Personal Fest, día 2: de las penumbras a la luminosidad
El cierre del Personal Fest apostó por un eclecticismo de estilos, pero también de climas y de atmósfera
Como si el regreso al Club Ciudad hubiera tenido alguna suerte de carga simbólica en la programación de la grilla en su segunda fecha, el cierre del Personal Fest apostó por un eclecticismo de estilos, pero también de climas y de atmósferas (sonoras y de las otras). Puestos en continuado, PJ Harvey, Phoenix y Fatboy Slim integraron juntos un recorrido que fue de la penumbra a lo luminoso, y de ahí a la euforia, en un contraste emocional tan acentuado como difícil de persuadir.
Frente a un ensamble de nueve integrantes, Polly Jean Harvey comenzó su segunda visita a Buenos Aires con tres cancione de su último álbum, The Hope Six Demolition Project. Con un saxo al cuello, la británica integró la sección de vientos en un clima que tenía tanto de marching band como de pompa fúnebre, para luego pasar al frente del micrófono y dar lugar a un puñado de canciones (“Chains of Keys”, “The Ministry of Defence” y “The Community of Hope”) basadas en la miseria humana generada por la propia humanidad.
Rodeada de un elenco de nombres con peso propio (su eterno colaborador John Parish, pero también el ex integrante de The Bad Seeds Mick Harvey y Alain Johannes), Harvey y su banda se encargaron de revisitar canciones de varios rincones de su carrera, pero readaptadas a un formato carente de batería, pero plagado de distintos tipos de percusión,teclados y con hasta tres guitarras eléctricas para la catarsis sonora. Esa reformulación del plantel disponible hizo que “Down by the Water”, “50 Ft. Queenie” y “To Bring You My Love” sonaran familiares y nuevas a la vez, como si se tratara de una cuestión cosmética y profunda al mismo tiempo.
Dentro de ese magnetismo plagado de una oscuridad que coquetea con lo sensual, “River Anacostia” volvió a llevar las cosas a los tonos lúgubres del comienzo. Con un clima in crescando que amagó con estallar pero luego se fue apagando con lentitud, los músicos se acoplaron por turnos para terminar cantando todos juntos a coro una melodía desoladora capaz de erizar la piel, en un fade out orgánico.
Casi como una contracara necesaria, los franceses Phoenix echaron mano a un show luminoso en varios sentidos. En el plano literal, su puesta en escena se sostiene en base a un uso más que bien llevado de luces y pantallas como un complemento visual de peso. Pero además, la banda liderada por Thomas Mars usó como punta de lanza de su cuarta visita al país las canciones del flamante Ti Amo, todas ellas construidas con un espíritu pop efervescente y adhesivo.
Bastante de eso quedó en claro desde la apertura con los climas retrofuturistas de “J-Boy” y sus golpes de efecto calculados tanto para el oído como para la vista, un despliegue de sonidos sintéticos que tuvo en “Lasso” su contracara guitarrera. La invitación al baile toma diversas formas en el show de Phoenix: puede ser un synth pop con ribetes orientales como “Entertainment!”, una evocación moderna y nostálgica a la vez de la cultura disco en “Trying to Be Cool” o con loops de guitarra como pivot sonoro en el caso de “Girlfriend”.
Con una impronta de aliño ineludible, Mars se revolcó por el piso del escenario (“Sunkrupt!”) o se sumergió a cantar entre el público mientras los asistentes arrastraban metros de cable para la faena (“Armistice”), sin que se le desarmara el peinado o se le arrugase la camisa. Después de que “1901” fuese la carta reivindicatoria de por qué Phoenix tiene repertorio de sobra para cerrar con altura un festival internacional, “Ti Amo Di Piu” redoblaron la apuesta, con un clima de discoteca que volvió a tener al vocalista en el medio del campo para fomentar el baile colectivo.
Ese mismo coqueteo con la cultura electrónica fue el que hizo que la transición hacia el set de Fatboy Slim fuese lo menos abrupta de lo posible. Héroe del big beat y parte de la renovación británica de los ‘90 que ayudó a recategorizar a los DJs al nivel de estrellas de rock, hoy en día Norman Cook prefiere no echar mano a su pasado y buscar medirse con la generación que ocupó su lugar con el paso del tiempo. Eso hizo que entrara de lleno a su pasado más reciente con “Eat, Sleep, Rave, Repeat” a puro EDM, y sólo amagara con citar el estribillo de “The Rockafeller Skank”, su hit de 1998. En el medio, algunos caprichos personales, que iban de juguetear con canciones de Zombie Nation y la pista vocal de “Eye of the Tiger”, de Survivor, a poner en la pista de baile las bandas de sonido spaghetti western de Ennio Morricone.
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