La banda está de vuelta con una gira que, dicen, será la última de sus 40 años de carrera; se presentarán en Vélez en septiembre pero, antes, hablan con LA NACIÓN de sus amigos famosos, historias disparatadas y, claro, de rock and roll
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Emprender la tarea de tener una conversación ordenada con el grupo que encabeza Juanse (Juan Sebastián Gutiérrez) es como enfrentarse a un tsunami agarrado de un flota-flota. Una charla con Ratones Paranoicos puede llevarte de Phil Collins a Lali Espósito y de Narciso Ibáñez Menta al presidente Javier Milei, pasando por Lou Reed, La Mona Jiménez, Pappo, Marta Minujín, Greta Garbo y, por supuesto, Jesús.
Pablo Memi (bajo), Sarcófago (guitarra) y Roy Quiroga (batería), que completan la banda, conocen el oleaje desde hace cuarenta años: no intentan contenerlo, saben surfearlo, lo disfrutan. Este componente caótico se convirtió en una parte esencial de la personalidad de la banda, que se preservó con la complicidad de la amistad y se robusteció con talento y trabajo: la fórmula que los llevó a convertirse en la banda de rock and roll argentina. En diálogo con LA NACION, desde su sala de ensayo el grupo comparte historias difíciles de situar en fechas precisas y comentarios fuera de cálculo, algo que para 2024 puede decirse de muy pocas figuras públicas. El próximo 14 de septiembre, Ratones Paranoicos celebrará sus cuatro décadas de confabulación y coronará el Última Ceremonia Tour con un show en el Estadio de Vélez.
Desde el surgimiento de la banda a esta parte, el grupo parece haberlo hecho todo. Entraron en el radar de los músicos que admiraban: tocaron con Keith Richards, telonearon a los Rolling Stones y trabajaron con Andrew Loog Oldham, el productor de los británicos. Pisaron todos los escenarios nacionales que consagran a una banda de rock como tal, confirmaron su poder de convocatoria en reiteradas oportunidades y grabaron más de una decena de álbumes de estudio que hoy son parte del inconsciente colectivo nacional. En un lapso tan grande y cargado de hitos, los vínculos de la banda con la prensa tuvieron sus altibajos. Juanse recuerda particularmente cómo se habló de ellos luego del primer teatro importante que hicieron, una fecha en el Santa María en una noche de 1986 con paro de transportes, antes de que Argentina se consagrara campeón del mundo. En una de las críticas de ese show se acusaba a Juanse de no decidirse entre seguir a los Beatles o a los Stones. “Nos verdugueó todo el texto y terminó arruinando su propia crítica”, dice sobre el crítico. “¡Ya era obvio que había influencia de los dos!”, remata.
La banda se formó a principios de los 80 con los mismos cuatro músicos que se presentarán en septiembre en Vélez. Sarcófago, Juanse y Memi se conocieron en las aulas del colegio Cardenal Copello de Villa Devoto (el mismo al que asistió el presidente Javier Milei durante su infancia y que el mandatario visitó el 7 de marzo último). Roy los conoció a través de un aviso publicado en una revista. Igual que con los medios, los vínculos internos tuvieron vaivenes, períodos en los que cada uno hizo foco en planes propios o simplemente necesitaron poner distancia. Para Juanse, esos momentos fueron importantes para sostener el proyecto común a largo plazo: “Cada uno tiene su actividad, sus elementos para crear, pero la unión de la banda es algo que es permanente. De alguna manera siempre tuvimos que respetar eso para que las cosas funcionen”.
-¿Cuáles fueron los momentos más difíciles de la banda?
Juanse: -Siempre nos fue bien profesionalmente, gracias a Dios. Los malos momentos son graciosos, de la época en que nos zarpaban con las entradas o teníamos que tocar en un escenario lleno de agua y había dos cables atravesando el escenario.
Memi: -O cuando un productor nos quiso robar todos los equipos.
Juanse: -Lo de los equipos fue en el Teatro del Plata. Siempre nos quisieron robar, sea con los temas o con los instrumentos. Enfrentamos muchas situaciones críticas y económicas y nos dimos cuenta que esas preocupaciones no tienen que ver con la esencia del grupo. Nuestra esencia es venir, juntarnos a tocar. Estar contentos acá en la sala. Es como una comunión entre nosotros, con todas las diferencias que tenemos, ensayando somos una sola persona con cuatro cabezas. De los malos momentos nos hemos reído, tampoco hemos tenido fracasos.
Roy: -Bueno, porque tampoco hemos perseguido el éxito.
Juanse: -Exacto. Te voy a contar una anécdota breve. Pappo llega a Los Ángeles, lo espera su manager, tenía un contrato muy importante, tenía que tocar y ponerse a prueba porque tenía a nada menos que al hermano de Steve Ray Vaughan -Jimmy Vaughan- y a un gran baterista en una banda que le había armado Arista. Llega a Los Ángeles, se encuentra con su manager. Iban todos en silencio adentro del auto. En un momento Pappo dice: “Acá nos va a ir muy bien”. “¿Por qué?”, le preguntan. Él responde: “¿No ves que todos los carteles dicen EXIT?”. Todos los artistas tienen diferentes formas de interpretar lo que reciben. A algunos les interesa más la música, a otros el éxito. A nosotros nos interesaba más lo primero.
Roy: -No lo pensábamos en términos de éxito o fracaso, pero sí queríamos superarnos a nosotros mismos en lo que nos gustaba hacer.
Juanse: -Fracasar puede ser bueno para vencer ciertos ámbitos de oscuridad que hay. Nuestro Señor Jesucristo ¿fracasó o no? ¿Lo mataron en la cruz o no? El uso de ese elemento, la cruz, que era un elemento de humillación, él lo transformó en un elemento de victoria, de triunfo. Porque engañó a la muerte con eso. Y no es broma engañar a la muerte. Preguntale a Narciso Ibáñez Menta, él también quiso engañarla y no pudo. Pero el fracaso incluye la verdad, porque el fracaso envuelve a tu entorno social y ahí te das cuenta que cuando el Titanic se empieza a hundir, algunos se van. A los músicos del Titanic les interesaba la música, por ejemplo, ¿cómo era que se llamaban?
Sarcófago: -Los Botes, se llamaban (risas).
Memi: -Tocaron “La balsa” (más risas).
Juanse: -Esos músicos tienen el patrimonio heroico de haber dicho: “No vamos a poder irnos, sigamos tocando”, ¿entendés? Hubo algún problema de sonido después, pero les importaba la música...
Memi: -Fue un problema de afinación por la humedad...
En la composición, para Juanse, esa búsqueda permanente tuvo más que ver con refinar una sensibilidad que con ostentar virtuosismo. “No se requieren tantos elementos para generar lo que hicimos, nosotros nunca nos exhibimos con la parte estructural de nuestras canciones: nos preocupamos por que todas contaran una historia, que es la clave para sentirse identificado. No alcanza con una melodía, una armonía, un ritmo. Si cumplís con todos esos requisitos pero detrás de tu genial composición no está la historia, no va a pasar nada con eso o quizás pasa algo que muy rápidamente se olvida”. En esa búsqueda educaron oídos eclécticos que fueron desde el glam y el punk (que marcaron sobre todo los primeros pasos de la banda) hasta el rock and roll (que delineó la identidad y el sonido con el que se hicieron de un público masivo). “Nosotros interpretamos siempre lo que quisimos porque somos músicos académicos, pero todo lo que hacíamos tenía una base de conocimiento de haber estado horas, horas y horas escuchando New York Dolls, Lou Reed, Sex Pistols, a los Stones, a Bob Dylan, a quien se te ocurra. Somos tipos abiertos, aunque no parezca”.
-En el último tiempo se armó una discusión pública sobre la participación del Estado en la organización de festivales de música. ¿Qué piensan sobre eso?
Juanse: -A mí me encantan los festivales. Nosotros siempre fuimos neutrales en ese aspecto. Siempre hemos sido independientes desde todo punto de vista, no hemos sido inventados por ningún medio de comunicación ni por ninguna empresa, eso también te da una visual grosa de cuál es nuestra posición. Los artistas no tienen que ver con la organización de los festivales. Nos contratan y vamos. Creo que tener festivales es bueno, ya van a volver.
Memi: -A mí lo que no me parece es que se ponga en la mira al artista, como pasó con Lali Espósito o Fito Páez. Se los expone mal.
Roy: -Los festivales son una alegría para la gente, una oportunidad de ver a un montón de artistas que no podrían ver de otra manera. A veces se hacen en pueblos muy chiquitos, de cinco mil habitantes y llega muchísima gente de todos lados. Además, en general, son eventos en los que también participan empresas privadas, no son subvencionados por el Estado en su totalidad.
Vueltas extrañas de la vida: hubo un momento, hace 50 años, en que el funcionario que instaló esta discusión sobre el vínculo entre el Estado y los eventos culturales fue al mismo colegio que tres de los cuatro Ratones Paranoicos. Todos ellos aseguran no haber conocido a Javier Milei, aunque Juanse sabe que, en una etapa, el gusto por el rock and roll del actual mandatario lo acercó a la banda. “Él venía mucho a los shows nuestros, pero yo nunca lo vi”, dice.
La historia del grupo está plagada de estas conexiones, no solo por la extensión de su recorrido, sino también por la capacidad de sus integrantes de moverse en ámbitos muy disímiles entre sí. Una tarde de la década del 90, Juanse podía darse una vuelta por el taller de Pappo -con quien, además de trabar amistad, armó la Juanse-Pappo Roll Band y compartió otros proyectos en la música- o encontrarse a Marta Minujín en una vernissage de una coqueta galería porteña -la artista creó el ojo espiralado que apareció en el arte de Tómalo o déjalo (1990)-.
A Pappo lo conoció por amigos en común: el guitarrista terminó convirtiéndose en alguien muy importante para toda la banda en términos personales y musicales. “Fue un artista de primer nivel. Tuvimos la gracia de ser amigos suyos y formar una especie de familia”, dice Juanse. A Minujín, en tanto, la conoció en una galería de arte, mientras el músico le daba vueltas a la idea de que la banda tuviera su propio logo a la manera de la lengua de los Stones. “Le comenté la idea y me dijo que fuera a su casa”, recuerda Juanse. “Tardó un montón en atenderme porque estaba haciendo unas estructuras increíbles. De golpe apareció y estuvimos tres horas hablando, nos fuimos al estudio de ella que era una especie de oficina en la calle Humberto Primo”, dice. La artista lo presionó para aproximarse a una idea más concreta, para tener una orientación en el desarrollo del logo. “¿En qué están pensando? ¿Qué quieren hacer, qué quieren mostrar?”, preguntó. Juanse miró las manos de Minujín y le señaló un anillo que tenía un grabado con una figura similar a la de un ojo. “Eso me gusta”, le dijo. Minujín le propuso dibujarlo juntos. “Me agarró la mano y lo fuimos creando entre los dos”, cuenta Juanse. “Era espectacular, exactamente lo que yo tenía en la sabiola. Ahí se formó un vínculo, sentí que esa imagen respaldaba a la banda desde nuestro criterio estético”.
En esa línea de tiempo tan difícil de abarcar, otro de los nombres que aparece es el del productor Andrew Loog Oldham, a quien Ratones Paranoicos conoció para trabajar en Fieras Lunáticas (1991). Para Juanse, esta relación, retratada en el documental Rocanrol Cowboys, le cambió la vida a toda la banda. “Nos dio personalidad en el estudio, interpretación y una visión que no estábamos preparados para descubrir por nosotros mismos”.
-Alguna vez leí que Oldham los había exigido tanto que los puso frente a la pregunta de por qué se habían dedicado al rock. ¿Por qué lo hicieron?
Memi: -Creo que a todos nos daba pánico trabajar en una oficina.
Juanse: -Es verdad. Tenemos algunos hobbies, pero no sabemos hacer otra cosa.
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