Luego de dos años dedicada a la actuación, la cantante regresa con dos conciertos sinfónicos y habló con LA NACION sobre esta vuelta y también sobre el rol que ocupó en el conflicto desatado entre Ana María Picchio y Karina K; además manifestó su deseo de ser abuela y opinó sobre las referentes de las nuevas generaciones, como Lali y Cazzu
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Después de estar alejada de la música durante dos años, por su labor teatral en la obra Perdida Mente -donde se destacó como actriz al lado de Leonor Benedetto, Ana María Picchio, Julieta Ortega y Karina K–, Patricia Sosa retoma su carrera de cantante con unos recitales atípicos, que se prevén históricos. El 9 y 10 de junio estará presentando en el Teatro Opera los mejores temas de toda su carrera junto a su banda de siempre y, asimismo, a la Orquesta Aeropuertos Argentina 2000 (AA2000), dirigida por el maestro Néstor Tedesco e integrada por jóvenes de 18 a 25 años provenientes de barrios vulnerables. Al par de conciertos programados para la semana próxima, titulados Sinfonía Pop Rock, en clara referencia al carácter sinfónico del evento, se acaba de sumar una tercera fecha y bien a lo grande: la del 11 de agosto en el Luna Park.
“En la playlist van a estar varios de mis clásicos, los de mi época rockera con La Torre y los de mi etapa solista, más pop. Estarán, por ejemplo, ‘Solo quiero rock and roll’ y ‘Estamos en acción´ como ´Luz de mi vida´, ´Endúlzame los oídos´ y ´Aprender a volar´. También habrá otros que no son tan clásicos, pero que a mí me gustan mucho. Como esta vez las versiones serán sinfónicas me tomé el trabajo de mirar muchos videos de bandas de rock interactuando con orquestas y percibí que siempre las orquestas se subían a los arreglos de los grupos. Yo no quise eso de que el violín reemplace a la guitarra y punto. En esta reversión de mis temas, que cuentan con arreglos de Dany Vilá, me propuse que todos los instrumentos tengan un gran protagonismo y que sus ejecutantes lleven el tempo de las canciones. A lo largo de dos horas y pico vamos a hacer 22 canciones, entre las que habrá dos composiciones nuevas y cuatro covers que serán una sorpresa total”, adelanta a LA NACION la intérprete de “Hasta donde Dios me quiera llevar”.
–Venís de dos años trabajando a full como actriz, ¿extrañabas a la cantante?
–Ay, muchísimo. Sobre todo lo que más extrañaba era el ocio creativo. Yo necesito no hacer nada. No puedo marcar tarjeta, no estoy acostumbrada, no está en mi ADN, y el teatro tiene una disciplina muy especial: entrás a una hora, salís a otra, le tenés que dar el pie a tu compañero y tu compañero te tiene que habilitar para que vos hables, es decir, cosas que te quitan improvisación; y desde ya, espontaneidad. Además, todos los días, a cierta hora, tenés que estar ya preparada en tu camarín. Para colmo, yo siempre me levanto tarde y había que estar a las 18:30 en el teatro, por lo cual debía salir para allí una hora antes y así sólo me quedaba tiempo para almorzar, bañarme y salir disparada. Extrañaba tener más tiempo. En el medio salí algunos días de gira, gracias a que me reemplazó la actriz Laura Espínola pude cantar en varios lugares, pero me faltaba tiempo para componer y socializar con los músicos de mi banda. De todos modos, la pasé bien y amé a mis compañeras de elenco, si no hubiera dejado mucho antes.
–¿Cuál es el balance que hacés de Perdida Mente?
–Para mí Perdida Mente es una obra que presta servicio, entonces me gustó mucho formar parte de ese team que estaba prestando servicio. Lo sé por los comentarios del público, la gente me esperaba a la salida y me decía: `yo tengo un familiar con Alzheimer’ o `me estoy empezando a olvidar de las cosas’ o `no sé cómo tratar a mi mamá, que se está iniciando en esto’. Entonces veía que la obra servía para ponerle humor a algo que es realmente trágico y para concientizar: es que el monólogo del final de Leonor (Benedetto) es absolutamente adoctrinador porque dice `somos una comunidad, vivamos en comunidad’, una forma de señalar `no te olvides del prójimo’. Después, la asociación marplatense que se dedica al tratamiento del Alzheimer nos dio una distinción y fuimos invitadas a tomar el té y estuvimos con enfermos, y luego muchos de ellos vinieron al teatro con sus acompañantes terapéuticos. Así que todo el tiempo fue brindar un servicio, más allá de encarar una actuación. Por eso el balance no pudo ser mejor.
Adiós al teatro
–¿Volverías a dejar todo por la actuación?
–No, por tanto tiempo no. Tal vez podría decirle que sí a una serie porque la grabación termina en tres meses, o a una película, que demanda aún menos tiempo. Pero yo ya no me metería en una obra de teatro. Mi cantante estaba triste, ya necesitaba salir a cantar. Como te dije salí a cantar algunas veces, pero cuando lo hacía estaba agotada físicamente, y si bien lo disfrutaba mucho, cuando volvía a hacer Perdida Mente quedaba más que claro que estaba fundida. Y era obvio: ya no tengo 20 años y eso el cuerpo lo nota. Debo reconocer que me interesó muchísimo hacer Mar del Plata, yo nunca había hecho temporada con teatro de texto (aunque sí con un musical infantil, El Principito). Esto fue diferente, como un viaje de egresadas. Estuvo buenísimo. Me alojaron en un lugar hermoso para vivir y logré conocer la ciudad en profundidad. En enero hice de todo, fui y volví todo el tiempo de un lado para el otro e hice mucha playa; en febrero, claro, ya no daba más.
–¿Cuán buenísimo estuvo todo? Te lo pregunto porque hacia el final de la temporada se hizo público un conflicto entre Ana María Picchio y Karina K. ¿Fue difícil trabajar así?
–Mirá, ellas son tan recontra profesionales que en el escenario jamás lo ibas a notar. Yo las miraba y a veces me preguntaba: ¿estas estarán peleadas en serio o nos estarán mintiendo? Pero a veces era algo incómodo, a mí me gustan los grupos que van juntos a comer y a la playa, y Mar del Plata da bien para eso. Pero lamentablemente eso no pudo ser.
–¿Es verdad que debió recurrirse a una perimetral entre las dos?
–Creo que debió intervenir el abogado de actores y alguna condición legal impuso para que ambas se sintieran más cómodas. Eso es lo único que te puedo decir al respecto.
–¿En algún momento actuaste de mediadora?
-No, yo no actué de mediadora, pero me llevé muy bien con las dos. Soy muy amiga de Karina y vivíamos juntas en el mismo edificio, una enfrente de la otra, ella en el departamento A y yo en el B. Con Karina tengo como una hermandad y podíamos hablar más en profundidad sobre lo que estaba pasando. Siempre traté de comprenderla y arroparla. Y a Anita también la quiero, pero, bueno, ella siguió su rumbo y Karina y yo el nuestro.
–¿Fuiste a ver la obra en Buenos Aires, con el nuevo elenco?
–Sí, fui al debut. Y lo primero que me dio rabia fue cuando Iliana Calabró (que interpreta a la abogada que yo encarnaba) se sacó el tapado y toda la platea dijo: `Ayyyyyy’, como diciendo ¡qué cuerpazo! A mí nunca me sucedió eso (risas). A mí me pareció ver otra obra, yo tenía incorporada a Selva de una manera y cuando la vi representada por Iliana me pareció otro personaje y eso me pareció fantástico. Y está bien porque ella tiene otra impronta, una mucho más irónica, la mía era más bien agresiva y verborrágica. En cuanto a la obra en general, la pasé bárbaro y me divertí muchísimo. Nadie entiende cómo fui al reestreno, parece que los actores no suelen ir a ver a sus compañeros una vez que dejan un elenco. Será por eso que luego Leonor (Benedetto) me escribió: “Afirmo que sos de otro mundo”. A mí nunca se me ocurriría ponerme celosa porque alguien me reemplazó, vengo de otro palo. ¿Tendrán el cerebro diferente los actores y los músicos?
El show sinfónico
–Sinfonía Pop Rock es tu primer show sinfónico. ¿Por qué ahora?
–Sí, este es mi primer show sinfónico individual. Yo tuve la oportunidad de tocar con sinfónicas, pero participando de conciertos grupales, con otros cantantes, como fueron los de Las Elegidas y Únicos, con la Sinfónica del Teatro Colón y la Sinfónica Nacional. ¿Y por qué ahora? Porque me lo ofrecieron. A mí no se me hubiera ocurrido. Yo no sabía de la existencia de esta orquesta (la AA2000), hasta que un día mi manager, Patricia Kessler, me cuenta que se encontró con su director y le comentó todo: que es una orquesta patrocinada por Eduardo Eurnekián, con jóvenes a los que se les hace un seguimiento desde niños y se les otorga becas de estudio y perfeccionamiento musical.
–¿Los integrantes de la orquesta son jóvenes de la Villa 31 y de otros barrios de emergencia?
–Sí, de varios barrios vulnerables. Estos pibes demostraron la vocación real y si no hubieran tenido un mecenas hubiese sido muy difícil para ellos comprar un instrumento y dedicarse al oficio de ser músico. Ellos habían entrado a programas barriales, municipales, de esos que suelen haber en los clubes y allí se los fue buscando. Después pasaron a la escuela secundaria y los que salieron de ahí y demostraron tener verdadera vocación y cuidaron mucho su instrumento terminaron integrando esta orquesta. La AA2020 está formada en total por 45 pibes y pibas, de 18 a 25 años, que no faltan nunca, excepto cuando se les complica con sus otros trabajos porque varios de ellos deben tener otros para ayudar a sus familias. A veces pasa que falta uno porque es cajero en un McDonald´s y lo obligan a quedarse después de su turno porque se enfermó un compañero. Y es entendible: los chicos no pueden perder sus trabajos extras por más que cobran por tocar en la orquesta. Hacen dos conciertos por mes, que los tienen que hacer sí o sí porque para eso cobran un sueldo, y además inventan eventos; por ejemplo, el otro día hicieron un recital con música de películas en el Auditorio de Belgrano. Son maravillosos.
–¿Qué tal resulta la relación con ellos? ¿Se adaptaron inmediatamente a tu música o debiste sortear cierta resistencia?
–Ellos estaban acostumbrados a la música clásica, y de golpe les aparecí yo con mis canciones, y con esto del rock y el pop, con otro tempo, otra energía y otra cabeza. Esto los obligó a salir de su área de confort, a crecer, en definitiva. Y les gustó. Hoy están re chochos. El primer día de ensayos me recibieron con un enorme aplauso y una sonrisa de oreja a oreja; y con unas miradas... que me hicieron acordar a cuando yo era chica; unas miradas llenas de ilusión, propias de quien registra que así se da un pasito más. Ensayamos los dos o tres canciones de mi repertorio que tenía preparadas, las canté varias veces con ellos para aflojar y luego, al irme, les dije lo que sentía: “Yo no quiero ser una solista y que ustedes sean los integrantes de la sinfónica que está detrás de mí, todos vestido de traje negro, y que sólo sean visto cuando se los ilumina. A mí no me interesa eso. Lo que a mí me interesa es que seamos todos uno, que vivamos una experiencia grupal. Yo soy su cantante, la cantante de la orquesta. Acuérdense bien de eso. Y mi banda es la banda que tocará con la orquesta, ni por encima ni por detrás. En este proyecto nos vamos a fusionar todos”. Es más, les pedí que cuando nos les toque tocar (en los temas donde seré acompañada exclusivamente por la banda) no se queden quietitos y anónimos sobre el escenario. Quiero que se levanten, agiten sus manos y hagan coros de cancha. Quiero que interactúen todo el tiempo y sean bien visibles.
–¿Podríamos decir que estos conciertos tienen un objetivo social?
- Mirá, por más que no hayan sido organizados con ese objetivo sí lo tienen. Porque la inclusión está metida dentro del espectáculo, es así el asunto. Y me gusta mucho eso, de mover otras emociones y que esto sea un buen ejemplo para el afuera. Yo me acuerdo que en el Soñando por cantar (donde fui jurado) veíamos unos talentos maravillosos y pensábamos: lo único que nos diferencia es una oportunidad. Por eso quiero que estos pibes se diviertan y disfruten a pleno de esta oportunidad. Muchos de ellos son tan pero tan buenos que quiero que en estos shows tengan un destaque. Por ejemplo, Dany Vilá, el arreglador de todos los temas, está escribiendo un arreglo especial para chelo, con vista a incorporar ese instrumento en el tema “Sanidad”, que es una alabanza, un agradecimiento a la salud. Habitualmente lo canto sola con un guitarrista, pero la chelista de la orquesta es tan buena que tiene que tener un destaque. Hay muchos de ellos que deberían tenerlo, en eso estamos.
La familia
–¿Oscar Mediavilla, tu esposo, se subirá al escenario del Teatro Opera para volver acompañarte en guitarra?
–¡Imposible! Y mirá que le insistimos, ¿eh? Su cabeza ahora funciona exclusivamente como productor. Ahora está mezclando en sistema Dolby Atmos a todos los organismos oficiales, es decir al Coro Nacional, a la Sinfónica Nacional, a la Sinfónica de Ciegos, al Coro de Ciegos, al Coro de Niños y a la Sinfónica Filiberto, tocando todas las canciones patrias. Las grabaciones fueron en el CCK, así que imaginate toda la artillería que hubo que mover para llevar a cabo el proyecto. Así que está tan pero tan ocupado en mezclar todo que no me va a hacer el favor de tocar conmigo. Pero sí estará mi hija Marta haciendo coros, junto con Laurita González, la hija de Julia Zenko, que son muy amigas desde que nacieron.
–¿Recuerdo mal o ella no quería seguir siendo tu corista?
-Ella no quería volver a hacer coros... pero parece que necesitó plata (risas). Sí, no creo que lo haga por afecto sino por plata. Esa sería la cruel verdad (risas). La amo. Cuando ella empezó a cantar conmigo tenía 16 años y lo hizo durante cinco o seis años. Luego, no quiso saber más nada. Ahora tiene 35 y otra cabeza, por eso no le pesa hacer los coros en un concierto de su madre, ya tiene una carrera y un camino recorrido.
–Marta hace un buen tiempo que está en pareja. ¿Te imaginás ya siendo abuela? ¿Qué tipo de abuela suponés que serías?
–Por supuesto que me lo imagino, lo que pasa es que mi imaginación no tiene sentido, mi imaginación no alcanza (risas). Depende exclusivamente de ellos y no de mí, obviamente. Yo sería una abuela absolutamente absorbente, yo quiero a ese nieto o esa nieta sólo para mí. Cuando ella me dice: `Pero mamá, cómo voy a tener un hijo ahora, con tanto trabajo’; yo le contesto: olvídale, te lo cuido yo. No me importaría cuidarlo todo el día, lo quiero todo para mí. Sería una abuela permisiva, que jugaría todo el día con él en el piso y también una hincha pelotas. Todo eso junto. Y Oscar creo que sería peor que yo.
–Y luego del primer nieto, ¿harías como tu mamá, que te exigía tener más hijos?
–Ya perdí, no le puedo exigir ni uno. Cuando yo era joven, y hacía mucho tiempo que estaba en pareja con Oscar, ponele 15 años, mi mamá recortaba del diario avisos sobre impotencia sexual masculina y me los daba. Me decía: “te recorté esto porque a lo mejor te interesa”. ¿Podés creerlo? Oscar se enojaba y gritaba: “Pero qué cosa esta mujer, ¿el problema siempre tengo que ser yo?” (risas). Ahora los pibes tienen otra cabeza, tiran todo para mucho más adelante, tipo los 40. Marta hace bastante que está en pareja con un pibe divino, que es Nacho Zabala, un clown que concibe unos espectáculos hermosos. Lo queremos muchísimo, eso es lo importante.
Lali y Cazzu
–A lo largo de tu carrera has cantado y grabado casi de todo: rock, melódico, folclore y tango. ¿En qué otros géneros te gustaría incursionar? ¿En la cumbia, en el trap, en el reaggaeton, en el hip hop o en otro ritmo urbano?
–Mirá, yo escucho de todo y me doy cuenta de mis límites. Cuando estuve grabando en Málaga con Chucho Valdés venían todos los cantantes de flamenco y ahí me di cuenta que es imposible cantar flamenco salvo que seas andaluz, por cómo colocan la voz, por dónde nacieron y cómo se criaron. O sea, hay lugares donde yo no me podría meter. A veces lo intento y me río de mí. Por ejemplo, yo no podría rapear, a esta edad ya no me da ni la voz ni la cadera (risas). Además yo tengo una manera de pronunciar bastante especial y estos chicos cantan todos como puertorriqueños, yo no los entiendo, cantan como si tuvieran una papa en la boca. Sin embargo, hay cosas de Trueno, hay cosas de Tiago PZK, otras de Emanero y de Wos que me parecen alucinantes y que me gustaría estudiarlas para ver si algún día puedo cantarlas, pero ahora no puedo. El otro día, precisamente, le decía a las cantantes (a las coristas de su banda): ¿cómo hacen para aprenderse tanta letra?, ¿cómo hacen para hablar tan rápido? ¿cómo hacen para no repetir si no hay estribillos? Evidentemente es otra cultura urbana.
–¿Te gustan más los hombres o las mujeres interpretando este tipo de música urbana?
–Tengo como sentimientos encontrados con respecto a algunas cantantes femeninas, de las que desconozco sus nombres. Nosotras venimos peleando hace 40 años en contra de la cosificación de la mujer; entonces, cuando vos estás tanto con el perreo y con que te la saco y te la pongo y con que llévame a la cama papi y todo eso, y mostrando una actitud desafiante... bueno, todo eso atrasa. Si vos mostrás la actitud desafiante, te sacás la ropa, te quedás en pelotas y salís a cantar, pero lo que estás cantando tiene un sustento, es otra cosa. Pero si vos salís a cantar así y todo es con el perreo y la cama y todo lo otro, a mí me da atraso. No me entusiasma para nada. Por eso para mí Lali está a 10 años luz del resto, muy por encima de todas, porque tiene otra cabeza y transmite otro mensaje. También es muy interesante escucharla cantar a Cazzu, ella utiliza mucho su voz rapeada, pero cuando canta es una aplanadora. A veces prefiere rapear y no cantar y eso es lícito, no canta simplemente porque no quiere, pero cuando quiere tiene con qué.
–Este año se cumplen 45 del lanzamiento de tu primer disco, el simple de Nomady Soul (tu primer grupo, de covers), integrado por los temas “Tú” y “Vuelve a mí”. ¿Estás conforme con el camino recorrido? ¿Qué te faltaría?
–Yo estoy re conforme, soy la que soy porque fui la que fui. Nunca ocultaría mis comienzos, ni siquiera que cantaba en inglés. Cuando grabé esas dos canciones era como si hubiera grabado algo propio de Pavarotti. ¿Sabés lo que significó tener aquel simple en mis manos y llevarlo a mi casa? Tal vez podría haber empezado grabando algunos temas mejores, pero esos representaban a la adolescente que era por aquel entonces. Así que todo bien. Sólo me arrepiento de no haberme ido antes de La Torre. Yo me hubiese querido ir en el ´87. Cuando hicimos La Torre en Obras yo pensé que eso iba a ser mi despedida, pero salieron las giras a Rusia y no me las iba a perder, ¿no? En La Torre ya había tocado un techo compositivo y estaba componiendo otro tipo de cosas, que luego guardé para mi primer disco solista. Hoy creo que esa época tendría que haber sido más corta, la última etapa de La Torre no fue muy fructífera para mí. En fin, retrasé mi crecimiento como compositora y cantante y me arrepiento de eso. Pero, bueno, el vértigo y la oportunidad que se nos presentó no me dejó pensar bien.
–¿Y en un plano más personal?
–Después, cuando me divorcié de Oscar, estuve seis años sin grabar. Estaba muy triste. Le echaba la culpa a la música y al éxito y no quería volver a grabar. Ni cantar las canciones que me traerían tantos recuerdos. Ahí de repente apareció Ariel Ramírez, que me ofreció ser su cantante y me llevo a pasear por el mundo. Y fue lo mejor que me pasó en aquella época, Ariel fue como un segundo papá. Me hubiera gustado que todo hubiese sido de otra manera, que con Oscar hubiéramos sido más maduros y sorteado aquella instancia sin que el éxito nos apabullara, pero no pudimos. Hoy, sin embargo, pienso que el divorcio salvó mi matrimonio. Todo aquel período de distanciamiento nos sirvió para reencontrarnos de otra manera, volver a elegirnos y casarnos nuevamente. A partir de ahí... la vida siempre me sorprende con cosas muchísimo más lindas que las que podría soñar. Cada mañana, cuando me despierto, digo: bueno, a ver Dios mío, ¿qué tenés preparado para mí? Y de repente me voy a cantar al Vaticano, a la India o a Egipto. Juro que no planeo nada de todo esto, simplemente me sucede y yo me dejo movilizar. Así es hoy mi vida.
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