En septiembre, en el teatro Gran Rex, comienza su gira de despedida de los escenarios; sus 700 canciones, el clásico que Rodrigo versionó como cuarteto y lo que piensa de la música urbana y del rock
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Lo bautizaron Norberto, en su casa lo llaman Beto y es popularmente conocido como Paz Martínez. Y acaso estas tres maneras de referirse a él sirvan para lo que viene de aquí en adelante: la historia de un muchacho que se ganó la vida cantando, que se hizo famoso por sus canciones románticas, y la de una persona que se siente un tipo común. Tiene una larga historia a la que le quiere poner un cierre, al menos, sobre los escenarios. No se ha puesto fechas concretas, pero sí una especie de punto de partida que será el recital que ofrecerá el 23 de septiembre próximo, en el teatro Gran Rex. Subirá a ese escenario por primera vez y, quizá, por última, si toma en serio este anuncio de pasar al cantor a cuarteles de invierno, aunque venga de un fin de semana ajetreado, con dos shows en escenarios muy distantes entre sí. “Lo que pasa es que mi vida es un oxímoron”, dice el creador de grandes clásicos del repertorio romántico, como “Ámame en cámara lenta”, “Y qué” y “Qué ironía”, popularizados en su voz y en la de los artistas más diversos.
-¿Se puede entrar en detalles?
-Sí, soy un hombre común y corriente con una profesión extraordinaria. Hay una dualidad ahí. El artista es el que sube al escenario. Y he podido separar las cosas. Con una profesión como esta y mucha gente que te adula, te la podés llegar a creer. El personaje Paz Martínez nunca me devoró. Soy un animal del escenario. Me muevo perfecto. Canto mis canciones. Cuando me bajo vuelvo a mí. Lo siento así. Amo mi profesión, aunque tuve circunstancias difíciles por superar.
-¿Cuáles?
-La muerte de mi madre. Fue hace muchos años. Tenía dos shows, sábado y domingo. A las 7.30 de la mañana tocaron el timbre de mi casa. Era un médico que me avisó que mi mamá había fallecido. Mamá ya estaba en el momento final. Lo llamé a mi representante por esos shows de Villa Regina y Buenos Aires. “Quedate tranquilo”, me dijo. Un par de horas después me dijo que lo de Buenos Aires ya estaba solucionado pero que al menos a Villa Regina fuera. “Aunque no cantes, piden que te hagas presente”. Entonces le dije que mande a los músicos porque yo iba a cantar. El domingo al mediodía la llevamos a mi vieja a su morada final. A las tres de la tarde me tomé un avión y a la noche canté. Hay una particularidad de mis shows: la comunicación. Me gusta hablar con la gente, contar cómo escribí determinada canción o para quién la escribí. Ese día solo saludé y empecé a cantar como si pusiera un disco. Saludé y me fui. Fue algo muy extraño. Cuando terminaba de cantar una canción miraba para el cielo. La gente sabía lo que había pasado y seguramente estaba pensando otra cosa. Yo miraba para el cielo y pensaba: “¿qué estoy haciendo acá?”. Probablemente fue una manera de exorcizar el dolor. Cantar me iba a hacer sentir menos la partida de mi mamá. El de cantar es un don que te da Dios. El de escribir es un don de la cultura. Es otra cosa, al menos para mí.
-¿La vida del compositor y la del intérprete, a veces por separado, sumado a que muchas de tus canciones se hicieron famosas en otras voces, ayudó a que no te creas el personaje?
-Muchas de mis canciones forman parte de la memoria popular. Escribo a todo lo que me produce satisfacción. Si no me gusta determinado artista, no le puedo escribir una canción. Lo tengo que admirar. Aunque hay situaciones que me diviertan y para eso puedo escribir. Hace muchos años un productor me pidió canciones para un grupo tipo Menudo, que quería formar. Entonces escribí canciones para Tremendo. También hice canciones para Clemente, cuando fue la época de los cantitos de las hinchadas (para los mundiales de fútbol de 1978 y 1982). Recuerdo que iba caminando por Paraná llegando a Lavalle cuando se me cruzó una idea musical. Busqué un pentagrama y escribí la melodía de lo que luego fue “Mire mire qué locura, mire mire qué emoción...”. En ese momento me parecía simpático escribir para Clemente, más allá de que eso generaba derechos de autor. Porque los que escribimos procuramos que nuestras canciones sean grabadas por artistas mayúsculos por el derecho de autor. Cuanto más grande es el artista, los derechos son mejores. Y lo que el artista tiene que saber es que debe respetar el nombre de la canción y de los autores y compositores.
-¿Qué sentiste cuándo escuchaste un tema tuyo cantado por Rodrigo, que no te pidió permiso?
-No necesitan pedir autorización.
-Al menos por cortesía...
-Lo conocí cuando él tenía 14 años. Su padre, Pichín Bueno, que trabajaba en una compañía discográfica, me decía: “Beto, mi hijo canta maravillosamente bien. Tenés que escribirle canciones”. Pasó el tiempo y cuando él se mandó a cantar la música de Córdoba, que es el cuarteto, rompió todo. Y como a Rodrigo le gustaba cómo escribía Paz Martínez, tomó una canción que estaba perdida. Se llama “Con él, conmigo”. Era ese tipo de juego de opuestos. Como en el estribillo escribí “mira qué ironía”, él le puso ese nombre. Rodrigo estaba cantando en Mar del Plata. Nosotros estábamos parando allá y mi hijo mayor, que era chico, me dice: “¿Eso no es tuyo?”. Y sí, pero en versión cuarteto. Quedó mejor su título que el mío y en Sadaic después le agregamos el “Qué ironía” como subtítulo. Ningún artista tiene obligación de pedir permiso. Lo que no tiene que hacer es lesionar la canción.¿Me explico?
-Explicame.
-Mi gran amiga María Elena Walsh se ponía de los pelos cuando le cambiaban las canciones. Yo no ni de casualidad tengo la estatura de María Elena, pero tampoco me gusta que me toquen mis letras. Eso es lesionar una canción.
-¿Tenés alguna canción que consideres la mejor, aunque no sea la más popular?
-Eso no lo puedo decir porque tengo unas 700, pero sí puedo decir que con los años fui aprendiendo. Me fui ordenando. Al principio te movés de manera intuitiva. Luego la experiencia te demuestra que una frase no debe ir ahí porque tiene más efecto más abajo. El estribillo es lo que pega, lo que la gente canta. Mis estribillos tienen una frase final fuerte. “Amor pirata” dice: Si de algo hay que morir, quiero morir de amor, pero a tu lado. “Y qué?”, en el final dice: “Nos van a lapidar... ¿Y qué? /Peor es no tener, por un amor, en carne viva el corazón”. A través de los años fui incorporando y aprendiendo.
-Con este dato estás dando un tutorial para nóveles compositores.
-No soy egoísta. Vienen a preguntarme compositores jóvenes.
-¿Y donde se puede encontrar hoy a la música romántica, en alguna corriente de la música urbana?
-Siempre digo con absoluta certeza que soy el último romántico. Nunca me dejé seducir por otra cosa. Para mi la música es mala o buena, punto. No me importa quién la canta. Con respecto a la música urbana pienso así: hay gente que me encanta y gente que me desagrada. Viví 30 años con mi familia en Monte Grande. Un día veo a Tiago PZK y me entero que es de Monte Grande. Le empecé a prestar atención. ¿A ver que escribe? Y dije: ¡Caramba, este pibe escribe bien, con sustento! Y cuando lo escuché cantar me di cuenta de que era un fenómeno. Luego lo veo a Trueno, que es buenísimo. Me encanta. En un programa me preguntaron sobre estos nuevos artistas. Dije que Tiago me encantaba lo que hacía. Al otro día Tiago me agradeció por Instagram. Mirá, hoy yo no dejo todo esto no sólo porque Gran Hermano gana un Martín Fierro de Oro. No estoy en contra de la gente que lo ve. Pero ¿con la ficción, qué hacemos? No estoy de acuerdo para nada. Y tampoco con que Bad Bunny sea considerado el mejor autor y compositor de los Estados Unidos. ¿Estamos todos locos? Bueno, pero eso es la industria. Tanto tienes tanto vales. No te miden por la calidad. Yo siempre tuve mucho cuidado para escribir mis canciones. Ahora eso no lo veo. Y en cuanto al amor romántico, ahora es muy distinto porque ha cambiado la cultura. Cuando yo era pibe de 15 y 18 años hablar de sexo con una chica era imposible y hoy es natural. En eso estoy de acuerdo. Pero cuando entramos en el terreno de un tipo que escribe y agrede a una mujer, me molesta horrores. Por eso no me gusta Bad Bunny. El romanticismo ha cambiado como ha cambiado el mundo. A mí me educaron para ser respetuoso. Por eso creo que soy el último romántico.
-Rescaté esas frases de una charla que tuvimos en 2004, hace casi veinte años: “La cultura argentina es así. El artista de más de 40 está fuera de mercado. Ya es veterano. Pero las canciones siguen en la memoria colectiva de la gente. En el exterior es diferente. Fijate que los rockeros más importantes tienen más de 50 años. Hoy digamos que tienen más de 80 si pensamos en Mick Jagger o Paul McCartney.
-Hoy diría que eso depende de muchas cosas. Hay artistas que consideran que la canción tiene que tener un mensaje social y no ven con agrado el tipo de canciones como las que yo escribo. Algunos de esos artistas tienen larga vida y están protegidos por el periodismo. No importa si cantan bien o mal. Luego está el rock. A mí me gustaban Los Gatos de la época de Pappo y me gusta Divididos. Y también están los que hacen pop y se los considera dentro del rock. Ellos también están protegidos. Pero para que suba a un escenario un cantante que canta canciones como las que yo canto, tiene que cantar bien. Así de simple. En otro tipo de género, aunque no cantes tan bien te perdonan todo. En ese sentido, pienso lo mismo que en 2004. Y otra cosa más, que quizá no dije en esa oportunidad, cuando empecé vendía toneladas de discos. Y me daba mucha rabia que los artistas extranjeros de la misma compañía, en comparación conmigo, tenían mucha más promoción que yo. Si ellos estaban en 10 yo estaba en 2. ¿Cómo podía ser que apoyaran más a los de afuera que a los de acá? Muchos directivos de aquella época eran españoles y yo pensaba que de alguna manera nos seguían colonizando. Todos los artistas que venían de España, que eran todos muy buenos, pegaban primero acá. [José Luis ] Perales es el artista en el que más me veo reflejado. La diferencia es que es español, que pescó en el mar y yo en uno lago chiquitito. Perales o Nicola Di Bari primero pegaron mucho más acá.
-Entonces, Beto, ¿Paz Martínez se despide de los escenarios?
-Los músicos míos tiemblan porque no saben lo que voy a hacer. Está todo armado y quizás vamos a tocar algo y me siento al piano para otra cosa.
-¿Esta despedida será así?
-No tanto. Va a estar más ajustado. Me va a costar elegir canciones. Los clásicos no pueden faltar, porque me trajeron hasta acá. No van a faltar las que escribí para otros artistas y las canciones nuevas.
-¿Vas a tener invitados?
-Es probable, aunque nunca invito a nadie.
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