Primavera Sound, por dentro: los sorprendentes shows de Charli XCX, Mitski y Kiddo Toto
Travis Scott, Hernán Cattaneo, Miranda! y L-Gante con Damas Gratis cierran la noche del sábado del festival; por la tarde se destacaron Amaia, Jessie Ware, José González y Father John Misty
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Después de las dos fechas previas lideradas por Jack White, en octubre y Björk, tres días atrás, este sábado la edición inaugural de Primavera Sound Buenos Aires tiene la primera de las dos jornadas más festivaleras.
Con seis escenarios y una oferta musical que pone el énfasis en la música indie, el festival se desarrolla en Costanera Sur. Por la noche se presentan Charli XCX, Hernán Cattaneo, Miranda! y Travis Scott, entre otros.
Un huracán llamado Charli XCX
Cuarenta minutos pasaron desde el comienzo de su show hasta que Charli XCX hiciera la primera pausa para dirigirle algunas palabras al público y tomar aire. Porque en todo el tiempo, desde el primer tema, no hizo otra cosa que cantar y moverse de aquí para allá por el amplio escenario. A pesar de su juventud, no es una figura ascendente sino una artista ya bien instalada dentro del firmamento de la industria de la música pop. Es una estrella joven. Pero ese camino recorrido no le quita mérito al momento de tener que ganarse al público con cada canción. Y lo hizo con todas, con esos éxitos que hicieron delirar al público (”I love It”, del grupo sueco Icona Pop fue uno de los momentos más altos de su show) y con las menos conocidas. Charli XCX usa el mismo recurso de muchos raperos. Grandes pantallas que sirven de escenografía y visuales y una banda de músicos que no existe. En un punto, esa decisión puede jugarle en contra, al ser la única que debe defender el show sobre el escenario. Por suerte (para ella y su público), sabe encontrar los recursos para que eso que pueda ser visto como una limitación se transforme una estética de su espectáculo.
Pasión por Mitski
Si alguien quisiera probar que la música no distingue de idiomas o fronteras, bastaría con mostrarle imágenes de lo que ocurre en Primavera Sound en el anochecer del primer día del festival. Mitski, una estadounidense de ascendencia japonesa llamada Mitsuki Miyawaki, convoca a una audiencia frente al escenario Samsung.
Vestida de blanco, entre la pureza y la osadía, canta con la voz, con el rostro, con el cuerpo. Es que sus manos, sus piernas, sus gestos y hasta su andar son un mensaje en sí mismo. Y eso es quizás lo que hace que su público conecte con su arte. Porque más allá de las barreras idiomáticas, la música de esta cantante de 32 años llega. Transmite.
En el festival porteño el público le responde a su manera: con carteles en inglés, alguno en japonés (el traductor como aliado) y un “ole ole”, bien argentino, colado en medio de un show con sello asiático. Ella celebra esa fusión de mundos, y lo hace en un español admirable: “Gracias. Los quiero a todos. No, los amo. Muchas, muchas gracias”.
Si alguien quisiera probar que la música no distingue de idiomas o fronteras, bastaría con que vaya a ver un show de Mitski.
Indies, crooners y centennials: Father John Misty, Kiddo Toto y Los Planetas
Si el gusto está en la variedad, cruzar la barrera de las siete de la tarde fue el encontrarse con una vidriera ecléctica para ese público dispuesto a caminar unos metros. Tayhana no soltaba sus manos de las bandejas, con su set de electrónica étnica. En uno de los escenarios principales, Father John Misty otorgaba una propuesta delicada, sin estridencias y con matices leves, pero bien elaborados. Más allá de que su apodo (porque su nombre real es Joshua Michael Tillman) refiera seguramente a la vocación religiosa protestante de su padre y su madre, el trabajo de este músico parece extraído de salas de conciertos e implantado en un escenario festivalero con gente que escucha de pie, sin que por eso pierda la atención. El “reverendo” fue mutando con el paso de los minutos: del folk a lo Cat Stevens, al toque jazzístico de principios del siglo pasado, y de ahí a un largo segmento en el que se puso en la piel de un crooner, pero sin saco ni corbata. Y así, sin ninguna estridencia, más allá de que la sección de brases que lo acompañaba le daba pinceladas con brillos, trascurrió su set con temas a medio tempo.
El que sí se puso corbata fue Kiddo Toto. Mientras que El Doctor generaba el primer pogo de la tarde, en el escenario de la marca de cerveza que patrocina el festival, Kiddo Toto ganó el escenario Nobody Is Normal lookeado como un Men in Black, a unos cientos de metros de allí. Como muchos artistas en vía de desarrollo llevó todo lo que tiene en su inventario. El eclecticismo se impuso, los invitados, su voz melodiosa y hasta un autito a control remoto que fue parte de esa puesta en escena por momentos caprichosa. Pero también dejó vislumbrar ciertos rasgos de su narrativa, que responden a un contexto generacional y que lo colocan en esa primera línea, la de los que llaman la atención. Para el final de su recital, ya sin corbata ni camisa, intentó cruzar el vallado para abrazar a sus fans que habían hecho pogo durante buena parte de su show. “Los amo. Siempre me sorprenden. Me gustaría abrazarlos a todos, pero después no me puedo mover de la cama por cinco días”, dijo.
Otra vez en el centro del predio, quienes ganaban uno los escenarios mayores eran Los Planetas, banda que quizá responda al por qué de la existencia de este festival, que nació de cara a una escena indie, para poder generar una vidriera de lo que sucedía en cada momento. Los Planetas aparecieron casi una década antes (en 2023 cumplirán 30 años de carrera) pero fueron parte de esa escena rockera. Su base puede ser el rock norteamericano al que se le suma el vuelo poético español de finales de los ochenta y principios de los noventa. Y lo que vino después. Haber tenido a la banda granadina sobre el escenario porteño fue testimonio de aquello.
La hipnótica Amaia
Por la tarde, Amaia (ganadora de la novena edición de Operación Triunfo de España) puso a consideración del público un repertorio midtempo que se alterna con baladas. “Debajo del relámpago voy a contarte mis secretos” (“El relámpago”), anticipó esta joven cantante que, por momentos, pronunciaba las palabras pausadas como si quisiera que cada una llegue a destino con fuerza propia; y en otros versos hacía honor con su voz a la tradición vocal española de cantantes pop.
Amaia no teme, a pesar de lo imponente del escenario, sentarse al piano y cantar casi al borde del susurro. Luego, con la misma soltura, y casi como si golpeara las teclas del piano, subió el tono y la fuerza de su canción para sentenciar al aire, arrolladora: “No merezco tu atención, pido perdón por no ser mejor que nadie, pido perdón, no hace falta que me hables” (“Perdona (ahora sí que sí)”).
Así es como va de la exquisita e intimista “Yamaguchi” (un primer beso en una plaza de su Pamplona natal) a un cover de “Santos que yo te pinte”, de la banda Los Planetas, un guiño a sus compatriotas que tocarán un rato más tarde. Del piano a la guitarra. De lo festivo a lo profundo. De la ternura a la fortaleza.
“Volveré a la Argentina, cien por ciento. Me encantó Buenos Aires y volveré muy pronto. Me la he pasado muy bien, muchas gracias”, dijo antes de despedirse del escenario Heineken con una bandera de la Argentina que le lanzó uno de los presentes.
Primeras postales
Según el dicho, a los que madrugan, Dios los ayuda. Los agnósticos pensarán, en cambio, que llegar temprano a un festival permite no hacer interminables colas, acceder con facilidad a un predio que no es de tan fácil acceso (los cortes de calles se hacen a gran distancia del epicentro musical) y lograr un buen reconocimiento del terreno cuando todavía no hay demasiada gente. Lo que es casi una regla ocurrió en las primeras horas de este sábado en el Primavera Sound.
La manera como se vio a la gente deambular obedecía a que el reconocimiento del terreno no era trabajoso durante las primeras horas. Ubicar los escenarios, que, en este caso y por suerte no están tan distantes unos de otros, divisar baños, sectores de descanso y curiosear cada propuesta que ofrecen las marcas que esponsorean el evento, desde patios cerveceros o sectores de bebidas blancas y vinos, hasta un lounge con dj y reposeras que en el fondo puso en marcha, pasado el mediodía, una empresa de combustibles.
Desde las grandes estructuras hasta los pequeños puestos comenzaron a funcionar cerca de las tres de la tarde (bananas, mandarinas y manzanas a 200 pesos, frutillas a 600). Y los escenario, por supuesto, también ya estaban en marcha. Para las 15, O.L.I.V.I.A paseaba su sexy outfit de marinera y ponía en movimiento uno de los escenarios mayores, con canciones que fueron aumentando su potencia, hasta llegar a un noventoso breakbeat, que reservó para el cierre.
En el escenario de al lado, la banda de Bristol, Beak hacía un viaje en el tiempo que comenzó en el rock progresivo plantado con un bajo, una batería y un set de sintes y otras herramientas electrónicas. Eventualmente apareció una guitarra y una voz casi en el mismo plano del resto de los instrumentos, para darle curso a una propuesta que por momentos se cruzó del lado del rock experimental y coqueteó con el britpop de los noventa, aunque los códigos del grupo pertenezcan a una generación del nuevo milenio.
El público sorprendía desde temprano a los que estaban sobre el escenarios. La cantautora Raveena lamentó no hablar un poquito más de castellano para interactuar más con una audiencia que realmente la ovacionó desde las primeras canciones que puso en su repertorio. Los fans aparecieron en los lugares más impensados. Frente a un escenario se pudo ver en esas primeras horas a grupos que fueron a ver a ciertos artistas. Además de la buena llegada que tuvo la norteamericana Raveena, quien más se lució en esas primera horas de la tarde fue la inglesa Jessie Ware, que se metió al público en el bolsillo del primer a último tema. Sus canciones fueron un gran imán tanto para aquellos que no la conocían como para los más devotos que fueron a primera hora a verla, y luego pusieron rumbo a otros escenarios. Jessie armó una puesta en escena en torno a cuatro cantantes-bailarines, y durante más de una hora mostró un set de temas de fácil entrada en los oídos. Incluso, algunos de sus temas generaron (para los oídos que más años tienen), un link un a la música de Moloko, casi como un pase de posta (la voz de Jessie tiene puntos de contacto con la de Róisín Murphy).
En los extremos, como el escenario de la Ciudad, Feli Ruiz tocaba casi una bossa y luego arremetía con un clásico español, “Corazón partío”. Postales de un festival que, tiene nombres muy conocidos y convocantes, pero también una grilla extremadamente variada, y un público muy agradecido por sentir la música en vivo.
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