¿Por qué el gusto musical argentino es cada vez más caribeño?
¿Cuándo nos convertimos en un país musicalmente tropical?
El reggaetón domina las preferencias del público argentino: las listas de los más escuchados en Spotify coinciden con las elecciones de las audiencias en países como Puerto Rico, Venezuela y Colombia. Desde que Daddy Yankee hizo su primer Luna Park hace una década, parece que el reggaetón llegó para quedarse. Sin embargo, la historia y el romance con los ritmos latinos viene de larga data. En la década del treinta Carlos Gardel fue el primero en inocular el gen tropical grabando una rumba de su socio Alfredo Lepera.
A partir de allí, los sonidos bailables de moda en la región fueron echando raíces en nuestro país. Es fácil reconocer en el ADN de la música popular argentina un gran componente tropical. Argentina fue espejo de modas y movimientos de música bailable a escala global y regional. Los ritmos latinos crecieron a la par del fenómeno social del baile desde que surgieron las primeras orquestas de rumba, merengue y mambo de Pérez Prado y Xavier Cugat, el interés que despertaron los géneros colombianos en la década del cuarenta con la llegada del director Lucho Bermúdez y la influencia que ejercieron los sonidos psicodélicos de la chicha peruana de grupos como Los Mirlos y Los Destellos en los setenta.
En todas estas décadas la música tropical en la Argentina -representada a nivel local en géneros como el cuarteto, el chamamé y la cumbia- fue encontrando grados de identificación en distintas clases sociales y se fue fusionando con otros estilos sin abandonar elementos fundamentales como el güiro, el acordeón, los timbales y la guitarra eléctrica. Vivió un proceso similar a lo que sucedió en inicios de otros géneros populares como el tango, el folklore y el rock, disfrutando cíclicamente de periódos de legitimización y masividad, que se alternaron con tiempos de marginación y prejuicio social.
La cumbia de estirpe colombiana con grupos como Los Wawancó y el Cuarteto Imperial, que fueron un fenómeno de la década del sesenta en la Argentina, derivó en un movimiento mucho más amplio en los setenta y ochenta, bajo el lei motiv de la movida tropical. Hasta adquirió una fuerza musical propia, capaz de albergar subgéneros como la cumbia santafesina (Los Palmeras, Los Cartagneros, Los del Bohío); la cumbia norteña (Sombras, Adrián y los Dados Negros, Malagata), el chamamé tropical (Los Caú, Ivotí), la guaracha santiagueña (Koli Arce y Kalama Tropical); la cumbia romántica (La Nueva Luna, Tambó Tambó, Leo Mattioli), la cumbia villera (Damas Gratis) y el cuarteto (La Leo, La Mona Jiménez y Trulalá).
Hay otros nombres que aparecen y desaparecen de la historia no oficial de la música tropical en la Argentina: ritmos y músicos centroamericanos que le imprimieron su color a la movida, sellos, bailantas, productores, programas de televisión, series y hasta películas. La fiebre bailable de la música tropical se tradujo también en nuevos modelos de industrialización musical en los noventa, con bandas surgidas de un formato pop como Ráfaga y Comanche y nuevos fenómenos que atravesaron distintas capas sociales como Ricky Maravilla y Sombras. La música tropica, también dio nuevos mitos populares hacia el comienzo del nuevo siglo: Gilda y Rodrigo Bueno .
Incluso los ritmos tropicales volvieron a ser reivindicados por una nueva generación de artistas que venían del rock y otras escuelas musicales en la última década. Reapareció el sonido bailable de la cumbia colombiana con orquestas generosas en secciones de vientos y percusiones folclóricas representadas en Sonora Marta La Reina y La Delio Valdez. También grupos que mixturaban estilos con el mismo espíritu bailable como la Todopoderoso Popular Marcial y la Orkesta Popular San Bomba, que terminaban rindiendo tributo a la música que habían escuchado en la provincia de Buenos Aires.
Para escucharla, bailarla o experimentar la cumbia sirvió de fuente de inspiración en la Argentina para crear nuevos géneros del futuro. Así nació la cumbia digital para la pista electrónica. Surgida hace una década en el laboratorio creativo de las fiestas Zizek, en Niceto Club, productores, músicos y dj, capitaneados por Villa Diamante, crearon la fórmula perfecta para cruzar sin prejuicio Damas Gratis con Rihanna. La excusa siempre es la misma: el baile.
Desde los tiempos en que los abuelos danzaban rumbas, congas y cumbias en los bailes de carnaval de la década del cincuenta con la Orquesta de Tito Alberti y Efraín Orozco y su Gran Orquesta de las Américas, hasta el fervor y el paso inconsciente de los pies que provoca en la actualidad la base rítmica del reggaetón, la relación de los argentinos con la música tropical es cada vez más fuerte.
A fin de cuentas, hace más de ochenta años que los argentinos venimos bailando con pasión tropical.
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