Con apenas 14 años, la violinista ya dio conciertos en el CCK y en el Teatro Colón; antes de continuar su formación en Austria, con una beca del Mozarteum Argentino, dará este jueves un concierto de despedida en la sala Amijai
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Alguien escucha tocar a Pilar Policano y no puede contener el comentario: “Es la Messi del violín”. Es cierto que la extrapolación en la comparación arriba a resultados más marketineros que científicos. Sin embargo, se pueden sostener rasgos comunes para describir a Pilar y pensar en Messi. Es argentina, virtuosa, un prodigio en la actividad que realiza y una persona con un gran entusiasmo ante los desafíos. Por lo demás, no será necesario comparar a una persona que está en los últimos años de carrera con otra que recién está comenzando. Pilar tiene la vitalidad de sus 14 años, un entusiasmo arrollador cuando se para frente a una partitura y el mundo entero para llevárselo por delante o para caminarlo con una equilibrada mezcla de pasión e inteligencia. El tiempo dirá qué tan bien funcione esa balanza.
Ahora es su momento para estudiar mucho, dar conciertos, cambiar de aire y de escenografía. En muy poco tiempo se mudará a Austria con toda su familia, para tomar clases con Boris Kuschnir. Un recorrido que hicieron también Daniel Barenboim, Martha Argerich y con otros talentosos.
La familia Policano decidió dejar su vida en Remedios de Escalada, en el partido de Lanús, para comenzar una nueva etapa en Europa. Pilar viene de ganar importantes concursos de violín y tiene una beca del Mozarteum Argentino para seguir formándose. Además, este jueves, en el escenario de Amijai, dará un último concierto antes de su viaje, que tendrá el auspicio de algunos socios de esta comunidad judía que también vieron en la violinista un gran talento que merece ser apoyado. Junto al Ensamble Estación Buenos Aires interpretará obras de Bach, Vivaldi, Mendelssohn y Kreisler.
Pilar toca como una violinista madura y se atreve a todos los desafíos, pero fuera de los pentagramas es una adolescente que se toma las cosas con más desenfado que reflexión. Y es lógico y sensato que así suceda. Mira la partitura con una obra de Dvorak que su maestro pone sobre el atril y sonríe. Su maestro, que es Rafael Gintoli, un verdadero decano del violín clásico en la Argentina, dice que Pilar toca con alegría.
Todo empezó con el “Feliz cumpleaños”, cuando tenía 6 años. Demasiado para alguien que recién toma un arco y lo frota sobre las cuerdas. Pero ella tiene una habilidad fuera de lo común. Por suerte, tuvo el terreno allanado por su familia, que estimuló sus inquietudes. Sus padres la acercaron a la música, que estaba al alcance de sus manos. Su mamá es Laura Minniti, es la directora de una orquesta escuela de conurbano bonaerense.
Claro que Pilar eligió ser solista, no ser parte de la fila de violines de una orquesta. El talento lo tiene. Lo viene demostrando en actuaciones en el interior del país y en conciertos recientes, con la Sinfónica Nacional y con la Filarmónica de Buenos Aires. Meses atrás, tuvo un primer diálogo con LA NACION por el gran concierto que dio en el Colón, junto a la Filarmónica, en un programa que incluyó el Concierto para violín de Wieniaswky.
Desde Lanús hasta la casa de su maestro, en Capital, cada vez que pasaba por la avenida 9 de Julio y miraba la fachada del Teatro Colón, pensaba: “Yo quiero tocar acá”. Lo logró. Y ahora es posible que muchas cosas que están sucediendo con su formación y su carrera se den antes de poder soñarlas o imaginarlas.
-¿Estás viviendo cosas que ni tuviste tiempo de soñar?
-Creo que lo estoy tomando con calma. Allá vamos. No sé si hay mucho que pensar. Estudio mucho pero también tengo muchas oportunidades. En eso soy muy afortunada. Este año tuve muchos conciertos, conocí a mucha gente. Estuve en muchos lados. Y sí, hay quienes se les da, a otros no.
-¿Qué expectativa tenés ahora, con otro maestro?
-Va a ser una vida nueva, muy diferente. Viena diría que es lo opuesto a Buenos Aires, en buen y mal sentido. Pero creo que el maestro Gintoli siempre va a tener algo para enseñarme. Ahora voy a tener a Boris Kuschnir, que es de los más célebres e importantes del mundo, así que estoy contenta de ir allá.
-¿Cuál es el paso siguiente en la música?
-Formarme. Aprovechar lo más posible la oportunidad de ir a Viena, que no a todos se les da. Y llegar adonde quiero llegar.
-Y eso sería…
-A mí me gustaría ser como Maksim Venguérov o Hilary Hahn. Mi violinista favorita ahora es María Dueñas, la española. De hecho ella es alumna de Kuschnir, con quien voy a estudiar.
-¿Es tu favorita tal vez porque está más cerca, con sus 19 años?
-Tal vez. Puede ser. Cuando era más chica, cuando tenía 9, mi violinista favorito era Daniel Lozakovitj, que tenía unos años más. Ahora admiro a María Dueñas por su forma de tocar, lo que escribe y se ve a través de las redes.
Laura Minniti, la mamá de Pilar, tiene una teoría al respecto, muy racional y sensata, que va más allá de las preferencias de su hija. Cree que cuando alguien busca referenciarse en gente de su generación es porque aprecia la cercanía para parecerse. “Bueno, no sé si llamarlo teoría –aclara-. Pero creo que es algo que pasa. Lo que uno ve es que los niños se reflejan mucho cuando ven en una actividad a otros niños. Pueden ver a un adulto y admirarlo, pero cuando ven a otro niño en una actividad de alto nivel, ven que eso puede estar más cerca. Eso es importantísimo por lo motivante. Pili miraba a Lozakovitj. Y también a Perlman [Itzhak Perlman, hoy de 77 años, es uno de los más destacados violinistas del último medio siglo]. Lo escuchaba mucho. Sin embargo, quería ser como Lozakovitj, porque si él podía, ella podía también. María Dueñas es fantástica y más cercana”.
Lo que también señala Minniti, que trabaja para el Programa Coros y Orquestas de la Provincia de Buenos Aires, es la necesidad de mayor acceso de los niños a la música, como músicos y oyentes. “Lo mejor es que accedan a las manifestaciones artísticas lo antes que se pueda. A veces se encuentra, en distintas instituciones, que hay restricciones, por ejemplo, para el ingreso de niños. Hablo desde un ensayo general a un concierto. Y son cosas importantes para nuestros niños; para la formación de público”.
Hasta ahora nada reemplaza a la situación de un concierto en vivo. También es cierto que la madurez que se encuentra en prodigios como Pilar se debe a que el acceso a la información creció en la era digital de manera exponencial. De eso habla Gintoli: “Desde que la conocí, desde las primeras piecitas a su nivel estratosférico, Pilar siempre fue muy madura. Ahora lo es más porque tiene un contacto directo con el público. Eso da un salto de maduración. La música no es estar tocando en casa lo que me gusta. Estar frente al público es mandar un mensaje, lo que se siente, lo que sale del corazón. La gente percibe todo eso. En cuanto la información. los chicos tienen más contacto entre sí. Además, en mis épocas o en anteriores, se sabía que Yehudi Menuhin era un prodigio, pero hasta que lo llegaron a ver era una ilusión. Ahora todo es inmediato. A María Dueñas no la conozco de cerca pero le conozco todo el repertorio porque a cada rato me aparece en la pantalla. Lo mismo está pasando con ella. A Pilar la conocen todos los chicos”.
-Pilar, ¿Ccuánto sentís hoy que influyó tu entorno?
-Bueno, me crié en un ambiente musical. Mis papás me llevaban a ver ópera para niños o a los conciertos. Mamá nos llevaba a su trabajo, que era el ensayo. Nacimos en ese ambiente.
-Con un pequeño camino recorrido, ¿vas sintiendo afinidad por ciertos repertorios?
-Podría decir que mi música favorita es la más difícil, el desafío más grande.
Y allí va “Pili”, primero por el concierto para violín de Mendelssohn, luego el de Sibelius, de gran complejidad. Ahora parte a Viena con la Beca Teresa Grüneisen del Mozarteum Argentino bajo el brazo, con la experiencia de varios conciertos importantes y logros en competencias. Ganó el Grand Prix del Yankelevitch International Violin Competition y el premio especial en el Concurso Internacional Nouvelles Etoiles.
-Recibís elogios de tu maestro. Pablo Saraví, uno de los excelentes músicos de nuestro país, te presta uno de sus mejores violines. Tu familia completa te apoya y decide viajar con vos. ¿Sentís responsabilidad o algo de peso en esto?
-No lo pienso así, aunque, sí, nos vamos por mi estudio. Si decidiéramos ir a Europa no elegiríamos Viena, primero por el idioma. Sería mucho más fácil ir a España. Pero de todos modos, no siento presión ni que mi familia diga: “Nos vamos por tu culpa”. La beca del Mozarteum es una ayuda enorme para mi familia.
Su madre dice que siempre se preocuparon porque no sienta presiones: “Siempre dije que haga esto por ella misma, no por su mamá, su papá o su maestro. Nunca fue una obligación y tampoco en este punto. Como familia solo la queremos apoyar, hasta el infinito. Ser padres se trata de eso”.
-¿Cómo hacés ahora con el colegio?
-Comencé el secundario en 2020 con la pandemia, por eso fue virtual. Eso me dio mucho más tiempo para estudiar violín. Al año siguiente rendí libre y este año estoy en Seadea [sistema de educación a distancia] para chicos que no pueden asistir a clases regulares. Te encontrás con chicos en el exterior o algunos que viven en un barco recorriendo el mundo. Es muy lindo porque a veces el mensaje de un profesor, cuando manda una tarea, es: “Buenos días o buenas noches”. Porque mucho depende de donde cada uno esté.
-¿Tu hermano también elige la música?
-No. A él le gusta mucho la historia. Compartimos muchos libros porque a mí también me encanta leer. Tampoco hay ninguna presión sobre él. Lo que sí, es que quizá lo escuchás tarareando un movimiento de un concierto de Paganini, porque es lo que escuchamos en el auto.
-¿Ya se van para Austria?
-Primero voy con mi mamá a un concierto de gala en Rusia, que es para los ganadores del concurso Yankelevitch. Ahí voy a conocer al director Vladímir Spivakov y luego sí, a Viena. Después no sé. [Se ríe cuando piensa en la mudanza] Recién estamos pensando en cómo irnos. Pero soy argentina, si me invitan para tocar vuelvo.
Radiografía
¿Cuánto a favor y que tanto en contra puede haber en la vertiginosa carrera de alguien con semejante talento? Rafael Gintoli dice que se debe tomar la precaución de poder cumplir todas las etapas: “Hay que llenar todos los casilleros. Los libros de estudio, de metodología violinista, hay que cumplirlos. Después se puede ir a tocar Paganini. Por eso es importante hacer una radiografía”. ¿Y cuál fue la radiografía que hizo el maestro de su alumna, tres años atrás? “Que no tocaba virtuosamente, pero sí de una manera definida. Los estudios no los tocaba como estudios sino como pequeñas obras. Eso dio la pauta de lo que iba a funcionar. Su pensamiento iba mucho más delante de lo que estaba tocando”. En cuando a la idea de que Pilar siga con su formación en Europa, dice: “Ya está tocando cosas de demasiado nivel. Y no sé si mi opinión es válida, pero creo que el artista debe ser itinerante porque esa es la única manera de enriquecerse. Si no, estamos rodeados siempre de lo mismo. Por olfato, ella sabe quién es y el proyecto que tiene, de manera consciente o preconsciente. Y toca siempre con alegría. Se siente. Es algo genuino”.
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