Qué escuchar: de Oasis a Blur, diez discos para redescubrir el britpop
La saga telenovelesca de los hermanos Gallagher sigue sumando capítulos. Hace unos días, Liam confirmó públicamente que el 29 de octubre se subirá al escenario del estadio The O2 de Londres para actuar en exclusiva para el personal del Servicio Nacional de Salud NHS (por sus siglas en inglés) de Reino Unido. Antes había intentado convencer a Noel, desde su cuenta de Twitter, de un regreso de Oasis para esa ocasión. Como no hubo respuesta, Liam finalmente tocará como solista en ese estadio con capacidad para 20 mil personas que ese día estará ocupado por apenas un grupo reducido de invitados especiales del gremio de la salud estatal inglesa.
El regreso de Oasis, del que la prensa especializada habla casi sin interrupciones desde hace más de diez años, reavivaría el recuerdo de un momento muy especial de la música popular inglesa, aquel en el que nació el britpop, una etapa relativamente fugaz e intensa que no tiene una sola explicación, pero sí un contexto: se diluía el fenómeno Madchester (un tridente de bandas fenomenales -Happy Mondays, The Stone Roses, Primal Sceam- que unieron rock, dance y psicodelia con Tony Wilson como factótum y la discoteca The Hacienda como sede), el suceso mundial del ejército de leñadores con dilemas existenciales del grunge empezaba a lastimar el orgullo británico y Tony Blair llegaba al poder con promesas de cambiar de clima luego de la larga noche del thatcherismo.
El Estado británico pasó del desprecio por la cultura rave y la persecución a sus cultores a comprometerse en una cálida luna de miel con la música pop que sintetizaba el espíritu de orgullo nacional y nostalgia por el pasado que recorría todo el territorio inglés. Gran Bretaña estaba dispuesta a recuperar una hegemonía cultural que el hip hop, el R&B y el grunge habían puesto en cuestión recreando el ánimo del Swinging London.
Fue una escena nacida en ese marco y con un apoyo decidido de la prensa (New Musical Express, Melody Maker, Vox, Select) para empujar la venta masiva de discos, como en la época de los Beatles y los Stones. Una nueva explosión de la Cool Britannia que, justo es decirlo, produjo muy buena música. Aquí una selección -arbitraria, como todas- de diez discos claves para entender el britpop. Y, de yapa, un bonus irlandés (de Irlanda del Norte, que pertenece al Reino Unido).
Suede (Suede, 1993)
Primera apuesta decidida de la prensa británica más concentrada en generar la ola britpop. Claramente influenciados por el Bowie glam, hicieron del melodrama y la teatralidad una bandera. El aviso que Brett Anderson, su líder, publicó para sumar un integrante cuando la banda estaba en pleno proceso de formación era claro en cuanto al mapa de influencias: "Buscamos guitarrista al que le gusten David Bowie, The Smiths, Lloyd Cole y Pet Shop Boys". Tema recomendado: "The Drowners".
New Wave (The Auteurs, 1993)
El motor de la carrera de Luke Haines, cerebro y alma de este proyecto, ha sido el resentimiento. Haines estuvo siempre convencido de que Damon Albarn le robó muchas de sus ideas y los Oasis eran una parva de descerebrados. Hay que admitir que talento nunca le faltó: fue, y sigue siendo hoy, una de las plumas más afiladas del pop británico, orfebre de canciones inflamadas de distorsión, llenas de intenciones hirientes y de notable acabado novelesco. The Auteurs se mantuvo deliberadamente al margen de una escena que despreciaba, pero sería injusto que quede fuera de esta lista. Tema recomendado: "Show Girl".
Giant Steps (The Boo Radleys, 1993)
Aunque empezó sonando más cerca del shoegaze autista y brillante que patentó My Bloody Valentine, esta banda de Liverpool (nada menos) fue virando hacia un pop luminoso que parece facturado en la soleada California. Fan de Brian Wilson y de John Coltrane (de ahí el osado título del álbum), Martin Carr escribió un tiempo después de la aparición de este álbum fresco y caleidoscópico el tema que es considerado uno de los himnos de la escena, "Wake Up Boo!". Tema recomendado: "Whish I Was Skinny".
Parklife (Blur, 1994)
Protagonista de la gran guerra simbólica del britpop, con Oasis como rival, la banda de Damon Albarn se benefició de la prosa cargada de ironía de su líder, heredera del linaje iniciado por Ray Davies, muy adecuada para las postales del Londres suburbano que nutrieron un repertorio teñido de bubblegum-pop, ska vitalista y punk pasteurizado. Ya en Modern Life is Rubbish (1993) habían exhibido su agudeza para la observación sociológica y su inclinación por la estética mod. Después desarrollaron una carrera notable, en constante evolución. Tema recomendado: "Girls & Boys".
Definitely Maybe (Oasis, 1994)
Lejos de la trama britpop londinense, dos hermanos pendencieros y orgullosos de su origen popular en Manchester se propusieron el ambicioso plan de "ser la mejor banda del mundo". Lo lograron por un rato con este disco superpoblado de hits que recreó con altanería la épica del rock'n'roll way of life y reveló un respeto devocional por una tradición que iniciaron los Beatles y enriquecieron los Stones, The Who, The Small Faces y el glam explosivo de T-Rex. En alusión al legendario estilo de Phil Spector, el periodista Will Self definió al sonido de Oasis como "muro de cerveza". Tema recomendado: "Rock'N'Roll Star".
Elastica (Elastica, 1995)
El toque femenino en el britpop vino de la mano de este proyecto encabezado por Justine Frischmann, también protagonista de dos romances que alimentaron a la prensa del corazón rockera: con Brett Anderson primero y con Damon Albarn después. Más de una vez su punk-pop urgente remite a la etapa incial de The Pretenders, pero las referencias principales de la banda son tan ásperas como elocuentes: The Stranglers, Buzzcocks y sobre todo Wire, que llevó a la justicia un reclamo por plagio en la canción más conocida del grupo. Tema recomendado: "Line Up" (el del supuesto plagio a "I Am The Fly" de Wire).
Different Class (Pulp, 1995)
La línea más refinada, madura y distanciada del circo mediático del britpop, con la elegancia de Roxy Music como faro. La insidiosa mirada de Jarvis Cocker, un dandy sarcástico y desgarbado, sobre las miserias y los sinsabores de la middle class inglesa se transformó en pop de masas con este disco brillante en el que Jarvis apunta a sus temas predilectos: la sexualidad y las cuestiones de clase. A diferencia de sus coetáneos, Pulp sí le cantó a la rave: "A las cuatro de la mañana el mundo normal queda muy muy lejos" ("Sorted for E's & Wizz"). Tema recomendado: "Common People".
I Should Coco (Supergrass, 1995)
Si hay un disco del britpop que huele a espíritu adolescente, sin dudas es este. Con una energía desenfrenada, este trío de Oxford que la prensa especializada inglesa siempre miró de reojo retomó con su propia perspectiva -vital, desprejuiciada- un acervo ilustre (The Beatles, The Kinks, T. Rex, Buzzcocks e incluso Elton John). Lejos de inventar algo, Supergrass se dedicó al reciclaje con felicidad, desparpajo y ninguna culpa. Su evidente carisma llevó a Steven Spielberg a pensar en producir para ellos una comedia televisiva al estilo The Monkees. Tema recomendado: "Alright".
Grand Prix (Teenage Fanclub, 1995)
Siempre ocurrente, Noel Gallagher definió a estos escoceses como "la segunda mejor banda del mundo". Reyes de la melancolía, edificaron un repertorio de impronta beatle condimentado con aderezos americanos (el brioso power-pop de Big Star y un trabajo de guitarras en sintonía con el vuelo de los Byrds). Aunque su mejor disco, Bandwagonesque (1991) es previo a la explosión del britpop, en Grand Prix Norman Blake, Gerard Love y Raymond McGinley se repartieron con más equilibrio la autoría de los temas y levantaron una montaña de melodías inolvidables. Tema recomendado: "Neil Jung".
Urban Hymns (The Verve, 1997)
La banda de Richard Ashcroft, un pariente turbulento de Mick Jagger y Jim Morrison, se hizo famosa en todo el mundo con "Bitter Sweet Simphony", una canción suntuosa, entregada a la épica y también estigmatizada por la acusación de plagio que la enfrentó con los Stones (una movida fogoneada por el polémico manager Allen Klein). En lugar de mordacidad para la crítica social, un sello distintivo de lo mejor del britpop, Ashcroft -con un ego potenciado por los narcóticos- elaboró un discurso pomposo y a veces mesiánico que lo situó como el extravagante chamán de la escena. Tema recomendado: "Bitter Sweet Simphony".
Bonus
Casanova (The Divine Comedy, 1996)
En medio de las tensiones entre los representantes de la clase media (Damon Albarn, Jarvis Cocker) y la trabajadora, u obrera (Oasis), en el universo britpop apareció este irlandés canchero, hijo de un obispo, que se plantó sin titubear como la voz de la aristocracia. Neil Hannon reveló con claridad sus ínfulas con los nombres del proyecto y de este muy buen disco, que empieza a consolidar ese pop orquestal devoto de Scott Walker y, a veces, de Burt Bacharach, que sería su marca registrada. Debajo del artificio que decora sus canciones siempre hay una nota amarga. Tema recomendado: "Something for the Weekend".
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