“Era una leyenda del rock & roll en derecho propio, un ícono de estilo, una parte crucial de la mística de los Stones”, escribe Rob Sheffield sobre la ex de Keith Richards
Hagamos un brindis por la difunta Anita Pallenberg, reina del underground, la musa de los Rolling Stones que les dio a los Glimmer Twins sus lecciones en brillantina. Pallenberg, fallecida el martes a la noche a los 73 años, no era meramente la esposa de Keith Richards –era una leyenda del rock & roll por derecho propio, un ícono de estilo, una parte crucial de la mística de los Stones. Le enseñó a Keith cómo poner una mirada siniestra, le enseñó a Mick Jagger cómo contonearse, le enseñó a Brian Jones cómo usar sombreros. Mirá fotos de Keith antes y después de Anita: es como la diferencia entre Buddy Holly y Jack el Destripador. En cuanto Keith conectó con Anita, perdió su timidez torpe y aprendió a pavonearse como ella, usando sus pañuelos y camisas y brazaletes. Ella era la flor del mal en la órbita de los Stones, la chica mala más mala –con su sonrisa quedaba claro que sabía más de pecados que lo que cualquiera de estos estudiantes ingleses se podía llegar a imaginar.
Las cosas solían prenderse fuego alrededor de Anita. Su amiga Marianne Faithful solía llamarla “Glenda Hinderburg”. “Mucha gente estaba asustada de mí”, dijo Anita en Keith Richards: The Biography, de Victor Bockris. “Creo que era por todo mi savoir-vivre, y yo era de Roma y había viajado, y había estado en Nueva York, y conocía mucha gente, y además era bastante temeraria. Podías ver a Keith y Mick mirándose entre sí y pensando: ‘¿Quién esta chica rara?’.” Para decirlo muy suavemente. Como recordó Keith: “Sabía de todo y lo podía decir en cinco idiomas. ¡Me daba más miedo que la mierda!”.
Pallenberg era una actriz ítalo-alemana que se había movido en la escena de Andy Warhol en Nueva York antes de conocer a los Stones. Aparece en películas como Barbarella y Candy, pero su momento más brillante fue en Performance, como la mitad peligrosa de la imaginación de Jagger. Podés escucharla en “Sympathy for the Devil” –es una de las voces que canta “¡hoo hoo!”-. En la película de Godard acerca de las sesiones de grabación, One Plus One, ella irradia todo su magnetismo seductor aunque parezca haberse vestido con una alfombra de una tienda de segunda mano.
Entró a la escena de los Stones en 1966, cuando se mudó con Jones. “Decidí secuestrar a Brian”, recordó. “Brian parecía el más flexible sexualmente.” Empezaron a vestirse parecido, puesto que él se ponía los mejores trajes de ella. Ella le cortó el pelo y se lo tiñó más rubio, hasta que empezaron a parecer gemelos. La primera vez que él tomó ácido, Brian le dijo: “Vestime como Françoise Hardy”. Ella lo hizo. En noviembre de 1966, la prensa londinense publicó fotos escandalosas de Brian con un uniforme nazi y Anita arrodillada a sus pies. Como escribe Stanley Booth en The True Adventures of the Rolling Stones: “Brian y Anita querían volarle la cabeza a la gente”. Los Stones se creían unos muchachos altaneros, chicos malos, pero nunca habían conocido a nadie como ella. Su música se volvió más extravagante mientras ella estuvo junto a ellos. En gran medida, ella les enseñó a sangrar.
Ese otoño, Keith se mudó con Brian y Anita. ¿Qué podía salir mal? “La primera vez que vi a Anita mi reacción más obvia fue: ‘¿Qué mierda está haciendo con Brian una chica así?’”, recordó Keith más tarde. “Anita es increíblemente fuerte, una personalidad mucho más fuerte que la de Brian, más segura, sin reservas, mientras que Brian estaba lleno de dudas.” Cuando Brian se puso más agresivo y celoso, y eventualmente se rompió la mano pegándole, ella lo dejó por Keith durante un fatídico viaje a Marruecos. Se hicieron muy amigos de Gram Parsons, con frecuentes viajes a drogarse en Joshua Tree y avistar OVNIs en el cielo del desierto.
Pallenberg se ganó el mote de la sexta Stone con su revelación en Performance, la película de 1970, parte esencial del mito de la banda. Mick Jagger hace de una estrella de rock acabada escondida en su mansión, viviendo un menage à trois decadente con Anita y Michele Breton. (Los tres pasan un buen rato en una bañadera). Cuando un gangster de Londres llega para esconderse en la misma mansión, Anita lo seduce, lo viste de mujer, y lo hace perder el juicio. Anita y Mick compartieron escenas de sexo gráfico, quizás sin fingir demasiado para la cámara. El día que Anita y Mick filmaron sus escenas en la cama, Keith estaba en otra parte de la ciudad, rasgando su guitarra con un humor entendiblemente malo. ¿Qué canción escribió ese día? “Gimme Shelter.” De algún modo, Anita era la tormenta ante la cual los Stones buscaban un refugio: su sonrisa desafiante prometía toda tipo de caos, con una mandíbula ancha como un cuello de guitarra.
A lo largo de los setenta, Anita y Keith vivían descontroladamente, a un ritmo que hacía que los demás parecieran vegetales. A ella no le interesaba la discreción. Cuando los Stones viajaron a Toronto en febrero de 1977, ella llevó 28 valijas. Por alguna razón, esto llamó la atención de los oficiales de aduana, que encontraron drogas en las valijas, dando lugar al arresto que casi termina con los Stones. “Anita es una gran mujer”, le dijo Keith a Rolling Stone en 1981, después de su separación. “Es una persona fantástica. La voy a amar para siempre. No puedo vivir sin ella, ¿sabés?”
Pallenberg dejó las drogas y siguió ofreciendo declaraciones hilarantemente poco serias sobre los chicos de la banda. Como dijo una vez: “Lo que creo es que los dos, Mick y Keith, van a tener que mirarse a los ojos en algún momento. Deberían casarse. Debería casarlos el alcalde Koch”. En años posteriores, se interesó por la jardinería (lo cual era apropiado para la musa que inspiró “Dead Flowers”) y siguió actuando. En 2001, estuvo brillante en su papel para Absolutely Fabulous, la sitcom británica de culto, en un episodio memorable en el que Edina tiene visiones de Dios y el Diablo. Marianne Faithfull hacía de Dios; Anita, por supuesto, del Diablo. Fue una fuerza aterradora hasta el final, razón por la cual el mundo del rock & roll jamás se olvidará de poner rosas en la tumba de esta chica mala.
Cuando me enteré de su muerte, yo estaba en un show de Nick Cave en Nueva York, el lugar perfecto para llorar a una semilla de maldad como Anita –canté “From Her to Eternity” muy fuerte en su honor. Que en paz descanses, Anita Pallenberg. Blow away, dandelion.
Rob Sheffield
LA NACION