Ráfaga: un clásico que sobrevivió al boom de los 90 y un éxito en España que ya lleva 18 veranos
MADRID.– Fenómeno esdrújulo. Su acento está depositado en el inicio de su expresión. Su estética, su química y su círculo íntimo son su lógica. Esdrújulos, así son los Ráfaga. Una máquina mágica de hacer cumbia. En el norte de Madrid, tres mosqueteros regresan de almorzar y se internan en la sombra del estudio de grabación. La ola de calor arrasa la ciudad, pero ellos no le temen a esta temperatura con la que, desde hace 18 veranos, recorren el país. El fin de semana los esperan tres presentaciones junto al Mediterráneo y hasta septiembre tienen una agenda completa que culmina en Milán. Otros dos mosqueteros regresan a la capital española desde Galicia para reunirse con los demás. Ráfaga cumple 24 años y, aunque algunos tengan prejuicios (o envidia), no existe otra banda ni otro solista argentino –de ningún género en ninguna época– con este poder de convocatoria en España. Además, en breve se conocerá su colaboración con Jimena Barón, grabada en Miami.
Un grupo de amigos jugaba a tocar música a mediados de los noventa, de la mano de Malagata y de Karicia, en Villa Fiorito, la cuna de Diego Maradona.
Ariel Puchetta, Richard Rosales, los hermanos Mauro y Ulises Piñeyro se conocen desde los 12 años y hoy tienen más de 40. Primero fueron los Marmolados, hasta que se desintegró la banda, pero no su amistad. Mauro y Ulises recorrieron el país con el grupo Red, pero pronto sus carreras darían un vuelco. Ariel fue elegido para integrar un proyecto novedoso: buscaban músicos y no "carilindos en cueros", como recuerdan. En 1996 nacía Ráfaga.
Sus apellidos casi no se pronuncian en entrevistas, pero están orgullosos de su identidad porque conquistaron –mediante un litigio– su nombre: Richard de Ráfaga, Ulises de Ráfaga o Coco de Ráfaga y la lista continúa. En el año 2000, cuando ya eran un grupo consolidado, lograron cortar el cordón umbilical con el empresario que regenteaba la agrupación y se llevaron el nombre de la banda consigo. Ariel Puchetta fue y es el vocalista del grupo. En 2003 decidió alejarse de Ráfaga y en esa distancia de 14 años forjó una identidad como solista. Hoy regresó de la mano de sus amigos del barrio, de la banda que vio nacer y convertirse en adulta. "Una cerveza", "Mentirosa", "Agüita", "La luna y tú" y "Una ráfaga de amor" son algunos de los hits de sus casi 150 temas. "Cuando estas solo tenés mucho más poder de decisión. Soy una persona muy grupal: varias cabezas piensan mejor que una. Económicamente me convenía estar solo, pero siempre prioricé mi corazón y hasta ahora nunca me falló", dice Ariel.
–¿Siempre tocaron cumbia?
Ulises: –Recién estábamos escuchando a Mick Jagger. Richard es rockero desde la cuna, pero se empieza a mezclar con nosotros. Por entonces, la cumbia era vista por muchos como "chingui chingui", pero nosotros hacíamos otra cosa. Un día vino el conguero de Karicia a casa y me dijo que estaba tocando mal. Tenía razón. Nosotros somos de barrio, autodidactas. No había otra que ensayar, porque si no seríamos siempre un grupo de "chingui chingui".
–¿En qué momento la música se convirtió en su trabajo y dejó de ser su hobbie?
Richard: –No teníamos un mango. Yo había terminado la secundaria y me tomé un año sabático. Después me puse a estudiar ingeniería, pero como no conseguía trabajo, me costaba mucho pagarme los estudios. Y si me metía en una banda, y ganaba algo de dinero, no iba a poder estudiar. Nos habíamos separado y no era como ahora que tenés el WhatsApp, sino que solo estaba el teléfono. Pero nunca se perdió el contacto. Con Mauro empezamos a hacer covers de Deep Purple. A veces Ariel venía a los ensayos y hacía los coros. Imagino que si hubiésemos hecho rock, también hubiésemos hecho la banda juntos.
–¿De quién fue la idea de Ráfaga?
Richard: –Ariel nos llama porque a él lo había contactado Antonio Ríos, porque su tecladista estaba armando una banda que se iba a llamar Ráfaga. Empezamos como empleados. Grabamos un disco con la voz de Ariel. Él fue a probar, quedó e hizo mucho para que entremos nosotros. Vino tres veces a buscarme y siempre se lo voy a agradecer.
Ariel: –"¿Doña?". Fui a tocar las palmas a la casa de Richard. No había timbre. Le dije que este era el proyecto más serio en el que habíamos estado. Había que probar.
–¿Por qué rompieron los lazos con el productor y por qué quisieron conservar su nombre?
Richard: –Nos pusimos el grupo al hombro. Queríamos avanzar, teníamos muchas ideas, y no nos daban nada. Fuimos a la compañía y les dijimos que nos queríamos ir y hacer la nuestra. Nosotros somos músicos, no somos empresarios. La veíamos pasar. A la hora de repartir la torta, no nos daban lo que nos correspondía. Si no pataleábamos, hubiésemos seguido bajo el látigo de los de arriba. Había cosas fraudulentas contra nosotras y finalmente nos dan el nombre. Ahí nos dan el nombre. Esto fue en 2000.
–Eso los hizo más fuertes.
Richard: –Sí. Nosotros siempre fuimos unidos, porque nos conocíamos de antes. Venimos de muy abajo. Sabemos de dónde venimos, quiénes son nuestros padres.
–Su familia es una clave fundamental para construir esta banda tan sólida.
Richard: –Sí. Creo que hoy falta la familia como institución. Todos conocemos a nuestros padres. Ráfaga es un grupo muy familiar, nos apoyaron mucho.
–¿Cómo aparece su estética particular? ¿A quién se le ocurre llevar estos trajes?
Richard: –El primer disco musicalmente era rico, pero no era tan comercial. Sonaban otros temas, como "La ventanita". A muchos empresarios de la bailanta les gustábamos, pero no convocábamos. Teníamos que diferenciarnos y pensamos que había que apuntar hacia la vestimenta. Habíamos visto la película de Leonardo Di Caprio, El hombre de la máscara de hierro, y nos gustó esa onda.
–Los mosqueteros, el cardenal Richelieu, Francia del siglo XVII...
Richard: –Sí, esos trajes nos encantaron. Fuimos a hablar con Tito, de Matices, y le mostramos la película. Había un traje en especial, con jabot y toda la cosa. Nos convertimos en los del pelo largo con esos trajes tan diferentes.
El regreso de Ariel Puchetta
Aunque había preparado en su cabeza varias veces lo que quería decirle, cuando Ariel atendió el teléfono, Ulises olvidó el machete mental y fue espontáneo. Nunca habían dejado de verse ni de compartir cumpleaños, boliches y cenas. Debía ser sutil, aconsejaba la banda, y sereno, según su experiencia. Ariel atendió el teléfono y le pareció raro que Ulises llamara sin antes mandarle un WhatsApp o le mandar un mensaje de voz.
–Ulises: Hola Ariel.
–Ariel: Ulises, ¿cómo estás?
–Ulises: Bien. Mirá, no te voy a andar con rodeos. El cantante que estaba con nosotros se va y queremos que vuelvas.
(un largo silencio, que para los dos fue una eternidad)
–Ariel: Sí.
–Ulises: ¿Sí?
–Ariel: ¡Sí! No lo tengo que pensar, me salió decirte que sí.
Ariel regresó a la banda junto con Mauricio Juárez, quien había sido tecladista de Ráfaga y luego del proyecto solista del cantante y de La Otra Dimensión. Rodrigo Tapari, quien había sido el vocalista durante ese hiato, buscaba abrir un camino en solitario.
–Fue un regreso sin rencor ni reproches.
Ariel: –Sí, esa llamada me dejó una sensación extraña en el cuerpo que no podía creer. Si antes de ese llamado me preguntabas si volvía con Ráfaga, te hubiese dicho que no, rotundamente. Justo me había separado de mi socio y estaba por volver a ser solista, pero pegué el volantazo por una cuestión de sentimiento.
Ulises: –A veces, en una banda, dos partes se separan y pasa el tiempo y se unen por necesidad, pero a los dos nos estaba yendo muy bien. Y no teníamos ni ganas ni fuerzas para empezar con un chico nuevo. Empezamos de cero con Rodrigo y no costó un montón para que lo reconozcan y lo identificaran con Ráfaga. Invertimos mucho tiempo.
Richard: –La imagen de Ariel estaba muy metida y nos costó imponer a Rodrigo como cantante de Ráfaga. Dentro de mí sabía que Ariel iba a regresar en algún momento, no sabía cuándo, pero lo sentía.
–¿Vieron la película sobre Queen, Bohemian Rhapsody?
Ulises: –Sí, parecido. Hoy veníamos hablando de esas cosas.
Richard: –Pasa, pasa. Los terceros influyen siempre.
Ulises: –Para mí, el 100 por ciento de las separaciones de los grupos ocurre por terceros. Uno va agarrando una imagen y un personaje. Nosotros somos re tranquilos, de verdad. No nos creemos el cuento. No teníamos nada, nos costaba juntar el dinero para ir a bailar, y de repente te invitan a todos lados, el dueño del lugar donde no podías pagar la entrada te invita a tomar. Pero esos son los amigos del campeón. Cuando vamos a América, a "Pasión de sábado", están todos esos dando vuelta. En vez de buscar un talento nuevo, buscan separar.
–Hace poco Tapari hizo unas declaraciones en TV sobre su lucha contra el alcoholismo .
Richard: –No quiero entrar en esa polémica. Le pedimos disculpas porque no nos dimos cuenta y lo hubiésemos querido rescatado si lo hubiésemos sabido.
Foráneos
Desde el comienzo, Ráfaga tuvo presencia internacional. En Chile ganó dos Gaviota de Oro en el festival de Viña del Mar, en 2000 y 2001. En un Festival en los Estados Unidos, un empresario español los vio y les ofreció llevarlos a las Canarias. Así comenzó su romance con España, pero también con este inicio, el final de una etapa.
–¿En qué cambió la cumbia de los noventa a esta parte?
Ariel: –Hay un cambio cultural muy grande. Hoy se metió mucho el reggaetón y el trap. Creo que el número uno es Pablo Lescano, que se fue aggiornando. Es el que más perdura, el que más seguidores tiene. Empezó con "Laura se te ve la tanga" y hoy canta canciones románticas y de cancha, de todo. Pero hay otras cuestiones y hay menos trabajo. En Buenos Aires cuando empezamos en los noventa hacíamos ocho o nueve boliches por noche en zona norte, sur, oeste. Hoy no hay muchos boliches para shows. Además, lo de Cromañón, que fue una desgracia, cambió las cosas. Hoy la gente está más segura en los boliches y se cerraron muchos lugares.
Richard: –Siempre analizo los cambios en la cumbia con la economía, porque golpea en todos los sectores. La primera vez que viajamos a España fue en 2000. Acabábamos de llenar tres Gran Rex, y nos fuimos tres meses de gira. Cuando volvimos, en 2001, había un retroceso tremendo. Empezó la cumbia villera. Habíamos logrado con Rodrigo, "El Potro", llevar a la gente de boliches conchetos a la bailanta. Pero con la crisis, cada público volvió a sus lugares de siempre. Ya no había lugar para nosotros para tocar. Algunos grupos empezaron a desaparecer, como Tambo Tambo o La Nueva Luna.
–¿Qué opinan de la cumbia villera?
Ulises: –Cuando empezó, en 2001, decían que era una moda. Yo les decía que no porque está buenísima. Quizá las letras de muchos temas no tanto, pero yo escuchaba el ritmo con los intros que le metían y a mí, personalmente, me gustaba mucho. Sí hubo un retroceso por las letras. Pero se dieron cuenta, y cuando las hacen más románticas, dejó de ser cumbia villera. No sé cómo se llama. Fijáte que ahora Lescano toca en Lollapalooza.
–¿Cómo explican su vigencia, su secreto para haber sobrevivido luego de tantos años?
Richard: –La cumbia de los noventa no es lo mismo que la de ahora. Nos dan las gracias y nos señalan la suerte de que pudimos seguir tocando. Creo que sobrevivimos porque teníamos mercado abierto en muchos lugares de España, Chile, Bolivia y Perú. En Madrid y Barcelona tenemos mercado para las comunidades latinas. En la Argentina, seguimos con nuestro público en el interior, pero en la capital nos costó mucho que nos volvieran a considerar.
Ariel: –En Tinelli, en el ritmo de la cumbia, de quince canciones que bailaron, cinco fueron nuestras. Hoy somos un clásico de la cumbia.
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