Primavera Sound Madrid: de los clásicos de Depeche Mode al rap de Trueno, de la psicodelia de The Mars Volta a Christine & The Queens
Una jornada bien variada se experimentó en la versión madrileña del festival que el 25 y 26 de noviembre tendrá su segunda edición en Buenos Aires
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MADRID.-En ocasiones, la gran cantidad de nombres que se suman a la grilla de un festival navega por aguas similares, explora un mismo terreno. Pero en jornadas como la de este viernes en Primavera Sound Madrid (que el 25 y 26 de noviembre tendrá su segunda edición en Buenos Aires) las diferencias estéticas, de edades, de estilos y de códigos hizo que disfrutáramos de un día contundente.
Como una suerte de desayuno continental, entre los sabores y colores que proponen los experimentados Depeche Mode y The Mars Volta; la introspección y dramatismo de Christine & The Queen, el rap argentino (y de old school) de Trueno, el punk-rock californiano de primera generación de Bad Religion y la frescura neo-indie de Japanese Breakfast, hay poco en común. Y ahí reviste lo más interesante de tener un plato (bien grande, eso sí) de colores y sabores variados. Podés probar un poco y si te gusta quedarte hasta el final o en el caso de que no sea de tu agrado buscar en otro extremo. Eso sí, como la comida, la música no siempre viene digerida: hay que poner atención y dejarse llevar.
Por caso, la propuesta de Christine & The Queens es de las más complejas y atractivas de este viernes. Los críticos han sido bastante perezosos a la hora de definir lo que llega desde Francia: french touch, french pop y así hasta el infinito. Pero pensemos en un sonido cercano a lo industrial y conjuguémoslo con pinceladas de rock clásico, climático y con extensas zapadas en el medio, para salir del eje y tal vez no regresar jamás. Y pensemos que eso puede convivir con temas de corte introspectivo y desgarrador, con colchones de teclados que emulen cuerdas y que retomen el pop de autor según Tori Amos o incluso el costado más experimental, si vale la expresión, de Madonna.
Pensemos en un cantante hombre trans (su nombre de nacimiento es Héloïse Adélaïde Letissier pero eligió el de Chris y recientemente el de Redcar) que sube a escena con pantalones negros y torso desnudo (sus pechos cubiertos por estrellitas) y que aboga por la otra desnudez, la del alma. Baila, levanta sus brazos como intentando estirarse hasta el cielo. Lo hace de forma aflamencada, con técnicas de danza contemporánea pero sobre todo lo hace para llevar el dramatismo hasta el paroxismo. La disparidad de reacciones en el público es una buena señal. Se siente interpelado, por eso hay quien abre bien los ojos y quien los cierra, quien lanza gritos cortos y quien respira profundo. Eso sí, al final todos coinciden en una ovación. La entrega del artista es total y su lugar en la escena festivalera también.
El lado oscuro de la fiesta
¿Qué no se ha dicho de Depeche Mode y del electro-pop (y electro-rock) que tanto ayudaron a diseñar? La presencia de bandas como la de Dave Gahan y Martin Gore en los festivales tiene como propósito unir generaciones: atraer a los que disfrutaron en tiempo real de los hits que se transformaban en clásicos y a los fans más nóveles. Y en este caso el resultado es notable: un show tan sólido como el prestigio de la banda, una propuesta estética diseñada a partir de la simpleza de una letra “M” que nos observaba desde la pantalla central. Es en alusión al nuevo disco, Memento Mori y sobre todo a la carga que tiene esa expresión latina: “recuerda que morirás”.
Ellos, que andan por los 61, tuvieron un recordatorio cercano el año pasado, cuando murió Andy Fletcher, tercer integrante del grupo, tecladista y miembro desde la fundación y desde la prehistoria de Depeche. Esta es la primera gira mundial sin él y a él está dedicado el set. Que abre con las nuevas “My Cosmos is Mine” y “Wagging Tongue” y cierra hora y cuarto después, claro está, con “Personal Jesus”.
Gahan se mueve con elegancia por el escenario. Como si se tratara de un teatro y no de un enorme predio ubicado literalmente en medio del campo, con una autopista (o autovía) cercana como única referencia urbana, apela a sus encantos para imantar al público, para que buena parte de las 40.000 personas presentes en la Ciudad del Rock de Arganda del Rey (a casi 30 kilómetros de la ciudad de Madrid) se dejen intimar cada vez que abre los brazos y los extiende como si detrás de él llevara la capa de Nosferatu.
Que los picos hayan sido “Everything Counts”, “I Feel You”, la emotiva “World in my Eyes” dedicada a Fletcher; “Enjoy the Silence”, “Just Can’t Get Enough” y “Personal Jesus” no sorprendió a nadie, pero sí emocionó a los fans de años y reconfortó a quienes los vieron por primera vez.
Del rap al punk-rock
Kendrick Lamar trajo a Primavera Sound Madrid su mística rapera: extensas parrafadas que pintan su mundo personal, su cultura y el estado actual del hip hop, que desde hace un tiempo experimenta no solo un nuevo estadío de popularidad sino también de recambio de nombres y de nuevas mixturas. Como ese muchachito que llega de Buenos Aires, de la “Comuna 4, del barrio de La Boca”, como se encarga de decir Trueno una vez que sale a escena y que arremete con un rap de corte clásico cargado de letras ingeniosas, de rimas que le hablan a su generación y de un freestyle venenoso, que por algo lo catapultó a ganar todas las competencias en las que se involucró: “Batalla de Gallos, FMS, Quinto Escalón”, enumera a su lado Peligro, su papá, su manager y uno de los MC que lo secundan en vivo.
Antes de Trueno, en otro de los ocho escenarios diseminados por el predio, Bad Religion saca a relucir su antigua receta de punk-rock al estilo californiano, con el ceño menos fruncido que el inglés pero igual de “podrido” cuando se lo proponen. Están en forma y las versiones en directo de sus clásicos también. Mucho antes, cuando la cosa recién empezaba, los neozelandeses The Beths dejaban una muy buena imagen de su relectura del shoegaze, con una cantante, Elizabeth Stokes, que por momentos nos recordaba a la entrañable Rosario Bléfari.
Con el sol que se había negado a salir los días anteriores a pleno, en uno de los escenarios principales Japanese Breakfast demuestra que es bastante más que una banda “hypeada”. El proyecto de la coreana-norteamericana Michelle Zauner retoma las obsesiones del indie-pop de fin de siglo y le suma una estética oriental que aprovecha muy bien el reinado actual de la cultura coreana en todo occidente. Variedad es la palabra y no siempre prima a la hora de definir las grillas de los festivales.
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