Postales del Festival Argerich o el “Marthapalooza” que vuelve a reunir a la genial pianista con sus fans argentinos
Mucho cariño por parte de unos, interpretaciones sublimes por parte de ella, la relación entre ambas partes se renueva por estos días con el Teatro Colón como escenario principal
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Cuando Martha Argerich se puso de pie para saludar la ovación del público, muchos de los músicos que la acompañaban sonrieron. Sucedió el viernes, en el Teatro Colón, cuando la gran pianista hizo la apertura del festival que lleva su nombre, con la magistral versión del Concierto en Sol de Ravel. Al día siguiente, desde un palco, cuando sostuvo el aplauso para el elenco que interpretó La historia de un soldado, de Igor Stravinsky, el público renovó la ovación. Y es curioso porque la extraversión de Argerich no pasa por el carisma de su personalidad frente a una audiencia sino por esa conexión tan magistral que tiene con el piano. Conmueve todo el tiempo que dure su interpretación. Es capaz de tener a la platea en vilo, con esos movimientos vertiginosos del concierto raveliano (el primero y el tercero); es capaz de emocionar, en los detalles de la partita de Bach (esa que interpretó en la segunda noche del Festival Argerich.
¿Y el publico va porque es habitué del Colón o por Martha? “Trabajo cerca de acá -decía Julieta- y cada tanto vengo al Colón. Pero Martha Argerich me encanta y esta me parece una oportunidad única. Había que venir”. Nora y una amiga esperaban en una de las entradas al Colón. Sus hijas, que les regalaron los tickets y “se fueron a estacionar el auto”, estarían allí un rato después, para ver la función juntas. “Este es un plan familiar. No suelo venir pero Argerich me gusta”, admitía Nora. Juan Carlos paseaba por la calle Tucumán con un cartel escrito a mano que rezaba (o más bien suplicaba): “Busco entrada”. Se quedó sin localidades y no quiso perder la función. Quizá haya tenido suerte; quizá haya aparecido alguien con una de más que se la pudiera vender. “Me verán como un loco, pero esto en Francia es común”. Lo dice porque vive en Francia y ahora que esta por Buenos Aires y es muy fan de Argerich no quiso perder la oportunidad de verla en el Colón. Mirtha Legrand, que ya estaba ubicada en un palco, leyendo un programa de mano, tampoco quiso perderse uno de los mayores eventos del teatro para este año.
A pesar de que en la segunda gala muchos fueron por Argerich, en realidad, la participación de la anfitriona fue bastante breve. Hizo la apertura con un recital de piano de una sola obra, la Partita N°2 en Do menor, BWV 826, que a pesar de estar dispuesta en seis temas enlazados, es relativamente corta. La segunda parte fue dedicada a La historia de un soldado, una pieza singular porque en este formato podría ser una especie de ópera de cámara con un pequeño detalle: no tiene textos cantados. Lo cual la aleja radicalmente de la ópera o del singspiel. Y dentro de este contexto adquiere otra particularidad: Argerich conoció a Dutoit cuando el entonces joven director estaba ensayando La historia de un soldado. Fue hace más de cincuenta años. Y en este 2022 es la hija de ambos la que se encargó de los relatos, mientras don Dutoit dirigió a los músicos. Nada es casual.
El director Rubén Szuchmacher dejó la libertad para que cada persona conecte con lo que siente en torno a ese soldado que vende su alma, más allá de contextos históricos, incluso el actual. Ya lo había adelantado en su charla de la última semana, con LA NACION: “En el Fausto de Goethe, lo que aporta el diablo es la juventud, y acá es el dinero. Esa ilusión contemporánea del enriquecimiento masivo. En este momento en el que los ricos son cada vez más ricos y existe la ilusión de los que no lo son. Aparece el planteo fáustico. No es solo un soldado que vuelve de la guerra. Porque un soldado siempre remite a una guerra y obviamente nos hace pensar que en Occidente hay una guerra en este momento. El que quiera relacionar, que lo haga. También hay que tener en cuenta que la obra funciona como un cuento popular que se las trae. Al diablo se lo puede derrotar poniéndolo rico nuevamente, desprendiéndonos de esa ilusión capitalista, aunque yo no lo remarque.”
Más allá de marcaciones determinadas y de decisiones clave (el hecho de que la traducción fuera al español con el uso del voseo) la puesta y la escenografía fueron lo suficientemente despojadas como para que la pieza hable por sí misma, en el tono que cada personaje lo impuso. Annie Dutoit enlazó los relatos con la música. Peter Lanzani fue el atormentado soldado; Joaquín Furriel el despiadado diablo y Cumelén Sanz la cándida princesa.
Un excelente comienzo
El viernes, el festival tuvo el mejor comienzo y con varias postales. Por un lado, la ajustadísima y certera versión de la Sinfonía Fantástica de Berlioz, en manos de Charles Dutoit. Por otro, la presencia de Argerich, que es todo un talismán para el público del Colón. Quizás no tenga una conexión fuerte con la Argentina o con Buenos Aires en particular. Si bien tiene un departamento aquí, no se la ve si no es por sus compromisos laborales. Sin embargo, mantiene con el público local una complicidad por demás singular. ¿Acaso en sus conciertos suele subir al escenario para tocar en los bises su nieto de 13 años con ropa de fútbol? Seguramente no es lo más habitual, pero eso es lo que está permitido y seguramente será celebrado en el Colón. El muchachito ganó el escenario con una camiseta de la Selección Argentina para un bis dedicado a un fragmento de Mi madre la oca (fue para seguir en la tónica Ravel, ya que su abuela en la primera parte de la función, había interpretado el Concierto para piano y orquesta en Sol, del gran compositor francés). Por la timidez demostrada, se notaba que no había sido idea suya la de la camiseta con el 10 estampado en la espalda. El dato de confirmación es que debajo de la celeste y blanca había una sobria camisa negra, al tono con su pantalón.
Pero ojo que el nieto se las trae. No estaba allí solo por ser del clan Argerich o porque ya ha tocado con su abuela varias veces. Hay un futuro en la música para David Chen. Viene de una familia muy musical, es cierto, a la que hay que sumar una madre violista (Lyda Chen-Argerich, la hija mayor de Martha) y un padre pianista y compositor (Vladimir Sverdlov-Ashkenazy). Sin embargo David tiene méritos propios. Fue el ganador concursos de piano, como el “Karl Adler Jugend Musikwettbewerb, de Alemania (en 2018) en el que recibió el 1er Premio con distinción, y el “Swiss Youth Music Competition” en piano y dúo de piano, al año siguiente. David también participó en el festivales que impulsa su abuela: Progetto Martha Argerich, en Lugano; Argerich’s Meeting Point, en Beppu, Japón; y Martha Argerich Festival de Hamburgo. Chen vive en Ginebra y estudia en el programa musical avanzado del Conservatorio de Música de Ginebra, bajo la dirección de Serguei Milstein.
La agenda del festival
El martes, Argerich y el pianista Sergei Babayan ofrecerán una presentación a dos pianos con obras de Prokofiev y Mozart. Y al día siguiente, el surcoreano Dong Hyek Lim interpretará piezas de Franz Schubert. El 18 volverá la orquesta al escenario del Colón, en este caso la Filarmónica de Buenos Aires, con la dirección de su titular, Enrique Arturo Diemecke y con Dong Hyek Lim como solista, para un repertorio que incluirá el Concierto N°1 en si bemol menor, Op. 23 de Tchaikovski y la Sinfonía N°8 en Sol mayor, op. 88 de Dvorak. En la noche de cierre, próximo sábado, además de El carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns se escucharán obras de Dvorak y Prokofiev, por la Orquesta Estable, con dirección de Luis Gorelik.
Para tener en cuenta, con la idea de apuntar a públicos más jóvenes, el Teatro Colón pone a la venta entradas de 200 pesos para todos aquellos que sean menores de 35 años. Lo hizo para la función del domingo y lo hará con las del miércoles y del jueves. Las entradas para cada concierto sólo podrán adquirirse el mismo día de la función elegida, a partir de las 14. La compra se deberá realizar de manera presencial en la boletería (Tucumán 1171) con DNI.
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