Pearl Jam no cumplió con la promesa previa, pero sorprendió a todos con un gran disco
Eddie Vedder y los suyos están de vuelta con un elogiado álbum, para el que trabajaron con un joven productor de moda: Andrew Watt
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Artista: Pearl Jam. Álbum: Dark Matter. Canciones: 1. “Scared of Fear”, “React, Respond”, “Wreckage”, “Dark Matter”, “Won’t Tell”, “Upper Hand”, “Waiting for Stevie”, “Running”, “Something Special”, “Got to Give”, “Setting Sun”. Edición: Monkeywrench. Nuestra opinión: muy bueno.
El primer corte de difusión de Dark Matter -el tema con el mismo nombre- hizo que se hablara de una supuesta vuelta de Pearl Jam a la música pesada, por el riff intenso que servía de esqueleto para la canción, por la oscuridad mencionada en el título, por la referencia a King Diamond en la letra y porque el mismo guitarrista Mike McCready declaró que el disco sería “mucho más heavy de lo esperable”. Así se instaló la idea de que el grupo de Seattle tenía entre manos un álbum más cercano a lo que hicieron en “Do the Evolution” que a -por ejemplo- “Just Breathe”, y el segundo single la alimentó: “Running” no descansaba en un fraseo de guitarra marcado sino en la velocidad y la mugre; menos AC/DC y más punk californiano. Hasta ahí todo era, por lo menos, hard rock, pero entonces llegó el tercer corte, “Wreckage” y se sembró la duda: un rasgueo y una melodía amables, tomados del manual de Tom Petty, cortaron con la dureza y dejaron abierta la posibilidad de un trabajo más ecléctico.
Y entonces salió el disco full y llegó la realidad. ¿Es Dark Matter heavy metal? ¿Fueron los primeros singles espejismos para despistar y el resto son baladas ruteras ATP? Ni una cosa ni la otra: es, más bien, un álbum de rock clásico con variantes, lo que mejor hace Pearl Jam desde que se despegó la etiqueta de grunge. Desde finales de los 90, la banda de Eddie Vedder abandonó la angustia que venía con las camisas leñadoras para ir uniéndose de a poco al panteón de referentes del rock de guitarras norteamericano, un linaje que incluye a Neil Young, a Bruce Springsteen, al mencionado Tom Petty y a varios más. Lo que hace acá, en todo caso, es dispersarse menos, enfocarse mejor, establecerse una meta e ir por ella sin distracciones, y en eso tiene mucho que ver la persona que eligieron para producir.
Andrew Watt nació en 1990, precisamente el año en el que Pearl Jam se formó. Aunque hizo sus primeras armas con Justin Bieber, Camila Cabello y Shawn Mendes, fue su trabajo con Post Malone el que le abrió la puerta de la siguiente etapa de su carrera: la de refrescar el sonido de monstruos clásicos. Ordinary Man (2020), el disco que hizo con Malone y Ozzy Osbourne, fue un antes y un después: a partir de ahí los próceres lo adoptaron como ese enfant terrible que los haría sonar actuales sin hacerles perder identidad. Paul McCartney se los recomendó a los Rolling Stones y Watt terminó produciendo Hackney Diamonds (2023). Casi al mismo tiempo, Iggy Pop lo contrató para Every Loser (2023). Pero antes que eso Eddie Vedder lo convocó para su álbum solista, Earthling (2022), y quedó tan contento que lo llamó para aplicar la misma fórmula al siguiente disco de su banda.
Esa fórmula Watt es simple: un sonido limpio, digital, prolijo, que no interfiera con la construcción de la canción. Y dentro de eso, oscilar en estilo sin tampoco banquinear. Así es como Dark Matter araña el rock duro en las canciones mencionadas pero en ningún rincón tiene la roña de “Do the Evolution”. Es, más bien, un temblor controlado que permite la aridez de “Scared of Fear” o de “React, Respond”, pero también sabe ponerse dulce en la acústica “Setting Sun” u oscuro en “Waiting for Stevie”, acaso la canción más grunge que Pearl Jam grabó de Yield (1998) en adelante (con una performance vocal de Vedder que hace pensar que al cantante no le pasa el tiempo).
En ese plan, también son más evidentes las citas: “Won’t Tell” muestra la influencia de Springsteen, “Something Special” la de los Beatles y “Got to Give”, otra vez, la de Petty. La guitarra de McCready es la vedette: siempre en la primera línea de fuego, hace que Dark Matter no sea el disco pesado que su mismo ejecutante prometió, pero sí uno que honra la tradición del buen rock norteamericano. Con la mente puesta en un pasado anterior a sí mismos, y paradójicamente asistidos por un productor que cuando salió Ten (1991) usaba pañales, los sobrevivientes del grunge se mueven, mejor que otras veces, en terreno conocido.
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