Premios Gardel 2022: el recambio generacional y la importancia de hacer música en vivo, las claves de la ceremonia
Wos, como gran ganador de la noche, es el estandarte de una escena musical que se renueva y que tiene su eco en el premio argentino más importante de esta actividad
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La fiesta de los Premios Gardel, que celebra cada año la producción musical argentina, tuvo una crónica de triunfo anunciada, ya desde la presentación de las ternas, meses atrás. Porque si en la mayoría de las categorías figuraban tres discos o canciones y en aquellas relacionadas a la música urbana no menos de siete, había algo que empujaba la balanza hacia ese lado. Y lo cierto es que no está mal que así suceda cuando se intenta mostrar un inevitable recambio generacional y a una corriente de la música que está muy activa y en plena efervescencia. Traducido a números y nombres propios, los resultados hablaron por sí solos. Wos, que por su disco Oscuro éxtasis se impuso en seis de las ocho categorías en las que competía, fue el merecedor del Gardel de Oro. Y aquí no está de más decirlo: es el artista más joven que recibió esa estatuilla en los 24 años de existencia que tiene este premio.
Si de recambio generacional se trata, Wos -que tiene la misma edad que los premios- fue el genuino estandarte de una generación que toma la posta, que se impone en las ternas y que alegra a la multitud que se acerca a la ceremonia de premiación. Porque tampoco hay que olvidar que cuando se escuchaba griterío desde la platea y desde los sectores superiores del Movistar Arena durante la transmisión era para arengar a ese mosaico más o menos homogéneo (entre el rap, el trap y el pop) de artistas veinteañeros que tienen entre sus caras más visibles a Tini y a Nicki Nicole, entre otras.
Todo fue a la medida de esa generación centennial, que casi no ve TV (ni abierta ni de cable). Hasta la trasmisión de la gala: por primera vez se eligió a una plataforma de streaming en franco ascenso: Star+. Así, todas las fichas que estaban dispersas tomaron forma en ese pase de posta, natural, necesario, más allá de cualquier evaluación artística que se pueda hacer de la materia prima con la que cuenta una entrega de premios. Como frutilla del postre, surge el dato de que fue Fito Páez quien le envió un video a Wos, una vez que el rapero tenía la estatuilla dorada. Con pocas palabras, le dio una especie de bendición.
Por otro lado, no se puede pasar por alto que la intención de hacer girar la premiación por las provincias argentinas no prospera. El puntapié lo dio Mendoza, cuando años atrás se hizo cargo de la ceremonia. Por ahora no se pudo volver a poner en marcha y quedó en Buenos Aires. Sin embargo, esta edición, luego de dos años de virtualidad, sirvió para refrendar con una gala en el estadio cerrado más grande de Buenos Aires, el buen momento que está pasando la música en vivo (por la cantidad de shows que hay programados) y lo valiosa que es la presencialidad para esta actividad cultural. Se notó hasta en el demorado cierre de la alfombra roja, con tantos músicos reencontrándose.
La otra manera que tiene la fiesta de los Gardel para encontrarse es el escenario, con sus típicos musicales compartidos. Algunas juntadas llaman la atención. Este año, en cambio, no hubo grandes sorpresas, pero sí un marcado perfil que tendió a evitar toda estridencia. Excepto en bloques contundentes y de altos decibles -como el de Airbag o el inicio de la ceremonia, a puro cuarteto, con La K’onga que invitó a Luck Ra y Nahuel Pennisi- los cruces llevaron las versiones a momentos casi intimistas. Jay Mammon, que volvió a hacer por segundo año consecutivo un gran equipo con Eleonora Pérez Caressi como conductores de la gala, también se dio el gusto de sentarse al teclado para acompañar a Ángela Torres en “Zamba para olvidarte”. Menos sorprendente (solo porque ya habían trabajado juntos) fue el encuentro de Alejandro Lerner y Rusherking, que interpretaron “Después de tí”.
Y si se puede subrayan a través de los shows otra arista que tienen los Premios Gardel a la música, los encuentros generacionales son los que aportan siempre ese matiz. Algunas canciones del disco de Fito Páez El amor después del amor (que cumplió en junio pasado su 30° aniversario) fueron interpretadas por Zoe Gattuso, Julieta Laso, Miau Trío y Chita. Gustavo Santaolla (desde la pantalla) Cazzu y Abel Pintos cantaron “Solo le pido a Dios”, mientras León Gieco (su autor) observaba desde un lugar preferencial de la platea. Y un rato después Tini y David Lebón entonaban un clásico de Serú Girán, “Seminare”. Como guiño a la historia musical propia, se destacó el homenaje a Alejandro Lerner, que vino acompañado con un premio Gardel a la Trayectoria.
Todo eso no hizo más que tratar de mostrar a una industria cultural encolumnada, aunque los matices, puertas adentro sean de lo más diversos. Incluso también es evidente que cuando el foco de la premiación se pone en artistas masivos o en los que están en vías de serlo, la fragmentación puede dejar fuera a un amplio y rico ámbito de producción música, con otras voces, otros estilos y contenidos. Claro que esto no fue una particularidad de esta edición, se viene dando desde hace décadas.
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