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Cuando editaron su disco Raro corría el año 2006 y Cuarteto de Nos era un grupo uruguayo conformado, sí, por cuatro músicos (más adelante serían un quinteto). Tocaban hacía dos décadas, tenían diez álbumes en su haber, cierta notoriedad y profesiones diversas que les permitían comer. Ahí, justo ahí, eclosionó su sistema y gracias a este trabajo, el universo les cambió para siempre. Y ahora, con la bienvenida excusa del aniversario número 15, sale “la niña bonita”: Raro en vinilo.
El compositor y cantante Roberto Musso se conecta por Zoom desde su casa en Montevideo. Se puede ver su espacio de trabajo, con afiches colgados de “Gaucho Power”, con espacios a los lados donde convive con sus guitarras y computadoras, recuerdos musicales, premios. Está en el fondo, separado del resto del hogar “para no molestar en ambos sentidos”. Mientras compone, su rol en pandemia es multi-rubro y puede ocuparse del gasista (justo se le rompió la calefacción, cuenta), así que pide permiso y va a abrir. También puede dedicarse a tareas que no imaginó en el mundo pre-Covid-19, como asistir a clases virtuales con su hija.
Con la simpatía inalterable de siempre, constatada en muchas entrevistas desde la salida de Raro, Musso reflexiona y se explaya con una precisión lingüística casi quirúrgica. La misma cualidad que también lo asiste al dar forma a las letras de sus canciones, la del manejo del lenguaje, se pudo hacer masiva desde “Yendo a la casa de Damián” o “Invierno del 92″ (con la salida del disco que hoy nos convoca).
La certeza desde entonces fue la rareza del disco y, sobre todo, de los acontecimientos desde entonces hasta hoy. “Si hubiéramos calculado artísticamente que Raro iba a cumplir 15 años en un año mucho más raro que el 2006, cerraba totalmente el concepto”, cuenta. Dice que el vinilo es simbólico, piensa que muchos fanáticos lo van a querer como objeto y admite que las tiradas que vienen sacando en América Latina están siendo “un suceso bárbaro”.
-Si pudieras volver atrás, ¿cambiarías algo de este disco?
-No. Indudablemente hay una banda previa y una posterior a Raro. Fue el momento en que pateamos el tablero y dijimos: “vamos a refundar el Cuarteto”. Sin perder la esencia, pero buscando un aggiornamiento. A nivel musical fue la primera vez que decidimos trabajar con un productor ajeno a la banda como Juan Campodónico, que resultó decisivo. También empezamos a trabajar con otra infraestructura para las giras, con la prensa. Cambió todo. Fue una especie de llave mágica que nos abrió puertas que no sabíamos que existían.
-Cuando estaban grabándolo, ¿pudieron imaginarse todo lo que estás contando?
-Fue premeditado el cambio de estructura y de la parte creativa, incluso. Cuando compuse las canciones para mí novedosas como “Damián”, “Yo no sé qué hacer conmigo” o “Invierno del 92″, mandé los demos al resto y me acuerdo que les dije que no les dieran mucha pelota a esas canciones, que había algunas que duraban cinco minutos, que tenían rimas rarísimas. Al otro día me llamaron y me dijeron: “Rober, estás loco, ¡las que están más buenas de todas son las raras!”. Pero ni pensamos en el suceso que iban a tener después de esta repercusión marcial. Y se volvió una especie de bola de nieve que fue creciendo sin pensarlo. Empezaron a suceder cosas que no nos habían pasado nunca, como que nos llamaran de sellos internacionales para grabar o que nos convocaran de festivales y de lugares donde nunca habíamos estado.
-¿Qué es lo mas raro que les pasó?
-La suma de todos esos parámetros dio como resultado algo que nunca hubiéramos pensado, que era dedicarnos a full, cien por ciento a la música y particularmente al Cuarteto. Hasta ese momento teníamos otras ocupaciones, trabajos que nos gustaban mucho. Y ojo, no es que decíamos: “Ay, yo quiero llevar la guitarra al hombro”. Porque nuestros trabajos eran, además, muy bien remunerados. Sabés que soy ingeniero en sistemas. Y cada uno con lo suyo, mientras la música nos colmaba en todo otro aspecto. Pero ahí tuvimos que preguntarnos: “¿Y ahora que hacemos? ¿Lo tomamos en serio?”. Esa decisión fue personal pero también grupal y hasta familiar porque tuvimos que consultarlo con nuestras familias y que estuvieran de acuerdo. ¡A los cuarenta y pico de años tuvimos que decidir si dejábamos el trabajo seguro! Teníamos hijos o casas que pagar. Esa decisión fue lo más raro. Y nos terminó uniendo muchísimo más como banda.
-¿Hubo resistencia por parte del grupo familiar?
-Hubo extrañeza. Después de tanto tiempo, justo después se fue mi hermano Riky de la banda. Influyó el tema de empezar a girar y estar fuera de casa mucho tiempo. Cada uno en ese momento tenía una realidad familiar diferente. Para poder tener esta carrera, con lo sacrificado de la ausencia en la casa, tenés que contar con una familia que te apoye y que vaya contigo en las decisiones. Ahí fue unánime. Ahora te reís pero en el momento fue duro tirarse al océano y no saber si te vas a hundir en las aguas del arte. Ja.
-Hablando de las giras y de ausencias, con la pandemia sobrevino exactamente lo contrario. ¿Tuviste una sobredosis de hogar o pudiste sacarle provecho?
-Para los músicos que llevamos mucho tiempo de gira, que veníamos acelerados como un auto a 150 kilómetros por hora, esto fue como frenar en seco y bajarse del auto para quedarse en una casa. Fue extraño pero yo tengo una nena chica que dejó de cursar clases presenciales para tener clases en casa. Estar presente ahí en la educación de ella fue impagable. También fue bueno tener tiempo para escribir. Yo solamente puedo componer aquí en Montevideo, en gira no lo puedo hacer.
-¿Qué otra cosa hiciste que no solés hacer nunca?
-Mi esposa me decía: “¡Lo que dormiste los primeros tiempos! Se ve que estabas muerto de cansancio”. Esa parte se disfrutó mucho. Yo no me aburrí ni me sentí, hasta ahora, con ningún complejo de encierro ni nada. Tuve tiempo para dedicarle a la familia y buscar qué me inspira (que no sea esta peste maldita).
-¿Qué compusiste?
-Con el Cuarteto nunca somos de tratar temas panfletarios o directos, nos gusta ir por otro lado, tocar la realidad de una manera más tangencial. Surgieron canciones que están buenas, las estuvimos mostrando a los productores. La idea es grabar algo nuevo en el segundo semestre, mientras esperamos que se reabran los shows. Pensamos editar un adelanto en septiembre, otro para fin de año y el disco para principios del año que viene. Ensayar con el tapabocas o no juntarnos es complicado pero la gente exige que tengamos algo nuevo.
-Decís que tus letras no son panfletario pero sí van al frente con temáticas complejas...
-Sí, pero no tratamos esas temáticas de manera directa en el estribillo, por ejemplo, lo hacemos de una manera más rebuscada, con un guion más desarrollado o una mirada diferente. Al punto que hice algunas letras pre-Covid y ahora las releía y pensé que la gente va a creer que lo escribí por el coronavirus. Me dije: “¿Se lo cambio o no se lo cambio?” Me pasó con dos o tres canciones. No soy Nostradamus, pero una letra habla de “echarle la culpa de esto a un virus”.
-Hoy hay mucho cuidado al hablar o escribir sobre determinados temas, mucho más que hace quince años. ¿Tenés algún tema tabú?
-Te soy sincero: tengo mucho más cuidado al componer ahora que antes en cuanto a revisar más las letras. Pero también está todo el material que ya hicimos. En los 90 tocamos todos los temas tabú que se podían tocar.
-¿Te acordás la polémica por el tema de Artigas?
-Nosotros venimos de una generación de post dictadura, igual que en Argentina. Éramos unos jóvenes que recién entramos en la universidad y había una efervescencia cultural increíble. Es intransmisible. Todo lo contestatario de esos años llevó a que el Cuarteto tuviera una dialéctica contra todo lo establecido. A esta altura, con mi edad biológica, siento que está muy bien haber escrito eso antes pero no son las cosas que escribiría ahora.
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