Quilmes Rock: el show perfecto de Divididos y el emotivo homenaje de Catupecu Machu a Gabriel Ruiz Díaz
Cerca de las 2 de la madrugada terminó la nueva edición del Quilmes Rock, que puso fin a una pausa de casi una década; 120.000 personas disfrutaron en Tecnópolis de dos días con más de 100 shows
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Tanto Catupecu Machu como Divididos tienen un vínculo de larga data con el Quilmes Rock. Ambas bandas fueron parte de varias de las ediciones históricas del festival, y por eso su presencia en el cierre de su regreso luego de nueve años no requería de demasiadas justificaciones. Pero además, en el caso de la banda liderada por Fernando Ruiz Díaz, el retorno fue también para hacer una despedida formal del proyecto que lo tuvo como capitán de tormentas hasta 2017, y al que buscó ponerle un cierre concreto tras la muerte de su hermano Gabriel, acompañado por varias de las personas que lo secundaron en el recorrido.
Este último regreso de Catupecu entonces fue también una celebración de su legado. De ahí que en el comienzo el que estuviera sentado en la batería fuera Abril Sosa, que marcó el pulso de un segmento concentrado en la primera etapa de la banda, con “Secretos pasadizos”, su cover de “Héroes anónimos” y “Perfectos cromosomas”, a la que le incrustaron a la fuerza una versión de “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, de Lisandro Aristimuño. “Este es el show más importante de mi vida. Gracias, señoras y señores”, exclamó Fernando ante sus feligreses mientras a su lado Charlie Noguera, su compañero de Vanthra, se hacía cargo del bajo histórico de Gaby. Lo que siguió fue una rotación de músicos en la que pasaron otros Catupecu (Agustín Rocino, Sebastián Cáceres, Macabre) y otros allegados de Fernando, como Julián Gondell.
Y si el primer segmento del show apuntó a los orígenes, con “Puedes” y “Cuentos decapitados” como sus puntos más altos, un recambio de integrantes hizo que el repertorio también avanzara en el tiempo, y por ende también mutase de forma. “La piel del camino”; con Fernando al bajo, fue el kilómetro cero para un segmento de tintes industriales del que también fueron parte “Confusión”, “El mezcal y la cobra”, “Metrópolis nueva”, “Acaba el fin” y “Óxido en el aire”. Después, la aparición sobre el escenario de Flavio Cianciarulo, bajo en mano, sirvió para empezar a deshacer el recorrido cronológico gracias a la intensidad con gravedad cero de “En los sueños”. Justo antes de que “A veces vuelvo” y “Magia veneno” le otorgasen la cuota reglamentaria de hits al público casual que ya llevaba una hora y monedas esperando en el frío.
Distinto fue el recorrido de Divididos, que decidió convertir los 90 minutos de su show en un repaso más que generoso de su discografía. El comienzo con “Cabalgata deportiva’', un single de 2020, parecía la puerta de entrada a una lista poco complaciente, pero lo que le siguió fue un recital en plan grandes éxitos, incluso prescindiendo de algunos de ellos. Como si hiciera falta revalidar su bien ganado título de “La Aplanadora del Rock”, la banda arremetió con “Haciendo cosas raras” primero y con “Casi estatua” después, ambas sostenidas por el diálogo constante de la sección rítmica infranqueable que integran Diego Arnedo y Catriel Ciavarella.
Y la prueba de la contundencia de Divididos también apareció en el tándem de “Tanto anteojo” y “Alma de Budín”; o la prueba de que el trío no necesita de solos de guitarra para llevarse puesto lo que sea que se le cruce, porque total “Elefantes en Europa” estaba a distancia de tiro para que Ricardo Mollo despuntara el vicio de guitar hero. Y de ahí al túnel del tiempo; primero con una versión de “Tengo”, el clásico de Sandro leído a través de las válvulas, y luego con “Salgan al sol”, de Billy Bond y la Pesada. Lo que siguió fue otra muestra más de vigor, esta vez con “Azulejo”, con batería y bajo convertidos en un único ente; un medley entre “Qué tal” y “La rubia tarada”, y una lectura veloz de “Rasputín”. Y tanta descarga eléctrica hizo inevitable la descompresión, mediante la versión acústica (y solo con guitarra y voz en casi toda su duración) de “Spaghetti del Rock”, a la que le siguió “Par mil” con una electrificación moderada.
Cerca del final, el cover de “Sucio y desprolijo” fue también una declaración de principios al poner como pieza fundacional de los power tríos en la Argentina a Pappo’s Blues. Y para compensar a quienes no pudieron transitar los 80, dos temas más de Sumo, con la guitarra convertida en gaita para “Crua Chan” y una pulsante “El ojo blindado”. Después de “Paisano de Hurlingham”, el cierre formal estaba encaminado con sendas lecturas de “El 38″ y “Ala Delta”, pero un intercambio entre Mollo y un fan pegado a la valla hizo que Divididos tuviera que sacar de la galera su ya clásica reinterpretación de “Cielito Lindo”, que dio pie a una zapada extensa. Aplanadora del rock, sí, pero también de todo lo demás que se le cruce en el camino.
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