Por qué se festeja hoy el Día Internacional del Reggae y cuál fue el primero que se grabó en la Argentina
Ni el grupo paralelo de Sumo, La Hurlingham Reggae Band, ni Los Pericos, el primer reggae que se grabó en la Argentina lo cantó el intérprete de “Las olas y el viento”, Donald; la historia de “Scaba Badi Bidú y de por qué el 1 de julio se celebra el día de la música que salió de Jamaica y sigue recorriendo el mundo
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“Qué honor estar en Jamaica”, atinó a decir un visiblemente emocionado Nelson Mandela al bajar del avión en Kingston junto a su esposa, la activista Winnie Madikizela, en julio de 1991. Lo recibieron como a una divinidad, tal como sucedió con el emperador de Etiopía Haile Selassie -a quien los rastafaris consideran la encarnación de Jah, su mesías redentor- en el 66. Las raíces afro de la gran mayoría de los habitantes de la isla y la alegría por el fin del encarcelamiento del sudafricano un año atrás fueron las razones de aquella bienvenida festiva: tan ansiosamente se lo esperaba a Mandela que el día de su llegada fue declarado feriado para que todo el mundo pudiera ir a verlo.
Apenas un día estuvo la pareja en Jamaica: aquella era una escala más en un tour que incluía pasos por España, Cuba, Venezuela, México y Brasil (Mandela estaba reuniendo adhesiones para su movimiento, el Congreso Nacional Africano). Sin embargo, hubo tiempo para que Winnie diera un histórico discurso en el Bureau de Asuntos Femeninos en el que destacó la inspiración que el reggae aportó al pueblo sudafricano en su lucha. Sus palabras marcaron un hito: en 1994, la promotora local Andrea Davis propuso que se celebrara cada 1° de julio el Día Internacional del Reggae en honor de aquel discurso, y el festejo se extendió por todo el planeta hasta nuestros días.
Tanto penetró el género en la música universal que muchas veces se olvida que se trata de folklore jamaiquino evolucionado de géneros como el mento y el calypso, en cruce con el jazz, el doo-wop y el blues que llegaban de Estados Unidos a principios de los 50. Esa fusión primigenia engendró el ska, estilo que se convirtió en “la música de la juventud” de la isla en la mitad del siglo XX.
En los 60, el ska fue perdiendo velocidad y se puso más romántico en las letras: así nació el rocksteady, un estilo que -por ejemplo- cultiva con maestría la banda argentina Dancing Mood. La influencia rastafari y las inquietudes políticas en una isla castigada por la pobreza terminaron de cocinar ese estofado llamado reggae, que encontró en The Wailers (la banda conformada por Bunny Wailer, Peter Tosh y Bob Marley) a sus principales difusores.
Ya a fines de los 60 empezaban a aparecer algunas influencias del ska y el reggae en la música popular anglosajona: ¿Qué es “Ob-La-Di Ob-La-Da” de los Beatles sino una recreación chapucera de aquel estilo que se filtraba tímidamente en algunas radios británicas (así lo habrá conocido Paul McCartney) y que sonaba exótico pero a la vez reconocible por la melange de influencias? Sin embargo, el estallido definitivo llegaría en 1974, cuando Eric Clapton grabó su cover de “I Shot the Sheriff” de Bob Marley: a partir de ese momento, el reggae se convertiría en la principal exportación de Jamaica al mundo, llegando incluso a lugares tan alejados como... la Argentina.
Antes de Los Pericos, incluso antes que la versión reggae de Sumo
Uno podría pensar que los primeros en hacer reggae en la Argentina fueron Los Pericos, La Zimbabwe Reggae Band o Alphonso S’Entrega. También intervienen en esa discusión Los Abuelos de la Nada con “Chalaman” o Sumo (Luca Prodan amaba tanto el género que llegó a tener su proyecto paralelo ad hoc, la Hurlingham Reggae Band). Sin embargo, para rastrear el primer ejercicio de reggae nacional hay que remontarse a 1971, año en el que Donald (sí, el de “Las olas y el viento”) grabó “Scaba Badi Bidú”.
Para explicar semejante adelanto para la música argentina hay que volver a la isla: en 1970 el grupo jamaiquino The Pioneers grabó un simple llamado “Money Day”, que empezaba con el scat que terminó bautizando a su versión porteña. El productor Fernando Monsegur lo compró, le encontró potencial, lo trajo a Buenos Aires en su valija y se lo mostró a su amigo Donald McCluskey, que encontró simpático aquello de “scaba badi bidú” porque su hermano se llamaba “Badi” (así se pronuncia Buddy) y Bidú era una gaseosa de la época. En el sello RCA, Horacio Malvicino sugirió que usaran esa misma pista porque el groove era imposible de replicar, pero que le sobregrabaran algunos instrumentos locales. Donald y su hermano Alex (que años después sería manager de Luis Miguel) escribieron una melodía y una letra que decía “ven conmigo ahora / vamos a vivir / quédate a mi lado / y te vas a divertir”. Así las cosas, el simple salió en 1971 con la etiqueta “regay” (recreación fonética de reggae) y se convirtió en el segundo mayor éxito de Donald después del mencionado “Las olas y el viento”, con más de 180 mil copias vendidas.
Elipsis de unas tres décadas, y llegamos a la era del reggae masivo en la Argentina, con fechas exclusivas en festivales de rock, bandas convocantes por mérito propio, hits radiales y hasta crossovers con la cumbia o la música melódica (y otro cúmulo de grupos, vale aclararlo, que se mantuvieron fieles al reggae roots y al componente social y político del género, sin obnubilarse con las marquesinas de turno). Todo aquello decantó en el movimiento que es hoy, todavía multitudinario y más de una vez sectario, por siempre unido en el imaginario colectivo a la ganja, purista cuando así lo quiere pero también transversal: de los Rolling Stones a Andrés Calamaro, de Paul McCartney a Las Pelotas, todos tienen algún que otro motivo para celebrar este Día Internacional del Reggae.
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