La cantante, de 67 años, está retirada de las grabaciones y de las giras; muy activa en Instagram y siempre abierta a participar en homenajes, recuerda sus peores momentos de pánico escénico, su relación con Dave Stewart y el éxito increíble de “Sweet Dreams (Are Made of This)”
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LOS ÁNGELES.- El día que se enteró que un tema de su grupo Eurythmics había alcanzado el puesto número 1 en los charts de los Estados Unidos, Annie Lennox estaba en un hotel de San Francisco. La habitación era de inspiración japonesa y las ventanas era translúcidas, como si estuviesen hechas de papel de arroz. Lennox ya había empezado a manifestar los primeros síntomas de ansiedad vinculada con la fama y la celebridad, y la noticia no ayudaba. “La sensación era que no tenía dónde esconderme –dice hoy la cantante, de 67 años–. Y, como era mi primera vez en San Francisco, no dejaba de pensar en los terremotos ¡Me sentía tan vulnerable! Y lo único que faltaba eran esas ventanas de papel de arroz y que hubiera un terremoto. Era como estar desnuda frente al mundo.”
La canción que fue el puntapié inicial de la imparable racha de casi una década de Eurythmics en los charts —el clásico del synth-pop “Sweet Dreams (Are Made of This)”— cumplirá 40 años en 2023. Y como anticipo de ese aniversario, Eurythmics fue incluido en el Salón de la Fama de los Compositores, y en noviembre pasará a integrar el Salón de la Fama del Rock & Roll. Todo eso será capitalizado con una seguidilla de actividades: un majestuoso tour de despedida, un cheque de siete cifras en dólares por su participación en Coachella, y tal vez un libro de memorias, pero Lennox y su amigo y exsocio musical Dave Stewart todavía no han decidido qué hacer con todo eso.
Hoy Annie Lennox vive en Hollywood Hills, a donde se mudó con su esposo en los años previos a la pandemia. Durante la cuarentena, se convirtió en una impensada presencia en Instagram, donde posteaba fotos inéditas de ella con Stewart o compartía videítos actuales de ella canturreando una canción. Pero al entrevistarla durante dos horas en un café de Hollywood, queda claro que en todos sus años de vida pública y en todos los disfraces que adoptó, esa mezcla de optimismo reconfortante, energía y espíritu juguetón que adopta en sus videos se corresponde mucho con la Lennox de la vida real.
Tanto en las redes sociales como en persona, Lennox es cálida y centrada, como esa tía inglesa que nos consuela con una taza de té mientras nos quejamos de un amor perdido. Sus posteos en Instagram son como el equivalente humano de la aplicación Calm: expresan horror ante el estado del mundo, pero fomentando siempre la paz y la perseverancia. Sin embargo, la propia Lennox, que ha generado tan poca controversia en todas sus décadas de persona famosa, a veces tiene miedo de que la malinterpreten en las redes.
“Antes de postear algo, lo pienso mucho”, dice Lennox. “Ya me ha pasado de decir algo en una entrevista y que luego sea malinterpretado, cosas dichas en broma, como al pasar, o con un dejo de ironía. Hay que tener mucho cuidado, porque la gente está esperando que digas algo para agarrársela con una.”
La primera vez que Lennox visitó en Los Ángeles tenía menos de 30 años y junto a Stewart integraban una banda de rock británico anterior a Eurythmics, llamada The Tourists. Aquella vez, lo único que quería era poder visitar Disneylandia –pudo hacerlo y la fascinó– aunque cruzarse con la banda punk The Cramps en aquel hotel de mala muerte también le pareció de un glamour inconcebible.
Lannox había salido “prácticamente de la nada” en Aberdeen, Escocia. Su abuela materna era lechera, y su abuelo era guardabosques en el predio de la realeza británica en Balmoral, algo que Lennox, que en 2010 recibió la Orden del Imperio Británico de manos de la reina Isabel II, le mencionó al príncipe Carlos la última vez que se lo cruzó. “Es un hombre muy agradable y accesible –dice Lennox sobre el príncipe de Gales–. En serio, no hay razones para no apreciarlo.”
Annie Lennox creció en un inquilinato de dos ambientes y luego en un monoblock en Escocia. Estudió piano, flauta y clavecín en la Real Academia de Música de Londres, y finalmente abandonó la carrera. A los 21 años conoció a Stewart, un veterinario de 24 años. Lennox recuerda que por entonces Stewart tenía problemas con su carrera, y además era adicto a las drogas, algo que recién le reveló tiempo más tarde. Era un hombre bueno, inestable, brillante y original, y Lennox sintió inmediatamente ganas de cuidarlo. Al poco tiempo estaban viviendo juntos. “Sentía que era el único que me entendía.”
Los años con The Tourists fueron los de giras en camioneta para pagar las cuentas. Iban de gira a todas partes, tuvieron un par de éxitos menores, y repentinamente, en pleno vuelo de regreso de Australia, Annie y Dave se separaron. Según Stewart, entrevistado por Zoom desde su departamento en Londres, “simplemente nos dijimos que tal vez no debíamos vivir juntos, al menos por un tiempo. El tema es que Annie se mudó al piso de arriba, y después, tomándose su tiempo, se mudó a la esquina.”
Tras la ruptura amorosa y sin pensarlo demasiado, Stewart y Lennox decidieron formar un dúo, aunque las cosas en general suelen ser a la inversa: dúo primero y amor después. Sacaron un crédito en el banco y armaron el Eurythmics que todos recordamos, tanto musicalmente —un synth-pop tan estricto que parecía alemán, pero suavizado por la voz de Lennox y la fascinación de Stewart por la música soul y el blues— como visualmente —el pelo corto y anaranjado furioso de Lennox, sumado a sus trajes de hombre de impecable sastrería y género fluido.
Para Lennox, la androginia no era un artilugio escénico: era una armadura. El final de The Tourists había sido tormentoso, la pareja estaba deprimida y endeudada, y esos años de tocar en los bares de la Gran Bretaña posSex-Pistols habían hecho mella en su autoestima. “El público de aquella época realmente metía miedo”, recuerda Lennox. “No siempre le gustabas a todo el mundo…”
Entonces advirtió que los trajes de hombre la liberaban de la mirada masculina y generaban una separación entre su presencia escénica y la vida fuera del escenario, que más tarde demostraría ser tan importante. “Finalmente, me di cuenta de que era la manera de mostrar quién soy. Y eso me igualaba a Dave. Estábamos juntos en eso, y la sensación era hermosa, de mucho empoderamiento.”
Lennox también trató de distanciarse de una industria discográfica, cuando notó que era un ambiente hostil, por no decir algo peor, y que no estaba preparada para manejarlo. “En mi personalidad tengo una cuota de dureza, pero no soy una persona dura en general. Puedo ser fuerte, pero internamente soy muy suave.” Y no siempre tuvo un buen radar para detectar a los malos. “Los sociópatas son muy hábiles, y la industria discográfica está llena de tipos así. Hacen las cosas por abajo, sin que una se entere. Y de pronto, años después te enterás que cuando firmaste el contrato, había una palabrita, una cláusula que decía ‘a perpetuidad’. Una vez firmamos un contrato así, y sigue vigente.”
Por fabulosos que hayan sido, los años de Eurythmics por momentos también alimentaban la ira, el agotamiento y el miedo. Ira por la cosificación sexual que los trajes no lograban borrar por completo, agotamiento por la extenuante agenda de grabaciones y giras, y miedo a que su voz dejara de responderle.
Siempre fue una perfeccionista y para ella cada show era el monte Everest. “Me tomaba las cosas muy, muy en serio. Todo era cuestión de vida o muerte. Por extraño que parezca, cada actuación me parecía extremadamente importante.”
En 1981, Eurythmics lanzó su álbum debut, In the Garden, que no llegó a ninguna parte, pero en 1983 fue seguido por Sweet Dreams (Are Made of This), y las puertas de Estados Unidos se abrieron para ellos. El video de la canción que da título al disco fue una constante en la pantalla durante los primeros años de MTV. De pronto Stewart y Lennox estaban en todas partes, con mirada misteriosa en la tapa de las revistas y mirada cómplice en los videos.
Como ocurre a veces con los grupos famosos, el primer éxito de Eurythmics bien podría haber sido el último. Lennox y Stewart se venían rompiendo el lomo desde hace años. Estaban quemados y frustrados y les quedaba poca cuerda. El éxito del single “Sweet Dreams”, el cuarto de una seguidilla de sencillos de pobres resultados de su segundo álbum, sorprendió a todo el mundo, y sobre todo a ellos mismos.
“Obviamente ‘Sweet Dreams’ nos cambió la vida –dice Lennox.– Y sigue siendo lo más: no paran de pasarlo en todas partes. De hecho, ni siquiera es una canción convencional... ‘Sweet Dreams’ es una especie de mantra, que se repite y se repite. Pero la canción tiene algo con lo que la gente claramente se identifica y en cualquier ocasión, ya sea cuando festejan un gol o cuando celebran un cumpleaños.”
A lo largo de ocho años, el dúo lanzó siete álbumes y una banda sonora —para una adaptación cinematográfica de 1984, la novela de George Orwell— que fueron un éxito tras otro: al principio, se aproximaron al minimalismo de la nueva ola, y más tarde gravitaron hacia un pop suave y sombrío (“Here Comes the Rain Again”), hacia el rythm & blues lleno de armonías (“Would I Lie to You?”) y al pop con influencias del gospel y el “sonido Stax” (“Sisters Are Doin’ It for Themselves”). Este último tema —un notable dúo con la legendaria Aretha Franklin—, fue un matrimonio arreglado por el ejecutivo discográfico Clive Davis. El recuerdo que tiene Lennox de Aretha Franklin es el de una mujer tímida y callada. “Yo me preguntaba qué pensaría de nosotros, de todo eso que estábamos haciendo.”
Lennox recuerda que la primera vez que la reconocieron en público fue cuando salía de una farmacia en el norte de Londres, y ahí estaba toda esa gente que la miraba pensando: “Ah, entonces es así”. Aprendió a caminar por la calle sin mirar a los ojos a nadie, para no hacer contacto sin darse cuenta con desconocidos. Cada vez que se aventuraba a salir a un shopping, por ejemplo, volvía a casa con dolor en los oídos: había pasado horas con los dientes apretados.
Lennox y Stewart pasaban tanto tiempo juntos que no era natural, y menos para personas que en otro momento fueron pareja. ¿Eso le impidió tener una vida personal? ¿Le costó conocer chicos lindos mientras estaban de gira y con su exnovio en la habitación de al lado del mismo hotel? Por primera vez, Lennox parece horrorizada. “¡Yo estaba totalmente abocada al trabajo! No pensaba en divertirme, y menos en conocer chicos lindos. A veces me aislaba mucho, y al mismo tiempo debo admitir que me sentía muy sola. Fue difícil. Y fue ahí que tomé malas decisiones respecto a los hombres.”
Empezó a preguntarse cómo sería tener una vida común y corriente, formar una familia, o incluso lanzarse como solista, aunque esa era la pregunta que menos la acosaba. Finalmente, Lennox y Stewart tuvieron “la conversación”, que en 1990 puso efectivamente fin a su alianza musical tras su gira Revival. “No fue en medio de la gira; eso habría sido devastador”, recuerda Lennox. “Nos dimos cuenta de que los dos estábamos cansados y que necesitábamos un descanso de todo eso. El planteo nunca fue romper definitivamente. No fue así. Nos pareció que cada uno tenía que hacer sus propias cosas y que no había ninguna necesidad de grandes anuncios. Al fin y al cabo, nos estábamos separando, pero nunca lo dijimos en esos términos, por disparatado que parezca.”
Stewart se convirtió en un solista ecléctico y en un destacado productor de artistas, desde Katy Perry hasta Bob Dylan. Lennox tuvo dos hijas, Tali y Lola, con su segundo marido, el productor israelí Uri Fruchtmann. Uno de sus embarazos fue mientras trabajaba en su primer disco solista, Diva, de 1992, un álbum de pop R&B que ganó dos discos de platino y cuyo éxito la sorprendió. Lennox hizo pocos conciertos con los temas de Diva o con los de su igualmente exitoso disco de covers de 1995, Medusa.
En esos años quiso dedicarse de lleno a la crianza , ya que no tenía familia extendida que la ayudara. “Ya habían muerto”, dice Lennox. “Tuve el privilegio de poder pagar niñeras, y lo agradezco enormemente, porque sacaban a pasear a mis hijos cuando a mí se me complicaba.”
Pero cada vez que Lennox vuelve a hacer música, su éxito es rotundo: “Into the West”, la canción que coescribió e interpretó para El señor de los anillos: el retorno del rey, ganó un Globo de Oro y el Oscar en 2004. Y Nostalgia, un álbum de 2014 con clásicos del siglo XX (“Strange Fruit”; “I Put a Spell on You”), figuró en la lista de “Grandes Interpretaciones” de la PBS, la red de televisoras públicas de Estados Unidos.
A lo largo de los años, Lennox y Stewart se han reunido de manera intermitente, casi siempre para conciertos benéficos, aunque grabaron y realizaron giras para su álbum reencuentro de 1999, Peace, cuyas ganancias también fueron para obras de caridad. En los primeros años tras la separación, la relación entre ambos fue tensa, pero Stewart dice que actualmente el vínculo “es muy, muy bueno”. Se hablan por teléfono, han salido a comer, y Lennox visitó a Stewart y su esposa en su granja en Inglaterra.
El más interesado en un regreso del dúo es claramente Stewart es, aunque dice no entender el origen de la falta de interés de su compañera. “Honestamente, me desconcierta”, dice Stewart, aunque la conoce lo suficiente para saber que mejor no insistir.
En estos días, la manera más fácil de escuchar cantar a Lennox es seguir sus videos en YouTube con su hija Lola, que también es música y compositora. Más allá de eso, casi nunca actúa en vivo, porque la experiencia le resulta demasiado estresante. Dice que el pánico escénico “está siempre ahí”, y que tiene que lidiar con eso.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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