Podestá, un trabajador del tango
Quien tenga el berretín de escuchar a Alberto Podestá en vivo tendrá que esperar un buen rato o conformarse con viejos discos. Hasta principios de marzo el cantor participó en el musical del local Recoleta Tango. Luego viajó a Colombia con su hija, también cantante. Hace 15 días llegó de Brasil (actuó en Río de Janeiro, Porto Alegre, San Pablo y Curitiba, entre otras ciudades) y hoy viaja nuevamente a ese país.
Lo espera una gira de 27 días con cerca de 25 recitales. Es una de las figuras de un espectáculo que cuenta con un elenco de 18 personas y la dirección musical de Carlos Buono. Ya esta pensando en otro tour para septiembre. Algunos dicen que Podestá le escapa al bronce, que trabaja a la par de los músicos y cantores jóvenes. Y no exageran.
"Estoy por cumplir 79 -dice sin miedo a la confesión ni el tono diquero que podría darle su vitalidad-. No soy un hombre que haya ganado tanto dinero como para dejar de cantar. Digamos que tengo un pasar tranquilo, una familia hermosa. Por otro lado, siempre me sale trabajo, me siento con ganas y creo que estoy para seguir subiendo al escenario y no defraudar. La noche ya no me gusta tanto, pero si la tengo que hacer, la hago."
Su última grabación fue hace unos cuatro años, para el sello Vaivén. "Ahora me gustaría poder grabar con mi hija para darle una mano. Ella tiene una cuerda romántica. Le doy ideas, pero quiero que haga lo que quiera, que cante con gusto."
El mismo gusto que tiene Podestá al repasar su historia con el tango: desde sus primeros pasos con la Orquesta de Caló, en el 39; la formación de Di Sarli, donde el bautizado Alejandro Alé adoptó su apodo artístico definitivo ("Hay varios Podestá, pero usted tiene que demostrar cuál es el que vale", me dijo Di Sarli); el trabajo junto a Láurenz y el tango "Alma de bohemio", su primer gran éxito, y más tarde, junto a la dupla Francini-Pontier, antes de comenzar, en los cincuenta, un camino como solista.
Podestá nació en San Juan: "Allá veía las películas de Gardel y cantaba sus temas, pero nunca pensé que me ganaría la vida con esto". El cantor dice que viene de una familia humilde. Cuenta que perdió a su padre cuando era chico y que sólo cursó hasta sexto grado. "Lo que ganaba vendiendo caramelos en los cines lo llevaba a casa. Cuando cantaba en la radio, lo mismo." Esto fue hasta que llegó a juntar 900 pesos con su hermano mayor y juntos decidieron probar suerte en Buenos Aires. Se presentó en pruebas durante tres meses sin ningún éxito. Su hermano emprendió el regreso y el joven cantor comenzó a trabajar con Caló dos días antes de que se le terminara el dinero para pagar la pensión.
Aquí cumplió sus 15 años. "Al principio Caló no quería saber nada por mi acento provinciano y las erres. Y cuando le dije la edad que tenía se agarró la cabeza: "Van a cerrar el cabaret si se enteran", decía. Porque en esa época era prohibido para los menores. Cuando venían los inspectores me escondía en la oficina del escritorio o abajo, donde siempre estaban los músicos, y me tenía que quedar un buen rato."
Pero no se podía quejar. Su debut profesional no era poca cosa. En la orquesta de Caló estaban Francini, Pontier, Maderna y Domingo Federico. "De ahí salieron varios grandes -apunta-. Además, fueron los que me enseñaron y me guiaron. Mis hermanos, mis padres adoptivos. Francini, especialmente. Porque yo estaba solito en Buenos Aires."
La familia del cantor se trasladó a Buenos Aires en 1944, luego del terremoto de San Juan. "En ese momento yo cantaba con la orquesta de Láurenz. Afortunadamente había guardado una platita que Dios había destinado para eso. Vinieron mi madre y mis hermanos más chicos. Yo pude comprar muebles, camas, ropa y todo para la familia."
Además de cierta estabilidad económica, su trabajo también le permitió buenos momentos de música y fútbol, porque en sus actuaciones era común ver jugadores famosos entre el público. Podestá sigue siendo fanático de River ("Siempre, a muerte", sentencia con una sonrisa) y enumera deportistas, de su equipo favorito y de otros, que conoció en las trasnoches tangueras. Labruna, José Manuel "Charro" Moreno, Pipo Rossi, Ricardo Vaghi, Reynaldo "Mamucho" Martino, René Pontoni, Norberto "Tucho" Méndez. "Fui amigo de (Alfredo) Di Stéfano cuando empezó en River y de (Adolfo) Pedernera cuando anduvo por Colombia", memora.
-¿Era tan lindo estar arriba como abajo del escenario?
-Creo que la gente valora mucho cuando a uno lo ven abajo; cuando lo tratan. Prefiero que me valoren más como persona que como cantor.
-Aunque en los 40 fue un cantor bastante requerido, incluso por Troilo, dos veces, aunque nunca llegó a cantar en su orquesta.
-Fuimos amigos, aunque lo de ir a su orquesta nunca se dio. Pero tuve la suerte de estar en orquestas de primera, que grababan y tenían repercusión en el público. Desde que empecé tengo grabados más de 400 temas.
-¿Por qué en los cincuenta siguió como solista?
-Era una época en la que se acostumbraba. Después me fui a Colombia, donde estuve un tiempo. Desde ahí era más fácil llegar a otros lugares: Puerto Rico, Estados Unidos, México, Dominicana, Venezuela, Perú. Volví cuando se armó por tres o cuatro meses la Orquesta de las Estrellas de Caló. Ahí grabamos el tango "Qué falta que me hacés", que fue un golazo.
-¿Deja discípulos?
-Di algunas clases. Encontré gente que cantaba muy bien y le enseñé cómo usar la voz. Pero dejaron de venir. Luego me enteré de que me consideraban muy exigente.
-¿Es exigente con su propia voz?
-De chico canté como sonaba mi voz. Recién como profesional empecé a estudiar. Y ahora tengo una fonoaudióloga muy buena.
-¿Qué le quedó pendiente?
-Me hubiera gustado ser apoyado por una grabadora o un representante que se jugara. A lo mejor no les interesaba. No tuve la suerte de ser un Castillo o un Alberto Morán. Así hubiera podido hacer cosas por el bien de la música. Me hubiera gustado tener un local de tango en la calle Corrientes. Pero... bueno, lo que tengo lo hice trabajando. Soy un trabajador del tango.
-Cuándo llegó a Buenos Aires, de adolescente, ¿trajo el sueño de ser artista?
-El sueño de cantar.
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