Puesta con carácter y estilo
Richard Wagner: el holandés errante/ Orquesta y coro estables del Teatro Argentino/ Director musical: Silvio Viegas/ Régisseur: Louis Désiré/ Cantantes: Mónica Ferracani, Licio Bruno, Víctor Castells, Francesco Petrozzi, Roxana Deviggiano, Sergio Spina/ Escenografía: Diego Méndez Casariego/ Vestuario: Mónica Toschi/ Luces: Marcelo Cuervo/ Director del Coro: Esteban Rajmilchuk/ Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: excelente
De la amplia lista de aciertos registrados anteanoche en la versión de El holandés errante , de Wagner, con la que el Teatro Argentino de La Plata cerró su breve temporada operística, hay que despegar un hecho que tiene características celebratorias y se proyecta más allá de una situación ocasional. El rol protagónico de Senta, que estuvo a cargo de Mónica Ferracani, mostró que los argentinos tienen una muy valiosa soprano wagneriana.
Se trata de una escasa especialidad que no se caracteriza sólo por una gran potencia vocal. En algunas memorables wagnerianas, esta cualidad física no era su atractivo central, porque contaban mucho las tonalidades líricas y poéticas y su capacidad comunicativa, condiciones que exhibió la argentina a lo largo de su actuación como Senta.
Además de poseer el timbre ideal para este tipo de personaje, Ferracani mostró belleza auditiva, absoluta seguridad musical, emisión liviana y diáfana, actitud desamanerada ante los pasajes líricos, notable frescura en la voz y, lo más importante, refinada personalidad y gran ductilidad para la composición escénica. Ese sentido teatral, hace que una criatura wagneriana no sea rutinaria ni olvidable, y reaccione con comodidad, tanto en los momentos introvertidos (de que está repleta esta obra) como en los abiertamente exteriores.
Con el resto del elenco no se advirtieron desniveles. El Holandés del bajo-barítono Licio Bruno desplegó gran dignidad vocal y escénica. Evitó el melodramatismo y el apasionamiento exagerado y su condena despertó piedad, porque todo lo que hizo impresionó como verdadero.
El bajo Víctor Castells como Daland, el tenor Francesco Petrozzi como Erik, el timonel del tenor Sergio Spina y la nodriza de la mezzo Roxana Deviggiano de ningún modo se movieron en planos menores. Ninguno de ellos fue convencional y todos contribuyeron a la creación de una auténtica tensión dramática. Además, lograron resultados de buenos cantantes con una notable unidad de estilo. No hubo un solo momento del que pudiera decirse que estos cantantes no sonaran wagnerianos.
Queda claro que los dos grandes responsables de este triunfo fueron el régisseur Louis Désiré y el director de orquesta Silvio Viegas. El primero elaboró una puesta sin alardes simbólicos innecesarios y con una visión que tuvo en cuenta el logro de la innegable unidad estilística. La directa simpleza de la excelente escenografía, el muy acertado manejo de las luces y un vestuario especialmente adecuado permitieron a Désiré su convincente puesta.
Viegas, con su ejecución, consiguió que el despliegue sinfónico de Wagner con sus tan variadas alternativas (y los más y los menos de esta obra) tuviera permanente interés auditivo. Además, mostró su capacidad para la comunicación romántica y sus controles para la cohesión entre foso y escena. Finalmente, el coro del Argentino hizo una empinada demostración de musicalidad y se convirtió en decisivo personaje de esta versión que se distinguió, sobre todo, por su carácter.
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