajos, como haber estado grave. Tuve un paro cardíaco de 19 minutos y luego doce días en terapia intensiva. Lo que sí está es que uno siente que resucita todos los días con esto nuevo que estamos haciendo en el espectáculo. Uno puede cuidarse y cuidar a los demás. Se puede ser ambicioso en las pequeñas cosas diarias. Yo vivo con mis hijos [menores] Antonio y Mora. El tesoro es preguntarles qué quieren almorzar, ir a comprar y cocinarles. Esas cosas se valoran más y me dan fuerzas a largarme a cosas nuevas. Sin decirlo, incluyen esa resurrección.
-¿La pérdida reciente es transformar el dolor en felicidad?
-Sin duda. Natalia, que hace dos años que falleció, fue mi compañera también en lo artístico. Era la vestuarista y productora del grupo. Toda esa influencia y fuerza podía terminar en dos cosas: yo me rendía o la honraba. Elegí honrarla. Eso significa trabajar el doble, bien abierto y como a ella le gustaba, con el corazón en la mano, haciendo lo que me gusta. Y la siento presente, aunque su falta es importante.
-¿Hacés balance de lo mejor y peor de la vida?
-No, de lo peor me olvido enseguida. Soy visceralmente optimista. Me levanto todos los días y agradezco a Dios abrir los ojos, los hijos que tengo y las cosas que hago para ganarme el pan. Soy un tipo que hace lo que le gusta.
-Más allá de que el espectáculo murguero trascendió los días de carnaval, llegó a otros escenarios en distintos momento del año y generó trabajos más estables. Los murguistas siempre se dedicaron a otras actividades para ganarse el pan. ¿Encontrás contradicciones entre el Castro letrista de murga y el creativo publicitario?
-Sí. Hay una contradicción y Tintabrava se la echa en cara al flaco Castro. Dice que el flaco es el lápiz armado de la oligarquía [larga una carcajada antes de continuar]. Pero yo digo que tuve suerte, porque mis dos clientes más importantes llevan más de treinta años conmigo. La diferencia sustancial entre publicidad y arte es que en el arte no hay objetivo de marketing. La publicidad juega con el dinero del otro, por eso hay que ser cuidadoso. Hay que expresar la sensibilización que busca quien te contrata. Y que sea lo suficientemente efectiva sin llegar a contradecirte éticamente. Si me traen para vender cajillas de cigarros no lo haría. No me parece lógico decirle a la gente que fume o que vote a tal candidato que yo no votaría. Tuve la suerte de no tener que hacer nada de eso. Pero tampoco soy un héroe por eso. Si lo sabés llevar, arte y publicidad se complementan.
-En Uruguay la mayoría conoce lo que escribiste. En la Argentina quizá no sepan que muchas de las letras de los temas de Jaime Roos son de tu autoría…
-Hay algunas canciones que la gente cree que son mías y en realidad son de él. Estamos a mano. Hay una copla que dice: hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son; después que el pueblo las canta, ya nadie sabe el autor. Y cuando uno entra a un boliche y un pibe silba una melodía tuya, pero no te reconoce, el orgullo es más grande. Yo me siento como se debe haber sentido Lepera. Para mí, Jaime es Gardel. El ha tenido la deferencia de haber construido conmigo una escalera de canciones que a los dos nos llevó a un reconocimiento muy hermoso, cada uno a su medida. Y cada uno de una manera distinta. No tengo más que agradecimiento. Es mi amigo, me enseñó mucho. Y tiene una sensibilidad fuera de lo normal.
Más notas de Entrevistas
Más leídas de Espectáculos
En Nueva York. Mafalda, invitada especial en la gala de los Emmy Internacional, cumplirá uno de sus grandes sueños
“Eternamente agradecido”. Gastón Pauls reveló el rol que cumplió Marcela Kloosterboer en su recuperación de las adicciones
"El dolor fue real”. Denzel Washington: su cambio físico, la ayuda que recibió de Lenny Kravitz y una impensada confesión
Estalló todo. La reacción de la ex de Franco Colapinto tras las imágenes del piloto con la China Suárez