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Más de 8000 km separan a Buenos Aires de la capital del estado norteamericano de Texas, pero las condiciones climáticas se reflejaron en ambas ciudades durante la conversación que mantiene LA NACION con Eric Burton, el cantante de la banda revelación de soul/rock Black Pumas, que fue nominada al Grammy como mejor nuevo artista en 2019 y compitió por otras tres estatuillas en la última edición de los premios. “Hace bastante calor afuera, es un hermoso día en Austin, Texas”, comenta Burton, dando inicio a una extensa charla en la que describe su cambio de vida, de músico callejero a participar de la asunción presidencial de Joe Biden.
Asimismo, el cantautor revela el significado y los orígenes de sus canciones más conocidas, brinda detalles del próximo LP del grupo que lidera junto a Adrián Quesada y expresa su entusiasmo sobre el inminente regreso a los escenarios tras el parate provocado por la pandemia de coronavirus. Antes de presentarse en Austin a fines de este mes, la banda encabeza con Fito Páez y Los Planetas el festival mexicano Marvin Gateway, que se celebra de forma virtual entre este miércoles y el viernes, día en el que se presentará Black Pumas.
Black Pumas es el resultado de la unión de dos músicos que encontraron en el otro el complemento que buscaban. Burton, quien se formó como cantante en la iglesia y en producciones de comedia musical, se había mudado de Los Ángeles a Austin en 2017 y desde hacía un año tocaba en la esquina de las calles 6 y Congress. Un día recibió un mensaje de Adrian Quesada, un guitarrista y productor local de ascendencia mexicana que ya contaba con una larga trayectoria en la industria y un Grammy obtenido con su antigua banda, Grupo Fantasma. Quesada consiguió al vocalista que precisaba para su nuevo proyecto y Burton a un colaborador experimentado para elevar sus composiciones. En 2019 publicaron su álbum debut homónimo, que fue aclamado por la crítica y se convirtió en un éxito inmediato.
–¿Por qué creés que el público conectó tanto y tan rápido con su música?
–Creo que reaccionaron de esa forma principalmente por los sonidos. Adrian tenía grabados varios temas instrumentales -me debe haber enviado entre 17 y 20 pistas- que compuso para que pudieran sostenerse sin letra, pero siendo cantautor yo quería encapsular la estética que él había aportado y elevarla con voces que encajaran bien. Yo estaba cantando de manera suave, en un estilo neo-soul con bastante folk, solo con mi guitarra. Entonces tuve que volver a investigar a cantantes de soul con voces más punzantes como Otis Redding y Marvin Gaye, para hacer un buen trabajo, para conectarme con el sonido tal como era, como provenía de Adrian.
–Marvin Gaye era barítono, pero solía cantar en un registro más agudo. En el disco, tu voz varía bastante según la canción, ¿dónde te sentís más cómodo?
–Soy barítono natural y eso me llevó a presentarme desde un lugar más relajado y suave. Pero cuando empecé a hacer rock, todo sonaba fuerte y bullicioso. Pensé: “Por Dios, no puedo cantar como si estuviera solo con una guitarra acústica en el dique de Santa Mónica”. Tuve que ponerle más energía y fue increíble haberlo hecho, porque no sabía cómo cantar algunas de las canciones. Así que volví a escuchar a esos cantantes y a grandes cantautores norteamericanos como Neil Young y Bob Dylan para encontrar la emoción que me faltaba.
–Te mudaste muchas veces, ¿eso también fue parte de una búsqueda?
–Curiosamente, mis abuelos eran misioneros y creo que esa condición de nómada la heredaron mis padres y luego yo. No sé si estaba buscando algo en particular, pero hice mucho busking -así se le dice en inglés a las performances callejeras-, que proviene de la palabra latina ‘buscar’. Así que pienso que siempre estuve intentando encontrarme con la versión más elevada de mí mismo a través de la música y el acto de compartirla con otras personas. Últimamente empecé a ver que no puedo negar de dónde vengo y quién soy, y eso se ve reflejado en la música. Hacemos entrevistas, quieren saber sobre nosotros, y yo pienso: “Si de verdad querés saber, escuchá la música, está todo ahí”. Es una foto de donde estoy en la vida.
–¿Cómo nacieron “Colors” y “Black Moon Rising”? Sé que escribiste la primera en Nuevo México y la segunda habla de un eclipse.
–“Black Moon Rising” es uno de esos temas que compuso Adrian antes de que yo me sumara al proyecto. Empezó en 2017 el día del eclipse solar. Yo tomé la idea y la integré a otras, como las relaciones, buscar una relación misteriosa con una mujer, entre otras, para disfrutar el intercambio de la metáfora de la luna negra ascendiendo y cubriendo el sol. Escribí “Colors” hace como 12 años, en el techo de la casa de mi tío, saliendo de cantar en una iglesia presbiteriana. Estaba en un lugar en que intentaba encontrar mi verdadera identidad, y no la estaba encontrando necesariamente en los himnos cristianos. Entonces “Colors” fue como mi propio himno moderno, de alguna forma.
–Tocaron “Colors” para la asunción de Joe Biden, ¿cómo fue esa experiencia?
–Fue impresionante. Nos llegó la confirmación unos días antes. Todo Austin se activó y pudimos grabar en el legendario Moody Theater. Quisimos ayudar a construir esa nueva sensación de optimismo y eso hicimos con “Colors”. Es increíble, porque de alguna manera es una canción que representa perfectamente dónde estamos como nación y como mundo con las conversaciones que estamos teniendo.
–¿Cuál es el vínculo para vos?
–Primero no lo vi. Tampoco lo pedí. Cuando escribí la canción no estaba pensando en el racismo o en las injusticias sociales, esos temas que ahora conforman una conversación gigantesca. Me hacían entrevistas y me decían: “¡Tu canción habla de esto! Así la vemos nosotros”. Yo solo estaba tratando de encontrarme a mí mismo, de conectarme con Dios, el universo y todos esos colores, contemplando el atardecer mágico que se ve en Nuevo México. Nunca pensé que estaríamos donde estamos ahora, necesitando una canción que hable de lo que nos sucede como sociedad.
–¿Te molestó que lo vieran así o lo apreciaste?
–Un poco de ambas. Me molestó al principio porque yo tengo mi propia historia, pero la gente tiene muchas ganas de hablar de[l movimiento] Black Lives Matter y de las injusticias sociales. Así que me siento honrado, pero al mismo tiempo también quiero que me conozcan como ser humano, no solo como un hombre negro, y que entiendan de dónde proviene mi música. Me hizo falta un poco de paciencia y humildad para poder decir: “Wow, OK. Escribí esta canción hace 10-12 años y ya no me pertenece más en realidad”.
–Escribiste ese tema de muy joven y la letra tiene un mensaje optimista. ¿Qué canción sentís que refleja otro aspecto de tu personalidad?
–Algunas que no fueron al disco, pero también “October 33″. Estaba leyendo sobre el estudio psicoanalítico de la sombra, aprendiendo a reintegrar aspectos de mi persona que podían estar dañados. Mi cumpleaños es en octubre así que “October 33″ representa quizás un aspecto fragmentado de mí que estoy intentando reintegrar, como una carta de amor que dice: “Todo va a estar bien”.
–Venían con un gran envión, ¿cómo los afectó la pandemia?
–Fue a la vez increíble y bizarro. Nos sacudió tomarnos una pausa tan grande viniendo de semejante corrida. Habíamos sido nominados a los Grammy y antes de eso habíamos acordado una gira que haría de 2020 nuestro mejor año hasta entonces. Tuvimos que reconvertirnos nuevamente en un proyecto de estudio, que es lo que fuimos antes de ser una banda de rock. Fue muy divertido volver al pizarrón y conversar entre nosotros como solíamos hacer cuando nos conocimos. Fue como volver a casa, en cierto sentido.
–¿Cómo avanza el nuevo disco?
–Viene muy bien, Adrian y yo estamos muy emocionados con cómo está sonando. Tenemos más de 20 demos en distintas etapas de desarrollo y me acabo de comprar una guitarra después de muchos años de usar la misma, y también un Juno-6 -icónico sintetizador polifónico de los 80- así que estoy explorando nuevos sonidos en busca de inspiración.
–Su primer LP tiene un sonido clásico que remite al soul y el rock de los años 60 y 70, ¿el próximo se va a acercar más al de los 80 con el uso de sintetizadores?
–Sí, hasta ahora parece que hay capas de sintes y algo de ese estilo ochentoso. Pero todavía falta mucho y creo que van a escuchar un poco de todo, porque nos gustan diferentes géneros y períodos musicales. Pero sin dudas va a sonar distinto y puedo confirmar que va a haber sintes.
–¿Reviviste algunas canciones de tu época de músico callejero? ¿Cuánto se modificaron esas composiciones?
–Sí, ya tenía un catálogo bastante extenso de canciones antes de formar Black Pumas. Algunas entraron en el primer disco y otras no. Lo mismo ocurrió con instrumentales de Adrian, así que tenemos muchas ideas para elegir y estamos intentando conceptualizar un hilo conductor para el próximo álbum. Los temas que traje de mi pasado están cambiando decididamente, porque antes tocaba como solista acompañándome con una guitarra acústica. Así que tener la banda y las herramientas que tengo a mi disposición está haciendo que esas canciones evolucionen para acomodarse a la estética del grupo.
–¿Tenés idea de cuándo va a salir el álbum?
Pienso que lanzaremos algo antes de fin de año. Es nuestra meta tentativa interna. Siempre estamos grabando, aún cuando estábamos de gira hace dos años. Más que una banda para tocar en vivo, nos sentimos cómodos en el estudio, creando todo el tiempo nueva música. Estoy emocionado y ansioso, por dentro pienso: “Terminemos esto y publiquémoslo”. Aunque también estamos un poco nerviosos, porque no sabemos cómo va a reaccionar la gente, después de la respuesta que tuvo el primer disco.
–¿Qué repercusión tuvieron después del show de la asunción presidencial? ¿Extrañás tocar con público?
–Sí, lo extraño muchísimo. Nosotros estamos listos y creo que la gente también, se siente su entusiasmo. Recibimos mucha atención después de la asunción. Ya veníamos ganando popularidad, y hasta cierto punto ya éramos conocidos antes, pero aparecer en todos los hogares de Estados Unidos e incluso en el extranjero... Nos dieron un escenario enorme, así que mucha gente nueva se sumó. Lo mismo pasó con nuestro show en los Grammys, nuestra actividad en redes sociales creció un 150 por ciento. Es una locura. Es muy difícil entender lo que nos está ocurriendo, yo solo estaba tocando en la calle.
–¿Te resulta abrumador por momentos?
–Me pasa cuando le presto atención, pero no suelo hacerlo demasiado. Pero también estoy agradecido y no doy por sentado que hayamos llegado hasta acá.
–¿Te sentís a gusto en Austin, después de tantas mudanzas?
–Definitivamente. Es un lugar que apoya a la comunidad musical y a las artes en general, fue muy receptivo conmigo y cada vez viene más gente de ambos lados de la costa. Es muy difícil ser artista en Los Ángeles cuando no tenés un “nombre”, nadie te conoce, y estás rodeado de personas que quieren hacer exactamente lo mismo. La industria acá no está tan saturada ni es tan superficial la respuesta del público. Tocar en Austin es como hacerlo enfrente de tu familia o en la iglesia, mientras que en LA pareciera que el mensaje de la música es menos importante y que lo que prima son las sensaciones generales, como: “¿Me da ganas de bailar? ¿Me da ganas de tomar?”. Este es el primer lugar en que me encontré conmigo mismo y me convertí en un hombre, con nuevas responsabilidades. Me acabo de comprar una casa. Estoy viviendo mi vida y se siente muy bien.
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