De canciones dedicadas al Diez, como “Maradó”, de Los Piojos y “Santa Maradona”, de Mano Negra a clásicos de Charly García, Alaska, Julio Iglesias y Sandro, la música de la serie de Amazon Prime Video acompaña el recorrido cronológico de la ficción
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La de por sí novelesca vida de Diego Armando Maradona ya es serie y tuvo su estreno nada menos que en la tierra del Diez Dios: la cancha de Argentinos Juniors, en La Paternal. Juanse y Valeria Lynch estuvieron en la avant premiere pero la música sigue en el soundtrack de Maradona: sueño Bendito, en donde no solo suenan aquellas canciones que lo celebraron en vida sino una mezcla de rock argentino, pop de los 80 e ídolos tan populares como solo lo pudo ser él.
Es la peripecia de Maradona, su gambeta y sus caídas, la que puede ir de la solemnidad festiva de Palito Ortega al descontrol de Mano Negra. De esos contrastes va esta playlist basada en los capítulos ya dispuestos en streaming por Amazon Prime Video.
“Peggy Peggy” (Sandro y los de Fuego, 1965). Otro personaje de serie (Sandro de América, 2018). La vida musical de El Gitano empezó cuando Diego apenas gateaba en el barro de Fiorito, no muy lejos de Valentín Alsina, donde el sex symbol había nacido como Roberto Sánchez. En la banda de sonido de Maradona: sueño bendito se lo escucha en sus furiosos comienzos junto a Los de Fuego, una auténtica banda de rock antes del rock como movimiento en Argentina. Esta postura más asociada a la contracultura es la que suele soslayar el carácter pionero de Sandro como rocker. No solo por su adaptación pélvica de Elvis sino por registros como “Peggy Peggy”, muy cercanos al sonido de los early Kinks (¿Tampoco eran rock?).
“Corazón contento” (Palito Ortega, 1968). Regrabada con sintetizadores y batería electrónica en 2011 para un Grandes Éxitos, es mejor ir al original incluido en el álbum El Ángel de Palito Ortega que lo mostraba todo de blanco. Sobre todo porque a la sencillez pueril de la canción se le oponen arreglos de orquesta que merecen volver a ser escuchados (la época en que las discográficas disponían a sus maestros para darle profundidad a la música popular). “Corazón contento” forma parte del repertorio clásico de Ortega y tiene dos momentos muy diferenciados: el comienzo parece anclado en el costumbrismo de 1961 pero hacia el estribillo hay algo que se suelta y parece contagiado por la cultura pop. “Alegría” es la palabra clave aquí.
“Abrázame” (Julio Iglesias, 1975). Poniéndose el traje de un Gilbert Becaud, el crooner mayor de Iberoamérica se metió en todas las casas de la Argentina con este álbum con nombre de ensayo (El Amor) que lo mostraba rey sentado a un rústico trono de mimbre. “Abrázame” era nada menos que la apertura de este álbum ícono y la voz lasciva de Julio llegaba envuelta en una suerte de vuelo del moscardón de cuerdas. En una sociología express, el consumo de Iglesias estaba en las antípodas del de Serrat, asociado a cierta competencia libresca. Sin embargo, en este disco hay un inesperado cover de “My Sweet Lord” y la canción tiene palabras que calan hondo (“Si tú te vas/se irá contigo el tiempo y mi mejor edad”) antes de que las cuerdas se la vuelvan a llevar en un remolino de locura.
“Bailando” (Alaska y Los Pegamoides, 1982). Diego llegó al Barcelona (1982-1984) en plena eclosión de la apertura social española conocida como Movida Madrileña, cuyo mayor emergente fue el cine de Pedro Almodóvar capaz de imponerle a la vida un adjetivo (“almodovariano”). Otro de los personajes más notables de aquella escena fue la multi-artista Alaska (María Olvido Gara Jova) que junto a Los Pegamoides se cargó el comienzo del punk español junto a Kaka de Luxe y Parálisis Permanente. “Bailando” se acerca más al tecno pop de Dinarama (aunque sin máquinas) y es una descripción gráfica del estado de ánimo de aquella Madrid como del golpe de Goitkoetxea que casi deja a Maradona fuera del fútbol (“tengo los huesos desencajados/el fémur tengo muy dislocado/el cuerpo tengo muy mal pero una gran vida social”).
“Sobreviviendo” (Víctor Heredia, 1984). Si hay un estado de ánimo inverso al de Alaska en la música popular de la época es el de esta canción de Víctor Heredia fijada como un tuit en el Nunca Más y el despertar masivo al horror de las fosas comunes y los crímenes de lesa humanidad en la Argentina. Su trino de barítono invocaba la supervivencia (su voz estaba también ahí por su hermana desaparecida) con instrumentación eléctrica en ese pasaje de los 80 en el que en la batea se podían encontrar juntos los discos de Marilina Ross, Riff, Los Abuelos de la Nada y el mismo Heredia. Una estrofa parece, en perspectiva, muy pertinente al Diez Dios: “Tengo la carne joven, roja la sangre, la dentadura buena y mi esperma urgente”. Tanto “Sobreviviendo” como “Todavía cantamos”, su otro hitazo del destape político, terminarían siendo cantados en las canchas de todo el país (con la letra adulterada y adaptada a cada club, claro).
“No voy en tren” (Charly García, 1987). El hit disco de Parte de la Religión cierra el primer capítulo de la serie que muestra los inicios de Diego como cebollita y su pronta consagración en Argentinos Juniors, donde se realizó la avant premiere de la serie. Las vidas de Charly y Maradona como stars fueron casi paralelas del mismo modo que sus excesos y caídas aunque García ha conseguido sobrevivirlo. La admiración era mutua y así Charly le compuso el “Maradona Blues” grabado junto a Claudio Gabis en el álbum La Selección. El diálogo entre Charly y el ex Manal recuerda aquel de Tanguito y Javier Martínez antes de la versión descarnada de “La Balsa”. “Yo ya perdí el autobús/como en el Maradona Blues”, le cantó en una cadencia que trae ecos del “Desconfío” de Pappo’s Blues. “No voy en tren”, claro, es en la serie una metáfora del ascenso acelerado del Diez Dios. El solo de Gabis: barrilete cósmico.
“Santa Maradona” (Mano Negra, 1994). La primera canción que se escucha en la serie es esta especie de coro hooligan llevado al estudio de grabación (en la operación inversa de las hinchadas) con el que el nombre de Maradona entró en la música pop global vía Mano Negra. A partir de esta canonización queer de Diego (¿Una santa como Gilda?), Manu Chao iniciaría un romance con el público argentino y sería una influencia en el rock alterlatino de Los Cadillacs o Todos Tus Muertos. Casa Babylon fue el último álbum de Mano Negra y “Santa Maradona” marcó el tono latinoamericanista del grupo hacia el final.
“Marado” (Los Piojos, 1996). El nombre de Maradona no apareció en una canción de rock argentino sino hasta esta vertiginosa épica de Diego confundido con su propio tatuaje del Che: un justiciero antes que un astro del fútbol. Al contrario, Maradona ya había aparecido en el escenario junto a Queen y Eddy Grant (un Bob Marley de saldo que casi nadie recuerda) en su esplendor aunque el rock no tematizara al fútbol hasta la llegada de Attaque 77 con “Sola en la cancha” (excepto “el banderín de River Plate”, en Invisible). Los Piojos enumeran hitos de su biografía y sus hazañas deportivas pero no terminan de nombrarlo ya que apelan al “Maradó, Maradó” de la hinchada en un álbum de título elocuente: Tercer Arco. Al borde del delirio, Andrés Ciro termina balbuceando en estilo flamenco.
“Atomicum” (Babasónicos, 2001). En sus acercamientos al heavy metal, Babasónicos edificó una discografía dentro de su discografía. Este “Atomicum” anfetamínico se deja oír en el capítulo estreno en un escena de ruta. Parte de Jessico, álbum que este año cumplió dos décadas y se mantiene como una de las obras esenciales del grupo y del rock argentino. La única asociación posible entre el grupo y el Diez Dios es aquí Lanús, ciudad y gueto como bien habían definido los Babasónicos en “Desarmate”, aproximación al hip hop de Trance Zomba.
“Voyage, Voyage” (Desireless, 2007). La versión original de “Voyage, Voyage” es uno de los mayores éxitos tecno pop francófonos y esta que se escucha en la serie y en la antología More Love & Good Vibrations parece a medida de la era unplugged o de esa serie de lounge ansiolítico (Bossa’n Beatles y demás). Si bien se aprecia en primer plano la voz de Desireless (nombre artístico de Claude Fritsch-Mentrop) se extraña la explosión de pista encendida que llegaba con el estribillo. Es como si a la canción le hubieran cortado las piernas.
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