MADRID.– Cuando ancla la nave de una maquinaria nómade e imponente llamada Raphael , acude a aquel sitio gris que llama "oficina", un lugar como tantos otros, pero que él impregna con calidez. Una mujer escucha su voz mientras sube por la escalera y sale efusiva a su encuentro. Ella acaba de regresar de su licencia de maternidad y él, de Estados Unidos, donde tocó el último fin de semana. Promete contarle detalles del recién nacido a Miguel Rafael Martos cuando se libere de los desconocidos que lo siguen camino a una terraza donde se realizarán algunas imágenes. Detrás de Raphael caminan un asistente, la maquilladora, el fotógrafo y su colaborador, además de un medio de TV colombiano que en esa jornada lo sigue a sol y sombra. La cita era a las 11, pero él llegó antes, y, por lo tanto, la entrevista comenzó antes. Pide que se lo tutee y un té de manzanilla. Disciplina y responsabilidad son solo algunas de las herramientas intactas de un artista que cumple 55 años de profesión, dio varias veces la vuelta al mundo, obtuvo 334 discos de oro, 50 de platino y uno de uranio [más de 50 millones de copias vendidas]. Algunos lo llaman manía; otros, oxígeno. Él prefiere su propio diagnóstico: Loco por cantar. Así define a su gira y a aquel impulso por el cual no pudo festejar su cumpleaños días atrás, una de las dos fechas en las que conmemora su natalicio: una es la que marca su llegada a este mundo, en 1943; la otra, su exitoso trasplante de hígado, en 2003.
–¿Cómo elegís los temas que integran el repertorio de cada recital?
–Los temas los elige la gente, sin votar ni nada, porque sé lo que ellos quieren que les cante. Pero, aparte de esas canciones, les doy a oír cosas nuevas para que no diga que siempre canto lo mismo.
–En la Argentina conociste a un sacerdote llamado Jorge Bergoglio...
–Sí, fue a verme al Gran Rex con el Padre Ángel [presidente de la ONG Mensajeros de la Paz], que es un ser muy popular y muy querido en España, y yo soy presidente de una de esas asociaciones. Pasó al hotel a saludarme. Venía con un obispo, el obispo de Buenos Aires, y me lo presentó. No sabía que a los dos años iba a ser Papa. Me pareció encantador.
–De todas las personalidades que conociste, ¿alguien te ha deslumbrado?
–Todo el mundo tiene algo para aportarme, algo nuevo, pero el que más recuerdo fue el papa Juan Pablo II, en Roma. Me sentí muy intimidado, para bien. Tenía una personalidad tremenda. Estaba frente a un ser muy superior.
–Otro ser con mucho poder, con otro estilo, es Donald Trump, ¿cómo fue ese encuentro?
–Es empresario o era, o no lo sé... Tenía todos los negocios de hoteles de Atlantic City y estuve contratado en un teatro inmenso que tenía dentro de un hotel. Fue con su hija a verme y era cumplimentarme porque me tenía contratado. Yo por entonces no imaginaba que iba a ser presidente. Sigue igual de grandote. La niña [Ivanka] tendría 10 años.
–Después de tantos años de gira, ¿en qué cambiaste a la hora de encarar una gira? ¿Seguís teniendo nervios, ansiedad?
–Los nervios los olvidé hace mucho tiempo. Salgo al escenario ahora a disfrutar con la gente. Me lo he ganado después de demostrar durante tantos años lo que sé hacer. Salgo sin nervio alguno. Hay un sentido de responsabilidad, sí.
En 55 años de profesión dio varias veces la vuelta al mundo, obtuvo 334 discos de oro, 50 de platino y uno de uranio, que vendió más de 50 millones de copias
–¿Mantenés esa rutina de quedarte callado varias horas antes del recital?
–El día que canto, que es casi todos, normalmente no hablo. Lo primero que se me oye a mí es la primera nota que doy en el escenario. En eso me ha ayudado mucho el WhatsApp. Todas las órdenes y pedidos los hago por WhatsApp. No necesito ni siquiera llamar por teléfono a mi asistente. Eso cuida bastante la voz.
–Hace poco te dieron un premio a vos y a Pedro Almodóvar [la alcadesa de Madrid les otorgó la distinción de "hijo adoptivo de Madrid"]. ¿Es verdad que él te ha ofrecido trabajar con él?
–Bueno, espero que sí. Yo sí quiero trabajar con él. A nadie le amarga un dulce, Pedro es don Pedro, y de cine entiende un poco, y a mí que me encanta el cine. Lo que pasa es que hacer cine conmigo es muy complicado porque siempre estoy de gira. A Álex de la Iglesia le costó pobre tres años y tuvo que hacer dos películas de por medio hasta que yo tuve una chance y pudimos hacer Mi gran noche.
–La canción "Mi gran noche" es un himno que baila hasta el presidente de España.
–Y no lo hace mal. A mí lo que más me emociona de "Mi gran noche" es cuando la canta el estadio. Cerca de 50 mil personas se ponen a cantarla cada vez que meten un gol. Se la saben sin letra, pero se la saben.
–Tenés muchos himnos a lo largo de tu carrera.
–Sí: "Yo soy aquel", "Yo sigo siendo aquel", "Digan lo que digan", "No vuelvas", "Al ponerse el sol", "Amor mío", "En carne viva", "Quien sabe nadie", "Escándalo", "Maravilloso corazón"... Pero, ¿sabes a mí lo que me gusta cantar?
–¿Qué?
–No te creas que es peloteo...
–¿Tango?
–Exacto.
Amor a primera vista
El puente entre Raphael y la Argentina se extiende desde 1967. En Youtube puede verse ese fragmento de su vida en su primera visita al país cuando, luego de haber llenado el Ópera, el programa Sábados circulares, conducido por Pipo Mancera, lo despedía con la certeza de que ese jovencito andaluz triunfaría. Fue la arenga de Tita Merello y la del compositor y socio artístico de Raphael, Manuel Alejandro, quien por entonces lo acompañaba en el piano, la que lo impulsó a cantar "Nostalgias". Raphael mira a la cámara y mientras comienzan los primeros acordes del piano agradece el cariño argentino y sin dar la espalda, con sus palmas toma impulso y sube a la cola del instrumento y desde allí entona los versos de Enrique Cadícamo.
"Pasaron los años. Siempre he tenido músicos argentinos. Siempre. Una vez me preguntó Mirtha Legrand por qué tenía músicos argentinos. 'Porque son los mejores', le dije. Es verdad. Lo siento así. Un día me preguntó Juan Esteban Cuacci, mi director musical, por qué no cantaba tangos. Habían pasado 30 años desde que había cantado 'Nostalgias'. Me había olvidado. Me pone Youtube y me veo a mí, jovencito, cantando. Entonces fuimos a Buenos Aires unos días y grabamos un tango. Para mí es el mejor disco que yo he hecho".
–Y lo decís así como si fuera tan sencillo.
–Es que para mí es muy sencillo porque tiene muchas reminiscencias andaluzas. El tango es muy español también.
–Siempre hay algo de bulería en todo lo que hacés.
–Eso cuadra con todos los ritmos latinoamericanos, con los del Perú, con los de Chile, con los de la Argentina.
–Y hablando de nostalgia, ¿sentís nostalgia alguna vez?
–Yo no soy nostálgico. Yo no soy de los que opinan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
–¿Cómo te cuidás?
–Digamos que no me descuido. Es más propio decir que no me descuido a que me cuido. No fumo, no bebo, huyo del relente, de la noche, porque es muy mala. Procuro hablar lo justo y con eso basta.
¿Podés disfrutar del tiempo libre?
–Sí, hago de todo. Estoy con mi mujer, con mis hijos, con los hijos de mis hijos.
–Que no es lo mismo que nietos...
–(Risas) ¿Dije algo que está mal? Son hijos de mis hijos. Esa palabrita que le quieres poner tú, eso es otra cosa. Ellos me llaman Raphael. El más pequeño me dice "Pepel".
–¿Tenés alguna asignatura pendiente?
–No, porque yo lo que tengo que hacer, lo hago, o al menos lo intento. Si sale mal, qué se le va hacer. No estoy dándole vueltas. ¡Pum! Voy directamente. Puedo tardar un año más, pero hacerlo lo hago siempre.
El jefe Indie
De todos los epítetos que ha recibido en su carrera ("el niño de Linares", "la mejor voz de Europa", "el monstruo de la canción", solo por nombrar algunos), el más reciente es "el jefe Indie". El apelativo responde a su presencia y cercanía con las generaciones más jóvenes, distantes de la balada romántica tradicional. Raphael se ha presentado en el último tiempo en festivales de diversos estilos, incluso en aquellos donde la mayoría de los intérpretes o bandas ofrecen rock como menú. "Eso es un milagro porque normalmente los artista mueren cuando su generación muere, pero pasar vigente de generación en generación... Ahora mismo tengo sentados en el patio de butacas, en el estadio donde esté, a cinco generaciones. Eso es muy bonito, muy hermoso", celebra. Su último disco, Infinitos bailes, cuenta con temas de Manuel Carrasco, Enrique Bunbury, Iván Ferreiro, Izal y Vanesa Martín, entre otros. Fue él mismo quien los convocó para que escribieran las canciones de este trabajo. "Necesito el vocabulario de la gente joven", sintetiza. El próximo proyecto de Raphael, cuando termine su gira, es grabar un disco con temas compuestos por jóvenes artistas latinoamericanos, quienes acompañarán también en duetos al cantante español.
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