Quién es Ricardo Iorio: sus dichos xenófobos, la tragedia familiar y su lugar en la historia del heavy metal argentino
En los últimos años, los pasos en falso se convirtieron en una constante del cantante; mucho antes de este oscuro presente, Ricardo Iorio fue una pieza clave de los inicios del rock pesado argentino
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Ricardo Iorio es el máximo exponente del heavy metal argentino y uno de los letristas más agudos que dio el rock local en toda su historia. Su reciente anuncio como la voz para entonar el Himno Nacional Argentino en el partido de Eliminatorias de este jueves contra Bolivia y su posterior dada de baja, volvieron a ponerlo en el foco de la opinión pública, en un revisionismo del personaje que, como una manta corta, siempre deja algún costado sin cubrir.
V8, Hermética y Almafuerte. La Santísima Trinidad del heavy metal argentino lo tiene a Ricardo Iorio como médula. Desde allí, primero como bajista y letrista, después también como cantante, construyó el ser metalero argentino. Hacia finales de la dictadura militar, V8 fue, junto a Riff, la banda pionera del rock pesado en el país. Con Motörhead, Saxon y Judas Priest como influencias, se cargaron de cuero y tachas que Iorio robaba del cementerio de la Chacarita cuando la estética metalera aquí estaba aún por inventarse. El descreimiento total del sistema y la marginación constante alimentaron letras que fueron convirtiéndose cada vez más en crónicas sociales del conurbano. V8 contenía, eso sí, algunas tensiones internas. Una estética militarista pero una postura antigolpista y anti Guerra de Malvinas.
“Esto es ‘Parcas sangrientas’ y los hippies que se mueran”, gritó Iorio en la presentación del grupo en BA Rock, en 1982. El descontento era con el establishment y también con la cultura rock que venía de los 70, a quienes les criticaban su pasividad. “Basta de hippies, basta de llorar,¡estalló el tiempo del metal!”, cantaban en “Tiempos metálicos”.
Disuelto V8, Iorio formó Hermética, la gran banda del heavy metal local. Ya embebidos por el thrash de Metallica y Slayer sobre todo, el cuarteto definió para siempre el ADN del ser metalero argentino. Discépolo, José Larralde y hasta Roberto Arlt confluían en la pluma de Ricardo Iorio, en el que fuera tal vez su punto más alto artísticamente. Como aguafuertes del conurbano, Hermética le cantó al desguace menemista y Iorio se convirtió en un héroe de la clase obrera. “Gil trabajador”, “Por las calles de Liniers”, “Hospitalarias realidades”... ya desde el título, la toma de postura y conciencia de clase era total. Incluso desde sus coqueteos con la estética militarista, Iorio se permitió cantar “Del colimba”, en el mismo año de la muerte del soldado Carrasco. La letra decía: “Fue por sorteo, pibe / Sin tomar parte / Hoy soy quien corre, limpia y barre”. El disco se llamaba Víctimas del vaciamiento y Carlos Saúl Menem iba camino a su reelección. Pero Hermética, en el pico de su popularidad con un histórico show en Obras Sanitarias y un prestigio casi total, no renovó sus propios votos. Por peleas internas que nunca estuvieron del todo claras, Iorio decidió desarticular el grupo y con ello el gran sueño del heavy metal argentino.
La hora de Almafuerte
No tardó mucho en formar otro grupo carísimo a la historia del género: Almafuerte (nombre elegido para recordar al escritor Pedro Bonifacio Palacios, cuyo poema “Piu Avanti” el propio Iorio recitó como homenaje a las Madres de Plaza de Mayo). Con mejor sonido, establecido por primera vez como cantante, se quedó con gran parte del público de Hermética y continuó afianzando su leyenda de vocero de las huestes metaleras. “El pibe tigre”, “Sentir indiano” y “Convide rutero” pueden bien servir como trazo que recorre la cartografía del último gran Iorio. Un joven de barrio bajo asesinado por la policía, un himno de orgullo nativo para las comunidades originarias y el viaje alejándose de las luces de la ciudad para adentrarse en las inmensidades rurales, a donde el propio Iorio se iría a vivir años más tarde y donde acentuaría también su costado cristiano.
Es difícil precisar cómo fue que Iorio pasó de ser ese letrista de sensibilidad contundente a repartir declaraciones antisemitas, homofóbicas y discriminatorias en general, pero sí puede rastrearse el cuándo. La estética militarista y el orgullo nativo terminaron por volverse nacionalismo recalcitrante. Entre fines de los 90 y principios de los 2000, las letras y declaraciones del entonces líder de Almafuerte se volvieron cada vez más extremas. Una tragedia, además, fue un golpe fuerte en la personalidad de Iorio: en 2001, Ana Mourín, su exmujer y con quien Iorio co-escribió algunas canciones (la más conocida, “Atravesando todo límite”, basada en la desaparición del hermano de Ana), se suicidó. Ese mismo año salía a la venta Piedra libre, el quinto disco de Almafuerte, que contiene “Cumpliendo mi destino”, donde Ricardo Iorio canta: “Guardo de un hombre grande, guerrero nacional que hoy tienen preso / Puede haber caballo verde más no uno de ellos honesto”. La referencia es al oficial carapintada Mohamed Alí Seineldín y una expresión atribuida a él: “Es más fácil encontrar un caballo verde que un judío honesto”. Poco antes, Iorio le había dicho a la Revista Rolling Stone otra frase antisemita: “Si vos sos judío, no me vengas a cantar el Himno”.
Aunque tanto la canción como el textual a Rolling Stone tuvieron cierto rebote mediático, y Iorio tuvo que dar explicaciones frente al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), todavía faltaban algunos años para que su figura se vuelva tan caricaturesca como peligrosa. Hasta ese momento, los improperios de Iorio parecían circunscriptos a lo que pudiera decir en los escenarios o en declaraciones que no trascendían el nicho y los medios especializados. Todavía en 2003 era capaz de escribir una letra como “Todo es en vano si no hay amor”, casi una rareza sensiblera para el metalero pesado.
La segunda década del siglo XXI marcó la debacle artística definitiva para Iorio y también su mediatización más berreta. Sus entrevistas con Beto Casella se volvieron una exposición de su costado más nefasto y la picadora de carne estuvo ahí para aprovecharse de ello. Su verborragia, disfrazada de incorrección política, destilaba homofobia, misoginia, clasismo y xenofobia, al tiempo que pedía mano dura y medidas que no contemplaban el mínimo reparo en los Derechos Humanos.
Ir en busca de Iorio y darle pie a sus barbaridades se volvió tentador para el periodismo amarillista en busca de rating, clicks y visualizaciones. Su música, sus letras, por supuesto, dejaron de ser el tema central en las notas. Lo que importaba era llevarlo a que opine de cualquier cosa que pudiera provocarle una mirada a cámara y una frase memeable. Él, además, parecía disfrutarlo. Desde lo artístico, todo empezó a tambalear también. Almafuerte se separó en 2016 y Iorio se hizo solista.
Un año más tarde, una foto con Alejandro Biondini, titular del partido neonazi Bandera Vecinal, terminó por evidenciar, ahora sí de manera masiva, eso que ya se venía prefigurando desde hacía años. Iorio comulgaba con la extrema derecha y la extrema derecha usufructuaba esa exposición. Luego de ese encuentro, el comunicado de Bandera Vecinal resaltaba de Iorio “la extraordinaria e incansable labor que viene desarrollando en pos de la afirmación de los valores autóctonos y el nacionalismo cultural, especialmente como un ejemplo y arquetipo para las nuevas generaciones”. Recluido en el interior de la provincia de Buenos Aires y cada vez con menos participación en festivales que lo bajaban de la grilla (paradójicamente el BA Rock 2017, por ejemplo), el ex Almafuerte empezó a ser noticia más por sus declaraciones a medios de todo tipo y relevancia que por sus canciones. En 2018, además, fue detenido por huir luego de un accidente de tránsito y habérsele encontrado un arma de fuego. También, y según el informe policial, habría descartado una bolsa con cocaína durante la persecución.
La decisión de elegir a Ricardo Iorio para cantar el Himno Nacional Argentino en un evento deportivo en 2021 es, de mínima, anacrónica. Cuando su pluma y su nivel artístico descollaban, Iorio no fue precisamente alguien a quien se lo reivindicara por fuera del nicho. Hermética en las Eliminatorias para el Mundial de 1994 o Almafuerte en las Eliminatorias de 1998 hubiese sido tan justo como inverosímil (la AFA de Grondona poniendo a cantar el Himno a grupos que denunciaban las políticas menemistas). Este Iorio, que desde hace más de una década transita errante (como el mismo canta en “Por ser yo”) solo puede ser puesto en ese lugar como gesto provocativo de los tiempos que corren. Es de mal gusto darle a una persona que comulga con ideas neonazis la posibilidad de cantar el Himno Nacional, algo que él mismo le negó a la comunidad judía.
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