El regreso de The Strokes: con The New Abnormal, la banda empieza una nueva etapa
The Strokes "siempre fue un rock and roll más directo, y a mí me gustan diferentes tipos de música; entonces, si se me ocurrían cosas locas, que una introducción dure tres minutos, me decían que sonaba raro, y está perfecto", le decía Julian Casablancas a LA NACION en octubre de 2017, seis meses después de que el grupo diera el show más convocante de su historia en Lollapalooza Argentina y semanas antes de regresar con The Voidz, su proyecto solista y experimental. "Tenía la obligación de pensar en grandes estribillos y esas cosas. Nos convertimos en algo que la gente ama y siento que no tiene que cambiar en nada, pero no me sentía completo en el plano personal".
Tres años sin material nuevo, el pasado 11 de febrero el grupo formado en Nueva York sobre el filo del siglo XXI publicó el primer adelanto de The New Abnormal, su sexto disco de estudio disponible a partir de hoy en todas las plataformas de streaming. "At The Door", así el nombre del corte, es una balada de sintetizador y voz que apenas remite al sonido característico de The Strokes en el guiño lejano a "Games" (de su disco Angles, 2011) del puente. La tesis del Casablancas de 2017, entonces, parece en jaque. ¿Logró finalmente que sus compañeros se arrojen a las libertades que él tanto anhelaba?
Escuchado el disco completo, la pregunta es difícil de responder. Por un lado, en The New Abnormal, The Strokes evita sonar como un cosplay de ellos mismos. Ya en sus 40, no existen las presiones por recuperar aquel espíritu adolescente de Is This It, el debut con el que irrumpieron en 2001 para poner al rock de guitarras de nuevo en la alta rotación. Y no es que haya que hablar aquí del disco que representa la "madurez musical", ese concepto extraño atado a la tiranía cronológica. Sí se conforma, más bien, como un trabajo en el que las canciones mandan por sobre el hit y, por momentos, las búsquedas individuales por sobre la idea de un grupo componiendo codo a codo. Aunque parezca contradictorio, tal vez haya sido ese relajo y esa despreocupación la que terminó por dar forma a un disco a todas luces superior a Comedown Machine (2013).
Pero The New Abnormal parece tomar distancia de todo. Aquellos chicos de jeans gastados y camperas de cuero, que le devolvieron primero a Nueva York y después al mundo la imagen de una banda de rock de garage, hoy son otros. Las influencias de Lou Reed y la escena del CBGB siguen ahí, sólo que más veladas, como si no hubiera obligación de responder a un linaje. También los excesos parecen haber quedado a un lado, o al menos al margen de las primeras planas. Ser The Strokes ya no exige muestras de desenfreno e irreverencia. En todo caso, eso vendrá como añadidura. Albert Hammond Jr importa más como guitarrista, compositor y performer estoico y Julian Casablancas como letrista directo y hábil declarante. La tensión entre ellos, sus idas y venidas, parecen ser parte, incluso, de la dinámica de un grupo que encontró en sus intermitencias el funcionamiento para sobrevivir.
"Nos van a culpar, crucificar y avergonzar / No podemos evitar ser un problema", canta Casablancas como un crooner de ansiolíticos en "The Adults Are Talking", el tema que abre el disco. Y entonces la declaración de principios y realidades viene por partida doble y en forma de contrapunto: los versos evocan el inconformismo adolescente, como si aquellos niños malos de Nueva York siguieran ahí, pero el título es una señal de que el tiempo ha pasado. Ahora, "los adultos están hablando", y el unísono de guitarra y voz sobre el final es la correlación sonora. Casablancas y Hammond, otra vez, yendo juntos a la par. Diciendo lo mismo.
The Strokes son, ahora, un nuevo problema. Para ellos y para el resto.
De hecho, la comunión entre los cinco se hace y deshace canción a canción. La nueva anormalidad de The Strokes parece más lograda a partir de la despreocupación por la consistencia que por una búsqueda deliberada, tanto de ellos como del histórico Rick Rubin detrás de las consolas. En "Selfless", Casablancas frasea desganado y desgranado y desgarrado mientras sus compañeros suenan como inmersos en una nebulosa construida por ellos mismos hasta desembocar en una guitarra solitaria. Y si allí la cosa funciona, en "Brooklyn Bridge To Chorus" cada cual parece estar desconectado del resto, aunque los sintetizadores ochentosos parecen darle al tema cierto potencial para estadios incluso cuando (o tal vez porque) proponen una secuencia armónica demasiado obvia.
"Bad Decissions" -con citas a "Dancing With Myself", de Billy Idol- y "Eternal Summer" devuelven la solidez al grupo a base de guitarras y bronca contenida. Y entonces ahí el ya mencionado "At The Door" funciona como un cambio de marcha abrupto, un rebaje en plena recta. Si Casablancas quería riesgos, este parece ser uno. Eso sí, el humor del disco es el que se pone en juego. Un autoboicot a la estructura ya poco firme de un grupo que no quiere agitar banderas ni mantenerse en tronos que ya no los representan.
El cierre con "Not The Same Anymore" y "Ode To The Metz", una autorreferencia y un nuevo guiño a Nueva York, echan luz al costado cancionero del grupo casi como una pequeña tregua al fan y a ellos mismos. Esa relación aún intacta y con mucho de nostalgia reciente es la que parece mantenerlos unidos y girando por el mundo -serán nuevamente cabeza de cartel de Lollapalooza Argentina 2020-. Cubierto ese flanco, el de los escenarios, el futuro de Casablancas y compañía en términos musicales parece incierto. Y así como en la pintura de Jean-Michel Basquiat que ilustra la portada del disco un pájaro mira hacia adelante inmutado por el contexto que lo rodea, The Strokes dieron con una nueva versión de ellos mismos por no mirar hacia ningún lado en particular. O más extraño aún, por mirar todos hacia lugares distintos.
Los tres discos que explican su carrera
Is This It (2001): Cuando el rock de guitarras firmaba un nuevo certificado de defunción, el debut de The Strokes apareció como enésima prueba de vida. Cinco adolescentes desalineados de Nueva York entre el revival del garage y el post-punk, sin más pretensiones que hacer canciones. El éxito a ambos lados del Atlántico se puede medir no sólo en la cantidad de fans y en el respaldo de la crítica sino, y sobre todo, en la cantidad de bandas inmediatamente posteriores que citan al disco como influencia: Arctic Monkeys, The Libertines y Franz Ferdinand, entre ellas.
Room On Fire (2003): Dos años después del disco debut que les cambió sus vidas para siempre, las presiones eran otras. Entre reafirmar su sonido o salirse de la fórmula, los Strokes eligieron la primera opción. Y si bien el resultado fue efectivo, nunca dejó de verse como el hermano menor de Is This It. La escasez de novedades y apuestas encendió una alarma que no se apagaría en trabajos posteriores, más bien todo lo contrario. Tal como en aquellos grupos punk y post-punk que tanto admiraban (Television, por ejemplo), la creatividad y el golpe de efecto parecían tener mecha corta.
Angles (2011): Después de un necesario receso de 6 años, The Strokes finalmente reinventó su sonido. Más expansivos que en su primera etapa, los neoyorquinos apostaron por ampliar su paleta sonora con teclados, efectos de guitarra y hasta en algunas baterías. La idea de no perder el pulso rockero que los caracteriza se mantuvo aunque no se haya traducido en hits inmediatos. Angles fue un regreso a la altura de lo esperado aunque su sucesor (Comedown Machine, 2013) no haya sido más que un paso atrás en ese intento por recuperar la chispa perdida.
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