Parchís, el documental: estafas, romances y unos jóvenes a merced de sus managers
Muchos años antes de que existieran los "fatídicos" grupos de WhatsApp de mamis y papis, una mamá ya era tildada de problemática y continuamente segregada. Cuando aún faltaban décadas para que los youtubers se convirtieran en estrellas solo a fuerza de carisma, ellos se transformaron en reyes globales del universo infantil. Y cuando era difícil imaginar que una gran mayoría de mujeres hicieran sonar su voz contra contra los abusos y maltratos, un grupo de profesoras ahuyentaban a señores adultos que andaban como moscardones detrás de dos chicas adolescentes.
Parchís, el documental, que desde este miércoles se encuentra disponible en Netflix, revela varios aspectos desconocidos sobre la vida de Tino Fernández, Yolanda Ventura, Gemma Prat, Frank Díaz, Óscar Ferrer y David Muñoz, los integrantes del grupo infantil que, desde España, revolucionó la música y el mercado a principios de la década del ochenta. Lo hace apelando a las voces de los protagonistas, pero también a las evocaciones de managers, colaboradores, profesores, padres y fans. Todos ellos son los encargados de dar cuenta de lo caótica que era la vida de este grupo de niños que creció en medio de interminables giras sin más reglas que las de facturar y sin tener, ni siquiera, un día libre a la semana.
Así, de voz en voz, van sucediéndose anécdotas que dan cuenta de las internas entre los padres, los pormenores de las relaciones entre los chicos, y revelan qué tan cierta es aquella versión que indica que, a pesar de sus cortas edades, vivían en una especie de nube en la que casi todo estaba permitido.
Hablemos del ayer
Volver a ver a los seis integrantes más importantes y conocidos del grupo, escucharlos contar sus propias historias, reírse de la fama o teorizar sobre cómo deberían haber reaccionado los adultos de esta historia ya es, de por sí, una buena razón para sentarse frente a la pantalla. Sin embargo, a pesar de que en ningún momento el documental se vuelve tedioso o poco entretenido, sí se hace evidente luego de la primera media hora un gran problema: Parchis: el documental agrega muy poca información al bagaje de quienes alguna vez tuvieron el impulso de googlear qué fue de la vida de estos chicos.
¿Por qué ocurre esto si el realizador contó con las voces de todos? Porque decidió no mezclarlas. De sus propias bocas escuchamos, por ejemplo, que Tino encontró a más de una madre dispuesta a todo en el placard de su cuarto. O que, en Buenos Aires, David se divertía tirando sillas desde la ventana de su hotel. Y que, para los varones, la relación entre Gemma y Yolanda era de "ama y esclava".
Sobran las anécdotas. Lo que sí falta, y se nota, es una mirada clara de qué es lo que se quiere contar. "Se trata de un proyecto centrado en una historia humana, con una mirada sincera que aspira a hacer un ejercicio de empatía con el espectador para que logre entender lo que supuso ser protagonista de un éxito tan descomunal, prematuro y sorpresivo", anunciaba el director, Daniel Arazans, antes del estreno. Esta aproximación al universo, al tiempo y al fenómeno de los Parchis puede resultar, sin embargo, tan liviana como poco efectiva. Tanto su mirada como la del equipo de guionistas compuesto por Daniel Arasanz, Richard Royuela y Jordi Meya, parece, más bien, la de alguien sorprendido por un tema que, en general, desconoce y en el que no está muy dispuesto a profundizar.
Es que, cualquier fan de Los Parchís sabe más o menos la historia de estos seis "amigos de verdad" que vieron cambiar sus vidas luego de que una discográfica al borde de la quiebra los "creara" y se aferrara a ellos con uñas y dientes. Para todos esos seguidores, el documental no aporta mucha data. Con respecto a aquellos desprevenidos que no tienen ni la menor idea de quiénes fueron Parchís ni el lugar que ocuparon, luego de darle play al documental, seguirán sin tener una idea clara al respecto.
Si la aproximación a los hechos del pasado no es del todo asertiva, lo relativo al presente de los seis integrantes y la referencia a qué planean para su futuro es algo que -directamente- a nadie le interesó dilucidar. Esos seis chicos -los cinco miembros originales y Frank, que entró a la formación como reemplazo de Óscar- cuentan allí cómo llegaron a formar parte del grupo y repasan los inconvenientes y los beneficios de aquella fama prematura, pero no hacen ni la más mínima mención a cómo son hoy sus vidas.¿A qué se dedican? ¿Tienen hijos? ¿Son felices? ¿Planean volver a reunirse para realizar una gira? ¿Sacarán finalmente un disco con nuevas versiones de algunos de sus éxitos? Ninguna de esas preguntas encuentra respuesta.
Seis miradas dispersas
Los protagonistas revelan su mirada sobre aquel pasado que los unió para siempre, pero lo hacen por separado. Solos. Cada uno a su turno y sin la posibilidad de que sus excompañeros enriquezcan, contradigan o enfaticen sus palabras y recuerdos. ¿En ningún momento están los seis juntos? Sí. Cuando van cayendo los títulos finales. ¿Por qué? No hay ninguna explicación.
Quizá todo se resuma a la idea de que este documental sea visto como un homenaje, simple, sin demasiadas pretensiones. La realización pudo llevarse adelante gracias a los aportes de miles de fans que hicieron su contribución a una plataforma que da a conocer distintos proyectos creativos. Los realizadores, entonces, decidieron volver a contarles a esos fanáticos la historia de esos "chavales majos" que desde España, enfundados en trajes de colores, sin demasiado talento para el canto ni para el baile, se ganaron el amor y el favor de millones de chicos. Omitieron toda referencia al contexto que atravesaba su país de origen al momento de la creación del grupo. También, la situación que vivían la Argentina y varios puntos de Sudamérica que los vieron convertirse en ídolos. Ellos claramente eran los mismos chicos, pero nunca ocuparon el mismo lugar en España que en Argentina; en Perú que en México.
La Argentina fue el primero de los países de América en abrirle sus puertas. Aquí se transformaron en un fenómeno que luego se trasladó a México –donde en un principio no habían encontrado el eco esperado- y terminó estallando en Perú, donde eran recibidos y tratados como verdaderas estrellas de rock.
De allá y de acá
En cada uno de esos países, la discografía de Los Parchís difiere. Si en Argentina sus mayores éxitos eran versiones de canciones "para adultos" como "Funkytown", "En la Armada", "Gloria", "Don Diablo", "Me vuelvo loco", "La Plaga" o "Hasta luego, cocodrilo"; en otras latitudes los villancicos, algunas canciones infantiles clásicas, las rancheras o incluso las cortinas de algún programa de dibujos animados eran las más escuchadas.
¿A qué banda, entonces, debía retratarse en este documental? ¿A los sucesores de los españoles Enrique y Ana? ¿A los ‘enemigos íntimos" de los mexicanos Timbiriche? ¿A los cinco simpáticos españoles que filmaron tres películas en la Argentina? ¿A los que debían trasladarse en helicóptero en Perú debido a la gran cantidad de fanáticos que los seguían? Parchís, el documental se centra en los primeros y en los segundos.
Si bien se vale de muchas de las imágenes de los films que los chicos rodaron en la Argentina (Los Parchís contra el inventor invisible; La magia de Los Parchís y Las aventuras de Los Parchís) son pocas las imágenes originales que remiten al suceso que Tino, Yolanda, Óscar, Gemma, David y Frank despertaron en el público infantil vernáculo. Tampoco se observa ninguna referencia a la situación que atravesaba el país ni a la "necesidad" del entonces gobierno militar de enaltecer figuras "blancas" y poco confrontativas como estas cinco campanitas de cristal venidas de la Madre Patria. Mucho menos se aclara – ni se tiene en cuenta a la hora de explicar el fenómeno local que estalló definitivamente en 1982- que, desde la declaración de la Guerra de Malvinas, la música en inglés pasó a estar prohibida, dándole así más espacio e impacto a los intérpretes nacionales y de habla hispana.
Pero si en la Argentina y en otros países de Latinoamérica Los Parchís vinieron al dedillo de los gobiernos de facto para imponer el ideal de una juventud risueña pero sana y tranquila, en otros lugares debieron luchar mucho más para encontrar un espacio propio. En México, por ejemplo, tuvieron que sobreponerse a una declaración de guerra de Televisa que, según cuentan en el documental, sólo creó a Timbiriche para "destruirlos". Toda esta situación, más la confirmación oficial del precoz "romance" entre David y Paulina Rubio, ocupa parte de la trama.
Mitos y leyendas
Desde hace un tiempo, en diversas entrevistas e incluso desde las redes sociales, algunos de los miembros de Parchís aseguran haber sido estafados por su discográfica. De hecho, en algún momento amenazaron con contar cómo, a pesar del éxito y de los millones y millones recaudados, no fueron ellos quienes se convirtieron en ricos.
Muchos seguramente esperarán, entonces, encontrarse ahora con datos que confirmen el desfalco. Sin embargo, poco y nada se explica sobre lo ocurrido: apenas se hace referencia al tema a través de lavadas acusaciones cruzadas, lamentos anacrónicos de padres poco avispados y la confirmación de los protagonistas de que hubieron millones que se perdieron en el camino.
Por suerte, hay otros temas que sí son abordados: la verdad sobre el sonado romance entre Tino y Yolanda; la relación del mayor de los integrantes con las drogas y el alcohol; cómo era vivir sin sus padres. Tal vez la mayor de las revelaciones sea cuánto tiempo tardaron en perdonarle al líder del grupo el haberlos abandonado para lanzarse como solista.
Seguramente, la información que aporta el documental no dejará conformes a los millones de adultos que, de niños, deliraban viendo a sus ídolos. Faltan datos, colores, matices, pero, más allá de la poca profundización, Parchis: el documental cumple con su cometido: homenajear a estos seis chicos y a todos los niños que, desde 1979 hasta 1985 bailaron al ritmo de "La casita en Canadá", "Ratatatá" o "Pancho López" y solo se iban a dormir luego de escucharlos entonar "Cantando y a la cama" desde la pantalla de ATC.
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