Radiohead: una banda de rock minimalista tan rara como encendida
¿Cómo se llama la obra? Una montaña rusa emocional o cómo hacer rock minimalista para estadios. Por ahí va la versión 2018 de Radiohead, que volvió a aterrizar en el país a casi una década de su debut porteño, con un espectáculo improbable, que maneja tiempos y humores a su antojo, con más de dos horas de experimentación sonora y en el que cada canción tiene tratamiento de pieza musical, construyendo y destruyendo un universo propio cada cuatro o cinco minutos, para después volver a crear desde cero.
Un show que comenzó con el delicado piano en loop de "Daydreaming" y Thom Yorke reconociendo aquello de que los soñadores nunca aprenden, con partículas de polvo brillantes flotando desde las pantallas, etéreas, y que cerró, dos horas y media más tarde, con la abrasiva y esquizofrénica "Paranoid Android", con juegos de luces hipnóticos, conjurando contra la ambición y el poder.
Entonces, agradeciendo el fervor de las cerca de 40.000 personas que parecieron sobrepasar la capacidad del espacio cedido dentro del predio de Tecnópolis para este concierto, como en aquella noche de 2009 en el Club Ciudad, la banda regaló "una más" por fuera de la lista, esa que los más nostálgicos estaban deseando escuchar, más allá de que los músicos hayan demostrado lo poco que los representa por estos días. "Ustedes están locos", dijo Yorke antes de conceder y abalanzarse sobre los versos de "Creep".
Entre una y otra punta del concierto, con una pirámide lumínica delimitando el escenario como idea escenográfica rectora, Radiohead paseó por toda su discografía, haciendo especial hincapié en la estructura cancionística de In Rainbows y en esa ópera de rock volado y progresivo de fin de siglo que cambió para siempre el rumbo de la banda: OK Computer.
Así, pasan de la quebradiza "15 Step" al más floydeano "Lucky", con Greenwood jugando a ser David Gilmour, con la deforme "Myxomatosis" como puente sin salida. Cada tema, un trabajo conceptual diferente, con arreglos y remezclas en vivo que desubican y sorprenden hasta al más avezado fan.
Y si la banda resulta un ensamble perfecto que se mueve con naturalidad entre la interpretación clásica y el caos controlado, la voz de Thom Yorke se las arregla para ocupar el cincuenta por ciento del espacio sonoro sea donde sea.
Yorke ríe fuera de registro, se mueve espásticamente, baila con pasitos cortos y desalineados, demostrando una vez más ser un líder especial.
A su lado, Jonny Greenwood se entretiene cambiando de instrumentos, de la guitarra a los sintetizadores y de una batería electrónica (que suma a las dos baterías que ya tiene Radiohead en escena) al arco de violín con el que desarma y sangra "Pyramid Song".
Las distintas intensidades que maneja el grupo a lo largo del concierto suelen ir de abajo hacia arriba (la monumental versión de "Everything in Its Right Place" puede dar cuenta de ello), aunque en ciertas ocasiones incluso el mood comienza arriba, para terminar más arriba aún (como en el tremendo "Feral", una suerte de funky futurista descontrolado para pistas de baile retorcidas o la tracción punk de principio a fin de "Bodysnatchers").
Si bien el predio quedó cuando menos chico e incómodo para la multitud que congregó el concierto (las colas en los baños resultaron interminables y era muy difícil poder ver bien el escenario sin apiñarse adelante), el sonido para esta orquesta de rock sin límites fue de excepción.
Sin embargo, tras una primera hora de rápido precalentamiento y luego de uno de los pasos más nostálgicos con "Iron Lung" (incluido en The Bends, de 1995), al inicio de "The Gloaming" Yorke tuvo que parar a la banda en seco al ver que había problemas en una valla de contención. El parate duró quince minutos, en los que los músicos, sin mucho que hacer, hablaron entre sí y deambularon de un lado a otro, mientras el público intentaba no aburrirse tomando protagonismo a puro cantito futbolero. Yorke probó cantar a capella el verso central de "The Gloaming" y luego volvió a pedir que todos "dieran un paso atrás", para que nadie saliera lastimado.
Una vez resuelto el problema, "The Gloaming" sonó finalmente con su hipnótico fraseo y alisó el camino para el primer final: "I Might Be Wrong", la vuelta a la canción más tradicional con "Weird Fishes/Arpeggi", el simbronazo de "Feral" y "Bodysnatchers".
La suma de las partes
Con varios cambios respecto de la lista de temas que presentó el miércoles pasado en su primer show de esta gira sudamericana, en Chile, el regreso de Radiohead al escenario fue con el lamento de "Desert Island Disk" y el climático "Climbing Up the Walls".
En las pantallas, más allá de las líneas y dibujos geométricos de alto impacto, los rostros de los músicos aparecen fragmentados, en una especie de mosaico con forma de óvalo, reforzando la idea primal de este grupo en el que la suma de las partes logran un todo sin recetas preestablecidas.
Radiohead suena clásico hasta cuando no lo desea y por eso los tambores de "There There" parecen marcar la melodía de una canción pop sin siquiera arañar el concepto. De allí, al segundo final con "Idioteque", el tema emblema de esa cumbre creativa repleta de riesgos artísticos que significó Kid A, quedó lugar para la asfixiante "Exit Music (for a Film) y la frenética "The National Anthem", regalando dos caras de una moneda poco corriente.
Si alguna vez el público argentino fue reconocido por "corear los riffs de guitarras", aquí se palmean los beats atonales y se baila el ruidismo. ¿Cómo una banda como esta logró convencer a propios y extraños de que el camino más extremo es también el más confortable? La respuesta esta noche sopla en el viento y en este grupo de músicos que es signo de los tiempos, llegando al final muy pero muy lejos de donde partió.
¿Habrá doblete de yorke antes de fin de año?
A principios de año, Thom Yorke confirmó que será parte de los festejos por el vigésimo quinto aniversario del festival de música electrónica Sónar, que se realizará en junio, en Barcelona. Allí, el cantante de Radiohead presentará un show junto a su amigo y productor Nigel Godrich y el artista multidisciplinario Tarik Barri, espectáculo apto para la pista de baile que el año pasado deslumbró en varias ciudades europeas. Con esta fecha confirmada, la productora que se encarga del Sónar en Buenos Aires ya mantiene diálogo con Yorke con la firme idea de convencer al cantante de que también participe en la versión local del festival, que el año pasado tuvo a los islandeses Sigur Ros como principales figuras. ¿Volverá Thom al país antes de fin de año? Que así sea.
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