Pedro Aznar y una fiesta memorable
El músico tocó durante casi tres horas y tuvo como invitados a Charly García, Lito Vitale y Piñón Fijo
Era más tarde de lo acostumbrado, eran cerca de las 23. Un sábado típicamente porteño y un teatro a media cuadra de la 9 de Julio. Cumplía 52 años y para festejarlo, qué mejor que un recital, un recital con sorpresas y con un público que se iba a quedar cantando "Love is Real", en su versión aznaresca , a capella, hasta el final.
En el Coliseo, no había lugar para una sola persona más. Todos estaban ahí sentados, como obnubilados por una voz que, a pesar de los años, se conserva intacta, una voz que parece trasladar a cada uno de los presentes a otro plano, a una dimensión paralela y que casi no descansa, va de un tema a otro, con un telón aparente que baja y sube la luz del teatro. En ese instante, reaparece Pedro Aznar con otro instrumento: va de la guitarra criolla a la eléctrica; se para y se sienta en el piano, cambia al bajo y aparece de vuelta, pero esta vez con una melódica (esa especie de organito que se sopla) para terminar con un tambor y arengando al público para que cante con él.
Todo empezó con "Fugu", "Panteras de polvo" (una de las nuevas canciones que presentó esa noche) y el "Tema del ángel". Siguió cantando, pero estaba ansioso y un poco, apurado; es que, en realidad, lo que iba a llegar era realmente lo que él quería mostrar. Después de su clásico "Amor de juventud", Aznar se fue preparando para lo que iba a ser el primero de los grandes momentos de la noche. "Se me hace agua la boca de la gente que va a venir", anticipaba, tiempo antes de que su amiga Roxana Amed subiera al escenario para cantar con él una hermosa versión de "Amelia" y de "La volvedora".
Un silencio absoluto colmaba el teatro, y él, sin detenerse, seguía provocando una ensoñación en sus seguidores de siempre, en los jóvenes y en las familias que escuchaban con tanta atención los temas nuevos como los clásicos. Y en ese contexto, otro invitado. "Antes no nos queríamos, supongo que era porque pertenecíamos a esa raza indigesta de los niños prodigios", dijo Aznar, cuando apareció para saludarlo y hacer un par de canciones con él, Lito Vitale, que le respondió con un: "El abrazo nos lo dimos en París, ¿te acordás?".
Y así seguiría el recital, que duraría casi tres horas. Después de cantar con dos niños sentados en el suelo "A primera vista", apareció Piñón Fijo, con quien cantó "Nene, dejá el chupete". Y la noche iba llegando a su final, y con ella llegaría el momento en el que todos se pararían de sus asientos y cantarían las estrofas de "Confesiones de invierno" y "Tu amor", pero claro, ahí ya Aznar no estaba solo, había aparecido Charly García, la gran frutilla del postre de un cumpleaños para recordar.
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