Personal Fest 2017: Phoenix y el irresistible toque francés
Entrevista con Thomas Mars, cantante y líder de la banda francesa que se presentará en el festival junto a Jack Johnson, PJ Harvey, Fatboy Slim y Los Fabulosos Cadillacs, entre otros
A finales del 1800, en Francia se instauró el término fin de siècle para referirse a la transición sociocultural que significó el cambio de siglo. Aplicada principalmente al arte, la expresión buscaba ponerle fin a la decadencia de un período ya en sus últimos estertores (en este caso, la Belle Epoque) y también el augurio de tiempos más prósperos a causa del recambio. Cien años después, la misma frase reapareció en el aire, esta vez para hacer alusión a una escena musical que logró lo que ninguna otra había podido realizar antes en el país galo: dialogar de igual a igual con las tendencias imperantes en Estados Unidos e Inglaterra, e incluso marcarles el rumbo.
Con el suburbio parisino de Versailles como base, la música francesa empezó a colarse en la escena global, a partir de una lectura retrofuturista de la música electrónica, con Air, Daft Punk, Cassius y Dimitri From Paris a la cabeza. Dentro de ese imaginario, Phoenix encontró un factor singular: a diferencia de sus compañeros de camada, aplicaban los códigos del dance a la canción pop, y no viceversa. Mientras sus colegas tenían las miras puestas solo en la pista de baile, Thomas Mars y los suyos ponían las mismas dosis de french touch que de rock de guitarras en sus discos, siempre bajo la premisa de no repetir formulismos.
Y si con un repertorio compuesto íntegramente en inglés, Phoenix logró cruzar las fronteras de su país, su noción siempre cambiante de la música pop fue la que hizo que pudieran ganar terreno en festivales de peso en distintas latitudes. Por eso mismo, no resulta llamativo que el grupo sea uno de los platos fuertes de la próxima edición del Personal Fest junto a PJ Harvey y el DJ Fatboy Slim. Con el flamante disco Ti Amo bajo el brazo, la banda presentará en Buenos Aires su nueva encarnación artística, una que le debe bastante a la cultura italiana de los 70, en un compendio que va del ítalo-disco de Ryan Paris y Miko Mission a la canción romántica de Franco Battiato y Lucio Battisti.
“Italia fue una herramienta para crear nuestro lenguaje. Podría haber sido otra cosa, pero terminó siendo ese país”, explica Mars desde Nueva York, la ciudad en la que vive hace años junto a su esposa, la cineasta Sofia Coppola. “Pudimos descubrir a todos estos clásicos y fue fantástico, porque mientras más viejo te volvés más difícil es encontrar música sorprendente todo el tiempo”, agrega intentando explicar el nuevo cambio de piel (otro más y van...) de la banda que lo tiene como vocalista hace ya casi dos décadas.
–¿Qué buscaban con esta incursión en la cultura italiana que domina su nuevo disco?
–Nosotros siempre jugamos con el lenguaje, porque desde nuestros principios todos en Francia querían que cantáramos en francés. Lo que nos salía era o un balbuceo sin sentido o canciones en inglés y nos aferramos a eso último, porque queríamos crear nuestro propio lenguaje. Y usar distintas lenguas es lo ideal para encontrar una propia. Italiano, alemán, francés, inglés o indio… todo sirve para crear el tuyo y hacer algo único.
–Y dentro de esa mezcla, ¿cuál creés que es el componente francés de la música de Phoenix?
–Me es difícil decirlo, porque no analizo demasiado nuestra música. Hay una gran frase de Mike Nichols, el director de El graduado. Él decía que era un ave, pero no un ornitólogo, y siento que esa es una gran metáfora sobre lo que es ser un artista. Si analizás lo que hacés, te obsesionás con la receta de cómo hacés las cosas, así que necesitás no ser demasiado consciente. También creo que tratamos de escapar de lo francés en nuestra música, porque somos de ahí, entonces no importa lo que hagamos, va a ser francés. De igual manera, cuando estamos nosotros cuatro juntos tratamos de que no suene a un disco de Phoenix, porque al final del proceso vamos a estar nosotros y va a terminar siendo un disco de Phoenix de todos modos.
–¿Componer canciones en un idioma que no es tu idioma materno condicionó tu manera de escribir?
–Sí, y por eso lo hago. Mientras más tiempo invertimos en esto, menos necesitamos que las palabras, las frases o la música tengan sentido. Evoca cosas, tiene un vínculo con el mundo de hoy y con el que la gente puede aferrarse, pero también jugamos mucho con lo irreal y cosas de las que la gente no se puede agarrar, porque son bastante abstractas y herméticas.
–En los últimos años, París fue el blanco de atentados terroristas como el de la redacción de Charlie Hebdo o el del show en Le Bataclan. A pesar de que ya no vivís más en Francia, ¿creés que estos hechos marcaron tu mirada como artista?
–Sí, absolutamente. No creo que este disco hubiera existido sin la nube oscura global que se posó sobre París. El álbum suena hedonista y alegre, y es así porque necesitábamos ver un poco de luz. Hay una capa en el disco en la que te podés dar cuenta, como las letras de “J-Boy” y algunos otros detalles acá y allá en donde podés ver qué se hizo durante ese momento. Todos hicimos este disco en París entre 2013 y 2017, así que eso fue parte de la grabación y de la vida de cada uno de nosotros.
–Las tendencias en el pop se mueven cada vez más rápido. ¿De qué manera eso los obliga a no quedar desactualizados?
–No sé si estamos a la moda o si somos relevantes, porque no prestamos atención a las modas. Cuando éramos chicos íbamos a la disquería con poca plata, así que elegíamos discos por las tapas, y los estilos eran muy distintos entre sí. Recuerdo tener Radio Activity, de Kraftwerk. Chris (Mazzalai, guitarrista) tenía la banda de sonido de Shaft, de Isaac Hayes y su hermano (Laurent, también guitarrista) tenía This Guy’s In Love With You, de Burt Bacharach. Eran tres cosas que no tenían nada que ver y nos formaron, aunque al momento no eran relevantes. Como músico tenés que mantenerte alejado de las modas si querés hacer algo que sobreviva al paso del tiempo. Si estás muy obsesionado con eso no termina siendo una buena idea.
–En “Flor de Latte” decís con nostalgia: “no hay estaciones en Los Ángeles”. ¿Cambió mucho tu vida desde que te mudaste a los Estados Unidos?
–Vivo en Nueva York y eso me encanta, porque las temperaturas son extremas y podés ver pasar el tiempo. Los Angeles tiene una calidad de vida de ensueño en la que todo es lo mismo, y cuando vivís ahí, como yo hice un tiempo, es raro porque parece El día de la marmota (se ríe). Cada día es el mismo y eso no es sano, no podés ver la belleza de las cosas. En Europa las estaciones son algo determinante y que vos nazcas en una u otra define muchas cosas, que puede ser bueno o malo. Cuando estoy fuera de Francia, más francés me siento, pero porque la gente me ve así. Estás atento a más cuestiones, pero no se filtran en tu proceso creativo ni nada. Aunque si sos francés y vivís en Estados Unidos, las chances de que termines abriendo una patisserie son bastante altas (se ríe).
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